LA TRISTEZA QUE DESEMBOCA EN LA MUERTE





La tristeza que desemboca en la muerte.

“En efecto, la tristeza de cara a Dios produce un irreversible arrepentimiento para la salvación; en cambio, la tristeza meramente mundana desemboca en la muerte” (2 Cor 7, 10) El verbo “desemboca en la muerte”, es un acontecimiento que tuvo un punto de origen, y tiene un fin, la muerte, considerada como vacio de Dios, de amor y de valores. Con Pablo aceptamos que el “salario del pecado es la muerte” (cf Rom 6, 26) Muerte espiritual es caos, es vacío es confusión, es frustración existencial (cf Gn. 1, 1) Algunos textos de la Palabra nos ayudan a entender cuál es la tristeza que lleva a la muerte:

Jesús, el Cristo: Decía también: «Lo que realmente contamina al hombre es lo que sale de él. Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen las intenciones malas: fornicaciones, robos, asesinatos, adulterios, avaricias, maldades, fraude, libertinaje, envidia, injuria, insolencia, insensatez.  Todas estas perversidades salen de dentro y contaminan al hombre.» (Mc 7, 20, 27). Jesús nos dice que del corazón vacío de fe, es decir de Dios, sale la tristeza que genera la muerte, la soledad, el vacío.

Pablo: “En efecto, la ira de Dios se revela desde el cielo contra las maldades e injusticias de los hombres que aprisionan la verdad con la injusticia, pues ellos tienen claro lo que se puede conocer de Dios, ya que el propio Dios se lo manifestó. Porque lo invisible de Dios, desde la creación del mundo, se manifiesta a la inteligencia a través de sus obras: su poder eterno y su divinidad. En consecuencia, son inexcusables, porque, habiendo conocido a Dios, no lo alabaron como a Dios, ni le dieron gracias; antes bien se ofuscaron en sus razonamientos y su insensato corazón se entenebreció. Jactándose de sabios, se volvieron necios, y cambiaron la gloria del Dios incorruptible por una representación en forma de hombres corruptibles, de aves, de cuadrúpedos, de reptiles” ( Rom 1, 18- 23).

Santiago: ¿De dónde proceden las guerras y contiendas que hay entre vosotros, sino de los deseos de placer que luchan en vuestros miembros?  ¿Codiciáis y no poseéis? Pues matáis. ¿Envidiáis y no podéis conseguir? Pues combatís y hacéis la guerra. No tenéis porque no pedís.  Pedís y no recibís porque pedís mal, con la intención de malgastarlo en vuestros deseos de placer.  ¡Adúlteros!, ¿no sabéis que la amistad con el mundo es enemistad con Dios? (Snt 4, 1- 4)

Pedro: “Rechazad, por tanto, malicias y engaños, hipocresías, envidias y toda clase de maledicencias” (1 Pe 2, 1) “Huyan de la corrupción” (cf 2 Pe 1,4b) Con palabras del Pablo: “Aborrezcan el mal y amen apasionadamente el bien” (cf Rom 12, 9).

La vida en Cristo es don y lucha.

Nuestra vida está dividida en dos: un antes de conocer a Cristo y un después de conocerlo: “Porque en otro tiempo erais tinieblas” “Pero ahora sois luz en el Señor” (Ef 5, 7) El fruto de las tinieblas lleva a la muerte y el fruto de la luz nos lleva a la vida (cf Ef 5, 1- 8; Gál 5, 19-22)  Dos caminos, uno de muerte y otro de vida: Uno es ancho y otro es angosto: “Entrad por la entrada estrecha, porque ancha es la entrada y espacioso el camino que lleva a la perdición; y son muchos los que entran por ella. En cambio, ¡qué estrecha la entrada y qué angosto el camino que lleva a la Vida! Y pocos son los que lo encuentran” (Mt 7, 14- 14) La vida cristiana es “Don y lucha”. “Don y conquista”. “Don y respuesta”.  Jesús, es Señor nos advierte: “Vigilad y orad para no caer en tentación” (Mt 26, 41). “Estad preparados con las lámparas encendidas y la túnica puesta” (cf Lc 12, 36) La exhortación de san Pablo es actual: “No extingáis el Espíritu; no despreciéis las profecías; examinadlo todo y quedaos con lo bueno. Absteneos de todo género de mal” (1 Ts 5, 19- 22).

Comienza la lucha.

La tentación se presenta como algo bueno y bonito, nunca como algo malo: Y nada tiene de extraño, pues hasta el mismo Satanás se disfraza de ángel de luz (2 Cor 11, 14). Su primer dardo es la confusión, la hija favorita de la mentira: Dijo a la mujer: “¿Cómo os ha dicho Dios que no comáis de ninguno de los árboles del jardín?» Respondió la mujer a la serpiente: «Podemos comer del fruto de los árboles del jardín. Mas del fruto del árbol que está en medio del jardín, ha dicho Dios: No comáis de él, ni lo toquéis, so pena de muerte.»  Replicó la serpiente a la mujer: «De ninguna manera moriréis. Es que Dios sabe muy bien que el día en que comáis de él se os abrirán los ojos y seréis como dioses, conocedores del bien y del mal” (Gn 1- 5). La confusión siembra la duda, entorpece la mente para no saber ni cómo actuar ni cómo responder.

El segundo dardo, enviado por el adversario, es la parálisis. El hombre confundido, experimenta la tristeza que lleva a la muerte. Abandona el bien para hacer el mal. Abandona la oración, la lectura, los sacramentos, las buenas obras, para inclinar su corazón hacia el mal. Ha entrado en un proceso de deshumanización, despersonalización, descristianización. Un hombre que teniendo ojos no ve, teniendo oídos no escucha, teniendo boca no se comunica, teniendo pies no camina (cf  Mc 8, 16) A lo bueno le llama malo y a lo malo bueno. Se atrofia y no sale de sí mismo, se enconcha y cae en las manos del peor enemigo de su realización: el individualismo, no comparte, no ama, no se comunica porque su corazón se ha paralizado. Con palabras de Pablo se encuentra como vendido al poder del pecado (cf  Rom 7, 14- 24) Santiago lo afirma diciendo: “Pudiendo el bien no lo hacemos” (Snt 4, 18).

El tercer dardo del Maligno es la frustración. Frustración que manifiesta la no proyección. Una vida que se ha desviado hacia situaciones de desgracia de no realización, entre ellas mencionamos “El conformismo” “el totalitarismo” “el fariseísmo” “el individualismo” “el hedonismo”. La frustración nace y crece en el “Vacío existencial”. Sus frutos son de muerte, entre los más dañinos, son: “el aburrimiento, llamado también angustia”. Situación que lleva a la tristeza que lleva a la muerte: alcoholismo, drogadicción, prostitución, modas y lujos para llenar el corazón vacío. Tristeza que lleva a la agresividad, a la ira, a la venganza, a la envidia, al fraude, a matar. Tristeza que lleva al “Aislamiento” al “Individualismo” a la “Soledad del corazón” a la “pérdida del sentido de la vida”.

El fondo del itinerario que lleva a la deshumanización o despersonalización se encuentra la mentira, “Madre del vacío existencial”. Mentira creída, experimentada y trasmitida: “¿Cuánto tienes, cuánto vales? Cuando el hombre es visto como un objeto, se le valora por lo que tiene. Vale más el dinero, el petróleo, el lujo que las personas a las que hay que destruirlas para quitarles lo que tienen. Esta “inversión de valores” es la causa de las guerras, guerrillas, crímenes, abortos, divorcios, violaciones, pobreza, miseria en muchos y riquísimos en algunos ¿Cuál es la causa de las guerras en Medio Oriente? ¿Cuál es la causa de la pobreza en nuestros países? ¿Cuál es la causa de los secuestros? Con toda firmeza digámoslo: La “Inversión de Valores”, es decir, el hombre reducido de un “fin en sí mismo a un medio de trabajo o de placer”. Hombre es valorado por lo que tiene, por lo que hace o por lo que sabe. La verdad del Evangelio nos dice que todo hombre vale por lo que es, persona, valiosa, amada por Dios, fuente de toda dignidad.

La tristeza que lleva a la muerte deja en nuestro corazón un “complejo de culpa” que viene a ser una fuente de comportamientos neuróticos. Fuente de remordimientos que llevan a la desesperación como el caso de Judas que terminó ahorcándose (Cf Mt 27, 5). Complejo o sentido de culpa genera remordimiento que ahoga la paz, la alegría y es causa de divisiones. Nos preguntamos: ¿Cuál es la tristeza que nos lleva a la vida? Y ¿Quién nos puede mostrar ese camino que nos lleva a la vida? Se trata del camino del arrepentimiento, el camino angosto. Se trata del camino que hemos de recorrer y pasa por el camino de la cruz y de la resurrección, el camino de la fe.

Se continuará


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