EN EL REINO DE DIOS NADA SE VENDE Y NADA SE COMPRA, TODO ES DON DE LO ALTO.

 

EN EL REINO DE DIOS NADA SE VENDE Y NADA SE COMPRA, TODO ES DON DE LO ALTO.

"No os engañéis, hermanos míos queridos: toda dádiva buena y todo don perfecto viene de lo alto, desciende del Padre de las luces, en quien no hay cambio ni sombra de rotación." (Snt 1, 16- 17) El don perfecto que ha bajado del cielo es Jesús. Él todo lo hizo bien, se pasó la vida amando a los suyos, hasta el extremo, y haciendo el bien y liberando a los oprimidos porque Dios estaba con él ( Jn 3, 16; Jn 13, 1; Hch 10, 38)

El hombre es un buscador, busca razones para sentirse bien, para ser feliz, pero muchas veces busca en el poder, en el tener, en el placer o en los ídolos. Pero aunque no lo sabe, en el fondo busca a Dios (Blas Pascal) Por eso  Pablo nos recomienda, si hemos muerto y hemos resucitado con Cristo, busquemos a Dios: "Así pues, si habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Aspirad a las cosas de arriba, no a las de la tierra. Porque habéis muerto, y vuestra vida está oculta con Cristo en Dios. Cuando aparezca Cristo, vida vuestra, entonces también vosotros apareceréis gloriosos con él." (Col 3, 1- 4)

Las cosas de arriba son todas las virtudes, especialmente la fe, la esperanza y la caridad. En cambio las cosas de abajo son todos los vicios (Ef 4, 23- 24; 2 Tim  2, 22) Las de arriba nos lleva una vida digna conducida por el Espíritu Santo, las de abajo es el estilo llamado “según la carne” que es una vida mundana, pagana y vida pecaminosa. Nada se compra y nada se vende todo es don gratuito de Dios para compartirlo con los demás. "Porque ninguno de nosotros vive para sí mismo; como tampoco muere nadie para sí mismo. Si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Así que, ya vivamos ya muramos, del Señor somos. Porque Cristo murió y volvió a la vida para eso, para ser Señor de muertos y vivos."(Rm 14, 7- 9)

El Jesús histórico hace promesas.

El Jesús histórico es un profeta, habla las cosas antes de que sucedan. Por eso nos hace promesas que cumple después de la Resurrección. Esta promesa es para Pedro y para toda la Iglesia: "Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos.»" (Mt 16, 18- 19) Para Mateo atar y desatar equivale en Juan, a perdonar o no perdonar.

Jesús resucitado cumple sus promesas.

"Al atardecer de aquel día, el primero de la semana, estando cerradas, por miedo a los judíos, las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: «La paz con vosotros.» Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos se alegraron de ver al Señor. Jesús les dijo otra vez: «La paz con vosotros. Como el Padre me envió, también yo os envío.» Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonado a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.»" (Jn 20, 19- 23) La Paz es el perdón de los pecados; el gozo viene con la Paz. Los Apóstoles reciben de su Fundador la “Potestad de anunciar el Reino de Dios, y la potestad de santificar y de conducir al Pueblo de Dios. De donde el perdonar los pecados y de consagrar el pan en cuerpo de Cristo y el vino en sangre de Cristo.”

Estamos viendo el cumplimiento de Jesús resucitado que trae en sus manos los regalos para la Iglesia, para su edificación. Lo primero es la Paz, luego el Gozo, después la Misión, el Espíritu Santo, el Ministerio de la Reconciliación y la Experiencia de la resurrección. La Misión es la misma de Jesús, ahora es de la Iglesia y para que la cumpla le da el mismo Espíritu Santo que Jesús había recibido.

El Cumplimiento de una Promesa: "Después de haber comido, dice Jesús a Simón Pedro: «Simón de Juan, ¿me amas más que éstos?» Le dice él: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero.» Le dice Jesús: «Apacienta mis corderos.» Vuelve a decirle por segunda vez: «Simón de Juan, ¿me amas?» Le dice él: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero.» Le dice Jesús: «Apacienta mis ovejas.» Le dice por tercera vez: «Simón de Juan, ¿me quieres?» Se entristeció Pedro de que le preguntase por tercera vez: «¿Me quieres?» y le dijo: «Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te quiero.» Le dice Jesús: «Apacienta mis ovejas." (Jn 21, 15- 17)

El Cumplimiento de otra Promesa: "Jesús se acercó a ellos y les habló así: «Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo.»" (Mt 28, 18- 20) “Me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra” Y con ese poder yo los envío a ustedes, hagan pues, de todas las gentes discípulos míos…

Jesús hace una promesa: "Porque donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.»" (Mt 18, 20)

Jesús cumple la Promesa: Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo. (Mt 28, 20)

Jesús hace una promesa: "«Mirad que yo os envío como ovejas en medio de lobos. Sed, pues, prudentes como las serpientes, y sencillos como las palomas. Guardaos de los hombres, porque os entregarán a los tribunales y os azotarán en sus sinagogas; y por mi causa seréis llevados ante gobernadores y reyes, para que deis testimonio ante ellos y ante los gentiles. Mas cuando os entreguen, no os preocupéis de cómo o qué vais a hablar. Lo que tengáis que hablar se os comunicará en aquel momento. Porque no seréis vosotros los que hablaréis, sino el Espíritu de vuestro Padre el que hablará en vosotros." (Mt 10, 16- 20)

Jesús la cumple la promesa: Pentecostés, el Espíritu Santo que Jesús envía de junto al Padre para guiar y defender a su Iglesia y para que dé testimonio de Jesús ante el mundo (Hch 1, 8) "Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en un mismo lugar. De repente vino del cielo un ruido como el de una ráfaga de viento impetuoso, que llenó toda la casa en la que se encontraban. Se les aparecieron unas lenguas como de fuego que se repartieron y se posaron sobre cada uno de ellos; quedaron todos llenos del Espíritu Santo y se pusieron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les concedía expresarse." (Hch 2, 1- 4)

Los dos denarios. La Iglesia se edifica por medio de la Palabra, los Sacramentos y la práctica de la Caridad, por ello Jesús da su Iglesia “Los dos denarios” que el Buen Samaritano dio al “Mesonero” para que cuidara al enfermo que había sido maltratado por los ladrones. (Lc 10, 30- 35) La Palabra de Dios es luz que ilumina y quema pero no destruye, tan sólo nos libera, nos purifica y nos santifica (cf Jn 8, 12)

Los Sacramentos son palabras del Verbo, son Acciones de Cristo y de la Iglesia para ayudar a salir de las tinieblas, de la esclavitud, del pecado para llevarnos a la Luz, a la libertad, a la Gracia de Dios. Para arrancarnos de la muerte y llevarnos a la Vida. Para sacarnos de la aridez y llevarnos a las aguas vivas (cf Jn 7, 37- 38) y hacer de nuestro corazón una “tierra que mana leche y miel” (Ex 3, 8) Amor, Paz y Gozo en Cristo Jesús, el Señor resucitado y glorificado.

Por eso la importancia de dar muerte al hombre viejo y renovar el hombre nuevo: en justicia y en santidad (Ef 4, 24) En Humildad y en mansedumbre (Col 3, 12) Para irse llenando de Cristo Jesús y hacerlo presente en medio de los hombres. Para eso tengamos en práctica la fe y la conversión. La escucha y la obediencia a la Palabra de Dios, la guarda de los Mandamientos y la práctica de las virtudes. Sin lo anterior nuestra fe estaría vacía y muerta (Snt 2, 14)

La fe viva y verdadera nos pide obras. Las obras de la fe son los mismos frutos del espíritu Sato de los que nos habla san Pablo: El amor, la paz, el gozo… (Gál 5, 22) Son los hijos de la Luz: la bondad, la verdad y la justicia (Ef 5, 9) Quien las tenga está en camino de conversión y hace suyas las “Bienaventuranzas” Su fe es cara porque está siguiendo a Cristo. Jesús nos conduce a la intimidad con Dios y al encuentro con los hombres para servirlos por amor; para compartir con ellos los dones de Dios y trabajar en la edificación de la Iglesia y construir el Reino de Dios aquí en la tierra.

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