LA ESPIRITUALIDAD MATRIMONIAL

 

LA ESPIRITUALIDAD MATRIMONIAL

 

OBJETIVO: Mostrar los fundamentos del modo humano y cristiano de vivir en familia, en la cual todos sus miembros son importantes, para promover el amor a la primera comunidad, y su importancia en la sociedad.

Iluminación. “Así como la Iglesia se somete a Cristo, de la misma manera las mujeres deben respetar en todo a sus maridos. Maridos amen a sus esposas como Cristo Amó a su Iglesia y se entregó por ella” (Ef 5, 24- 25).

1.    La espiritualidad matrimonial

La espiritualidad matrimonial no es un área de la vida que pueda separarse o aislarse de otras áreas, como de la vida física, de la vida social o de la vida intelectual, la vida apostólica, la vida política o profesional. Para el cristiano la espiritualidad matrimonial es la totalidad de la vida, en la medida que sea motivada, animada y determinada por el Espíritu Santo. Tenemos vida espiritual y espiritualidad matrimonial en la medida que nos dejemos motivar y conducir por el Espíritu Santo que guía a los hijos de Dios (Rom 8, 14).

Lo primero que tenemos que aprender con respecto a la vida espiritual o sobre la espiritualidad, es que la Biblia, no divide a la persona en una parte espiritual y en otra material. Para la Biblia la persona es unidad. En la Biblia, la persona humana es considerada como un todo y no como un alma que habita en un cuerpo. La persona, es un cuerpo espiritualizado o es un espíritu encarnado, es una totalidad. Cuando San Pablo habla de una “vida según la carne” y de una “vida según el espíritu”; cuando hace referencia a aquellos que “desean las cosas de la carne, y de aquellos que desean las cosas del espíritu” (Rom 8, 4-5). El apóstol no está dividiendo a la persona humana en dos partes: espíritu y carne.

2.    Dos modos de ser, dos modos de actuar

Cuando San Pablo habla de “la carne”, no está hablando de deseos sexuales o de “naturaleza humana”. El está hablando sobre el pecado y la vida mundana o pagana. De esta manera podemos entender con claridad cuando él hace referencia a las “obras de la carne” (Gál 5, 19-21). Un modo de vida que no es aprobado por Dios y que incluye, no sólo los pecados del sexo, sino, también los pecados de idolatría, celos, envidia, mal carácter. Estilos de vida, como el legalismo, el rigorismo, el perfeccionismo, corresponden a “la carne”. De la misma manera Pablo designa “la carne” como “espíritu de esclavitud” (Rom 8, 14); “espíritu del mundo” (1Cor 2, 12) Con san Juan nos dice: “espíritu del anticristo” (1Jn 4, 3); o “espíritu del error” (1Jn 4, 6). En el Evangelio encontramos que existen los “espíritus malos”, “espíritus impuros”, “espíritus de debilidad (Lc 13, 11); “espíritu sordo y mudo” (Mc 9, 25). Esto para ayudarnos a comprender que la “vida según la carne”, es una vida motivada por malos espíritus, por espíritus mundanos o por valores mundanos o paganos.

Mientras que la vida según el Espíritu es un vida motivada por el espíritu del bien o Espíritu Santo. En la Biblia, tiene vida espiritual el que es movido por el Espíritu de Dios y no por cualquier otro espíritu. Lo opuesto a la carne es el Espíritu Santo. De la misma manera que lo opuesto a la vida espiritual es la vida mundana o sin fe. ¿Qué espíritu nos guía? Será por eso que San Juan nos dice: “No se crean de cualquier espíritu, sino examinen los espíritus para ver si son de Dios” (1Jn 4, 1), San Pablo nos dice: “Y no se conformen con este mundo” (Rom 12, 2). En vez de eso busquemos los caminos de Dios, los caminos del Espíritu.

3.    3. La identidad y la espiritualidad conyugal

La gracia conyugal recibida en el Sacramento del Matrimonio da a los esposos “identidad conyugal”. La identidad es el “ser con…”, esposo con mi esposa y esposa con mi esposo; padres con nuestros hijos e hijos con nuestros padres. Esta identidad brota del momento fundacional, llamado también alianza conyugal o sacramento del matrimonio. Gracia que acompaña a los esposos a lo largo de toda su vida, y que al venir los hijos se convierte en “Identidad Familiar”. El cultivo de la “identidad” pide un estilo de vida que llamamos espiritualidad matrimonial, conyugal o familiar. Cuando se pierde esta identidad, desaparece la espiritualidad cristiana para dar lugar en la familia al “Vacío existencial”, matriz en la que se gesta la descomposición y la frustración familiar.

4.    4. La fuente de la espiritualidad cristiana

La fuente de toda espiritualidad cristiana es la “Fe hecha experiencia de vida”, la cual hoy día es conocida como “Encuentro personal con Cristo”. Sin esta experiencia, muchísimos son los matrimonios que han recibido el sacramento del matrimonio, pero, en ellos no se ve ninguna espiritualidad cristiana. Pasada la luna de miel, ya sin mascarillas, comienzan los insultos, los gritos, los golpes y otros actos violentos. Después de la “Experiencia del Encuentro con Cristo”, también los Sacramentos, la Palabra de Dios, la Oración y la donación mutua  son fuente de espiritualidad conyugal.

Lo primero para entender la espiritualidad familiar es aceptar que ésta no es un compartimiento de la existencia: No se le puede reducir a la lectura de la Biblia, a la práctica de algunas devociones, o de ciertos rezos; veces se piensa que persona espiritual es la que tiene algunos conocimientos bíblicos o realiza algún trabajo en la Iglesia. Lo cierto es que solo hay espiritualidad cristiana, donde hay “vida espiritual”, y sólo hay vida espiritual, ahí donde el Espíritu Santo se mueve, guía y hace de la Familia una Comunidad de amor y de vida cimentada en la Verdad, en la Caridad y en la Libertad (cf Jn 14, 6). La vida espiritual es el elemento interior mientras que la espiritualidad sería lo exterior, lo que se manifiesta, lo que se escucha, lo que se ve y se palpa.

Lo cierto es que la espiritualidad conyugal está presente en la totalidad de la existencia humana: en la economía, educación, cultura, amistades, trabajo, política, religión, deportes, diversiones, vida familiar, vida íntima o sexual entre esposos, en la relaciones entre padres e hijos y entre hermanos, etc. Pensemos, que pasaría sí a la política se le quita la espiritualidad, ¿Qué quedaría? ¿Qué sería si a un acto sexual entre los esposos se le quita la espiritualidad? Lo único que quedaría, sería el dominio de los instintos, el puro placer. Quitar la espiritualidad es retirar del acto sexual el cariño, la ternura, el amor. Trabajar sin espiritualidad sería como tener relaciones sin amor. La espiritualidad conyugal pide hacerlo todo con amor, con madurez humana y con responsabilidad con la intención de dar vida y felicidad a la pareja. De esta manera podemos hablar de la dinámica del amor, camino de madurez y exigencia para conservar y cultivar el amor primero, la identidad familiar y la realización del Sentido de la familia.

5.    5Las Columnas de la espiritualidad matrimonial

Dos son las dimensiones que sostienen la espiritualidad de los esposos; dos columnas que mutuamente se complementan y se fusionan entre sí para dar consistencia al edificio de la espiritualidad. Una sin la otra lleva al deterioro, a la búsqueda de compensaciones y a la frustración existencial:

1.     La dimensión humana.

El matrimonio es constituido por dos personas: dos seres humanos: UN HOMBRE Y UNA MUJER. Pensemos en la persona que es un ser original, responsable, libre, capaz de amar. Un ser en proyección que tiene como tarea aprender amar para poder darse, donarse y entregarse libre y conscientemente a su “Familia” con alegría, con fuerza, con amor.

2.     La dimensión de la fe.

Hablamos de una vida centrada en la Palabra de Dios, en los sacramentos, en la práctica de la caridad y del ejercicio de las virtudes cristianas que permita a los esposos ayudarse a santificarse mutuamente. Qué hermoso es que los esposos se piensen, se valoren y se acepten a la luz de la fe, entonces podrían amarse incondicional e incansablemente, hasta la renuncia y el sacrificio. No dudemos en decir que la espiritualidad matrimonial es ante todo “espiritualidad bíblica”, ya que Dios, Autor de la Biblia es también el Padre y el Autor de la Familia.

A los nuevos esposos se les debe señalar el camino que les ayuda a pasar del enamoramiento al amor. Del amor de “eros” al amor de “ágape”, fuerza para toda renuncia y para cualquier sacrificio que exija la donación y la entrega mutua. La dinámica del amor que permite a los esposos “vivir el uno para el otro”, está cimentada en cinco principios y en cinco idiomas, llamados las “lenguas del amor”  que hacen posible una sana comunión y una comunicación iluminada por la verdad. Lo anterior no siempre es fácil, sobre todo cuando existen traumas o cuando en alguno de los conyugues es inmaduro. La inmadurez humana siempre será fuente de sufrimientos, de manipulación, y está siempre ahí como una amenaza a la dignidad de la familia.

6.    6. La dinámica del amor

La dinámica del amor está cimentada en cinco columnas que sostienen el edificio familiar:

1.     El reconocimiento personal mutuo. El otro, la otra, es un ser personal, es un alguien, es una persona con dignidad; éste es el primer principio de una sana convivencia interpersonal. La persona piensa, se comunica, se expresa, ama, se dona, es libre. Cuando se le reduce a cosa y se quiere poseer  como un algo, como propiedad absoluta; cuando se busca dominar a la pareja se está entrando en los terrenos de la “Instrumentalización personal”. El peor enemigo de la espiritualidad conyugal es la “instrumentalización”: reducir al otro en instrumento de trabajo o de placer.

2.     La aceptación incondicional mutua. El otro, la otra, es original, único, e irrepetible, con defectos y con valores a quien se le debe amar incondicionalmente. Aceptar al otro como es y no exigirle lo que no tiene o lo que no puede dar, es propio de personas inteligentes y maduras. Es cierto que los amores humanos son condicionados, no obstante, digamos con toda claridad que amar es reconocer y aceptar al otro como es, en su realidad personal.

3.     El respeto personal mutuo. Respeto que debe ser de pensamiento, palabra y obra. Se falta al respeto cuando, estando en la intimidad, abrazados y besándose, uno de los dos piensa en alguien más. Es un adulterio espiritual que mata el amor, profana el santuario que es la familia y es un fraude porque se entrega lo que pertenece por derecho al conyugue. El respeto pide que el vocabulario, tanto, entre los esposos, como entre padres e hijos sea con palabras amables, limpias y veraces. Es una verdadera falta de respeto hacer el otro un instrumento de placer. El Apóstol recomienda: “Respétense mutuamente por reverencia a Cristo” (cf Ef 5, 21).

4.     El perdón personal mutuo. El perdón debe ser un hábito que se cultiva en la familia. ¿Cuántas veces nos hemos de perdonar? “Setenta veces siete”, es decir, siempre. Perdonar es la decisión de amar a una persona como es, permanentemente, es decir, siempre. Muchas veces él dijo algo que ella lo entiende mal y se da por ofendida; otras veces, él quiere tener relaciones sexuales y ella no está disponible y él se da por ofendido. “Enójense pero que el enojo no les dure todo el día, no le den lugar al diablo” (cf Ef 4, 26).

5.     El diálogo interpersonal. El diálogo sólo se da entre personas que se saben iguales. Sí él se piensa más que ella, no habrá diálogo, pero de la misma manera si ella se piensa inferior a él, no habrá comunicación. El diálogo pide apertura y acogida, es fuente de conocimiento, y por ende de amor y de fidelidad. Cuando él habla, que ella lo haga el centro de atención, y de la misma manera cuando ella hable, que él calle y la haga el centro de atención. Ambos tienen el derecho de hablar. Al mismo tiempo, si él habla cinco minutos, así ella, tiene el derecho de ser escuchada cinco minutos. Los dos son igualmente importantes y valiosos (Gn 1, 27).

7.   7.  Las lenguas del amor

La espiritualidad de los esposos cristianos es siempre una respuesta a la docilidad del Espíritu que hace de ellos un don, un regalo del uno para el otro (cf Gn 2, 18). Esposos cristianos no son los que viven juntos, sino, los que viven el uno para el otro (cf Jn 6, 34-35). Él vive para ella y ella vive para él, ambos viven para sus hijos y éstos viven para sus padres. Podemos hablar de cinco lenguas del amor que son el modo de vivir los cinco principios del amor.

1.     Las palabras que confirman. ¿Cuándo fue la última vez que le dijiste a tu esposa te amo? La espiritualidad pide un estilo propio de comunicación interpersonal, que deben los esposos cultivar a lo largo de la vida. Las palabras que confirman al otro como lo que es persona, mujer, esposa, madre, amiga. “Qué hermosa te ves”, “Qué bien te queda ese vestido”, “Te amo”, “Te extraño”, “Me agrada estar contigo”, “Eres lo mejor que me ha sucedido en mi vida”. Se trata de buscar los valores de la persona para hacerla sentir importante, valiosa y digna. No se vale mentir, sería ser hipócritas. Pueden ser valores físicos, morales, creativos, como por ejemplo: “Me gusta llegar a casa y encontrar todo en su lugar, los niños limpios y tú acogedora y agradable”. Ella puede responderle con el mismo lenguaje: “Me gusta que eres un padre responsable y un esposo cariñoso, servicial”, “Me encanta que me abraces, me beses, me hagas el amor… eres mi hombre y te deseo”.

2.     El tiempo de calidad. La calidad hace referencia a la excelencia que ha de haber en la entrega, en la comunicación y en los servicios. Cuando se dialoga se han de apagar los ruidos, tanto internos como externos para que pueda resaltar la calidad, que pide hacer del interlocutor el centro de atención. Pide dar satisfacción a los gustos del cónyuge, sobre todo en el trato personal que hace desear para el otro lo que se desea para sí mismo.

3.     Los regalos. Es el campo de los detalles, una manera de decir: “Te amo, te pienso, estás siempre en mi mente, te traigo éstas flores”. Simplemente un detalle que bien pueden ser unas galletas, unos chocolates, un perfume, una prenda de vestir. Cuando las posibilidades lo permiten puede ser un carro, una casa, etc. Cuando en cambio, no existen los recursos, bastaría con escribir en un pedazo de papel o de cartón una frase amorosa: “Te amo”, o una insinuación a estar juntos. Tener presente los aniversarios y las fechas más sobresalientes.

4.     Los servicios. Cuando él sirve, ella es la reina, y cuando, ella es la que sirve, él es el rey.

Los servicios de él hacia ella bien pueden ser: llevarla a cenar fuera de casa, poner la ropa en la lavadora, preparar el desayuno para que ella siga descansando, ayudar con el aseo de la cocina o de la casa. De ella hacia él: desde prepararle su mejor platillo, prepararle sus zapatos, etc.

5.     El toque físico. Hablamos de las caricias, masajes, que bien pueden ser en los pies o en la espalda. Caminar tomados de la mano o abrazados. Acariciar el pelo o el rostro de él o de ella. Es necesario que cada de los cónyuges sepa cuál es la lengua que habla cada uno de ellos, y a la vez saber cuál es la lengua que habla el otro para cuando se quieran comunicar, usen la lengua adecuada. Ambos pueden hablar más de una lengua como mecanismo de comunicación.

8.    8.La dimensión de la Fe

La fe cristiana es confianza que elimina los miedos, los celos y las inseguridades. La fe, es apertura y acogida; es don y respuesta; es donación, entrega y servicio en el Señor a la familia, a los otros. La fe es la vida de la espiritualidad, como el amor es el alma de toda espiritualidad cristiana. La vida expulsa la muerte y el amor eliminan los odios, los resentimientos y las humillaciones. La fe, la esperanza y el amor son inseparables y hacen de la espiritualidad conyugal una fortaleza. Varios son los elementos que según san Juan Crisóstomo han de estar presentes en la familia, “Iglesia doméstica” para que sea lo que debe ser: “Una comunidad de vida y de amor” con una espiritualidad cimentada en la verdad e iluminada por la caridad.

1.     La Palabra de Dios. La Palabra engendra la fe, la fortalece y la hace germinar (Is 55, 9-10). La espiritual conyugal iluminada por la Palabra de Dios hace de la familia un foco de evangelización como Madre y Maestra, familia evangelizada y evangelizadora. La Palabra de Dios es Norma de Vida para los esposos cristianos: “Respétense mutuamente unos a los otros por referencia a Cristo”. El respeto que nace de la Palabra es el “guardián” del amor humano y signo seguro de fidelidad mutua.

2.     La Oración individual y comunitaria. “Familia que reza unida permanece unida”. La espiritualidad debe beber de la “oración” como de su fuente para no secarse, para permanecer siempre verde y para dar frutos permanentes (cf Jn 15, 1-7). La oración, además de ser comunitaria o familiar, ha de tener momentos de oración individual. Los esposos tienen la responsabilidad de cuidar que nadie perturbe el encuentro de su cónyuge con el Señor. Todo encuentro con el Señor es Sagrado.

3.     Una vida centrada en los sacramentos, especialmente la Eucaristía y la Reconciliación.

La Eucaristía es el Sacramento del Amor que sella y protege la espiritualidad, para que sea signo de entrega y donación entre los esposos que se aman como “Cristo amó a su Iglesia y dio su vida por ella” (Ef 5, 25).

4.     La práctica de la caridad. Caridad hacia adentro y caridad hacia afuera, es la caridad sin fingimiento que recomienda el Apóstol (Rom 12, 9). La caridad, hace que la espiritualidad conyugal sea fuente de actitudes y comportamientos que hacen de la Familia un sacramento del Amor de Dios. La espiritualidad animada por la caridad ayuda a los esposos a descubrir y realizar el sentido del Matrimonio en la donación y entrega mutua. Tres actitudes sostienen esta espiritualidad: La amabilidad, la generosidad y la servicialidad que se viven, primero hacia dentro de la familia y después hacia fuera.

Conclusión. Urge que eduquemos a la Familia en la Verdad y en el Amor para que pueda ser escuela del más rico humanismo, y ser, Iglesia Doméstica, Sacramento del Amor de Dios.

 

“Familia sé lo que eres: escuela del más rico humanismo”.

 

 

 

 

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