2. EL BAUTISMO Y LA “BENDICIÓN DE SER HIJOS DE DIOS”.

 




  1. EL BAUTISMO Y LA “BENDICIÓN DE SER HIJOS DE DIOS”.

Objetivo: redescubrir el origen de todo don perfecto, del inicio de la historia de salvación de todo bautizado y el momento para apropiarse de los frutos de la Redención de Jesucristo.

Iluminación. “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, pues, por estar unidos a Cristo, nos ha colmado de toda clase de bendiciones espirituales, en los cielos. Dios nos ha elegido en él antes de la fundación del mundo, para que vivamos ante él santamente y sin defecto alguno, en el amor.

El Plan divino de la Salvación.  Dios tiene un Plan de Salvación para ti, y para cada hombre. “La Historia de la salvación para cada cristiano comienza el día de nuestro bautismo. El día que Dios eligió para que nos apropiáramos de sus bendiciones y de dones gratuitos por medio del Bautismo. El día del Bautismo es el principio de la nueva creación, en el que se da el cumplimiento a todas las promesas y el nuevo hijo de la Iglesia se apropia de las bendiciones espirituales que Dios ha prometido para todo el que por la fe y el Bautismo se incorpore a su Hijo (cf Mc 16, 15).

Nos ha elegido de antemano para ser sus hijos adoptivos por medio de Jesucristo, porque así lo quiso voluntariamente, para que alabemos su gloriosa benevolencia, con la que nos agració en el Amado. Por medio de su sangre conseguimos la redención, el perdón de los delitos, gracias a la inmensa benevolencia  que ha prodigado sobre nosotros, concediéndonos todo tipo de sabiduría y conocimiento. En efecto, nos ha dado a conocer el misterio de su voluntad, conforme al benévolo proyecto que se había propuesto de antemano, con el fin de realizarlo en la plenitud de los tiempos: hacer que todo tenga a Cristo por cabeza, lo que está en los cielos y lo que está en la tierra. A él, por quien somos herederos, elegidos de antemano según el previo designio del que realiza todo conforme a la decisión de su voluntad, para que alabemos su gloria los que ya antes esperábamos en Cristo. En él también vosotros, tras haber oído la Palabra de la verdad, la buena nueva de vuestra salvación, y haber creído también en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa” (Efesios 1, 3-10).

¿Qué se entiende por bendecir? El término bendición tiene dos dimensiones, una hacia arriba y otra hacia abajo. Hacia abajo significa que Dios nos hace partícipes de lo que Él es, y de lo que Él tiene. Y hacia arriba significa que nosotros le damos gracias por toda su bondad recibida. Jesús es nuestra Bendición”, en él, somos benditos, y somos una “bendición.”

¿De qué bendiciones hablamos?  Existen bendiciones naturales como el sol que sale para todos, la lluvia, el viento que sopla para todos; los bienes y capacidades naturales como  la razón, la belleza, etc. “Nada tenemos que no lo hayamos recibido de lo Alto” (1 Cor 4, 7) El término “en los cielos, en Cristo”, nos dice que estas bendiciones no son naturales, sino espirituales, también son para todos, pero, “en Cristo”.

¿Cuáles son estas Bendiciones espirituales?  La primera bendición es la elección divina. “Por cuanto nos ha elegido en Él antes de la creación del mundo.” (v.4) Se trata de una elección gratuita, es decir hemos sido elegidos por amor, sin mérito personal. Esta elección está ahí, hay que descubrirla, apropiarse de ella y realizarla. Además es una elección funcional, hemos sido elegidos para algo, hay una tarea, una misión para realizar. Elegidos en Cristo, ¿Para qué? Dios Padre, nos ha llamado a la existencia, a la vida como primera bendición para: “ser santos e inmaculados en el amor”. La vocación de todo bautizado es la “santidad”. Esa es la voluntad de Dios: “vuestra santificación”. (1 Tes 4, 3) La santidad de Dios que nos da el “ser de hijos” la recibimos por medio de los Sacramentos.

La segunda bendición es “la Filiación”. “Eligiéndonos de ante mano para ser sus hijos adoptivos por medio de Jesucristo” (v.5) Nuevamente, en Cristo somos benditos, por Él y en Él somos lo que somos, hijos de Dios. Ese es el destino glorioso que Dios pensó desde la eternidad para todos los hombres, sin excepción. Por el bautismo nos revestimos de Cristo y nos incorporamos a él (cf Gál 3, 26- 27) “En efecto, todos los que se dejan guiar por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y vosotros no habéis recibido un espíritu de esclavos para recaer en el temor; antes bien, habéis recibido un espíritu de hijos adoptivos que nos hace exclamar: ¡Abbá, Padre! El Espíritu mismo se une a nuestro espíritu para dar testimonio de que somos hijos de Dios. Y, si somos hijos, también somos herederos: herederos de Dios y coherederos de Cristo, si compartimos sus sufrimientos, para ser también con él glorificados.” (Rm 8, 14- 17)

La tercera bendición es la Redención. “En Él tenemos por medio de su sangre la redención, el perdón de los pecados, según la riqueza de su gracia”. (v.7) Somos pecadores redimidos, comprados a precio de sangre. El saber esta hermosa verdad deja en nosotros   una esperanza, la esperanza que Dios nos ama, nos perdona, nos salva y nos da el don de su Espíritu, que clama en nosotros “Abba”, Padre. (Gál. 4, 6) San Pablo en la carta a los Romanos nos dice: “Pues a los que de antemano  conoció también los predestinó a reproducir la imagen de su Hijo, para que fuera Él el primogénito entre muchos hermanos, y a los que predestinó, esos también los justificó, y a los que justificó , a ésos también los glorificó.” (Rom. 8, 29)

Los frutos de la Redención son el perdón y la paz, la resurrección y el don del Espíritu. Analicemos un poco más el término Redención. Nos justificó, es decir nos hace justos, gratos a Él (Rm 5, 1; Gál 2, 16). Se complace en nuestras oraciones, en nuestros trabajos y en nuestras buenas obras, la razón, es que las hacemos en el Nombre de su Hijo y en comunión con Él. Jesús nos lo había dicho:”Solamente unidos a mí podéis dar fruto, sin mí, nada podéis hacer”. (Jn 15, 5-7)

¿Qué es la redención? La Redención es la obra que Dios realiza en Cristo y por Cristo a favor de los hombres para rescatarlos del poder de las tinieblas (cf Col 1, 13) En virtud de la sangre de Cristo, pagada como rescate, nuestros pecados son perdonados (Ef 1, 7). El término redimir tiene por lo menos tres significados: Rescatar o sacar de la esclavitud al cautivo mediante el pago de un precio. Vencer el mal en todas sus formas. Jesucristo es el Vencedor del Mal. Cancelar la deuda. Dejar libre algo hipotecado, empeñado o sujeto a otro gravamen u obligación.

 

“La Redención” se relaciona directamente con pagar un precio. Nadie es capaz de pagar su propia redención y seguir viviendo. “Porque la redención de su vida es de gran precio, y no se logrará jamás” (Salmos 49, 8). Nuestra redención, la hemos recibido gratuitamente por gracia, tuvo un precio muy alto: la sangre de Cristo.  Es muy importante comprender que el precio que Jesucristo pagó por nuestros pecados no fue pagado al diablo, sino a Dios, pues, a Él era a quién habíamos ofendido. Por eso Dios se hace hombre en Jesús para cumplir la Ley de Dios y ofrecerse a sí mismo como sustituto por nosotros. De esta forma, en Cristo, Dios mismo es el iniciador de nuestra redención (cf Heb 12, 2). Él es nuestra redención y nuestro Redentor, es nuestra salvación y es nuestro Redentor (cf 1 Cor 1, 30).

La cuarta bendición es el don del Espíritu Santo: “Que ha prodigado sobre nosotros en toda sabiduría e inteligencia, dándonos a conocer el “Misterio de su Voluntad” (v. 8). Conocer el “designio salvífico de Dios”: la salvación de los hombres, judíos y gentiles, por revelación del Espíritu Santo. “Según el benévolo designio que Él se propuso de ante mano para realizarlo en la Plenitud de los tiempos hacer que todo tenga a Cristo por cabeza, lo que está en el cielo y lo que está en la tierra.” (cf Col 2, 9) El designio de Dios es que lleguemos, judíos y gentiles, a ser “alabanza de su gloria” por nuestra incorporación al Cuerpo de Cristo, en quien tenemos nuestra redención. Dios ama a todos los hombres, es una verdad, pero también es una verdad, que Dios nos salva en Cristo y por Cristo; “El es el Plan de Dios”.

El dicho común de la gente: “Cualquier religión es buena”, no puede ser tomada como una verdad de fe. Sólo en Cristo encontramos la salvación (Hech 4, 12). Salvación que nos da a través de su Iglesia, por medio de los Sacramentos, de los cuales el Bautismo es la “Puerta” para entrar en Ella. Lo grande, lo bello, lo bueno no es tanto el saber que somos benditos, sino el vivir esas bendiciones; que nos apropiemos de la riqueza, de la herencia que Cristo, el Hijo, comparte con nosotros sus hermanos. (cf Rm 8, 14- 17)

La quinta bendición es consecuencia de las bendiciones anteriores, Cristo nos hace partícipes de su triple ministerio: sacerdote, profeta y rey, para que hagamos las obras del Hijo; para que seamos colaboradores de Dios en la obra de la salvación. “El Espíritu mismo se une a nuestro espíritu para dar testimonio de que somos hijos de Dios. Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos de Cristo, ya que sufrimos con Él, para ser también con Él glorificados”. (Rom 8, 16-17)

 

Aplicación para nuestra vida. El Bautismo es para vivir todas las bendiciones recibidas: Vivir como hijo de Dios, hermano y servidor de la Humanidad para hacer a todos los hombres de la salvación y para que todos lleguen al conocimiento de la verdad por medio de la Evangelización y de los Sacramentos (cf 1 Tim 2, 4)

V  Tener la disponibilidad para salir e ir al encuentro de una persona concreta para iluminarla con el Amor y la Palabra de Cristo

V  Dedicar tiempo para bendecir alabar y dar gracias a Dios por el Plan de Salvación y crecer en la fe, la esperanza y la caridad (cf Col 3, 1- 4).

V  Profundizar en la Palabra de Dios y en la vocación de bautizados, llamados a la santidad para con la ayuda del Espíritu Santo, ser testigos del amor de dios manifestado en Cristo Jesús. (cf Hech 1, 8)

V  Con la ayuda de Dios, luchar más ardientemente para vencer nuestras propias debilidades. Fortaleciéndose con la energía del Señor (cf Ef 6, 10) Para crecer en la unidad de  la fe y en el conocimiento de Dios guardando los Mandamientos y practicando  las virtudes cristiana.

V  Como Misionero de Cristo tener la disponibilidad de dar a conocer las bendiciones espirituales que Dios gratuitamente ha derramado en Cristo para todos los hombres. (cf Mt 28, 19-20)

V  Vivir el compromiso bautismal, para todos trabajar en la edificación de la Iglesia y en la construcción del reino de Dios. El compromiso bautismal es iluminado por el mandamiento del Servicio: “Lávense los pies unos a otros” (Jn 13, 13)

V  Guardar los mandamientos de la Iglesia:Oír misa entera todos los domingos y fiestas de guardar. Confesar los pecados mortales al menos una vez cada año, y en peligro de muerte, y si se ha de comulgar. Comulgar al menos por Pascua de Resurrección Ayunar y abstenerse de comer carne cuando lo manda la Santa Madre Iglesia.”

 

 

 

 

 

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