LAS PROMESAS DEL PROFETA EZEQUIEL Y EL ACONTECIMIENTO DE CRISTO.

 

LAS PROMESAS DEL PROFETA EZEQUIEL Y EL ACONTECIMIENTO DE CRISTO.

"Os tomaré de entre las naciones, os recogeré de todos los países y os llevaré a vuestro suelo. Os rociaré con agua pura y quedaréis purificados; de todas vuestras impurezas y de todas vuestras basuras os purificaré. Y os daré un corazón nuevo, infundiré en vosotros un espíritu nuevo, quitaré de vuestra carne el corazón de piedra y os daré un corazón de carne. Infundiré mi espíritu en vosotros y haré que os conduzcáis según mis preceptos y observéis y practiquéis mis normas. Habitaréis la tierra que yo di a vuestros padres. Vosotros seréis mi pueblo y yo seré vuestro Dios." (Ez 36, 24- 28)

"Por eso, profetiza. Les dirás: Así dice el Señor Yahveh: He aquí que yo abro vuestras tumbas; os haré salir de vuestras tumbas, pueblo mío, y os llevaré de nuevo al suelo de Israel. Sabréis que yo soy Yahveh cuando abra vuestras tumbas y os haga salir de vuestras tumbas, pueblo mío. Infundiré mi espíritu en vosotros y viviréis; os estableceré en vuestro suelo, y sabréis que yo, Yahveh, lo digo y lo haga, oráculo de Yahveh.»" (Ez 37, 12- 14)


"Haré de ellos una sola nación en esta tierra, en los montes de Israel, y un solo rey será el rey de todos ellos; no volverán a formar dos naciones, ni volverán a estar divididos en dos reinos. No se contaminarán más con sus basuras, con sus monstruos y con todos sus crímenes. Los salvaré de las infidelidades por las que pecaron, los purificaré, y serán mi pueblo y yo seré su Dios. Mi siervo David reinará sobre ellos, y será para todos ellos el único pastor; obedecerán mis normas, observarán mis preceptos y los pondrán en práctica. Habitarán en la tierra que yo di a mi siervo Jacob, donde habitaron vuestros padres. Allí habitarán ellos, sus hijos y los hijos de sus hijos, para siempre, y mi siervo David será su príncipe eternamente. Concluiré con ellos una alianza de paz, que será para ellos una alianza eterna. Los estableceré, los multiplicaré y pondré mi santuario en medio de ellos para siempre. Mi morada estará junto a ellos, seré su Dios y ellos serán mi pueblo. Y sabrán las naciones que yo soy Yahveh, que santifico a Israel, cuando mi santuario esté en medio de ellos para siempre." (Ez 37, 21- 28)

El cumplimiento de estas promesas será en el Gran Acontecimiento.

Según san Lucas: "Al sexto mes fue enviado por Dios el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María. Y entrando, le dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.» Ella se conturbó por estas palabras, y discurría qué significaría aquel saludo. El ángel le dijo: «No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios; vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús. El será grande y será llamado Hijo del Altísimo, y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin.» María respondió al ángel: «¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?» El ángel le respondió: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios. Mira, también Isabel, tu pariente, ha concebido un hijo en su vejez, y este es ya el sexto mes de aquella que llamaban estéril, porque ninguna cosa es imposible para Dios.» Dijo María: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.» Y el ángel dejándola se fue.” (LLc 1, 26- 38)

Según san Juan: "Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él, no es juzgado; pero el que no cree, ya está juzgado, porque no ha creído en el Nombre del Hijo único de Dios. Y el juicio está en que vino la luz al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas." (Jn 3, 16- 19)

Según san Pablo: "Pero, al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley, para rescatar a los que se hallaban bajo la ley, y para que recibiéramos la filiación adoptiva. La prueba de que sois hijos es que Dios ha enviado a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo que clama: ¡Abbá, Padre!" (Gá 4,4-6)

Según san Lucas: "Cuando llegó la hora, se puso a la mesa con los apóstoles; y les dijo: «Con ansia he deseado comer esta Pascua con vosotros antes de padecer; porque os digo que ya no la comeré más hasta que halle su cumplimiento en el Reino de Dios.» Y recibiendo una copa, dadas las gracias, dijo: «Tomad esto y repartidlo entre vosotros; porque os digo que, a partir de este momento, no beberé del producto de la vid hasta que llegue el Reino de Dios.» Tomó luego pan, y, dadas las gracias, lo partió y se lo dio diciendo: Este es mi cuerpo que es entregado por vosotros; haced esto en recuerdo mío.» De igual modo, después de cenar, la copa, diciendo: «Esta copa es la Nueva Alianza en mi sangre, que es derramada por vosotros." (Lc 22, 14- 20)

Según san Pablo: "Porque yo recibí del Señor lo que os he transmitido: que el Señor Jesús, la noche en que fue entregado, tomó pan, y después de dar gracias, lo partió y dijo: «Este es mi cuerpo que se da por vosotros; haced esto en recuerdo mío.» Asimismo también la copa después de cenar diciendo: «Esta copa es la Nueva Alianza en mi sangre. Cuantas veces la bebiereis, hacedlo en recuerdo mío.» Pues cada vez que coméis este pan y bebéis esta copa, anunciáis la muerte del Señor, hasta que venga. Por tanto, quien coma el pan o beba la copa del Señor indignamente, será reo del Cuerpo y de la Sangre del Señor." (1 Cor 11, 23- 27)

Jesús para realizar la Nueva Alianza ofreció su cuerpo y derramó su sangre para inaugurar el Nuevo Culto, cimentado en su Muerte y en su Resurrección. De esta manera se cumplió todas las antiguas profecías y la de Caifás que dijo: " «Vosotros no sabéis nada, ni caéis en la cuenta que os conviene que muera uno solo por el pueblo y no perezca toda la nación.»" (Jn 11, 49- 50) Jesús con su Muerte y Resurrección pagó el precio para sacarnos del pozo de la muerte, quitarnos el corazón de piedra, llevarnos a nuestro suelo, darnos el corazón nuevo e infundir su espíritu en nuestro interior. El Espíritu Santo es el signo de la Nueva Alianza por eso nos purifica y nos santifica. En la Nueva Alianza nace el nuevo Pueblo de Dios traído de todas las naciones para formar la Familia de Dios, la Nueva Creación, en la que todos somos iguales, hijos de Dios y hermanos entre todos los miembros del Cuerpo de Cristo, la Iglesia.

Por la Nueva Alianza Cristo amó a su Iglesia y se entregó por ella: "Maridos, amad a vuestras mujeres como Cristo amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, purificándola mediante el baño del agua, en virtud de la palabra, y presentársela resplandeciente a sí mismo; sin que tenga mancha ni arruga ni cosa parecida, sino que sea santa e inmaculada." (Ef 5, 25- 27) Es el cumplimiento de la profecía de Ezequiel 36, 24- 28)

Los Sacramentos de la Iglesia nacen de la Nueva Alianza, todos, especialmente la Eucaristía que es el “Sacrificio de Cristo.” Es la fracción del pan en la que Cristo se inmola y se sacrifica en la presencia de Dios por toda la humanidad. Por eso podemos decir que la Eucaristía es “Presencia real de Jesucristo,” y es a la vez: “Banquete en el que Cristo nos invita a comer su cuerpo y a beber su sangre para participar de su “Sacrificio incruento.” A la invitación del Señor Jesús le respondemos: "«Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo; basta que lo digas de palabra y mi criado quedará sano." (Mt 8, 8)

La Nueva Alianza implica a aceptar los Mandamientos de la Ley de Dios de la que Jesús dijo: No he venido a abolir la Ley ni a los profetas, sino a darle plenitud (Mt 5, 17) El sentido de los Mandamientos es el amor y el servicio al prójimo. Participamos de la Nueva Alianza cuando “Morimos al pecado y vivimos para Dios” (cf Gá 5, 24) Cuando vivimos y celebramos la Eucaristía: morimos con Cristo y resucitamos con él. Ser fieles a la Alianza es aceptar la Voluntad de Dios y someternos a ella: Creyendo en Jesús y amándonos como él nos amó a nosotros (cf 1 Jn 3, 23) Cuando damos fruto bueno y en abundancia, el fruto es el Amor: "La gloria de mi Padre está en que deis mucho fruto, y seáis mis discípulos. Como el Padre me amó, yo también os he amado a vosotros; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor, como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor."(Jn 15, 8- 10) En el amor cumplimos la promesa de Ezequiel 37, 12- 14) Emmanuel está en medio de nosotros, y nosotros estamos con Él.

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