EL PODER SANADOR INTEGRAL DE LA FE (1)



El Poder sanador de la fe.
(La fe entendida como confianza, obediencia, amor y
disponibilidad para servir)

Iluminación: Viendo Jesús la fe que tenían, dijo al paralítico: «Hijo, tus pecados te son perdonados.» Estaban allí sentados algunos escribas, que pensaban para sus adentros: «¿Por qué éste habla así? Está blasfemando. ¿Quién puede perdonar pecados, sino Dios sólo?» Pero, al instante, conociendo Jesús en su espíritu lo que ellos pensaban en su interior, les dijo: «¿Por qué pensáis así en vuestro interior? ¿Qué es más fácil, decir al paralítico ‘Tus pecados te son perdonados’ o decirle ‘Levántate, toma tu camilla y anda’? Pues para que sepáis que el Hijo del hombre tiene en la tierra poder de perdonar pecados —dice al paralítico—:‘A ti te digo, levántate, toma tu camilla y vete a tu casa.’»  Se levantó y, tomando la camilla, salió al instante a la vista de todos, de modo que quedaron asombrados y alababan a Dios diciendo: «Jamás vimos cosa parecida.” (Mc 2, 5- 11)

Introducción: “Hijo, si enfermas, no te desanimes; ruega al Señor, que él te curará. Aparta tus faltas, corrige tus acciones, y purifica tu corazón de todo pecado. Ofrece incienso, un memorial de flor de harina y ofrendas generosas según tus medios. Luego recurre al médico, pues el Señor también lo ha creado; que no se aparte de tu lado, pues lo necesitas;” (Eclo 38, 9- 12) La fe tiene un itinerario para arrancarle a Dios un favor, un milagro, una sanación. El texto del Eclesiástico nos presenta cuatro pasos que no podemos invertirlos. Dios es amor y es misericordioso, es un Padre que a todos escucha y tiene un proyecto de vida para todos y para cada uno de los seres humanos; se trata de un Plan de Vida y de Salvación (cf Ef 1, 8) Un Proyecto de Vida que se ha manifestado en Cristo Jesús, nuestra vida y nuestra salvación.

V     Lo primero es hacer oración. Hijo, si enfermas, no te desanimes; ruega al Señor, que él te curará. Buscar el rostro de Dios e invocar su Nombre. Sólo a él. No busques a otros: ni a brujos, ni adivino ni agoreros: “Cuando hayas entrado en la tierra que Yahvé tu Dios te va a dar, no aprenderás a cometer abominaciones como las de esas naciones. No ha de haber en medio de ti nadie que haga pasar a su hijo o a su hija por el fuego, que practique la adivinación, la astrología, la hechicería o la magia, ningún encantador, ni quien consulte espectros o adivinos, ni evocador de muertos”. (Dt 18, 9- 11) Invoca a tu Dios, es un Padre que te ama y te escucha. Si lo buscas de corazón te responderá (cf Jer 29, 13) Podemos orar sin miedo, con confianza filial al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.

V  Lo segundo busca el perdón purificador. Aparta tus faltas, corrige tus acciones, y purifica tu corazón de todo pecado. Dios es misericordioso y perdona todo pecado que se reconoce y se confiesa en su Presencia: “Piedad de mí, oh Dios, por tu bondad, por tu inmensa ternura borra mi delito,  lávame a fondo de mi culpa, purifícame de mi pecado. Pues yo reconozco mi delito, mi pecado está siempre ante mí;  contra ti, contra ti solo pequé, lo malo a tus ojos cometí” (Slm 51, 3- 5). Un corazón contrito tú no lo rechazas… (v 19) Recordemos que el pecado nos hace esclavos del mal, enemigos de Dios y nos paga con la muerte (Rm 6, 20- 23) “Confieso ante Dios y a ante ustedes que soy pecado… me arrepiento… perdóname Señor y dame tu paz.

V     En tercer lugar ser generosos. Ofrece incienso, un memorial de flor de harina y ofrendas generosas según tus medios. Dios no es comerciante y no hace sus favores o milagros a cambio de de cosas, no es un fayuquero. Es rico en amor y en misericordia. Jesucristo siendo rico se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza (2 Cor 8,9) Su salvación es un don gratuito para todos los que crean (cf Flp 2, 6-11) Pero nos invita a ser generosos, compasivos y misericordiosos para compartir con los demás los dones recibidos (cf 1 Cor 4, 7) ¿Qué podemos compartir con Dios, con la Iglesia y con los pobres? San Pablo nos invita ofrecer nuestra propia vida (cf Rm 12, 1) Podemos ofrecer algo para el “culto divino” o algo para ayudar a la Iglesia. De manera especial, podemos amar, servir y ayudar a  los pobres, algo que es muy grato y agradable a Dios (cf Mt 25, 31- 40)

V     En cuarto lugar visitar al médico. Luego recurre al médico, pues el Señor también lo ha creado; que no se aparte de tu lado, pues lo necesitas; no es ni lo primero ni lo segundo ni lo tercero, es el cuarto lugar, no invirtamos el orden. Perno tampoco rechacemos al médico ni las medicinas, podría ser una fe inmadura de nuestra parte. Escuchemos la Biblia decirnos: “Honra al médico por los servicios que presta, que también a él lo creó el Señor. Del Altísimo viene la curación, del rey se reciben las dádivas. La ciencia del médico le hace caminar con la cabeza alta, y es admirado por los poderosos. El Señor ha creado medicinas en la tierra, y el hombre prudente no las desprecia.” (Eclo 38, 1- 4)

Hablemos del encuentro sanador con Cristo.

Veamos los tres movimientos de la fe para recibir la sanación de parte del Señor Jesús: a) Ir a Jesús con la confianza de que él puede hacer por el enfermo. b) postrarse ante Jesús para ponerle todo a sus pies como aceptación de su voluntad.  c) la petición o súplica echa al Señor. Miremos tres ejemplos del evangelio de Marcos: .

1)     Se le acercó un leproso que, puesto de rodillas, le decía suplicante: «Si quieres, puedes limpiarme.» Encolerizado, extendió su mano, lo tocó y le dijo: «Quiero. Queda limpio.» Al instante le desapareció la lepra y quedó limpio. (Mc 1, 40- 42) Es el encuentro de un leproso, persona marginada que se atrevió ir a Jesús, postrarse ante él y pedir la salud. Alguien le había hablado de Jesús, confió en su poder sanador, creyó en él. Jesús lo acoge, extiende su mano y pronuncia su Palabra liberadora y sanadora. Extender la mano significa compartir el don que se tiene: la salud salvífica de Jesús que sana con su Palabra: “Quiero, Queda limpio” como expresión de la voluntad de Dios. El que antes era leproso, ahora es libre, discípulo de Jesús y es hijo de Dios.

2)     Dijo al hombre que tenía la mano seca: «Levántate y ponte ahí en medio.» Luego les preguntó: «¿Es lícito en sábado hacer el bien en vez del mal, salvar una vida en vez de destruirla?» Pero ellos callaban.  Entonces, mirándolos con ira, apenado por su cerrazón de mente, dijo al hombre: «Extiende la mano.» Él extendió su mano y quedó restablecida. (Mc 3, 3- 5) Jesús pone al enfermo como el “centro de la asamblea”. El enfermo obedece la Palabra de Jesús que quiere hacer de él un instrumento para dar una enseñanza a los amos y señores de la religión: ¿es lícito hacer el bien en sábado, salvar una vida o dejar que se pierda? Jesús molesto y triste dijo al de la mano seca: “Extiende tu mano” lo hizo y la mano quedó restablecida, ahora es una mano llena de la “Bendición” de Dios, ahora puede tocar, abrazar y servir a los suyos.

3)     Una mujer que había oído hablar de él, y cuya hija estaba poseída por un espíritu inmundo, vino y se postró a sus pies. Esta mujer era griega, sirofenicia de nacimiento, y le rogaba que expulsara de su hija al demonio. Él le dijo: «Espera que primero se sacien los hijos, pues no está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perritos.» Pero ella le respondió: «Sí, Señor. Pero también los perritos comen bajo la mesa migajas de los niños.» Él, entonces, le dijo: «Por eso que acabas de decir, puedes irte; el demonio ha salido de tu hija. (Mc 7, 25- 29) El sentido de esta curación para una persona pagana es que el amor misericordioso de Dios se ha manifestado para todos, tanto judíos como gentiles, todos son llamados a la salvación. Por la fe todos son llamados a la salvación. Los judíos llamaban a los gentiles “perros”. Jesús les llama “perritos” que la mujer acepta con humildad. “Se acerca a Jesús se postra ante él, le súplica y acepta la verdad de Jesús que libera a su hija de la opresión del demonio. Ahora Jesús tiene amigos en tierra de paganos, una misionera que da testimonio del poder sanador del Señor.

¿Cómo nos sana el Señor Jesús?

¿Cuál es la pedagogía del Señor para sanar a los enfermos, lo mismo ayer que hoy? Para sanarnos Jesús nos da su Palabra, el Perdón, la Libertad y al Espíritu Santo (cf Jn 8, 31. 32; Rm 5, 5). Jesús nos sana liberándonos de la esclavitud del Mal; de la esclavitud de los apegos a las cosas y a las personas; nos libera de la peor de todas las esclavitudes, la esclavitud de la Ley. Nos saca de la esclavitud del pecado y “Nos hace libres con la libertad de los hijos de Dios (Gál 5, 1) El Señor nos sana “reconciliándonos” con Dios y entre los hombres, Perdona nuestros pecados y nos da su paz. El hombre reconciliado es justificado, salvado y santificado. El Señor nos sana transformándonos en una nueva creación (2 Cor 5, 17) Nos transforma en hijos de Dios, hermanos de los hombres y en discípulos servidores. Pero también el Señor sana promoviéndonos personas levantas a la “dignidad de hijos de Dios. De enemigos y adversarios en hijos y amigos de Dios, hermanos de Jesucristo y en discípulos misioneros al servicio de los demás. Un regalo para los demás. Cuando lo aceptamos con alegría y aceptamos su voluntad con amor, es la señal que estamos sanos. Salud que se recibe como proceso  que llena el corazón de agradecimiento y disponibilidad para servir al Señor al estilo de la suegra de Pedro a quien el Señor la sanó y ella se puso a servirles (cf Mc 1, 29- 31)




Publicar un comentario

Whatsapp Button works on Mobile Device only

Start typing and press Enter to search