¡CONFIGURAOS CON CRISTO! ¡ DESPOJAOS DEL HOMBRE VIEJO! ¡ REVESTÍOS DEL HOMBRE NUEVO!

 

¡Configuraos con Cristo! ¡Despojaos del hombre viejo! ¡Revestíos del hombre nuevo!

1.                 El designio de Dios. El “Designio de Dios es que nos configuremos con su Hijo, como modelo y prototipo: <<Por lo demás, sabemos que en todas las cosas interviene Dios para bien de los que le aman, de aquellos que han sido llamados según su designio. Pues Dios predestinó a reproducir la imagen de su Hijo a los que conoció de antemano, para que así fuera su Hijo el primogénito entre muchos hermanos. Y a los que predestinó, también los llamó; y a los que llamó, también los hizo justos; y a los que hizo justos, también los glorificó>>. (Cfr. Rm 8, 28-30)

<<Y cuando se convierta al Señor, caerá el velo. Porque el Señor es el Espíritu, y donde está el Espíritu del Señor, allí está la libertad. Y todos nosotros, que con el rostro descubierto reflejamos como en un espejo la gloria del Señor, nos vamos transformando en esa misma imagen, cada vez más gloriosos. Así es como actúa el Señor, que es Espíritu>>  (2 Co 3, 17- 18). San Pablo también en la carta a los Colosenses nos invita a despojarnos del hombre viejo, para irnos renovando a imagen de su Creador (Col 3, 9- 10) Para como hijos amadísimos revestirnos de entrañas de misericordia, humildad y mansedumbre (Col 3, 12), para revestirnos de Jesucristo (Rom 13, 14)

2.                 El que crea y se bautice se salvará. (MC 16, 15- 18) “Creer es aceptar a Cristo Jesús”; “es ir a él, confiar en él y amarlo” “es obedecerlo y pertenecerle, seguirlo y servirlo”. Escuchemos su Palabra: Luego les dijo: «Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación. El que crea y sea bautizado, se salvará; el que no crea, se condenará. Éstos son los signos que acompañarán a los que crean: en mi nombre expulsarán demonios, hablarán en lenguas nuevas, agarrarán serpientes en sus manos y, aunque beban veneno, no les hará daño; impondrán las manos sobre los enfermos y se pondrán bien.» Con cuánta razón san Pablo dice a los Gálatas: <<Para ser libres nos libertó Cristo>> (cf Gál 5, 1. 13) “No confundan la libertad con el libertinaje” “La santidad es nuestra vocación” (1 Ts 4, 4, 3. 7) Se trata de la libertad que nos hace libres: el Amor (cf Jn 8, 31. 32)

 

3.                 Una historia de salvación. Todo comienza el día de nuestro bautismo, pero se logrará plenamente, en cuerpo y alma, el día de la resurrección, cuando Cristo haya transfigurado este cuerpo de bajeza conforme a su cuerpo glorioso, tal como lo dice la Sagrada Escritura: “el cual transfigurará nuestro pobre cuerpo a imagen de su cuerpo glorioso, en virtud del poder que tiene de someter a sí todas las cosas” (Flp 3, 21). Entonces deberá revestirse del hombre celestial: “Y del mismo modo que hemos llevado la imagen del hombre terrestre, llevaremos también la imagen del celeste” (1 Co 15, 49). Historia de pecado por parte nuestra y de fidelidad de parte de Dios. Un antes y un después: Tinieblas y Luz (cf Ef 5, 7-9). Historia en la que somos invitados a ser luz, sal y fermento como servidores de la multiforme gracia de Dios (cf 1 Cor 4, 1)

 

4.                 Convertirse es pasar del hombre viejo al hombre nuevo. Convertirse es llenarse de Cristo. Es revestirse de Cristo, lo que exige vaciarse de todo lo que no es Reino de Dios y despojarse del traje de tinieblas (cf Rom 13, 11- 14) Pero entre tanto, a lo largo de la vida, el cristiano trata de asemejarse a Cristo por su amor y pureza de vida, según la exhortación de Pablo: "Sed imitadores de Dios, como hijos queridos, y vivid en el amor como Cristo os amó y se entregó por nosotros" (Ef 5, 1-2) “Sabemos así que nuestro hombre viejo fue crucificado con él, a fin de que fuera destruida nuestra naturaleza transgresora y dejáramos de ser esclavos del pecado. Y si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con él” (Rom 6, 8; cfr Gál 5, 24).

A ejemplo del grano e trigo: morir para vivir y permanecer en el amor de Cristo. Escuchemos un grito de alarma: ¡!! No te bajes de la cruz¡¡¡ para que puedas permanece en el amor de Cristo (Jn 15, 9-10) “Pues sabemos que Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no vuelve a morir, y que la muerte carece ya de poder sobre él. Su muerte implicó morir al pecado de una vez para siempre; mas su vida es un vivir para Dios. En consecuencia, también vosotros debéis consideraros muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús. El que está muerto queda libre del pecado (Rom 6, 9- 11) El pecado paga con la muerte, pero Dios, nos da la vida en Cristo Jesús (Rom 6, 23)

5.                 Despojarse para revestirse. Morir con Cristo, para resucitar con Él es la ley de la Nueva vida: Configurarnos con Cristo es revestirnos del hombre nuevo, lo cual implica despojarnos del hombre viejo: en cuanto a vuestra vida anterior, despojaos del hombre viejo, que se corrompe dejándose seducir por deseos rastreros, renovad vuestra mente espiritual, y revestíos del Hombre Nuevo, creado según Dios, que se manifiesta en una vida justa y en la verdad santa/(Ef 4, 22- 24). “Tened en cuenta el momento en que vivís e id pensando en espabilaros del sueño, pues la salvación está más cerca de nosotros que cuando abrazamos la fe. La noche está avanzada; el día se acerca. Despojémonos, pues, de las obras de las tinieblas y revistámonos de las armas de la luz. Vivamos con decoro, como en pleno día: nada de comilonas y borracheras; nada de lujurias y desenfrenos; nada de rivalidades y envidias. Revestíos más bien del Señor Jesucristo, y no andéis tratando de satisfacer las malas inclinaciones de la naturaleza humana” (Rom 13, 11- 14).

"En consecuencia, dad muerte a todo lo terreno que hay en vosotros: la fornicación, la impureza, la pasión, la codicia y la avaricia, que es una idolatría. Eso es lo que atrae el castigo de Dios sobre los desobedientes. Entre ellos andabais también vosotros, cuando vivíais de esa manera; ahora, en cambio, deshaceos de todo eso; ira, coraje, maldad, calumnias y groserías, ¡fuera de vuestra boca! No sigáis engañándoos unos a otros. Despojaos del hombre viejo con sus obras, y revestíos del nuevo, que se va renovando como imagen de su creador, hasta llegar a conocerlo" (Col 3, 5-10).

“Así que, como elegidos de Dios, santos y amados, revestíos de entrañas de misericordia, de bondad, humildad, mansedumbre y paciencia, soportándoos unos a otros y perdonándoos mutuamente, si alguno tiene queja contra otro. Como el Señor os perdonó, perdonaos también vosotros. Y por encima de todo esto, revestíos del amor, que es el broche de la perfección” (Col 3, 12- 14).

6.                      El camino de nuestra configuración. El cual, siendo de condición divina, no reivindicó su derecho a ser tratado igual a Dios, sino que se despojó de sí mismo tomando condición de esclavo. Asumiendo semejanza humana y apareciendo en su porte como hombre, se rebajó a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz. Por eso Dios lo exaltó y le otorgó el Nombre, que está sobre todo nombre. Para que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en los cielos, en la tierra y en los abismos, y toda lengua confiese que Cristo Jesús es el SEÑOR para gloria de Dios Padre (Flp 2, 6- 11) Ya conocéis la generosidad de nuestro Señor Jesucristo, el cual, siendo rico, se hizo pobre por vosotros para enriqueceros con su pobreza (2 Cor 8, 9). La pobreza de Jesús nos ha hecho ricos: Somos hijos de Dios en Cristo: Somos hermanos en él y por él, llamados a ser servidores de Cristo en favor de los demás

 

7.                      El Mandamiento Regio de Jesús.  Os doy un mandamiento nuevo: que os améis los unos a los otros; que, como yo os he amado, así os améis también entre vosotros. Todos conocerán que sois discípulos míos en una cosa: en que os tenéis amor los unos a los otros” (Jn 13, 34-35). ¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? 13 Vosotros me llamáis ‘el Maestro’ y ‘el Señor’, y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Señor y el Maestro, os he lavado los pies, vosotros también debéis lavaros los pies unos a otros” (Jn 13, 13- 14).

 

8.                       La Exigencia del Reino. “Había entre los fariseos un hombre llamado Nicodemo, magistrado judío. Fue éste donde Jesús de noche y le dijo: «Rabbí, sabemos que has venido de Dios como maestro, porque nadie puede realizar los signos que tú realizas, si Dios no está con él.» Jesús le respondió: «En verdad, en verdad te digo que el que no nazca de nuevo no puede ver el Reino de Dios” (Jn 3, 1- 3). El Nuevo Nacimiento es la “justificación por la fe” (Rom 5, 1; Gál 2, 16). Es el nacer de lo Alto por el agua y el Espíritu (Jn 1, 11). Es el paso de las tinieblas a la luz (Col 1, 13) Es el paso de la aridez a las aguas vivas (cfr Jer 2, 13; Jn 7, 38). Es algo para vivirse cada día ayudados con la GRACIA de Dios.

 

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