6.- LA PERDIDA DEL SENTIDO


LA PÉRDIDA DEL SENTIDO.

Objetivo: Mostrar como el hombre cuando no se proyecta en la vida o cuando desvía hacia izquierda o derecha, o cuando no vive en relación con la Realidad puede llegar a la pérdida del sentido de la vida.

Iluminación: La fe no es simplemente la adhesión a un conjunto de dogmas, completo en sí mismo, que apagaría la sed de Dios presente en el alma humana. Al contrario, proyecta al hombre, en camino en el tiempo, hacia un Dios siempre nuevo en su infinitud (Benedicto XVI. Ángelus, 28 de agosto del 2005). 

1.      Corona de la frustración.

La pérdida del sentido de la vida es la consecuencia de haber vivido en la mentira; de no haber caminado en la vida con dignidad y a la luz de los valores de la verdad, de la justicia, de la libertad y del amor. Cuando el hombre no vive de encuentros con su realidad; cuando se desvía a derecha o izquierda; cuando cae en la inversión de valores… cuando todo aquello en lo que había puesto su confianza le falla… entonces aparece en la vida del hombre el sin sentido.

¿Cuándo y cómo llega? Cuando todo aquello en lo que yo confiaba me ha fallado; cuando mis dioses me han abandonado; cuando lo que me daba placer ha dejado de funcionar; cuando el edificio de mis ilusiones se ha derrumbado; cuando las cosas se hacen por obligación y sin sentido, comienzo entonces a experimentar soledad, desamor, culpa, angustia, tristeza, desilusión... Cuando mis dioses no me han respondido; cuando mis ídolos han caído de su altura y se me han hecho pedazos… es entonces cuando puedo llegar a pensar: no vale la pena vivir, trabajar, seguir haciendo esfuerzos.

¿Qué es lo que realmente está pasando en el interior del hombre? La respuesta  está a flor de tierra: no hay realización humana. Se le ha perdiendo el sentido a la vida. No vale la pena seguir viviendo. La familia es una carga, no vale la pena invertir en los hijos. Se ha perdido la esperanza. ¿Será que se ha  llegado a tocar fondo? La fuerza de la frustración está tocando fondo: el fondo del pozo del corazón. La persona ha entrado en una crisis existencial en la cual puede hundirse y perderse, como también puede sacar una enseñanza y levantarse para aceptar los retos que la vida le presenta.

2.     Aquello que sobrevive.

¿Qué queda del ser humano? En el fondo del pozo, aún queda, un bosquejo de persona, un hilacho humano; un ser atrofiado; pero, a la vez, un alguien poseedor de una dignidad que llevará con él hasta el último suspiro; sigue siendo un ser valioso, importante y digno. ¿Lo sabrá? Lo más seguro es que no, tal vez, al encontrarse en tinieblas, no tenga nada de claridad. En lo más profundo de su ser ha aparecido la pérdida de sentido de la vida. Puede haber perdido su razón de ser y los deseos de vivir, de luchar, de  estar ahí. Pero, puede que aún haya en su interior un deseo, una esperanza, una ilusión: ponerse de pie, salir fuera y comenzar un nuevo estilo de vida. El hombre en cualquier condición y circunstancia, tiene la última palabra: puede decidir quedarse así o decidir seguir viviendo y luchar por una ilusión, por un ideal, por un algo, por un amor (Frankl).

Puede decidir superarse a sí mismo como puede también abandonarse y sumergirse es su propia sepultura: su propia miseria. Quedarse ahí, como un ser arrojado a un lado del camino, al margen de su propia realización; Como puede también, desear vivir al servicio de una cosa o vivir por el amor a una persona. Un ejemplo es el ciego de Jericó que grita con la fuerza que aún quedaba en sus débiles pulmones: “Jesús, hijo de David, ten piedad de mí”. Jesús le pregunta: “¿Qué quieres que te haga?” La respuesta, el clamor del ciego llegó hasta los Cielos: “Que yo recobre la vista” (Lc 18, 35- 43). Del encuentro con Jesús emergió un hombre responsable y libre que camina con el Señor hacia Jerusalén.

3.     La última palabra es del hombre.

Esta enseñanza evangélica nos confirma los que Víktor Frankl ha dicho: El hombre no es una máquina que debe ser reparada, no es un mero aparato estropeado, si lo tomamos en serio como persona, como un ser libre y responsable, no importa su estado de deshumanización, podemos también apelar a su libertad y responsabilidad, sólo entonces le daremos una oportunidad para que tome las riendas de su propio destino para que se trasforme y se supere. El hombre, aún medio de situaciones y de circunstancias biológicas, psicológicas y sociológicas desagradables,  es libre para decidir adoptar una postura frente a esas situaciones o circunstancias, ya sea resignándose a ellas o ya sea superándolas haciendo uso de poder de obstinación de la mente. (En el Principio era el Sentido. pág. 90, ed. Paidos).

Lo anterior es reforzado por el mismo Doctor que dice: ser persona no significa, nunca, tener que ser sólo así y nada más, sino que es poder ser siempre de otra manera. Todo esto depende sólo de la propia persona que libremente decide superarse, saliendo de la desilusión, del conformismo, del totalitarismo, del individualismo; del vivir para sí mismo, y decide vivir para los demás. Urge repetirlo para que no se nos olvide: Es decisión personal salir y proyectarse como el quedarse encerrado lamentándose de sí mismo.

4.     Sólo para recordar

El hombre no fue creado para vivir en solitario (Gn 2, 18). El hombre solo no se realiza; es un ser necesitado de ayuda; necesita de Dios, de los otros y de lo otro. Cuando se habla de la autoformación y de la autorrealización del hombre,  no se está afirmado que él pueda realizarse a sí mismo, sin la ayuda de los demás, sino que es él, quien ha de ser responsable y protagonista de su propia historia. Nunca poner la vida y el destino en manos de otros, sería un crimen. El hombre se autoforma, es decir, es él quien decide con responsabilidad y libertad el camino a seguir. El camino no lo hace solo, otros caminan con él. Otros, con quienes está llamado a compartir sus debilidades y sus fortalezas; sus valores, talentos o capacidades. En ese intercambio, el hombre va saliendo de sí mismo para ser de otra manera. Va pasando de una situación de inmadurez para crecer como persona en un diálogo interpersonal y vivir de encuentros con su “Realidad”. La ex – peri - encia - de hacerse persona pide >>salir fuera>>, >>para ir hacia<< la propia >>realidad<< Para intercambiar palabras, ideas, experiencias, vida, con los otros. El hombre, abierto a la verdad decide por sí mismo ser lo que está llamado a ser.

5.     Despertar la conciencia es un desafío actual.

Urge despertar la conciencia del hombre. Despertar, significa sacudirlo, para que se inicie en su proceso de realización humana y cristiana. Ayudarlo, dándole la luz de la verdad, a tomar la decisión de salir de la mediocridad, de la superficialidad; de una situación de desgracia, de no salvación, para que se transforme en un ser original, responsable, libre y capaz de amar. La decisión es personal… no es tan rápida como se quisiera, tiene que atravesar por procesos que no se pueden quemar. La mente y la voluntad atrofiada… las ataduras del corazón…las heridas de la vida… la ceguera espiritual y la dureza del corazón… eso y más, son barreras o demonios que llenan de miedo, de impotencia que no pocas veces hacen decir: ¿Para qué? Ya no tengo remedio, soy un caso echado a perder. Pareciera que solo un milagro pudiera salvarlo, pero, hasta los milagros piden una respuesta, y ésta puede darse cuando Dios irrumpe en la vida del hombre para ayudarlo a encontrarse consigo mismo. Mi experiencia personal lo afirma cuando me encontraba en situaciones realmente críticas, algo o alguien me cuestionó, me hizo pensar y sentir; hubo un encuentro con Alguien, y comenzó un cambio en mi manera de pensar, de sentir y de vivir. El milagro se realiza cuando el hombre, a la luz del encuentro, se reconoce vacío: No soy feliz; me he equivocado; soy el culpable por lo que me pasa; por la vida que llevo no puedo experimentar el amor de Dios; estoy necesitado de ayuda… ayuda que sólo puede venir de Dios.

6.     El Encuentro con el Señor.

Leamos la parábola del hijo pródigo y nos daremos cuenta que el proceso que vivió lo hizo pasar por estas etapas: se alejó de la casa paterna, derrochó sus bienes de fortuna; tuvo necesidad; sintió hambre; cuidó cerdos; ni siquiera podía comerse las sobras de estos animales; hizo un alto en su vida; se encuentra consigo mismo; recordó la casa de su padre; toma la decisión de salir; se levanta; entra en sí; y se pone en camino (Lc 15, 11ss) Todos estos pasas pertenecen a la dinámica de la fe. Son parte de un proceso lento y doloroso, sus peores enemigos son su mente servil y su sentido de indignidad: “No soy digno de ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus criados”. ¿Cuánto tiempo le llevó vivir estas etapas del proceso? ¿Cuántas personas le ayudarían de una manera u otra? ¿Qué palabra escuchó que lo hizo cambiar de rumbo? ¿Habría alguien que lo confrontó con el estilo de vida que llevaba; reflexionó que su modo de ser y de actuar no respondía a los deseos y anhelos de su corazón de años atrás? Estas y otras preguntas son realidades, experiencias del camino que responden a una realidad que hará decir al hombre: “No soy feliz; he fallado; tengo una necesidad; estoy necesitado de ayuda. Todo esto es el “clamor que brota del corazón humano y que sube al Cielo, donde Dios responde: “¿Qué quieres que haga por ti?”, “¿En qué puedo ayudarte?”, “¿Qué necesitas de mi?”. Recuerdo el día que encontré en la Biblia estas palabras de Jesús: “Vengo para que tengas vida y la tengas en abundancia” (Jn 10, 10) Confronté mi realidad con lo que Jesús ofrece, y nació en mi la esperanza de poseer esa vida en abundancia.

El encuentro con el Señor es liberador y gozoso por que nos quita las cargas y nos da la hermosa experiencia de su amor (Mt 11, 28s). Al llegar a “Casa”, es Cristo quien sale al encuentro del que regresa; encuentro entre la miseria del pecador y la ternura y la misericordia de quien lo acoge (Lc 15, 11ss). Para quien llegó a tocar fondo y conoció la miseria, ahora, después de su encuentro; después de haber experimentado lo bueno que es el Señor; después de romper ataduras, dejar lo mundano para hacer la voluntad de Aquel que lo ama hasta el extremo; ahora comienza la fiesta. (Jn 13, 1; Gál 2, 2); esta experiencia, es sencillamente una fiesta. Ahora si es posible la conversión; ahora es posible hacerlo sin pujidos, sin tristezas, sin reclamos. Ahora se camina, ya no se arrastra; ahora se piensa y se decide a la luz de la Palabra que es “espíritu y vida” (Jn 6, 63). Se ha retomado el camino; camino lleno de experiencias. Ahora se puede tomar la decisión de caminar con Jesús para vivir “la aventura de la fe”.

7.     Los nuevos ángeles de carne y hueso.

En mi experiencia personal, con un agradecimiento profundo a mi Señor que me hizo volver al “Rebaño”, a la “Familia” a la “Comunidad”, pienso, mirando hacia atrás en las personas, hombres y mujeres que yo ni siquiera conocía y que nunca volví a encontrarme con ellas. Pero, en su momento me dieron una palabra que me sacudió, que me puso a pensar, que me llevó a tomar conciencia de mi realidad existencial. Sus palabras fueron “luz” que iluminaron mis tinieblas; fuego que chamuscaba; espada que cortaba. Recuerdo a una hermosa joven de color que me decía en el momento que compraba una botella de licor: “yo no gastaría mi dinero en eso”. “Yo prefiero vivir mejor y comer mejor”, “Yo mejor gastaría mi dinero en otra cosa”. En otra ocasión en un centro nocturno, después de que había dado una espléndida propina, una bella señora de apariencia  muy culta me dijo: “No se moleste por lo que le voy a decir, pero, creo que éste no un lugar para usted”. “usted no pertenece a este ambiente”. ¿Cuál será mi lugar o mi ambiente? Le respondí: “No lo sé”, me dijo ella: “pero, sé que esto no es lo suyo”. Después de mi encuentro con el Señor comprendí que mi lugar era “Mi comunidad cristiana”, “Lo mío: mi ambiente y mi vida, era Cristo”

Otra mujer que visitaba mi casa para darme testimonio de su experiencia de encuentro con Cristo en un retiro espiritual al que había ido el fin de semana, yo bajo los efectos del alcohol, la  invitaba a ir a la cama, me respondió: “¿No sabe usted que su cuerpo es cuerpo de Cristo?”. “Lea su Biblia”. “Usted debe huir de la fornicación, yo, ya lo hice y soy feliz”. Palabras que me atravesaron y llegaron hasta el fondo de mi conciencia. Personas que veces me dieron una palabra, veces un testimonio de vida, pero siempre me dieron tema para reflexionar mi vida. ¿Quiénes eran estas personas? Hombres y mujeres; personas algunas pobres, otras cultas, algunos negros, otros blancos. De algunas, no sé si serían católicas o evangélicas. Hoy creo que eran profetas de Cristo; ángeles de carne y hueso, verdaderos enviados del Señor Jesucristo que me invitaba a volver a casa… y volví.
            … Gracias Señor, por hacerme volver… Gracias por haberme recibido.
Reflexión por grupo
Plenario para compartir experiencias.
Oración individual y comunitaria.



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