¡AY DE AQUELLOS QUE SE SIENTEN SEGUROS EN SIÓN, Y DE LOS CONFIADOS EN LA MONTAÑA DE SAMARIA


¡AY DE AQUELLOS QUE SE SIENTEN SEGUROS EN SIÓN, Y DE LOS CONFIADOS EN LA MONTAÑA DE SAMARIA

Iluminación. “Acostados en camas de marfil, arrellanados en sus lechos, comen corderos del rebaño y becerros sacados del establo, canturrean al son del arpa, se inventan, como David, instrumentos de música, beben vino en anchas copas, con los mejores aceites se ungen, mas no se afligen por el desastre de José. Por eso, ahora van a ir al cautiverio a la cabeza de los cautivos y cesará la orgía de los sibaritas.” (Amos 6, 4- 7) 

Por soberbia los poderosos (Salomón y después Roboam años 931) dividieron al pueblo en dos: Sur y Norte. Las tribus de hermanos se convirtieron en enemigas. En el norte su capital Sanaría y en el sur Jerusalén. Amós denuncia el pecado de los poderosos y de los sacerdotes que viven en la riqueza y en medio de los lujos sin preocuparse de la pobreza del pueblo. Amenaza con un castigo: ser llevados al cautiverio y acabar con la orgía de los que nadaban el lujo. Los reino del norte fueron llevados al destierro por los Ninivitas el año 522, y terminaron como pueblo, para dar lugar a los samaritanos. Jerusalén fue llevada al cautiverio el año 586 por Nabucodonosor, rey de los caldeos. El destierro duró 70 años en la época de Ciro, rey de Persia, el año 536. Época en la que reinaba la ignorancia religiosa y el desconocimiento de la Ley.

Al regreso restauran el templo y reconstruyen las murallas de Jerusalén con muchas amenazas, luchas y dificultades; (el Templo es reconstruido del año 521 al 515) es la época de Ageo, Esdras y Nehemías. Fue Esdras, escriba, quien reunió los 39 libros que contiene la Biblia hebrea que hoy leemos, fue año 444 antes de Cristo. Los griegos invadieron y dominaron al pueblo de Israel desde el año 333 con Alejandro Magno. Con Judas Macabeo, (años 167s) se logra una etapa de independencia. Los romanos invadieron y oprimieron al pueblo desde año 63, época en la aparecen los fariseos como defensores celosos de la Ley. Desde la época de Esdras, hasta Juan Bautista, la Biblia no habla de profetas. El Bautista fue el último de los profetas del Antiguo Testamento, y el primero del Nuevo Testamento. Jesús nace hacia el año 4, en la época de Herodes el Grande. Jesús muere hacia el año 30, y comienza la época de  la Iglesia.  El martirio de Esteban el protomártir y la conversión de Saulo de Tarso fue hacia el año 33. A lo largo de los siglos, en medio de opresiones y explotaciones por parte de las potencias extranjeras, una minoría del pueblo, los anayins  iban encarnado la “Promesa Mesiánica” Qué un día, en el día del Mesías, la opresión y la explotación llegaría a su término. 
  
Poco antes de morir, el Apóstol Pablo da a su discípulo Timoteo su precioso legado: “Tú, en cambio, hombre de Dios, huye de estas cosas; corre al alcance de la justicia, de la piedad, de la fe, de la caridad, de la paciencia en el sufrimiento, de la dulzura.  Combate el buen combate de la fe, conquista la vida eterna a la que has sido llamado y de la que hiciste aquella solemne profesión delante de muchos testigos. Te recomiendo en la presencia de Dios que da vida a todas las cosas, y de Jesucristo, que ante Poncio Pilato rindió tan solemne testimonio, que conserves el mandato sin tacha ni culpa hasta la Manifestación de nuestro Señor Jesucristo, Manifestación que a su debido tiempo hará ostensible el Bienaventurado y único Soberano, el Rey de los reyes y el Señor de los señores, el único que posee Inmortalidad, que habita en una luz inaccesible, a quien no ha visto ningún ser humano ni le puede ver. A él el honor y el poder por siempre. Amén. (1 Tim 6, 11- 15)

¿De qué nos pide el Apóstol, estar huyendo? En la segunda carta a Timoteo nos dice:Huye de las pasiones juveniles. Vete al alcance de la justicia, de la fe, de la caridad, de la paz, en unión de los que invocan al Señor con corazón puro.” (2 Tim 2, 22) estas virtudes nacen y crecen en el corazón justificado, redimido, y salvado: “El fin de este mandato es la caridad que procede de un corazón limpio, de una conciencia recta y de una fe sincera. Algunos, desviados de esta línea de conducta, han venido a caer en una vana palabrería;” (1 Tim 1, 5- 6) Huir de la corrupción de los vicios que nos deshumanizan y despersonalizan: menos humanos y menos persona. A la inversa nos habló Juan Bautista: “Es necesario que yo disminuya y que Cristo crezca” (Jn 3, 30) Disminuir para crecer, para Cristo significa “negarse a sí mismo” (Lc 9, 23) para dejarse conducir por el Espíritu Santo y no, por los instintos o por los impulsos que nos llevan al pozo de la deshumanización. (cf Rm 8, 14; Gál 5, 19- 21)).

La vida nueva es un don de Dios y una lucha, no seamos, sólo  espectadores, sino , protagonistas. Se trata de “La lucha entre el Ego y el Amor.” Es la lucha entre los “vicios contra las virtudes” Entre los vicios que son los hábitos malos, el Apóstol, nos presenta la avaricia: el amor desordenado a los bienes materiales, como corona, el dinero. “A los ricos de este mundo recomiéndales que no sean altaneros ni pongan su esperanza en lo inseguro de las riquezas, sino, en Dios, que nos provee espléndidamente de todo para que lo disfrutemos; entre las virtudes nos presenta la caridad como la reina de las virtudes:  “que practiquen el bien, que se enriquezcan de buenas obras, que den con generosidad y con liberalidad, de esta forma irán atesorando para el futuro un excelente fondo con el que podrán adquirir la vida verdadera. (1 Tim 6, 17-19)

El Apóstol habla del Testimonio de Jesucristo frente a Poncio Pilatos. Entonces Pilato entró de nuevo al pretorio y llamó a Jesús y le dijo: «¿Eres tú el Rey de los judíos?» Respondió Jesús: «¿Dices eso por tu cuenta, o es que otros te lo han dicho de mí?» Pilato respondió: «¿Es que yo soy judío? Tu pueblo y los sumos sacerdotes te han entregado a mí. ¿Qué has hecho?» Respondió Jesús: «Mi Reino no es de este mundo. Si mi Reino fuese de este mundo, mi gente habría combatido para que no fuese entregado a los judíos: pero mi Reino no es de aquí.» Entonces Pilato le dijo: «¿Luego tú eres Rey?» Respondió Jesús: «Sí, como dices, soy Rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz.» (Jn 18, 33- 37)
Soy rey, pero, “Mi reino no es de este mundo.” Los reinos de este mundo se miden con acciones bancarias, con flotillas de camionetas de lujos, con condominios de lujos, con el poder para explotar y excluir a los demás. En cambio en el reino de Dios no hay límites, es un reino de amor, de fraternidad, de justicia, de santidad. Sí tuviera límites, estos serían los Mandamientos de Dios, quien los viole y enseñe a otros hacerlo, serían excluidos del reino de Dios para entrar y adentrarse en el reino de las tinieblas. “Todo el que es de la verdad. escucha mi voz” y se convierte en un buscador de la “Voluntad de Dios” manifestada en Cristo Jesús y hace de la voluntad del Señor la “delicia de su vida”. Es luchador entre el bien y el mal: entre los vicios y las virtudes. Un discípulo seguidor de Cristo al servicio del reino de los Cielos.

En el evangelio de Lucas, Jesús por medio de la parábola del rico Epulón y el pobre Lázaro (Lc 16, 19- 31) nos enseña que la riqueza en sí misma, no es pecado. El hombre que trabaja y se administra, puede tener muchos bienes y no tener ni una gota de avaricia. El pecado está en no compartir, el no ayudar a otros para que vivan con dignidad. El Señor nos enseña a no vivir “la orgía de los disolutos” (Amós 6, 7) Qué el mismo San Pablo recomienda a los romanos: “Como en pleno día, procedamos con decoro: “nada de comilonas y borracheras; nada de lujurias y desenfrenos; nada de rivalidades y envidias.” (Rm 13, 13) La fe es caridad, y las raíces de la fe son la humildad y mansedumbre (cf Mt 11, 29) La confianza y la esperanza nacen y crecen en un corazón manso y humilde, capaz de despojarse y desprenderse de todo lo que impide crecer al Reino de Dios, para, darse y donarse con lo que tiene y con lo que es para hacer con otros la Comunidad de Dios.

No esperemos alcanzar la salvación después de la muerte, es hoy en vida que podemos conquistar el “Don de Dios. ¿Cómo? Con la ayuda de Dios y nuestros esfuerzos y nuestras renuncias al mal y los vicios, vemos brotar las virtudes en nuestro corazón, para luego ayudarles a crecer mediante la comunión con Cristo, con la oración y la palabra, con el uso de su ejercicio y las obras de misericordia. El Apóstol recomienda vivir en comunión por la fe, crecer en el conocimiento de Dios, mediante obediencia a los Mandamientos y a practicar las virtudes, hasta llegar a la madurez en Cristo (Ef 4, 13) Que hermoso es aceptar que de Dios viene todo don perfecto, en vez de presumir, pongamos todo al servicio de los demás (1 Cor 4, 7) La recompensa es el mismo Señor que nos ha enriquecido con su Pobreza.(cf 2 Cor 8, 9) Nuestra riqueza es Dios, Nuestro Señor (Rm 8, 17) No tengamos miedo alcanzar la Meta: Cristo Jesús: “Por lo demás, sabemos que en todas las cosas interviene Dios para bien de los que le aman; de aquellos que han sido llamados según su designio. Pues a los que de antemano conoció, también los predestinó a reproducir la imagen de su Hijo, para que fuera él el primogénito entre muchos hermanos; y a los que predestinó, a ésos también los justificó; a los que justificó, a ésos también los glorificó. (Rm 8, 28- 30) La vida de piedad recomendada por Apóstol consiste en vivir en comunión con Dios y con los hermanos para vencer el espíritu de irreligiosidad y llevar “un Nombre, un Reino y una Voluntad en nuestro corazón” para ser una bendición, un don par los demás.

Oremos: Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad  en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal.


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