CON LA FUERZA DEL ESPÍRITU SANTO SEREMOS LOS TESTIGOS DE JESÚS.

Iluminación: “Sino que recibiréis la fuerza del Espíritu Santo, que vendrá sobre vosotros, y seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra.” (Hch 1, 8)

Con la ayuda del Espíritu Santo y con nuestros esfuerzos veremos el final del pecado en nuestras vidas.

Le preguntaron: «Maestro, ¿cuándo sucederá eso? Y ¿cuál será la señal de que todas estas cosas están para ocurrir?» El dijo: «Mirad, no os dejéis engañar. Porque vendrán muchos usurpando mi nombre y diciendo: “Yo soy” y “el tiempo está cerca”. No les sigáis. Cuando oigáis hablar de guerras y revoluciones, no os aterréis; porque es necesario que sucedan primero estas cosas, pero el fin no es inmediato.» Entonces les dijo: «Se levantará nación contra nación y reino contra reino. Habrá grandes terremotos, peste y hambre en diversos lugares, habrá cosas espantosas, y grandes señales del cielo.

«Pero, antes de todo esto, os echarán mano y os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y cárceles y llevándoos ante reyes y gobernadores por mi nombre; esto os sucederá para que deis testimonio. Proponed, pues, en vuestro corazón no preparar la defensa, porque yo os daré una elocuencia y una sabiduría a la que no podrán resistir ni contradecir todos vuestros adversarios. Seréis entregados por padres, hermanos, parientes y amigos, y matarán a algunos de vosotros, y seréis odiados de todos por causa de mi nombre. Pero no perecerá ni un cabello de vuestra cabeza. Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas. (Lc 21, 12- 19).

“Esto os sucederá para que deis testimonio de mi.” Dar testimonio de Cristo es la señal que estamos siguiendo a Cristo, según las palabras del Apóstol san Pablo: “En efecto, todos los que se dejan guiar por el Espíritu Santo son hijos de Dios” (Rm 8, 14) La presencia del Espíritu Santo en el corazón del hombre es la señal de una fe viva y eficaz. La señal es la lucha entre el bien y el mal, entre los vicios y las virtudes. Con la ayuda del Espíritu Santo y con nuestros esfuerzos podemos vencer al mal y a la vez podemos fortalecer nuestra voluntad para amar y vencer el mal. (Rm 12, 21; Ef 6, 10)

Lo primero es dar testimonio del amor de Cristo, aún en medio de inseguridades. Testimonio de palabra o de obra, para ser testigos de Cristo. Para ser testigos del amor de Cristo hablando de él en su favor. Diciendo que él ha llenado los vacíos de nuestro corazón y le ha dado sentido a nuestra vida. No te preocupes de lo que sigue, pon tu defensa en las manos de Dios, que de él viene la sabiduría y la fortaleza. Sus palabras estarán llenas del sabor divino, sin agresividad, sin venganza, sin odio. Están llenas de luz, y de verdad, de amor y de paz, para confundir a los enemigos, recordando las palabras del Maestro: “Ama a tu enemigo y reza por él” (cf Lc 6, 37).

Lo primero es poner la confianza en la acción de Dios, su “testimonio es su obra”  Es su don, es su sabiduría y es su obra, para nosotros, es una experiencia, es una enseñanza y es un don para la vida. Es una manifestación de su amor para ayudarnos a vencer el mal. La “confianza” en el Señor nos pide “perseverancia,” “tenacidad” y “apertura” a las mociones del Espíritu Santo para seamos fieles a la voluntad de Dios que nos invita a salir del “infantilismo” para lanzarnos hacia adelante, hasta alcanzar a Cristo que ya nos ha dado alcance (cf Flp 3, 12) El lugar para alcanzar el crecimiento y el arma poderosa para vencer el mal, es la Cruz, la señal de Jesús, el Señor. Permanecer en la Cruz es permanecer en el Amor de Cristo.

El testimonio de Cristo exige renunciar a las falsas voces mesiánicas y a la vez, renunciar a todo lo que implique el crecimiento humano o aquello que implique el crecimiento del reino de Dios. Esto nos convierte en luchadores, en favor del bien y en contra del mal. Reino contra reino, el odio contra el amor, la venganza contra el perdón, la lujuria contra la pureza. Se trata de la lucha entre los vicios y las virtudes. Se trata de la lucha del Ego contra el Amor. La lucha del Hombre viejo contra el Hombre Nuevo. ¿Quién vencerá? Vencerá aquel a quien se le entregue el corazón. Escuchemos al Apóstol san Pedro hablarnos  a este respecto:

“Vosotros también, poniendo toda diligencia por esto mismo, mostrad en vuestra fe virtud, y en la virtud ciencia; Y en la ciencia templanza, y en la templanza paciencia, y en la paciencia temor de Dios; Y en el temor de Dios, amor fraternal, y en el amor fraternal caridad. Porque si en vosotros hay estas cosas, y abundan, no os dejarán estar ociosos, ni estériles en el conocimiento de nuestro Señor Jesucristo. Mas el que no tiene estas cosas, es ciego, y tiene la vista muy corta, habiendo olvidado la purificación de sus antiguos pecados. Por lo cual, hermanos, procurad tanto más de hacer firme vuestra vocación y elección; porque haciendo estas cosas, no caeréis jamás. Porque de esta manera os será abundantemente administrada la entrada en el reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. Por esto, yo no dejaré de amonestaros siempre de estas cosas, aunque vosotros las sepáis, y estéis confirmados en la verdad presente.” (2 Pe 1, 5ss)

No basta con saber que somos creyentes y que poseemos buenas disposiciones, hay que ser radicales, cultivar las raíces de la fe, la humildad, la mansedumbre, la misericordia para poder ver las manifestaciones de la venida del Señor en nuestras vidas para que nos encuentre con las “Lámparas encendidas y con la Túnica puesta” Es decir, revestidos de Jesucristo (Rm 13, 14) Lo anterior lo podemos comprender escuchando las palabras del Apóstol san Pablo:

 "Así pues, si habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Aspirad a las cosas de arriba, no a las de la tierra. Porque habéis muerto, y vuestra vida está oculta con Cristo en Dios. Cuando aparezca Cristo, vida vuestra, entonces también vosotros apareceréis gloriosos con él." (Col 3, 1- 4)

Aquel que ha resucitado con Cristo ha entrado en la Pascua del Señor: Ha muerto y ha resucitado, sus pecados han sido perdonados y ha recibido el Espíritu Santo, ahora tiene vida eterna. (Rm 4, 25; 5, 5; Jn 6, 39)Ahora con la gracia de Dios podemos despojarnos del hombre viejo y revestirnos del hombre nuevo: Jesucristo. Esta es la voluntad de Dios.

"No os mintáis unos a otros. Despojaos del hombre viejo con sus obras, y revestíos del hombre nuevo, que se va renovando hasta alcanzar un conocimiento perfecto, según la imagen de su Creador, donde no hay griego y judío; circuncisión e incircuncisión; bárbaro, escita, esclavo, libre, sino que Cristo es todo y en todos. Revestíos, pues, como elegidos de Dios, santos y amados, de entrañas de misericordia, de bondad, humildad, mansedumbre, paciencia," (Col 3, 9- 12)

Lo anterior es posible con la Gracia del Espíritu Santo y nuestras decisiones: “Todo lo puedo en Cristo Jesús que me fortalece” (Flp 4, 13) Con la fuerza del Espíritu Santo podemos ser luchadores y vencedores contra el mal:

"Por lo demás, fortaleceos en el Señor y en la fuerza de su poder. Revestíos de las armas de Dios para poder resistir a las acechanzas del Diablo. Porque nuestra lucha no es contra la carne y la sangre, sino contra los Principados, contra las Potestades, contra los Dominadores de este mundo tenebroso, contra los Espíritus del Mal que están en las alturas. Por eso, tomad las armas de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y después de haber vencido todo, manteneros firmes. ¡En pie! (Ef 6, 10- 14)


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