LA EUCARISTÍA COMO PRESENCIA REAL DE JESUCRISTO


La Eucaristía como “presencia real” de Jesucristo.


1.   Eucaristía: presencia Real de Jesucristo.

Los católicos vamos a Misa a tener un encuentro personal con Cristo. ¿Dónde podemos verlo? Cristo está presente en cada uno de los fieles, miembros de su Cuerpo; presente en la Palabra que se proclama; presente en el sacerdote celebrante y presente en las especies eucarísticas del pan y del vino que por las palabras de la consagración y por la acción del Espíritu Santo son trasformados en cuerpo y sangre de Cristo. Esta es nuestra fe católica, que la Iglesia recibió de los Apóstoles.

Pablo VI llamó a la presencia de Cristo en la Eucaristía “Presencia Real”, no por exclusión, porque las otras no fueran “reales”, sino por antonomasia, ya que es sustancial, ya que por ella ciertamente se hace presente Cristo, Dios y Hombre, entero e íntegro (Misterio de Fe No. 39). El grito, el clamor de los fieles debe ser como el de los testigos de Emaús: “Señor, quédate con nosotros”: Jesús responde con un permanente sí: “y entró para quedarse con ellos” (Lc 24. 28s) La Iglesia católica cree firmemente que después de las palabras de la Consagración, Cristo vivo, está presente sobre el Altar ofreciéndose como “Víctima viva al Padre por la salvación de la humanidad”.

2.   La Eucaristía como “Banquete”.

La Eucaristía es un verdadero banquete, es un banquete anticipado del cielo que se nos da aquí en la tierra. Es Cristo quien invita: “Por eso dichosos los invitados a la cena del Señor”. Banquete, en el que Cristo se ofrece como alimento, y no se trata de cualquier alimento, sino de Cristo mismo que nos da a comer su cuerpo y su sangre: “En verdad en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y no bebéis su sangre, no tendréis vida en vosotros (Jn 6, 55).

La Eucaristía es el banquete  de hermanos con Dios, comida fraterna, comida de fiesta, comida divina, comida del más allá, porque anticipa desde aquí el banquete del cielo. El Banquete en el que Dios invita a todos a sentarse a la Mesa y comer “los manjares suculentos y los vinos exquisitos” que el mismo Dios sirve a sus comensales: Jesús se nos ofrece como pan de vida y vino de alianza, no como alimento maquinal, mecánico, que obra por fuerza incontrolable al margen de nuestras decisiones personales. “Tomad, comed y bebed” no es mandato forzoso: es una invitación a corresponder. Comer el “pan y beber el vino” son expresiones-visibles de acogida libre y cordial de Él en nuestro corazón y en nuestra vida. A la invitación a sus discípulos: “Vengan y coman gratis”, nosotros respondemos: “Señor, yo no soy digno de acercarme a este Banquete, pero ya que tú me invitas, basta con que digas una sola palabra y mi alma quedará limpia para siempre”.

Al comulgar el cuerpo de Cristo podemos decir que gozamos del cielo en la tierra por la presencia de Jesús Sacramentado, si cielo es estar junto a Dios y  gozar de Dios. El cielo es donde está Cristo y si Cristo es la Eucaristía, esta contiene toda la riqueza espiritual de la Iglesia, y… ¡Cristo es nuestra Riqueza, es nuestra Paz, es nuestro Cielo! Cuando recibimos a Cristo en la Eucaristía, Él nos da su persona, su amor, su vida, su Espíritu Santo: recibimos  al Dios vivo y verdadero.

En la Eucaristía tenemos y vemos a Dios, no con la vista material  pero sí con la visión inmaterial del alma, con la mirada de la fe. Cuando nos acercamos a la Eucaristía nos encontramos “ante Cristo mismo”.  Nuestros ojos corporales y nuestra alma pertenecen a este mundo y todavía están cubiertos por los velos del pecado, pero podemos con los ojos de la Fe, decir con Santo Tomás ante Cristo Eucaristía: “Señor mío y Dios mío” (Jn 20, 28).

Es Banquete para todos: el niño, el adulto, el pobre, el rico, el sabio, y para el ignorante. Todos son invitados a la Cena del Señor, y Dios no tiene acepción de personas. No basta con venir a misa, pero no pasar a la recibir la Eucaristía. No comulgar es no participar, es quedarse fuera.


3.   La Eucaristía es el Sacrificio de Cristo: Sacrificio del Altar.

La Eucaristía contiene todo el bien espiritual y toda riqueza de la Iglesia, es su Tesoro: la riqueza de la Iglesia es Cristo. Qué bello es creer que vengo a Misa a experimentar el amor de Dios; vengo a apropiarme de los frutos de la redención de Cristo: el Amor, el Perdón, la Vida, la Resurrección de Cristo y el don del Espíritu Santo. El la eucaristía Jesús nos muestra un amor que llega hasta el extremo, un amor que no conoce medida y que no tiene límites: No solamente nos dice: Tomen y coman…tomen y beban, para luego decirnos: “Este es mi Cuerpo y esta es mi Sangre” sino que añadió que será entregado por ustedes… derramada por ustedes (Lc 19, 20). De esta manera la Iglesia siempre ha visto y creído que la Eucaristía es “Presencia, Banquete y Sacrificio”. Cristo presente en la Misa nos habla y se nos da en alimento y se ofrece por nosotros en sacrificio.

San Pablo nos dice: “Cuantas veces se celebra en el Altar, el sacrificio de la cruz, se realiza la obra de nuestra salvación” (cfr 1 Cor 5,7) El sacrificio Eucarístico es el mismo y único sacrifico de la cruz.  Jesús había dicho: “he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia (Jn 10, 10); “Mi vida no me la quitan, Yo la doy, porque soy el buen Pastor que da la vida por sus ovejas (Jn 10, 18) y no hay amor más grande que el que da la vida por sus amigos (Jn 15, 13).

4.   La Eucaristía como lugar de encuentro por excelencia con Cristo.

¿Dónde nos encontramos con Jesús? ¿Qué cambios podemos ver después del encuentro (Lucas 24, 13)

1)   En la realidad. En los caminos de la historia. En el acontecer diario. “Los acontecimientos son como maestros venidos de las manos de Dios” (Pascal). Recordemos que se acerca a los suyos y se interesa por su realidad.

2) En las Sagradas Escrituras. Les explicó lo que sobre Él decían Moisés y los profetas. La explicación de Jesús provoca una alegría inmensa en aquellos viandantes.

3) En la fraternidad. La fraternidad es la antesala del encuentro. Quédate con nosotros que ya oscurece. El Otro nos muestra el rostro del Señor. Lucas quiere dejar esto claro para su comunidad.

4) El cúlmen del encuentro acontece en la Eucaristía. En ese momento se les abren los ojos, lo reconocen. Pero, curiosamente, el Señor desaparece de su lado. La Eucaristía para Lucas es la prolongación de la Encarnación, donde Cristo se hace presente. Donde la comunidad reconoce de manera plena su Presencia amiga.

5) A Cristo se le encuentra en la comunidad, en la Iglesia, con la que confesamos que Jesús está realmente presente en la Eucaristía. El Jesús resucitado. Vencedor de la muerte. Señor de la historia. La Eucaristía es fuente evangelizadora y fundamento de la Iglesia, de la Comunidad cristiana y fraterna.

Juan Pablo II en la exhortación apostólica “La Iglesia en América”, nos habló de los lugares para encontrar a Cristo, señalándonos en primer lugar La Sagrada Escritura, leída a la luz de la tradición, de los Padres y del Magisterio, profundizada en la Meditación y la Oración.  En el encuentro con las personas, especialmente con los pobres, con los que Cristo se identifica, pero, también el Papa, nos habló de las múltiples presencias de Cristo en la Liturgia, de manera especial en la Eucaristía: “Cristo está presente en los fieles, en la Palabra que se proclama, en el sacerdote celebrante y está presente “sobre todo bajo las especies Eucarísticas” (EIA No. 12).

El Encuentro con Cristo siempre será liberador y gozoso. Liberador porque, en virtud de su sangre preciosa, nos quita las cargas del pecado, y gozoso por que experimentamos el triunfo de la Resurrección de Jesucristo. Dos realidades, dos momentos de una misma experiencia: Muerte y Resurrección. La Pascua del Señor que celebramos en la Eucaristía. Encuentro que nos lleva a la conversión, a la comunión y a la solidaridad con todos.


5.   La Eucaristía Sacramento del Amor y de la Paz.
El alma de todo apostolado es el amor, pues este es la única fuerza capaz de cambiar el corazón del hombre y de la humanidad entera. El amor es una fuerza extraordinaria, que mueve a las personas a comprometerse con valentía y generosidad en el campo de la justicia y de la paz, que es también fruto del amor, el cual sobrepasa todo lo que la justicia no puede realizar.

La Eucaristía cuando es celebrada de manera activa, consiente y responsable, cambia nuestra mirada, nuestra manera de pensar, nos valoramos de otro modo, nos aceptamos mutuamente y nos amamos con el mismo Amor de Dios, es decir, nos capacita para ser constructores de una comunidad nueva, fraterna y solidaria.

La Eucaristía construye la Iglesia: la ilumina y la santifica; forma la familia de Dios, la comunidad fraterna. Comunidad cimentada en la Verdad, en el Amor y en la Vida, es decir, en Jesucristo, el Hermano Mayor. Los que reciben la Eucaristía entran en comunión con Jesucristo y con todos los miembros de su Cuerpo. (1 Cor 10, 17).

No obstante todo lo anterior, el Señor nos habló como prepararnos para recibir la Eucaristía de manera digna: «Cuando entró el rey a ver a los comensales vio allí a uno que no tenía traje de boda. Le dijo: ‘Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin traje de boda?’ Él se quedó callado. Entonces el rey dijo a los sirvientes: ‘Atadlo de pies y manos y echadlo a las tinieblas de fuera; allí será el llanto y el rechinar de dientes.’ Porque muchos son llamados, mas pocos escogidos.» ( Mt 22, 17ss)“Ser portadores del traje de Bodas” para no ser sacados atados de pies y manos, consiste en tener una conciencia limpia, justificada y redimida por la fe y la conversión a Jesucristo. Razón por la cual la Eucaristía estaba en íntima comunión con el Sacramento de la confesión.
                                                                                                           
La Eucaristía es entonces la celebración de la fraternidad por excelencia, un lugar de encuentro con Dios y con los hombres, con los discípulos y con los marginados, con los que están cerca y con los que están lejos, todos hermanos, comunidad que no puede ser dividida, sino que forma un solo cuerpo. Esta comunidad nos dice el Libro de los Hechos que tiene cuatro características:

·         La primera, los creyentes eran perseverantes en la enseñanza de los apóstoles. ¿Qué enseñaban los apóstoles? Lo que Jesús les había enseñado a ellos.
·         La segunda: la comunión, es el compartir, es el poner al servicio de los demás nuestros bienes, para que nadie pase necesidades y todos tengan lo necesario para vivir con dignidad.
·         La tercera: la fracción del pan, es el primer nombre que se le dio a nuestra misa, sintetiza la vida de Jesús, el Don de Dios para los hombres y la vida del cristiano llamado a ser pan partido para los demás, no podemos venir a la misa con las manos vacías, traigamos y ofrezcamos nuestros trabajos, nuestras alegrías y nuestras tristezas.
·         La cuarta: las oraciones que se hacía por las casas, en las que compartían el pan con alegría, para que no hubiera necesitados entre ellos.
·         La quinta característica: los creyentes vendían sus propiedades y las ponían a los pies de los apóstoles, para que ellos las distribuyeran entre los necesitados.
La multitud de los creyentes no tenían sino un solo corazón y una sola alma, nadie llamaba suyo a sus bienes, sino que todo era en común entre ellos. Los apóstoles daban testimonio con gran poder de la resurrección del Señor Jesús, y gozaban de gran simpatía  (Hech 4,32-33)


6.   La Eucaristía es Comida fraterna.
Al estar todos sentados a la Mesa, manifiesta de una manera clara que la Eucaristía nos hace ser familia de Dios y por lo tanto es Mesa fraterna, Cena de hermanos. Edificar la Iglesia y la comunidad fraterna es uno de los más hermosos frutos de la Eucaristía. Por el Bautismo entramos en comunión con Dios y entramos a formar de la comunidad de hermanos en la fe. Por la reconciliación se restablece la unidad y la comunión que habían sido rotas por el pecado  y por la Eucaristía se renueva y fortalece la comunión.

Por el Bautismo somos llamados a ser de Cristo; la Eucaristía realiza está llamada: “El cáliz de bendición que bendecimos ¿no es acaso comunión con la Sangre de Cristo?, y el pan que partimos ¿no es comunión con el Cuerpo de Cristo? Porque aún siendo muchos, un solo pan y y un solo cuerpo somos, pues todos participamos de un solo pan” (1 Cor 10, 17). Sabemos que la Eucaristía es símbolo de unidad y vínculo de caridad: nos hace unidad, comunión y donación, por lo tanto la Eucaristía entraña un “compromiso a favor de los pobres”. Volvamos a repetirlo: “Este Banquete eucarístico, además de unirnos con Dios, hace que nos amemos los comensales, y que seamos regalo de Cristo para la Humanidad.

7.   La Eucaristía y el compromiso con los pobres.
El compromiso cristiano viene a ser para la vida espiritual lo que los huesos son para nuestro cuerpo. Un cuerpo sin huesos no se sostiene y no camina, de la misma manera nuestra fe sin compromiso está vacía y termina por morirse. Este compromiso tiene tres fundamentos:

·         La Clave del compromiso: Ser de Cristo. Cada vez que recibimos la comunión, estamos sellando nuestra pertenencia a Cristo y a la Nueva Alianza. Cuando aceptamos pertenecerle al Señor, todo lo de Él es nuestro y todo lo nuestro es de Cristo. No vivimos para nosotros mismos, sino que para el Señor vivimos, tanto en la vida como en la muerte somos del Señor.

·         La Ley del compromiso es la Ley del Amor, la Ley de Cristo. Al recibir la Sagrada Comunión se está actualizando y renovando la profecía de Jeremías: “Inscribiré mi Ley en su interior”. Con Palabras del Nuevo Testamento: “Derramaré mi amor en sus corazones” (cfr Rom 5, 5)

·         El Camino del compromiso es el Servicio a Dios en la Iglesia y desde la Iglesia. La Eucaristía es el alma del culto cristiano, culto en Espíritu y en verdad a favor de toda la Humanidad. Es la puesta en práctica del “Mandamiento de Jesús”: “Ámense los unos a los otros como yo los he amado” (Jn 13, 34). Ámense, lavándose los pies unos a los otros. Es decir, ayúdense a crecer en la fe y a llevar una vida más digna.




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