ESTOS
HOMBRES SON SIERVOS DEL DIOS ALTÍSIMO, QUE OS ANUNCIAN UN CAMINO DE SALVACIÓN.
"Acordaos de la palabra que os he dicho:
El siervo no es más que su señor. Si a mí me han perseguido, también os
perseguirán a vosotros; si han guardado mi Palabra, también la vuestra
guardarán. Pero todo esto os lo harán por causa de mi nombre, porque no conocen
al que me ha enviado."
(Jn 15, 20- 21) El destino de Jesús es el destino de sus discípulos: ser rechazados,
perseguidos y les darán muerte, esas son las señales que están siguiendo a su
Maestro. El mal viene del mundo, del maligno y de la carne, es decir, viene del
pecado. Escuchemos la Palabra de Dios: "Sed sobrios y velad. Vuestro
adversario, el Diablo, ronda como león rugiente, buscando a quién devorar. Resistidle
firmes en la fe, sabiendo que vuestros hermanos que están en el mundo soportan
los mismos sufrimientos." (1 de Pe 5, 8- 9)
Hoy vemos un acontecimiento que le sucedió a
Pablo y a Silas. Y que hoy nos puede pasar a nosotros porque abundan en
nuestras ciudades los centros de supersticiones, curanderos, brujos, adivinos,
nigromantes, espiritistas, ocultistas y espiritualistas, tal como lo había en
el Antiguo Testamento en el libro del Deuteronomio 18. 9; Jer 10, 2; 1 de Re
20, 28) Hoy veremos un encuentro entre los discípulos de Jesús: Pablo y Silas con un espíritu adivino que poseía una
sirvienta que hacía mucho dinero a sus
amos.
"Sucedió
que al ir nosotros al lugar de oración, nos vino al encuentro una muchacha
esclava poseída de un espíritu adivino, que pronunciando oráculos producía
mucho dinero a sus amos. Nos seguía a Pablo y a nosotros gritando: «Estos
hombres son siervos del Dios Altísimo, que os anuncian un camino de salvación.»
Venía haciendo esto durante muchos días. Cansado Pablo, se volvió y dijo al
espíritu: «En nombre de Jesucristo te mando que salgas de ella.» Y en el mismo
instante salió. (Hch 16, 16- 18) El espíritu adivino decía la verdad: Estos
hombres son siervos del Dios Altísimo, que os anuncian un camino de salvación.
Pero nunca decía que Jesús era el Camino, el Maestro y el Señor. Pablo cansado
y fastidiado, discierne que el espíritu que hacía hablar a la muchacha no pertenecía
a la fe, lo corrige y en el Nombre de Jesucristo, libera a la esclava de Satanás,
al ver sus amos que se les había acabado las entradas se llenan de furia y
arremeten contra Pablo y Silas.
Al
ver sus amos que se les había ido su esperanza de ganancia, prendieron a Pablo
y a Silas y los arrastraron hasta el ágora, ante los magistrados; los
presentaron a los pretores y dijeron: «Estos hombres alborotan nuestra ciudad;
son judíos y predican unas costumbres que nosotros, por ser romanos, no podemos
aceptar ni practicar.» La gente se amotinó contra ellos; los pretores les
hicieron arrancar los vestidos y mandaron azotarles con varas. Después de
haberles dado muchos azotes, los echaron a la cárcel y mandaron al carcelero
que los guardase con todo cuidado. Este, al recibir tal orden, los metió en el
calabozo interior y sujetó sus pies en el cepo. (Hch 16, 19- 24)
Los
arrestan y los llevan prisioneros ante los jefes, alborotan al pueblo, los
calumnian, los desvisten y los llenan de azotes, para luego meterlos a la
cárcel con la intención de luego matarlos. Fueron puestos en el calabozo
interior, atados con cadenas de los pies a con las columnas.
“Hacia
la media noche Pablo y Silas estaban en oración cantando himnos a Dios; los
presos les escuchaban. De repente se produjo un terremoto tan fuerte que los
mismos cimientos de la cárcel se conmovieron. Al momento quedaron abiertas
todas las puertas y se soltaron las cadenas de todos. Despertó el carcelero y
al ver las puertas de la cárcel abiertas, sacó la espada e iba a matarse,
creyendo que los presos habían huido.” (Hch 16. 25- 27)
Mientras
Pablo y Silas oraban y cantaban himnos a Dios, sucedió un Pentecostés para los
presos y sus guardianes. Un terremoto que sacudió hasta los cimientos de la
cárcel. Se abrieron las puertas, se soltaron las cadenas de todos y se despertó
el carcelero. La Oración y la Alabanza atrajeron al Espíritu Santo. El
carcelero al ver las puertas abiertas pensó que los presos se habían escapado,
sabía lo que esperaba, por eso intentó matarse con su propia espada.
Pero
Pablo le gritó: «No te hagas ningún mal, que estamos todos aquí.» El carcelero
pidió luz, entró de un salto y tembloroso se arrojó a los pies de Pablo y
Silas, los sacó fuera y les dijo: «Señores, ¿qué tengo que hacer para
salvarme?» Le respondieron: «Ten fe en el Señor Jesús y te salvarás tú y tu
casa.» Y le anunciaron la Palabra del Señor a él y a todos los de su casa. (Hch
16, 28- 31)
El
grito de Pablo lo detiene: No te hagas daño, aquí estamos todos, ninguno se ha
ido. El carcelero pidió una luz, una lámpara y Pablo le dio la Palabra de Dios,
luz que ilumina las tinieblas del corazón. El carcelero responde a la Palabra
con un salto y tembloroso y llega hasta los discípulos para someterse y aceptar
su voluntad: «Señores, ¿qué tengo que
hacer para salvarme?» La respuesta es para todos: Creer en Jesús y aceptar su
obra redentora. Tal como los discípulos lo habían dicho el día de Pentecostés: "Al
oír esto, dijeron con el corazón compungido a Pedro y a los demás apóstoles: «¿Qué hemos de hacer, hermanos?» Pedro les
contestó: «Convertíos y que cada uno de vosotros se haga bautizar en el nombre
de Jesucristo, para remisión de vuestros pecados; y recibiréis el don del
Espíritu Santo; pues la Promesa es para vosotros y para vuestros hijos, y para
todos los que están lejos, para cuantos llame el Señor Dios nuestro.» Con otras
muchas palabras les conjuraba y les exhortaba: «Salvaos de esta generación
perversa.»" (Hch 2, 37- 40)
“En
aquella misma hora de la noche el carcelero los tomó consigo y les lavó las
heridas; inmediatamente recibió el bautismo él y todos los suyos. Les hizo
entonces subir a su casa, les preparó la mesa y se alegró con toda su familia
por haber creído en Dios." (Hch 16, 33- 34)
Pablo
y Silas le dan al carcelero y a toda su familia el Anuncio de Jesús. La fe
viene de lo que se escucha, la Palabra de Dios (Rm 10. 17) Todos creen en Jesús,
por eso lo primero es hacer el bien: lavan las heridas de los discípulos y
piden el bautismo que perdona los pecados y la vida eterna, y con ello reciben
al Espíritu Santo. Luego abre las puertas de su casa a Pablo y a Silas para
sentarse a la Mesa con ellos y celebrar la Eucaristía, la Mesa del Señor. La
casa del carcelero, ahora cristiano, está llena de paz, de gozo, de amor están
de fiesta y lo celebran, por haber creído en Dios.
Cuánta
razón tenía Jesús al decir a sus discípulos: “Conviene que yo me vaya, para que
venga a ustedes el Paráclito.” "y cuando él venga, convencerá al mundo en
lo referente al pecado, en lo referente a la justicia y en lo referente al
juicio;" (Jn 16, 8)
La
Obra del Espíritu Santo es hacer que los hombres crean en Jesús para que
creyendo se salven. Nos convence que Dios nos ama y que somos personas
valiosas, pero también nos convence de que somos pecadores necesitados de la
Gracia de Dios. Dios nos ha manifestado su Justicia al darnos a su Hijo que se
entregó por nosotros para que nuestros pecados sean perdonados. (Rm 3, 21-22)
Si nos acercarnos a Jesús con un corazón arrepentido, Él nos hace justicia y
nos justifica, perdona nuestros pecados y nos da el Espíritu Santo. En lo
referente al juicio consiste en que ya no le pertenecemos a Satanás, ahora somos
libres, con la libertad de los hijos de Dios. (Gál 5, 1. 13) Ahora podemos
escuchar las palabras de Jesús y llenarnos de alegría: “Vengan benditos de mi
Padre a pasar conmigo la eternidad,”(Satanás ha
sido vencido y echado fuera por la fuerza redentora de Cristo.
El miedo a la muerte se ha ido, en nosotros está el amor, la
fortaleza y el dominio propio, está el Paráclito (2 Tim 1, 6)
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