1. LAS VIRTUDES TEOLOGALES


1.       Las Virtudes Teologales


Objetivo: Dar a conocer la importancia de la virtudes teologales para llegar a tener una vida empapada de Dios como único camino para conocer, amar y servir al Señor en esta vida.

Iluminación. “El que permanece en mí y yo en él; ese da mucho fruto; porque separados de mí no podéis hacer nada”, “permanezcan en mi amor, como yo permanezco en el amor de mi Padre (Jn 15, 5. 8).

Permanecer en las manos del Padre es una condición de la fe cristiana. Lo anterior significa permanecer en la Verdad, en la Justicia, en la Libertad, en el Amor, con la mente, la voluntad y el corazón orientados hacia Dios.

 1. ¿Cómo vivir en comunión con Dios?

El Espíritu Santo es el Espíritu de la Comunión. En Él, podemos vivir unidos con el Padre, con el Hijo y con todos los miembros del Cuerpo Místico de Cristo. Cristo vino, no solo a salvarnos, sino también a traernos a Dios: “Vengo para que tengan vida y la tengan en abundancia” (Jn 10, 10). Esta hermosa verdad que nos presenta la misma Sagrada Escritura nos da la respuesta que necesitamos saber: Por la Fe, (Ef 3, 17); la Esperanza (1Jn 3, 3), y la Caridad podemos vivir la comunión con Dios (1Jn 4, 7). Puesto que Él habita en nuestros corazones por medio de las Virtudes Teologales que ha infundido en nuestro interior, de manera que el cristiano es llamado: “Templo y Sagrario de Dios”. Cristiano maduro es el que vive de la Fe, la Esperanza y la Caridad. La madurez en la fe nos pide conocer y cultivar las virtudes morales.

Las virtudes morales o cardinales nos ayudan a purificar el corazón de las impurezas del pecado  (Jer 15, 7), mientras que las virtudes teologales nos ayudan a crecer en la Gracia de Dios. Virtudes como la prudencia, la justicia, la verdad, la bondad, la templanza y la fortaleza son esenciales y fundamentales para dar consistencia a la estructura humana y para crecer como personas. Mientras que la fe, la esperanza y la caridad nos ayudan a alcanzar la perfección cristiana y a poseer en prenda de esta vida los bienes eternos.

2. ¿Qué son las Virtudes Teologales? La Sagrada Escritura nos dice: La fe es garantía de lo que se espera; la prueba de las realidades que no se ven, pero que ya poseemos, en esperanza (cfr Heb 11, 1). “Todo el que tiene esta esperanza se hace puro como Él es puro” (1Jn 3, 1). “Todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios” (1 Jn 4, 7).

V  Son el camino para vivir en Comunión con Dios, conocerlo amarlo y servirlo en esta vida y después la gloria eterna.

V  Son dones de Dios y respuesta del hombre, como todos los otros dones que recibimos de la bondad de Dios. Todo lo que de bueno y noble haya en nosotros es un don de Dios. Son Gracia, que sólo puede ser fecunda con nuestra cooperación.

De lo anterior podemos decir que las virtudes teologales son el medio y el camino para apropiarnos de todo lo que el Padre en su infinita misericordia desea comunicarnos en Cristo Jesús.

Jesús dice a los suyos: “Nadie puede venir a mí, si mi Padre no lo atrae” (Jn 6, 65 ) “Ustedes no me eligieron a mí, he sido yo quien los eligió a Ustedes” (Jn 6, 70 ) Tanto la Fe como la Esperanza y la Caridad son dones gratuitos que Dios infunde en el alma de los creyentes. Podemos pedirlos, sin miedo, Dios está dispuesto a escucharnos y a darnos lo necesario para nuestra salvación. El mismo Señor Jesús nos ha dicho: “Pedid y recibiréis” (Mt 7, 7ss).

Todo lo que de bueno tenemos, es gracia de Dios. El Señor nos eligió, aún a pesar de que somos pecadores y de que hacemos cosas malas. Con las palabras del Apóstol entendemos lo anterior: “La prueba de que Dios nos ama, es que siendo nosotros pecadores, Cristo murió por nosotros” (Rm 6, 5). San Juan nos dice: “Todo don perfecto viene de Dios, de lo alto” (cfr Jn 3, 27).

Las virtudes Teologales constituyen el dinamismo de la vida cristiana. Todos los aspectos de la vida de piedad persiguen un solo fin: Crecer en las Virtudes Teologales, sin las cuales el hombre se encuentra en situación de desgracia.

Son el camino para alcanzar la perfección cristiana y nuestra configuración con Cristo. El cristiano no busca “éxitos”, sino dar frutos de vida eterna: “Si el grano de trigo que cae en tierra, no muere, estéril se queda” (cfr Jn 12, 24). El fruto de las Virtudes Teologales es el “hombre nuevo” que vive de Dios para los demás.

La Fe engendra la Esperanza, y ésta, posibilita y favorece el despliegue de la Caridad. La Fe es la raíz de nuestra salud y liberación; de ella nace todo un proceso de vida que constituye la curación de muerte creada por el pecado. Este dinamismo es fruto de la gracia y obra del Espíritu Santo, pero, sin lugar a dudas necesita de la cooperación de nuestra voluntad. En todo acto de Fe, Esperanza o Caridad el cristiano es ayudado por el Espíritu que viene en ayuda de nuestras debilidades (Rm 8, 26). Dios para manifestar su Gracia, nos pide un corazón pobre; es decir, nos pide reconocernos débiles y frágiles (2Cor 12, 9ss).

3.  Significado del término virtud. La palabra virtud viene del latín “virtus” que significa: vigor, fuerza, poder. Se trata del poder de Dios que actúa en nuestros corazones y fortalece nuestras rodillas vacilantes. La exigencia fundamental de la fe es creer que la “justicia” de Dios se ha manifestado en Cristo Jesús, nuestro Salvador. Al hablar de la justicia de Dios se hace referencia al amor, la bondad, la misericordia, el perdón que Dios ha manifestado en Cristo, el Hijo amado del Padre. Somos salvados por la fe en el Hijo de Dios y no por nuestra justicia.

V  Con el poder de la fe podemos arrancar árboles y plantarlos en el mar”. Esto significa cambiar nuestra manera de pensar pesimista por la manera de pensar de Cristo Jesús.

V  Podemos caminar sobre las aguas y no hundirnos. Caminar sobre el agua significa “Vencer el Mal”. “¿Quién es el que vence al mundo?” (1Jn 5,  5).

V  Podemos caminar sobre las nubes; es decir, podemos caminar en el poder de Dios para realizar toda obra buena. Camina sobre las nubes el que ama, quien hace el bien.

La Sagrada Escritura nos dice que para “El creyente todo es posible” (cf Mt 21, 18-22). Pablo es testigo de esta hermosa verdad cuando exclama: “Todo lo puedo en Aquel que me conforta” (Fil 4, 13). Por la fe de “apropiación” damos el salto que nos lleva al conocimiento de Dios y de su poder transformador: El paso de una vida mundana y pagana a una “vida nueva” que se vive en “El abandono en las manos de Dios”. Todo es posible para el hombre que se encuentra en las manos de Dios y pone en Él toda su confianza. Solo en las manos del Padre podremos llegar a tener el “Corazón de Cristo”. Esa es nuestra feliz “Esperanza” llegar a tener los mismos sentimientos de Cristo Jesús.

 La virtud de la esperanza pide de nosotros la “pobreza de espíritu”. Reconocer la pobreza de nuestra justicia, de nuestras obras para que aparezca en nuestros corazones la humildad, semilla de la esperanza, sin la cual no veremos cambios en nuestra vida. La esperanza cristiana guía nuestras vidas por los caminos de Dios; nos lleva de la esclavitud a la libertad; del odio al amor a Dios y al prójimo; del pecado a la gracia.

La fe constituye el principio de la salvación de los hombres y es la primera de las virtudes sobrenaturales por la cual, con la ayuda de la gracia de Dios, creemos que son verdaderas las cosas que él nos ha revelado para el bien de toda la humanidad. En la oración sacerdotal el Señor Jesús nos revela el objeto de la Revelación: Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti y a tu enviado Jesucristo (Jn 17, 3). El “camino” de este conocimiento son la Virtudes Teologales: La fe, la esperanza y la caridad. “La fe es la certeza de lo que se espera, de las realidades que no se ven (Heb 11, 1).

4. El acto de fe: Creo en ti Señor Jesús“.

Nadie, puede decir: Jesús es Señor, si no es ayudado por el Espíritu Santo” (1Cor 12, 3). En todo acto de fe, de esperanza y de caridad el Espíritu Santo nos asiste, nos ayuda para que nuestra vida sea conducida según Dios.

Todo acto de fe, esperanza o caridad son fruto de la acción de Dios y nuestra colaboración. Son actos saludables necesarios para la salvación, y para todos estos actos es necesaria la gracia de Dios, y por tanto, son sobrenaturales, es decir, son actos de la gracia. Así la Fe es el asentimiento que damos a lo que Dios dice, puesto que sabe y dice la verdad. En verdad, en verdad les digo: “nosotros hablamos de lo que sabemos y damos testimonio de lo que hemos visto” (Jn 3, 11).

Un verdadero acto de fe, es a la misma vez un acto de esperanza y un acto de amor a Dios y al prójimo: Porque creo en el Señor Jesús, renuncio al pecado para vivir en la libertad de los hijos de Dios (Gál 5, 1). Eso mismo lo podemos decir de otra manera: Porque amo al Señor y amo mi sacerdocio, renuncio al poder, al tener y a  los placeres de la carne que deshumanizan y despersonalizan.

Cuando así es, el creyente manifiesta en sus actos de fe, esperanza y caridad la aceptación de la “voluntad de Dios” revelada en las Escrituras: «El que cree en mí, no cree en mí, sino en aquel que me ha enviado;...» (Jn 12, 44). La obediencia de la fe: creer a Dios nos pide aceptar la voluntad de Dios: nuestra fe en su Hijo Amado para tener vida eterna (cfr Jn 6, 39) En el mismo Evangelio de San Juan el Señor nos hace una invitación: “Creen en Dios, creen también en mi” (Jn 14, 1). Creer en Jesús es entrar en la Nueva Alianza, sellada con la “Sangre del Cordero” para entrar en comunión con Dios y con todos los miembros del Cuerpo de Cristo. Si aceptamos el testimonio de los hombres, mayor es el testimonio de Dios, pues este es el testimonio de Dios, que ha dado acerca de su Hijo (1Jn 5, 9). No obstante lo anterior, nuestro asentimiento a la fe divina es esencialmente obscuro,... pues caminamos en la fe y no en la visión... (2Cor 5, 6). Creemos para después entender.

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