LUCAS EL EVANGELISTA DE CRISTO JESÚS AL SERVICIO DE LA IGLESIA.

 


LUCAS EL EVANGELISTA DE CRISTO JESÚS.

Lucas, evangelista, escribió su Evangelio y el libro de los Hechos de los Apóstoles.

En aquel tiempo, Jesús designó a otros setenta y dos discípulos y los mandó por delante, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares a donde pensaba ir, y les dijo: “La cosecha es mucha y los trabajadores pocos. Rueguen, por lo tanto, al dueño de la mies que envíe trabajadores a sus campos. Pónganse en camino; yo los envío como corderos en medio de lobos. No lleven ni dinero ni morral ni sandalias y no se detengan a saludar a nadie por el camino. Cuando entren en una casa digan: ‘Que la paz reine en esta casa’. Y si allí hay gente amante de la paz, el deseo de paz de ustedes se cumplirá; si no, no se cumplirá. Quédense en esa casa. Coman y beban de lo que tengan, porque el trabajador tiene derecho a su salario. No anden de casa en casa. En cualquier ciudad donde entren y los reciban, coman lo que les den. Curen a los enfermos que haya y díganles: ‘Ya se acerca a ustedes el Reino de Dios’ ”. (Lc 10, 1-9)

Jesús después de su muerte y de su resurrección envía a sus apóstoles a continuar en el mundo la obra que él había comenzado.

El Gran envío. Por su parte, los once discípulos marcharon a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. Al verlo, lo adoraron, si bien algunos dudaron. Jesús se acercó a ellos y les habló así: «Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. Y estad seguros que yo estaré con vosotros día tras día, hasta el fin del mundo. (Mt 28, 16- 20»

 

Los dones del Resucitado a su Iglesia: El Señor Jesús hace a su Iglesia partícipe de lo que él es y de lo que él tiene. No la envía con las manos vacías. La reviste de dones y ministerios: “Al atardecer de aquel día, el primero de la semana, los discípulos tenían cerradas las puertas del lugar donde se encontraban, pues tenían miedo a los judíos. Entonces se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: «La paz con vosotros.» Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos se alegraron de ver al Señor. Jesús les dijo otra vez: «La paz con vosotros. Como el Padre me envió, también yo os envío.» Dicho esto, sopló y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.» (Jn 20, 19- 23).

 

La Paz del Señor, el perdón de los pecados. Cristo mismo es nuestra Paz. La Alegría al ver al Señor. “Se llenaron de alegría al ver al Señor. La Misión del Señor. Es ahora la Misión de la Iglesia. El Espíritu Santo. Dios se nos dona en persona para que realicemos la Misión. El Ministerio de la Reconciliación. En la Iglesia y por su medio nos reconcilia con Él y reconcilia a los hombres entre ellos. La Experiencia de la Resurrección. Es la experiencia de la presencia del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo en nuestra vida. Experiencia que es el Motor de la vida cristiana. El Don para edificar la Iglesia. Por medio de la Evangelización, los Sacramentos, Oraciones y Obras de Misericordia.

 

La Misión de la Iglesia es continuar en la historia la obra redentora de Cristo para que el mundo crea,  y creyendo se salve. La clave es la fidelidad a la Misión y a la Acción del Espíritu Santo en la Iglesia y en el mundo. Teniendo presente las palabras de la Madre, la primera evangelizada y evangelizadora: “Hagan lo que él les diga” (Jn 2, 5) La fe verdadera es la aceptación de la Voluntad de Dios manifestada en Cristo. Una fe sin obediencia a la Palabra está vacía, es mediocre y superficial.

Somos Ministros de la Nueva Alianza: Pero vosotros sois linaje elegido, sacerdocio real, nación santa, pueblo adquirido, destinado a anunciar las alabanzas de Aquel que os ha llamado de las tinieblas a su admirable luz; vosotros, que si en un tiempo no fuisteis pueblo, ahora sois Pueblo de Dios: ésos de los que antes no se tuvo compasión, pero que ahora son compadecidos ( 1 Pedro 2, 9) El apóstol Pablo, siguiendo la línea de Pedro nos exhorta diciendo: “No nos predicamos a nosotros mismos, sino a Cristo Jesús como Señor, y a nosotros como siervos vuestros por Jesús. Pues el mismo Dios que dijo ‘Del seno de las tinieblas brille la luz’ la ha hecho brillar en nuestras mentes, para iluminarnos con el conocimiento de la gloria de Dios, que brilla en el rostro de Cristo” (2 Cor 4, 5-6).

La Importancia de la evangelización. La Iglesia ha nacido con este fin: Evangelizar. Cristo vino para anunciar y realizar entre los hombres la Buena Noticia. La Iglesia nació y vive únicamente para evangelizar a los hombres, a todos los hombres. Ella es el sacramento universal de salvación: la anuncia y realiza. Su renovación constante tiene aquí su objetivo: potenciar su actividad misionera universal, buscar nuevos cauces por los que los hombres conozcan, acepten y vivan el plan de Dios, despojarse de todo aquello que impide, en cada momento, la evangelización, realiza todo aquello que pueda hacer más creíble la verdad del Evangelio.

"La Iglesia ha nacido con este fin: propagar el reino de Cristo en toda la tierra para gloria de Dios Padre, y hacer así a todos los hombres partícipes de la redención salvadora y, por medio de ellos, ordenar realmente todo el universo hacia Cristo. Toda la actividad del Cuerpo místico, dirigida a este fin, recibe el nombre de apostolado, el cual la Iglesia lo ejerce por obra de todos sus miembros, aunque de diversas maneras" (C V II: AA 2).

¿Qué es evangelizar? Evangelizar constituye, en efecto, la dicha y vocación propia de la  Iglesia, su identidad más profunda. Ella existe para evangelizar, es decir, para predicar y enseñar, ser canal del don de la gracia, reconciliar a los pecadores con Dios, perpetuar el sacrificio de Cristo en la Santa Misa, memorial de su Muerte y Resurrección gloriosa.  (EN 14).  La Iglesia ha sido enviada por su fundador, el Señor Jesús, está presente en el corazón del mundo para anunciar la Buena Nueva a los pobres, la liberación a los oprimidos y la alegría a los afligidos (cf Lc 4, 18).

 

Evangelizar es ofrecer una Buena Noticia que se presenta a sí misma como el principio más hondo de salvación para el hombre. La Buena Noticia consiste en que Jesús de Nazaret, el Cristo de Dios, que pasó por el mundo haciendo el bien y que fue crucificado, y ahora está vivo, presente y operante en los que creen en él para transformarlos en hombres nuevos, a su propia imagen .

“Evangelizar significa para la Iglesia llevar la Buena Nueva a todos los ambientes de la humanidad y, con su influjo, transformar desde dentro y renovar a la misma humanidad” (EN 14, 18). Evangelizar, es por eso,  sembrar el “poder de Dios” en el corazón de los hombres y de las culturas para instaurar el Reino del Señor, o sea, continuar como ministros de Cristo, su misma obra evangelizadora.

Evangelizar es enseñar el arte de vivir en comunión. Evangelizar es anunciar la persona de Jesús, la adhesión a su persona, a su destino  y a su misión; dicho de otra manera, anunciar a Jesús, su obra redentora, su Reino y sus valores.

Evangelizar es ante todo dar testimonio de una manera sencilla y directa, de Dios revelado por Jesucristo mediante el Espíritu Santo (EN 26) Una clara proclamación de que en Jesucristo, Hijo de Dios hecho hombre, muerto y resucitado, se ofrece la salvación a todos los hombres, como don de la gracia y de la misericordia de Dios (EN 27).

La finalidad de la evangelización es instaurar en la tierra “El reino de Dios” “El Imperio del Bien” en el corazón de los hombres y de las culturas para ir construyendo entre los hombres la “Familia de Dios” “Comunidad fraterna, solidaria, servicial y misionera.”

La acción evangelizadora. Evangelizar es lo propio de la Iglesia, su identidad y su razón de ser. Y También de cada uno de sus miembros. Todo bautizado está llamado a ser discípulo misionero de Jesús. Así lo dice el documento de Aparecida: “Discípulos Misioneros de Jesucristo para que nuestros pueblos tengan en él vida eterna” para que el mundo pueda tener vida en Cristo. (DA 3) La Iglesia evangeliza cuando proclama el primer anuncio, cuando celebra la Eucaristía y demás sacramentos, cuando da testimonio de la caridad de Cristo, cuando reconcilia a los hombres; cuando ayuda a crecer en la fe y en humanidad. La Iglesia Evangeliza dando vida. Para esto necesitamos la “unción poderosa del Espíritu Santo” que Jesús resucitado da a su Iglesia: “Como el Padre me envió también yo os envío. Dicho esto sopló sobre ellos y les dijo: “Recibid el Espíritu Santo”. A quienes perdonéis los pecados…” (Jn 20, 21-23)

La dulce y confortadora alegría de evangelizar. El bien siempre tiende a comunicarse. Toda experiencia auténtica de verdad y de belleza busca por sí misma su expansión, y cualquier persona que viva una profunda liberación adquiere mayor sensibilidad ante las necesidades de los demás. Comunicándolo, el bien se arraiga y se desarrolla. Por eso, quien quiera vivir con dignidad y plenitud no tiene otro camino más que reconocer al otro y buscar su bien. No deberían asombrarnos entonces algunas expresiones de san Pablo: «El amor de Cristo nos apremia» (2 Co 5,14); «¡Ay de mí si no anunciara el Evangelio!» (1 Co 9,16). (El Papa Francisco, GE # 9)

En la Liturgia, la Palabra se hace acontecimiento, y en la práctica de la Caridad Cristo se hace presente en medio de los hombres. Digámoslo con toda claridad: La iniciativa evangelizadora viene de Dios, autor de las promesas, pero se requiere la cooperación del evangelizador a modo de acción instrumental. Lo anterior nos lleva a comprender lo que es la “pastoral de la Iglesia”: “continuar o hacer presente la acción liberadora y salvadora de Cristo en la Historia para que los hombres creyendo, tengan en Él vida eterna”<<<

¿Cuál es el contenido de la Evangelización? Lo esencial del anuncio del Evangelio es proclamar que Jesús de Nazaret es el Cristo de Dios; “es nuestra paz” (Ef 2, 14) “es nuestra vida” (Col 3, 4)  “es nuestra sabiduría”, “nuestra justicia”, “redención y santificación” (1 de Cor 1, 30), es nuestro “único fundamento” (1 de Cor 4, 11) y “nuestra única esperanza” (Col 1, 27).  Es también la Cabeza de la Iglesia y la Plenitud de todo.  Lo primero es saber que Cristo salvador, es el centro de la evangelización (1 de Cor 1, 17ss), que Él, actúa por medio de la Iglesia para dar a los hombres el contenido, que no es otro, que la salvación anunciada, proclamada y realizada por Jesús redentor, y es, hoy día actualizada en nuestras vidas por la acción del Espíritu Santo.

El anuncio de la Buena Nueva tiene en cuenta la “dignidad humana”. Dios ama y valora a todos y a cada ser humano. Lo piensa y mira con amor, lo acepta incondicionalmente y lo valora por lo que es: Persona, creada a su imagen y voluntad por amor. Todos hombres y mujeres, pobres o ricos, buenos o malos somos poseedores de una y única dignidad humana. Para Dios el hombre no vale por lo que tiene, ni por lo que sabe ni por lo que hace, para el Señor y para el evangelizador, toda persona vale por lo que es. La evangelización cristiana proclama con fuerza y poder  que todos y cada uno de los seres humanos son amados por Dios y por la Iglesia. Proclama que Jesús Hijo de Dios (vida, muerte y resurrección), predica la fe y la conversión, administra el bautismo, la eucaristía, el perdón de los pecados, el don del Espíritu Santo, enseña sobre los valores del Reino, la dignidad del hombre y los derechos que le asisten, la práctica de las virtudes, la última venida de Jesús al final de los tiempos, la comunión eclesial (EN 17).

La oración y el testimonio de vida, las obras de caridad y los compromisos concretos, personales y sociales son parte de una gama de posibilidades; son parte del contenido de la Evangelización. Puede darse la preferencia momentánea en alguno de los puntos, sea por la vocación de cada uno, sea por las instancias actuales de la acción del Espíritu Santo, sea por las necesidades concretas de una comunidad humana, pero nunca debe olvidarse la riquísima gama que abarca la acción evangelizadora.

¿Qué medios tenemos para evangelizar? “No habrá nunca evangelización posible sin acción del Espíritu Santo” (EN 75) La salvación anunciada y comunicada por Jesús y su Iglesia no pone su esperanza en los medios humanos, sino en la fuerza de Dios. El Señor Jesús no envió a los “Doce” con las manos vacías para que realizaran la misión de anunciar el Evangelio, perdonar los pecados, sanar los enfermos y expulsar el mal (Mc 3, 12-13), los “ungió” con el Espíritu Santo, el primer y principal evangelizador; es Él quien impulsa a cada evangelizador a  anunciar el Evangelio. (EN 75).

Hay, en la Iglesia, diversidad de ministerios, pero, unidad de misión. Cristo ha confiado a los apóstoles y a sus sucesores, el cargo de enseñar, santificar y gobernar en su nombre y con su poder. El Papa Pablo VI nos dejó dicho: “Bástenos recordar algunos sistemas de evangelización, que por un motivo u otro tiene una importancia fundamental: El testimonio de vida, una predicación viva, la liturgia de la Palabra, la catequesis, la utilización de los medios de comunicación social, el contacto personal, la función de los Sacramentos y la Piedad popular (EN 40- 48).

Hoy podemos decir que la predicación de la Palabra, los Sacramentos y las Obras de Misericordia son lugares y medios para evangelizar, es decir, para dar vida. Evangelización, ya sea personal o comunitaria, por medio de retiros, talleres de capacitación, catequesis, congresos, grupos de oración y estudio bíblico. La Iglesia evangeliza cuando hace apostolado de casa en casa, visita los enfermos, los presos, atiende a los pobres mediante dispensarios médicos y comedores públicos, etc.  EL Documento de Apostolado para los Laicos nos dice: “Pero los laicos, hechos participantes del cargo sacerdotal, profético y real de Cristo, asumen en la Iglesia y en el mundo su parte en lo que es la misión del pueblo de Dios… Los laicos sacan de su unión misma con Cristo el deber y el derecho de ser apóstoles…los sacramentos, y sobre todo la Eucaristía, comunica, y alimenta en los laicos, esa caridad que es como el alma de todo apostolado” (El apostolado de los laicos, 11-3).

Los Carismas son manifestaciones de Dios para edificar la Iglesia. Un carisma, sencillamente, podemos decir que es, el instrumento de trabajo que Dios en Cristo por el Espíritu, pone en nuestras manos para que contribuyamos en la construcción de la Iglesia. Es una manifestación de la Gracia de Dios en favor de toda la comunidad. El sentido del carisma siempre será el bien común, son dados para edificar la Iglesia, ayudarnos a crecer en Santidad.  Para la “misión” que el Señor ha dado a su Iglesia, la ha dotado de carismas, tanto, ordinarios como extraordinarios con la finalidad de construir el “Cuerpo de Cristo”. En la eclesiología de san Pablo encontramos esta distribución de dones que tienen como objetivo el bien común. Para esto Cristo concede a unos ser profetas, a otros ser apóstoles y a otros ser maestros. A unos más ser evangelizadores y a otros ser pastores.

El profeta es el que abre brecha; tumba monte, anuncia caminos de liberación, denuncia las injusticias y los caminos de opresión, y renuncia, a sus propios criterios para abrirse a la acción del Espíritu.

El apóstol viene después del profeta a confirmar el trabajo que se ha hecho y a organizar nuevas formas de trabajo y nuevos ministerios.

El maestro profundiza lo realizado por los carismas anteriores; es un catequista que explica y ahonda las verdades de la fe.

El evangelizador es un sembrador, que siembra y riega los corazones con la Palabra de Dios, llevando a los hermanos en un proceso de crecimiento a enamorarse de Jesús, de la Iglesia y de la humanidad.

El pastor guía y conduce a los pastos de discernimiento y conocimiento de Dios. El pastor es también un acompañante, un amigo que camina junto con el rebaño dando su vida y enseñando a dar vida con su palabra y con su testimonio. “Y esto para capacitar a los fieles, a fin de que, desempeñando debidamente su tarea, construyan el cuerpo de Cristo”. El pastor no es peor ni mejor que los demás.

Los carismas que nos presenta san Pablo son cada uno de ellos, “don y respuesta”. Son el fruto de la acción pastoral debidamente llevada “en la comunión con Dios, mediante la vida de oración, la predicación o enseñanza, las oblaciones y los sacrificios, la organización y la puesta en común de los dones que Dios derrama en su Pueblo. Son ya frutos de la acción pastoral, de la evangelización. En esta perspectiva las acciones de los “obreros de la Viña”, según Esquerda Bifet, aparecen como los signos eclesiales de la evangelización, portadores de gracia y salvación y tienen como finalidad “implantar la Iglesia” es decir, enraizar en la vida humana la epifanía y la cercanía de Dios. (Espiritualidad misionera de Esquerda Bifet. Pág. 103).

Evangelizar es dar vida. Es la vida que el Padre nos da, el que tiene a Cristo tiene la vida. Esta Vida está en la Palabra de Dios y en los Sacramentos.

 

 

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