CUIDAD DE NO PRACTICAR VUESTRA JUSTICIA DELANTE DE LOS HOMBRES PARA SER VISTOS POR ELLOS

 

CUIDAD DE NO PRACTICAR VUESTRA JUSTICIA DELANTE DE LOS HOMBRES PARA SER VISTOS POR ELLOS

Las obras de justicia son también llamadas “Obras de piedad.” La piedad es una virtud que consiste en vivir en Comunión con Dios y con los demás. Quien diga que está en comunión con Dios, pero, no está en comunión con los hombres no es piadoso. Como justo es el que practica la justicia que es una manifestación de Dios. Justicia a Dios y justicia a los hombres. Lo que el Señor Jesús nos pide es que no lo hagamos por quedar bien o para que nos vaya bien. Sobre todo en referencia a las cosas de aquí abajo: "Así pues, si habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Aspirad a las cosas de arriba, no a las de la tierra. Porque habéis muerto, y vuestra vida está oculta con Cristo en Dios. Cuando aparezca Cristo, vida vuestra, entonces también vosotros apareceréis gloriosos con él." (cf Col 3, 1- 4)

"«Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario no tendréis recompensa de vuestro Padre celestial. Por tanto, cuando hagas limosna, no lo vayas trompeteando por delante como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles, con el fin de ser honrados por los hombres; en verdad os digo que ya reciben su paga. Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha; así tu limosna quedará en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.

«Y cuando oréis, no seáis como los hipócritas, que gustan de orar en las sinagogas y en las esquinas de las plazas bien plantados para ser vistos de los hombres; en verdad os digo que ya reciben su paga. Tú, en cambio, cuando vayas a orar, entra en tu aposento y, después de cerrar la puerta, ora a tu Padre, que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará. Y al orar, no charléis mucho, como los gentiles, que se figuran que por su palabrería van a ser escuchados. No seáis como ellos, porque vuestro Padre sabe lo que necesitáis antes de pedírselo." (Mt 6, 1- 8)

"«Cuando ayunéis, no pongáis cara triste, como los hipócritas, que desfiguran su rostro para que los hombres vean que ayunan; en verdad os digo que ya reciben su paga. Tú, en cambio, cuando ayunes, perfuma tu cabeza y lava tu rostro, para que tu ayuno sea visto, no por los hombres, sino por tu Padre que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará." (Mt 6, 16-18)


¿Quiénes son los hipócritas? Son algunos fariseos y escribas de todos los tiempos. Eran y son protagonistas. Su protagonismo religioso lo hacían las cosas para agradar a los hombres buscando la recompensa de ellos y no de Dios. La recompensa de los hombres eran los aplausos, las alabanzas recibidas y sobre todo, el dinero. Hoy hay muchos trabajadores del evangelio que todo lo hacen por dinero, y sin él, no hacen nada. Hasta dicen: Oren y ayunen  para que tengan poder para que expulsen demonios y prediquen la palabra con poder como yo lo hago. Eso puede ser cierto, pero, no se presume,  quien así lo haga no es agradable a Dios. Recuerden la premisa de la Biblia: “Gratis lo recibisteis, gratis dadlo” (Mt 10. 8) El protagonismo es enemigo de la fe sincera, de una conciencia recta y de un corazón limpio (1 de Tim 1, 5) Realidades que exigen amor, sin el cual nada es grato a Dios.

Donde hay amor se hacen las cosas con disponibilidad, con prontitud, para gloria de Dios y para el bien de los hombres. No se hacen para quedar bien, por que toca, por obligación, porque te lo imponen o por que otros lo hacen. El amor echa fuera el miedo a la crítica, al que dirán y a las burlas. Donde hay amor hay justicia y hay piedad. Por esa razón Jesús, el Señor dice a sus discípulos: "Porque os digo que, si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el Reino de los Cielos." (Mt 5, 20) ¿Que les faltaba a los escribas y fariseos? Les faltaba un corazón limpio y con amor. Todo lo hacían para que los viera la gente.

"«¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que cerráis a los hombres el Reino de los Cielos! Vosotros ciertamente no entráis; y a los que están entrando no les dejáis entrar. Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que recorréis mar y tierra para hacer un prosélito, y, cuando llega a serlo, le hacéis hijo de condenación el doble que vosotros! «¡Ay de vosotros, guías ciegos, que decís: "Si uno jura por el Santuario, eso no es nada; mas si jura por el oro del Santuario, queda obligado!" ¡Insensatos y ciegos! ¿Qué es más importante, el oro, o el Santuario que hace sagrado el oro?" (Mt 23, 13- 17).

Lo que el Señor nos pide es tener un corazón pobre, humilde y sencillo para que nuestras acciones le sean gratas y agradables. De un corazón pobre nace el desprendimiento y la caridad que nos hace ser limpios y misericordiosos, trabajar por la paz y ser justos (Cf Mt 5, 3ss) La recompensa es Dios mismo que hace de nuestros corazones su “Morada” (Jn 14, 23; Rm 8, 17) Habita por la fe en nuestros corazones (Ef 3, 17) Para que la fe tenga como raíz el amor, la humildad, la mansedumbre y la misericordia (cf Col 3, 12)

Practiquemos las “obras de justicia” conducidos por el Espíritu Santo y nunca por el espíritu de protagonismo religioso, con nuestra confianza puesta en el Señor y no en los hombres ni en el dinero. Busquemos agradar a Dios con fe sincera, con un corazón limpio y con una recta intensión. La oración verdadera no busca quedar bien ni sentir bonito. Recordemos como Jesús oraba en el huerto de Getsemaní: “Con lagrimas y gritos decía: Padre que no se haga mi voluntad sino la tuya” (Lc 22, 42) “Hágase en mí tu voluntad” (cf Jn 4, 34)

Amemos sin fingimiento, es decir no seamos fachada. Dios no habita en las fachadas. Aunque tengamos una fe pobre y pequeñita, tenemos el poder suficiente para cambiar nuestra manera de pensar, de sentir y de vivir como hijos de Dios. Caminemos en fe como consagrados al Señor, con un rostro limpio, y él, que conoce nuestros corazones y escucha nuestras oraciones da respuesta a nuestras necesidades. Para orar con nuestros corazones aprendamos a bajar todo de nuestra mente y de nuestra voluntad a nuestro corazón para que nuestra oración sea íntima, cálida y extensa, es decir, orar siempre con la oración del “Deseo de Dios.”

Jesús nos enseño la oración dominical para su Grupo: "No seáis como ellos, porque vuestro Padre sabe lo que necesitáis antes de pedírselo. Vosotros, pues, orad así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu Nombre; venga tu Reino; hágase tu Voluntad así en la tierra como en el cielo. Nuestro pan cotidiano dánosle hoy; y perdónanos nuestras deudas, así como nosotros hemos perdonado a nuestros deudores; y no nos dejes caer en tentación, mas líbranos del mal.” (Mt 6, 8- 13)

Y termina diciéndonos: “Que si vosotros perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial;" (Mt 6, 14)






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