5. LOS ROSTROS DEL PECADO

 

5. LOS ROSTROS DEL PECADO

 

 

OBJETIVO: Mostrar la realidad del pecado en nuestras vidas y en el mundo para tomando conciencia de que somos pecadores busquemos la ayuda que Dios nos ofrece para poder vencerlo.

 

 

1.    La realidad del pecado en nuestras vidas.

 

“Todos somos pecadores y el pecado nos priva de la gracia de Dios.” (cf. Rm. 3, 23) Encontramos que casi  en cada una de sus páginas, la Biblia nos habla de la realidad del pecado. También nos habla de su verdadera naturaleza, de su malicia y de sus dimensiones. Decir que el hombre es pecador, significa que el hombre hace el mal en la presencia de Dios. Podemos comenzar esta reflexión diciendo que pecado, es lo que se opone a la verdad, al amor, a la misericordia y a la santidad de Dios. Quien de nosotros no ha experimentado la dura y difícil realidad que nos explica san Pablo: “Queriendo hacer el bien es el mal lo que se me presenta”. “Siempre hago lo que no quiero y lo que quiero no lo hago “(Rm. 7, 14ss).

 

“Me siento como vendido al poder del pecado”. En lo más profundo de sí mismo el hombre encuentra el deseo puesto en él por Dios de ser feliz. Se pasa la vida buscando razones para ser feliz, para sentirse bien. El hombre en su búsqueda se ha descompuesto la vida; ha derrochado sus mejores potencialidades; se ha atrofiado y ha desfigurado la imagen de Dios; ha hecho de su vida un “Caos”; en vez de caminar se arrastra; ha caído en situaciones que deshumanizan, que atrofian, que despersonalizan; situaciones de no salvación y que no son queridas por Dios. El pecado lleva a la confusión, al endurecimiento del corazón y al desenfreno de las pasiones, al hombre se le descompone la vida, se convierte en un ser que se hace daño así mismo y le hace daño a los demás.

 

Cuando escuchamos las noticias o leemos el periódico nos damos cuenta que el mundo anda con la cabeza hacia abajo: crímenes, robos, fraudes, divorcios, traiciones, pornografía, etc. Realidades que nos hablan de los rostros del pecado. La verdad es que el hombre es un ser orientado hacia Dios que es Amor, Vida, Perdón, Libertad, Santidad, pero el hombre no puede llegar a su Meta porque se interpone la barrera del pecado.

 

Todo hombre es un buscador; busca razones para ser feliz, para sentirse bien, pero en el fondo no sabe que lo que busca es a Dios. Jeremías nos dice esta verdad al mostrarnos el vacío del hombre como consecuencia de haber abandonado a Dios: “Me dejaron a mí, fuente de aguas vivas, para ir y hacerse sus cisternas agrietadas” (cfr Jer. 2, 13-14). Abandonar a Dios, sus caminos o sus Mandamientos es dar la espalda a Dios amor para ir y abrazarse de otro dios, el dios del Mal y hacer esclavo de las cosas, de las personas, del Mal o de la Ley.

 

La realidad es que todo es pecador. Nacemos con la capacidad de hacer el mal y cuando crecemos y lo hacemos libre y conscientemente, somos pecadores en acto. Jesús nos enseñó que cuando al hombre se le descompone el corazón se enferma hasta lo más profundo de si interior: “De dentro del corazón salen las intenciones malas, asesinatos, adulterios, fornicaciones, robos, falsos testimonios, injurias. Esto es lo que hace impuro al hombre” (Mt. 15, 19- 20) Según la enseñanza del Señor Jesús la raíz del pecado está en el corazón del hombre, en su libre voluntad. El pecado personal se manifiesta en las estructuras opresoras hacen que  nuestra sociedad sea masificada y masificadora.

 

 

2.    Los rostros del pecado.

 

 

Los rostros de quienes sufren. Entre ellos, están las comunidades indígenas y afroamericanas, … muchas mujeres, que son excluidas … jóvenes… muchos pobres, desempleados, migrantes, desplazados, campesinos sin tierra, quienes buscan sobrevivir … niños y niñas sometidos a la prostitución infantil… también los niños víctimas del aborto. Millones de personas y familias viven en la miseria e incluso pasan hambre. Nos preocupan también quienes dependen de las drogas,…víctimas de enfermedades graves como la malaria, la tuberculosis y VIH – SIDA… … También los ancianos,… la situación inhumana en que vive la gran mayoría de los presos… Una globalización sin solidaridad afecta negativamente a los sectores más pobres. Ya no se trata simplemente del fenómeno de la explotación y opresión, sino de algo nuevo: la exclusión social. Con ella queda afectada en su misma raíz la pertenencia a la sociedad en la que se vive, pues ya no se está abajo, en la periferia o sin poder, sino que se está afuera. Los excluidos no son solamente “explotados” sino “sobrantes” y “desechables”. ”(DA 65)

 

 

3.    ¿Qué es el pecado?

 

El hombre no puede comprender lo que es el pecado, lo experimenta cuando lo comete, pero no lo entiende en su profundidad.

1.     “Doble mal ha hecho mi pueblo: a mí me dejaron, Manantial de aguas vivas, para hacerse cisternas agrietadas, que el agua no retienen.” (Jer 2, 13) El pecado es una falta contra la razón, contra  la verdad y contra la conciencia recta; es faltar al amor verdadero para con Dios y para con el prójimo, a causa de un apego perverso a ciertos bienes. Hiere la naturaleza del hombre y atenta contra la solidaridad humana. Ha sido definido como “una palabra, un deseo, un acto o un pensamiento contrarios a la Ley eterna” (San Agustín). Catic. # 1849

2.     “Contra ti, contra ti sólo he pecado, lo malo a tus ojos cometí” (Sal. 51, 6).Es una ofensa a Dios. A Dios le ofendemos  cuando le hacemos daño a los que El ama.

3.     “De cualquier árbol del jardín puedes comer, más del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás, porque el día que comieres de él, morirás sin remedio” (Gn 2, 16-17) Todo pecado, al igual que el primero, es una desobediencia, una rebeldía contra Dios por el deseo de hacerse “como dioses”, pretendiendo determinar y conocer el bien y el mal (Gn 3, 5; Catic. # 1850)

4.     “Pocos días después el hijo menor lo reunió todo y se marchó a un país lejano donde malgastó su hacienda viviendo como un libertino” (Lc 15, 13) La parábola del Hijo pródigo nos muestra que el pecado es: separación, lejanía, barrera; es ofensa a Dios. Es un poder misterioso de hostilidad a Dios y a su reinado.

5.     En la pasión del Cristo es donde mejor se muestra su violencia y su multiplicidad: incredulidad, rechazo y  burlas por parte de los jefes y del pueblo, debilidad por parte de Pilatos y crueldad por parte de los soldados, traición por parte de Judas, negaciones de Pedro y abandono de los discípulos. Sin embargo en la misma hora de las tinieblas y del Príncipe de este mundo, el sacrificio de Cristo se convierte secretamente en la fuente de la que brotará inagotable el perdón de nuestros pecados. (Catic. # 1851)

 

 

4.    Las rupturas del pecado

 

El pecado mortal destruye la caridad en el corazón del hombre por una infracción grave de la Ley de Dios: aparta al hombre de Dios, que es fin último. (Catic. # 1855) Cuatro son las rupturas del pecado:

 

  1. Con Dios: El hombre nació para ser hijo de Dios y el pecado lo convierte en su adversario; es él quien no quiere ya nada con Dios. Todo pecado nos excluye del reino de Dios. Lejos de Dios no hay acceso posible al “árbol de la vida” (Gn. 3, 22).
  2. Consigo mismo: El hombre nació para ser amo y señor, dueño de sí mismo y el pecado lo convierte esclavo de los propios instintos y de los deseos desordenados de la carne. Adán y Eva gozaban de la amistad con Dios, después cuando se “dan cuenta que están desnudos, experimentan el desgarre interior y  se esconden de Dios entre los árboles” (Gn. 3, 8). La iniciativa vino del hombre
  3. Con los demás: El hombre nació para ser hermano, y el pecado lo convierte en lobo para sus hermanos: opresor, explotador, dictador. El pecado es ruptura entre el hombre y Dios; y entre los hombres. Apenas cometido el pecado Adán se des-solidariza acusando a la mujer que Dios le había dado como auxiliar (Gn. 2, 18). En lo sucesivo esta ruptura se extenderá  a los hijos de Adán: ahí está el homicidio de Abel,  (Gn. 4, 8) luego el reinado de la violencia y la ley del más fuerte que celebra el canto de Lámec (Gn 4, 24).
  4. Con la naturaleza: El hombre nació para ser amo y señor de las cosas y el pecado lo convierte en esclavo de las mismas. En enemigo de la naturaleza. Bosques, mares y ríos tienen la huella del hombre irresponsable que quiere destruir su propio habitat.

 

 

5.    Los efectos inmediatos del pecado

 

·       Desfigura el rostro del hombre y se pierde la semejanza con Dios. (Gn 3,7)

·       Entorpece y destruye las relaciones humanas (Gn. 3, 16).

·       Esclaviza a los humanos (Jn. 8, 38).

·       Paga con la muerte (Rm. 6, 20).

·       Genera enemistad (Rm. 5,11). Empobrece y deshumaniza (Lc. 15, 11ss).

·       Endurece el corazón, lleva a la perdida del sentido moral y al desenfreno de las pasiones  (Efesios 4,18).

 

6.    El pecado original

 

Para comprender lo que es el pecado hay que partir del relato que nos presenta la Sagrada Escritura. El pecado de nuestros primeros padres es presentado como una desobediencia, un acto consciente y deliberante por el que el hombre se opone a Dios violando uno de sus preceptos. (Gn 3, 3) Pero es cierto, que detrás de este acto de rebeldía la Escritura habla  de un acto interior del que procede el pecado: “querer ser como dioses, es decir, ponerse en lugar de Dios y decidir por su cuenta “sobre el bien y el mal”. Lo que equivale a ser dueños de su destino y disponer de sí mismos; negándose a depender de su Creador; el pecado rompe la relación de dependencia y de amistad que existía entre el hombre y Dios.

 

 

7.    El pecado del mundo.

 

El pecado de los hombres es en primer lugar de incredulidad: no creer en Dios y no abandonarse a él. No se tiene fe en Dios; es invisible y lejano, se prefiere a un dios al alcance de las manos, que se pueda tocar y que se pueda manipular. El pecado de la incredulidad nos la llevado a dar la espalda a Dios. Quien le da la espalda a Dios cae en el pecado de la idolatría, al culto a los ídolos, como en otro tiempo Israel recorrió en adoración al “becerro de oro” (Ex. 32, 1) Ídolo es todo aquello que ponemos en nuestro corazón en lugar de Dios. Los ídolos siempre serán opresores, nos quitan la libertad. Nos llevan  a la esclavitud. “Todo el que peca es esclavo” dijo Jesús a los fariseos en el Evangelio de Juan (8, 38). El hombre cuando peca saca a Dios de su corazón y le abre las recamara de su corazón al Malo: rompe la alianza con Dios y hace alianza con el dios del Mal, el dios de las opresiones

 

La esclavitud de los hombres manifiesta el desorden en el que ha caído la humanidad: no fuimos creados para estar por encima de nuestros hermanos. Nadie puede vivir por encima de sus semejantes, sino hombro a hombro, codo a codo, con un sentido de igualdad. Fuimos creados para ser hermanos unos de los otros y para ser amos y señores de las cosas, es decir, para estar por encima de las cosas, pero no de las personas.

 

8.    El pecado de los hombres

 

Es el rechazo a Dios; el desprecio a su voluntad y a su designio salvador: “Vino a los suyos y no lo recibieron” ((Jn. 1, 12). “Vino la luz a los hombres y estos prefirieron las tinieblas a la luz” (3, 17-18). Para san Juan el pecado es no creer en Jesús; es no aceptar su Evangelio como norma para nuestra vida; es rechazar la gracia que Cristo nos ofrece en sus sacramentos. (Jn 20, 23); es sin más, no amar (1 de Jn.2, 9); no lavar pies (Jn. 13, 13). No servir.

 

 

 

9.    Todo hombre es un buscador.

 

El hombre se pasa la vida buscando razones para sentirse bien; Podemos decir que cuando se reza, se hace deporte, se trabaja, se comete adulterio, se va de vacaciones. Se descansa; en todo lo el hombre realiza, lo hace buscando razones para sentirse bien. En lo más profundo de los seres humanos existe el anhelo de ser feliz.

 

En relación al  pecado podemos decir que en su búsqueda de realización, el hombre lo hace al margen del Plan de Dios; quiere realizarse sin Dios, por su cuenta, comiendo del “árbol de la ciencia del conocimiento”. (Gn. 2, 17) Negando el Plan de Dios, hace sus propios planes; pretende ser su propio salvador, en el fondo lo que busca es ser dios. En la raíz de la negativa del hombre a ser dependiente de Dios se anida la soberbia: Por soberbia el demonio siendo un ángel de luz se reveló contra Dios; por soberbia nuestros primeros padres fueron arrojados del paraíso, como en otro tiempo los ángeles caídos fueron arrojados del Cielo, y hoy día nosotros salimos, por nuestros pecados personales  de la presencia de Dios.

 

Al grito de una triple negativa: no obedeceré, no amaré, no serviré, los ángeles, nuestros primeros padres y hoy nosotros, salimos de la presencia de Dios, rompemos la comunión con él y con la comunidad. Esta negativa se levanta como una barrera que impide que los hombres se relacionen con Dios y con los hermanos; barrera que impide que el amor de Dios llegue a nosotros y que nosotros amemos a  Dios y a los demás. En la parábola del hijo pródigo podemos descubrir la realidad del pecado, sus frutos y sus consecuencias. El hijo menor abandona la “casa de su Padre” para irse a un país lejano. Abandonar la casa paterna es una ofensa contra el padre y contra la familia; una ofensa que lleva el no querer ser hijo y el no querer ser hermano; es una ofensa porque además, lleva la negación a reconocer que en lo más íntimo no nos pertenecemos y por lo tanto, no podemos vivir al margen del Dueño de la vida.

 

El País lejano es otra casa, es otra realidad, es el camino de la deshumanización y del derroche; es lugar de esclavitud, opresión y explotación; lugar de hambre y miseria, allí se vive en la apariencias: haciendo lo que otros hacen o lo que otros dicen; lugar donde no es sagrado lo que en “casa” es sagrado: El hombre, la familia, los niños, la virginidad, etc. En el País lejano se te valora por lo que tienes, por lo derrochas o consumes.

 

Pero, no todo está perdido, no obstante el hombre ha dado a espalda a Dios, hay una Buena Noticia: Dios ama al hombre pecador y tiene una Palabra de Salvación para él. Esta Palabra es Jesús.

 

 

 

 

 

 

 

 


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