EL QUE QUIERA VENIR CONMIGO QUE RENUNCIE A SI ,MISMO, TOME SU CRUZ Y ME SIGA





“El que quiera venir conmigo, que renuncie a sí mismo, tome su cruz y me siga”. (Jesucristo)

Iluminación: En aquel tiempo, comenzó Jesús  a anunciar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalen para padecer allí mucho de parte de los ancianos, de los sumos sacerdotes y de los escribas; que tenía que ser condenado a muere y resucitar al tercer día. (Mt 16, 21)

Jesús toma la firme determinación de subir a Jerusalén.

En aquel tiempo hace referencia a un momento determinado de la vida pública de Jesús. Muchos lo seguían , pero no todos había realmente creído en Él. Los evangelios sinópticos dividen el ministerio de Jesús en dos partes, antes y después de Mateo 16,13-20; Mt 8, 31ss; Lc 9, 18ss) En cierto momento en el camino a la altura de Cesárea de Filipo en su viaje a Jerusalen a Jesús hace pregunta una a los suyos: “¿Quién soy yo para ustedes?” “Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo”, responde Pedro en nombre de los Doce. Replicando Jesús le dijo: “Dichoso tú, Simón hijo de Jonás, por que eso no te lo rebelado ningún hombre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo te digo que tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia”. “Y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedara desatado en los cielos.”

Jesús discierne los corazones de los hombres.

Jesús se ha dado cuenta que muchos los siguen por lo que les hace milagros, se sienten bien, les ha dado de comer hasta saciarse, pero, no están dispuestos a poner en práctica sus enseñanzas (cf Jn 6, 26). Muchos de sus discípulos lo abandonan ya no siguen con Él (Jn 6, 66) Ha visto entre la gente a espías de Jerusalen que toman nota de lo que predica y hasta le hacen preguntas capciosas para ponerlo a prueba; la conclusión de Jesús está muy clara: “me van a matar”. Comienza entonces una nueva etapa, se desprende un poco de la gente para dedicarse a formar su “Comunidad”, a sus discípulos para que ellos continúen en la historia su Obra: “Todo poder se me ha dado en el cielo y en la tierra, así como el Padre me envía, Yo los envío a ustedes” (Jn 20, 21)

Pedro, piedra de tropiezo.

Pedro se lo llevó a parte y trató de disuadirlo, diciéndole: “No lo permita Dios, Señor. Eso no te puede suceder a ti”. Pero Jesús se volvió a Pedro y le dijo: “Apártate de mí Satanás, y no intentes hacerme tropezar en mi camino, porque tu modo pensar no es el de Dios, sino el de los hombres” (Mt 16, 23). Las tentaciones que Jesús padeció, primero en el desierto y después  a lo largo de su vida pública pueden ser reducidas a una sola: que abandonará su Mesianismo, según Dios, su Padre, para vivirlo según la mentalidad de sus paisanos, ser Mesías según el mundo: poderoso, victorioso, rico, popular. El se afirma en la voluntad de su Padre rechazando con energía al Tentador y con la disposición radical de obedecer, amar y servir a su Padre. Realizando un acto de fe profunda, toma la determinación de subir a Jerusalen para ser “el siervo doliente de Yahveh”, padeciendo la pasión y la muerte de cruz y para perdón de los pecados y resucitando para darnos vida en abundancia.

La invitación de Jesús a todos sus creyentes.

Luego Jesús dijo a sus discípulos: “El que quiera venir conmigo, que tome su cruz y me siga. Pues el que quiera salvar su vida la `perderá; pero el que pierda su vida por mí, la encontrará. ¿De qué le sirve a uno ganar el mundo entero, si pierde su vida? ¿Y qué podrá dar uno a cambio para recobrarla? (Mt 16, 24ss; Lc 9, 23) Muchos son los que buscan la felicidad al margen de Dios. Quieren sentirse bien y recurren a la química, presente hoy en el alcohol, en la droga, en el poder, el placer y la riqueza. Jesús nos invita a seguirlo, pero no de cualquier modo, sino negándose a sí mismo y cargando la cruz, entendiéndose como un camino de realización propuesto por el mismo Jesús. La negación de sí mismo lleva al desprendimiento de las cosas, de gustos, de personas o de las propias ideas o maneras de pensar. Se deja algo, por algo mejor; lo que se deja puede ser malo o puede ser bueno, pero siempre, lo mejor es Cristo. Por Jesús renuncio a la riqueza, a la propia familia o a un status de vida para seguir a Jesús. Para identificarse y configurarse con Él.

Vidas que se pierden, familias que se destruyen, hombres y mujeres que se deshumanizan. ¿Qué podemos dar para recobrar la vida? Por el camino de la fe damos nuestras cargas al Redentor: “Vengan a mí los que están cansados y agobiados, que yo los aliviaré”, dice el Señor (Mt 11, 28) Cuando vamos a Él con un corazón contrito y arrepentidos y le entregamos nuestras cargas, recibimos del Salvador su perdón, su paz y el don de su Espíritu Santo, que guía a los hijos de Dios (CF Rm 8, 14). Momento grande que inicia a los creyentes en la nueva vida, tras las huellas de Jesús.

Jesús nos invita al compromiso de servir.

Porque el Hijo del Hombre ha de venir rodeado de la gloria de su Padre, en compañía de sus ángeles, y entonces se dará a cada uno lo merecen sus obras” (Mt 16, 27). Jesús vino y se fue, pero, se quedó y vendrá otra vez. Así entendemos que Jesús, desde Pentecostés está viniendo a nuestra vida y se manifiesta en los creyentes que lo obedecen, lo aman y lo sirven. A ellos los invita a subir con Él a Jerusalen, allá será la graduación, juntamente con Jesús, todos sus seguidores se graduaran para el “servicio”. Las instrucciones para seguirlo son muy claras: negarse a sí mismo, tomar la cruz y seguirlo. El seguimiento, no exige recomendaciones personales y no garantiza que nos vaya a ir bien o que vayamos a quedar bien, más bien nos garantiza que por el camino vamos a conocer las maravillas de Dios, el verdadero conocimiento y la experiencia de su Amor.

Condiciones para seguir a Jesús.

La decisión de seguir a Cristo pide romper la amistad con el mundo y caminar en la luz (Jn 15, 18-19; 1 Jn 2, 15) Una canción mexicana nos confirma lo anterior: Adiós botellas de vino; adiós mujeres alegres; adiós a centros nocturnos y otros lugares de vicio; adiós al fraude y a la corrupción, adiós al “mundo y al reinado de la carne” (2 Pe 1, 4; 2 Tim 2, 22; 1 Jn 1, 8-10; 1 Cor 6, 18) , frente a nosotros está el desierto… la etapa de formación y de preparación para seguir a Cristo, “Luz del Mundo”“Yo soy la luz del mundo: el que me siga no caminará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida”. (Jn 8,12) Caminar en tinieblas es dar la espalda a Dios, nos lleva a la confusión y nos hace enemigos de Dios. El que camina en tinieblas realiza las obras de la carne (Gál. 5, 19). En cambio, quien camina en la luz, obra en la luz y realiza las obras de la luz, las obras de la fe (Gál 5, 22). Caminar en la luz nos hace estar naciendo de la voluntad de Dios (cf Jn 1, 11- 12), revestirnos con el vestido del “Hombre Nuevo” en justicia y santidad para conformar la vida con Jesús (cf Ef 4, 23-24). Y, ¿ahora qué? ¿A dónde nos lleva Jesús? Juan y Andrés hicieron a Jesús esta pregunta: Maestro, ¿Dónde vives? La respuesta de Jesús es clara y concisa: “Venid y lo veréis”. Ellos fueron y estuvieron con él toda la tarde” (Jn 1, 38-39) No tengamos miedo en decirlo, Jesús en primer lugar, nos lleva a la intimidad con Dios, al conocimiento de su amado Padre. En segundo lugar, nos lleva al encuentro con pecadores como lo hizo con Leví (cf Mc 2, 15). Tres cosas pide Jesús a los suyos: Ámame, Sígueme y Niégate: Amar es guardar sus Mandamientos y obedecer su Palabra. Seguirlo es aceptar su destino y configurase con él. Negar a sí mismo para darle a Cristoel honor y la gloria y a sus hermanos el amor y el servicio. Seguir a Jesús es capacitarse para el “servicio” Ayudar a Dios a tener muchos amigos.

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