ARRÁNCATE Y PLANTATE EN EL MAR, Y OS HABRÍA OBEDECIDO

 

Arráncate y plántate en el mar", y os habría obedecido.»

"El Señor dijo: «Si tuvierais fe como un grano de mostaza, habríais dicho a este sicómoro: "Arráncate y plántate en el mar", y os habría obedecido.»" (Lc 17, 6)

¿Qué significa plantar árboles en el mar a la luz de la fe? No obstante tener una fe chiquita, insignificante, puedes ser maravillas. No olvidemos que la fe que mueve montañas es la que está en las manos de Dios. Arrancar árboles para plantarlos en el mar, significa cambiar la manera de pensar, (pesimista, negativa, lujuriosa) de sentir y de vivir. Por la fe podemos pasar de la esclavitud a la libertad, de la muerte a la vida, de las tinieblas a la luz, de la aridez a las aguas vivas. Lo que significa “Nacer de lo Alto, del agua y del espíritu” (Jn 1, 11- 12) También significa “convertirse al Señor, y es un “Morir al pecado para vivir para Dios” (Rm 6, 10; Gál 5, 24)

 El apóstol Pablo nos dice: "Y no os acomodéis al mundo presente, antes bien transformaos mediante la renovación de vuestra mente, de forma que podáis distinguir cuál es la voluntad de Dios: lo bueno, lo agradable, lo perfecto." (Rm 12, 2) No sean cómodos, más bien arránquense de esta situación de mediocridad y superficialidad y plántense en los terrenos de Dios: la Bondad, la Verdad, la Justicia, la Humildad, la Misericordia… Por esa fe pequeñita como la del grano de mostaza, eres grato y agradable a Dios (cf Hb 11, 6) La fe movida por la caridad es la que es grata a Dios (Gál 5, 6) Esa es la fe que está en las manos de Dios y puede hacer maravillas.

Por la fe en Cristo somos pasamos de la tinieblas a la Luz (Ef 5, 7) Pasamos de la muerte a la vida, somos perdonados de nuestros pecados y recibimos la Vida eterna, el don del Espíritu Santo, es decir, somos justificados, salvados y santificados (Rm 5, 1-5; Gál 2,16) Esa fe que está en las manos de Dios pasa por nuestro corazón, por lo cual el Apóstol nos dice: “Qué el Espíritu Santo los fortalezca interiormente, y que Cristo habite por la fe en vuestro corazón” (Ef 3, 16- 17) La fortaleza, don del Espíritu Santo, es hija de la fe, y a la vez es madre de la continencia, que a la vez es madre de la sencillez del corazón, de la cual brota y nace la Humildad, la mansedumbre y la misericordia (Col 3, 12) La fe nace y crece en la escucha de la Palabra de Dios. Nace y crece hacia abajo, hacia arriba, hacia dentro y hacia fuera de nuestro corazón y se manifiesta en actitudes y en frutos buenos porque estamos en “Comunión con Cristo.” Según las palabras de san Juan:

"«Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el viñador. Todo sarmiento que en mí no da fruto, lo corta, y todo el que da fruto, lo limpia, para que dé más fruto. Vosotros estáis ya limpios gracias a la Palabra que os he anunciado. Permaneced en mí, como yo en vosotros. Lo mismo que el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid; así tampoco vosotros si no permanecéis en mí. Yo soy la vid; vosotros los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto; porque separados de mí no podéis hacer nada. Si alguno no permanece en mí, es arrojado fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen, los echan al fuego y arden. Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que queráis y lo conseguiréis. La gloria de mi Padre está en que deis mucho fruto, y seáis mis discípulos. Como el Padre me amó, yo también os he amado a vosotros; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor, como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor." (Jn 15, 1—10)

Que nuestra petición sea como la de los Apóstoles: Señor, aumenta nuestra fe. La fe es amor, es verdad, es justicia es vida, está en cada una de las virtudes de Cristo. Lo contrario a la fe es el pecado, es el vacío de Dios, es muerte espiritual. Por eso podemos hacernos una pregunta: ¿Dónde hay fe? O ¿Dónde no hay fe? Respondamos primero la segunda pregunta. No hay fe donde hay mentira, donde hay envidia donde hay odio, venganza, No hay fe donde no se obedecen los Mandamientos de Dios: donde hay fraude, adulterio, etc. Ahora digamos donde si hay fe. Hay fe donde se ponen en práctica la Palabra de Dios y se guardan los Mandamientos. Hay fe donde hay confianza y obediencia a Dios; donde hay amor y fidelidad a Dios y al prójimo. Hay fe donde hay culto verdadero a Dios en espíritu y en verdad. Donde se agradece,  se le honra, y se le da gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.

Hay fe donde uno se abre a la Voluntad de Dios: “Que creamos en Jesús su Hijo y que amemos al prójimo (1 Jn 3, 23) "Vuestra caridad sea sin fingimiento; detestando el mal, adhiriéndoos al bien; amándoos cordialmente los unos a los otros; estimando en más cada uno a los otros; con un celo sin negligencia; con espíritu fervoroso; sirviendo al Señor; con la alegría de la esperanza; constantes en la tribulación; perseverantes en la oración…." (Rm 12, 9- 21)

De manera especial podemos afirmar que hace la voluntad de Dios aquel o aquella que sigue a Cristo. Sin seguimiento de Cristo, nuestra fe es barata, y no corresponde a la fe de los Apóstoles que encontramos en el libro de los Hechos: "Acudían asiduamente a la enseñanza de los apóstoles, a la comunión, a la fracción del pan y a las oraciones. El temor se apoderaba de todos, pues los apóstoles realizaban muchos prodigios y señales. Todos los creyentes vivían unidos y tenían todo en común; vendían sus posesiones y sus bienes y repartían el precio entre todos, según la necesidad de cada uno." (Hch 2, 42- 45)

Esta es la fe movida por el amor, a Dios y al prójimo (cf Gál 5, 6) Teniendo presente que Dios nos amó por primero: "En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y nos envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados. Queridos, si Dios nos amó de esta manera, también nosotros debemos amarnos unos a otros." (1 de Jn 4, 10- 11)





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