5.- LA FRUSTRACIÓN COMO FRUTO Y ARMA DE LA MENTIRA


La frustración como fruto y arma de la mentira

Objetivo: Mostrar la no proyección, desviándose a izquierda o derecha, o quedándose en el pasado llevando una vida atascada en el hedonismo, como el camino de la despersonalización y el origen del vacío existencial, para comprender la necesidad de cultivarse a sí mismo.

Iluminación:Y no os adaptéis a este mundo, sino transformaos mediante la renovación de vuestra mente, para que verifiquéis cuál es la voluntad de Dios: lo que es bueno, aceptable y perfecto” (Rm 12, 2).

La fe es al mismo tiempo esperanza, es la certeza de que tenemos un futuro y de que no caeremos en el vacío. La fe es amor, porque el amor de Dios quiere “contagiarnos”. Esto es lo primero: nosotros simplemente creemos en Dios, y esto lleva consigo también la esperanza y el amor (Benedicto XVI. Homilía, 12 de septiembre del 2006). 

1.      ¿De qué se trata?

De la confusión se pasa a la parálisis, para luego entrar en la frustración, realidad  generadora de muerte. Es consecuencia de haber usado mal la libertad y de no haber cultivado el barbecho del corazón, del cual nos habla el profeta (Jer 4,3) ¿Cómo y cuándo aparece? Llega  cuando las cosas no han salido como se esperaban. Cuando no se han cumplido las expectativas. La frustración genera angustia, agresividad, violencia, aislamiento, soledad y más. Podemos afirmar que este demonio recompensa con un “carácter fuerte o alterado”. Un hombre frustrado generalmente es violento, opresor, manipulador y destructivo; un buscador de razones para sentirse bien, para ser feliz, y generalmente lo hace, tratando de afirmarse como dueño de la situación recurriendo a la violencia. Cuando se altera, pareciera que no piensa, no escucha, no reconoce… mata, destruye, humilla, aplasta, infunde miedo a los que lo rodean.

·         La Iglesia nos dice:  

El Concilio Vaticano II nos ha dicho: “Con demasiada frecuencia los hombres, engañados por el Maligno se pusieron a razonar como personas vacías y cambiaron el Dios verdadero por un ídolo falso, sirviendo a las creaturas en vez de al Creador. Otras veces, viviendo y muriendo sin Dios, en este muriendo, están expuestos a la desesperación más radical” (LG 16)
Este modo de ser y de vivir que nos presenta el Concilio lleva sin dudas a la frustración que hace decir: ¿Para qué fui médico? ¿Para qué me casé con esta mujer? ¿Por qué fui sacerdote? ¿Por qué mejor no fui maestro? Nada me complace; nada me llena… Lo que realmente estoy diciendo es que no soy feliz, porque estoy frustrado. 

·         La Biblia nos dice:

Jeremía 2, 13-14. “Doble mal ha hecho mi pueblo: a mí me dejaron, manantial de aguas vivas, para hacerse cisternas, cisternas agrietadas, que el agua no retienen”.

Efesios 4, 17-18. “Por tanto, os digo y os repito en nombre del Señor que no viváis ya como los gentiles, que se dejan llevar por su mente vacía, obcecados en las tinieblas y excluidos de la vida de Dios por su ignorancia y por la dureza de su corazón”.

Pero, ¿A quién culpar por todo esto? Muchos son los que culpan al otro,  a la otra, a los otros, al gobierno, al brujo, a los demonios…  El Salmo 50 nos dice: “Yo pequé”, Yo soy culpable; no son los otros; no son los enemigos los que tienen la culpa de mis desgracias personales. Algunas veces, el hombre, se niega a reconocer que tiene problemas, otras veces, se las ignora o las entierra, y otras veces; se les razona, se buscan justificaciones; como el pensar: así soy, no puedo cambiar, ya no tengo remedio, así nací y así me quedo. Se abandona en las garras del “conformismo o del totalitarismo”; modos de ser y de actuar que hacen que el hombre se aleje de Dios, de la Familia, de la Comunidad. Se rompe el diálogo, se pone distancia de por medio; se huye de la responsabilidad y del compromiso. Se prefiere ser un hombre “light” a un hombre pleno. El hombre “light” es aquel que rechazando los “Valores humanos” elige para él una vida cómoda, llena de diversiones, lujos, riquezas, modas; los valores espirituales son un estorbo, para nada le sirven.

2.      La autojustificación.

Como mecanismo de defensa se recurre a la “auto justificación”; ésta será siempre el principio de la decadencia; primero espiritual, luego moral, después familiar y por último civil. Cuando el hombre ha caído en una situación de desgracia, de no salvación, en vez buscar en sí mismo la causa de su desgracia, la busca fuera, en otros; podemos afirmar que se le “embota la mente, endurece el corazón, ha llegado a la pérdida de lo moral y al desenfreno de las pasiones” (Ef 4, 17s) No se piensa, no se escucha y no se ama. Situación que nos aísla y nos sumerge en el “aislamiento” o en el “individualismo, el peor de los demonios  que cuando reza dice: “estando yo bien, los demás allá ellos”. Una existencia al margen de los demás.

Vivir para sí mismo no realiza, no humaniza y no personaliza. Recordemos las palabras del Señor Jesús a sus discípulos: “Ustedes son la sal del mundo” (Mt 5, 13). La sal es lo que le da sabor al caldo e impide que la carne se eche a perder, es decir, le da sentido a la vida e impide que los discípulos pierdan el sabor y entren en el sin sentido, en la frustración. Pablo en la carta a los Romanos nos dice: “Si vivimos, para el Señor vivimos y si morimos, para el Señor morimos, tanto en la vida como en la muerte somos del Señor (Rm 14,7-8) En vez de auto justificarnos, reconozcamos que tenemos una necesidad real; confesemos que nos hemos equivocado, que somos culpables y con un corazón contrito busquemos la ayuda que sólo puede venir de Dios. Él escucha el clamor de nuestro corazón.

3.      El hedonismo es el reinado de la carne.

El regalo del hedonismo es una voluntad de placer; una vida orientada hacia todo aquello que genere placer, diversión, comodidad. Se recurre a la química del alcohol y de la droga que alimentan el deseo de los sentidos para hacer de la vida un espejismo que arranca, hoy día a muchos hombres y mujeres de todos los estratos sociales de la realidad, para llevarlos a los terrenos de la evasión y de la fantasía; a vivir de sueños y de ilusiones espumosas que son puro “vacío”, pura “fachada” (CfrJer 2, 13). Vivir en función de la diversión, ha llenado el corazón de muchos del mal deseo; deseo de la mujer ajena, de los bienes ajenos, deseos de matar y destruir para obtener lo que por derecho pertenece a otros. El hedonismo desfigura el sentido de la vida y convierte a los humanos en hombres “light”, es decir: “vacíos de los valores que dan solidez a la estructura personal”.

El hedonismo pertenece al reinado de la lujuria y de la carne (Gál 5, 19ss). Sus mejores demonios son la pornografía, la masturbación, el adulterio, la fornicación, la prostitución y la homosexualidad, el alcoholismo y la drogadicción. Demonios que atrofian la mente, la mirada y llevan a los seres humanos a instrumentalizarse mutuamente.

El Señor Jesús nos dice que estas realidades son realmente lo que hacen daño al hombre (Mc 7,21- 23) Hacen daño porque llevan al hombre, desde la pérdida de la inocencia, hasta el no poder ver a una mujer sanamente, se pervierte la mente y la mirada de hombres y mujeres. San Pablo invita a los cristianos a huir de ellas (1 Cor 6, 18), para no caer en la esclavitud y en el desenfreno de las pasiones (Ef 4, 18). A Timoteo le recomienda “huir de las pasiones de su juventud” (2 Tm 2, 22) “Te recuerda que no has recibido espíritu de esclavitud, sino de dominio propio, de fortaleza y de amor” (2Tm 1, 7).

Es una realidad palpable que el ambiente y los medios de comunicación social bombardean, tanto a jóvenes, como a niños y adultos con “la basura de la pornografía”, no obstante, hemos de decir que el hombre en todas estas circunstancias y condiciones es libre para decidir huir, renunciar o también es libre para sumergirse en ellas. Reconocemos que el hedonismo es un gran negocio que ha enriquecido a muchos y ha empobrecido a muchos más.

La industria de la pornografía, tanto infantil como de adultos, ha sido y es un verdadero monopolio económico, fuente y causa de riqueza para hombres y mujeres corruptos que comercializan con el cuerpo humano de personas, a su vez corruptas o de niños indefensos que son arrastrados y sometidos contra su voluntad al servicio del “monopolio económico de la pornografía.”

4.      La agresividad y el reinado de los impulsos.

Este demonio es consecuencia de la no proyección, de la no realización; es, por ser la corona de la frustración, ausencia de felicidad y de armonía interior. En el vacío interior reinan los impulsos agresivos y violentos. La persona agresiva recurre a la violencia para relacionarse con los demás, especialmente a los de cerca, a los de casa. El hombre violento no actúa por una inteligencia iluminada por la verdad; su voluntad es débil, llena de anemia para controlar sus impulsos que son los que realmente lo dominan. Es el hombre insensato que se da muerte y da muerte a otros, ya sea a golpes o mediante una lengua grosera. Sus armas son las groserías, las palabras obscenas, las críticas que son portadoras de una porción de egoísmo, de odio y de envidia. Sus juicios sobre los demás siempre son negativos y despectivos, están llenos de veneno mortal. Las personas agresivas presumen de tener un “carácter fuerte”. Éste, no es otra cosa que un carácter alterado, fuente de comportamientos neuróticos. Un modelo de hombre agresivo lo encontramos en el Evangelio de Marcos: “Un hombre que habitaba en los sepulcros, haciéndose daño a sí mismo y a los demás; todo el mundo le tenía miedo”. Su nombre es “Legión”. Jesús lo convierte en hombre nuevo a quien sus paisanos encuentran sentado, vestido y en sano juicio; después de que Jesús lo libera y lo regenera, también lo envía como su primer misionero a tierra de paganos (Mc 5, 1ss)

La persona agresiva y violenta fácilmente pierde el control de sí misma, para caer en las garras de  la ira,  defecto de carácter o pecado capital. El Apóstol Pablo recomienda: “Enójense, pero que el enojo no les dure todo el día para no darle lugar al diablo” (Ef 4, 26); es decir, no den lugar a los resentimientos, rencores, odios, venganzas, a los deseos de matar y destruir a los demás. El agresivo será siempre un opresor que infunde miedo, bombardea con amenazas; como también manipula con promesas baratas que nunca será capaz de cumplir. El arma para vencer al violento es la mansedumbre y el amor que es paciente, servicial, no es engreído, ni tiene envidia, todo lo puede (1 Cor 13). La Escritura nos dice: Las palabras amables desarman a los temperamentos agitados” (cfr Prov.15, 1); algo para tener siempre en la mente es que el mal, nunca vence al mal; es el bien el que vence al mal (cfr Rm 12, 21)

5.      La manipulación.

Para muchos el peor de los demonios es la manipulación. El más grande, ya que es la peor ofensa contra la “dignidad humana”. La manipulación tiene por madre a la mentira y genera mentira, deshumaniza y despersonaliza. El manipulador es un ciego que no reconoce la dignidad de las personas, por eso, primero las cosifica, las instrumentaliza y lo luego las manipula. Sus mecanismos son el chantaje, la intriga, las promesas, las mentiras, las amenazas usadas para infundir miedo; cuando no se sale con la suya, entonces, recurre a la fuerza y aplasta al otro, a los otros. Cuando todo le falla, lo único que le queda es la “lástima”, la peor forma de manipular. Cuando recurre a la lástima para manipular a sus víctimas se arrastra ante ellas, se arrodilla, llora, pide perdón; recurre a la súplica… para luego reírse y carcajearse… hacer sufrir y explotar a su víctima en turno… después es capaz de botarla o destruirla.

El ser humano que toma su vida en serio debe estar en guerra contra cualquier forma de manipulación.  Ha de saber que ésta es parte de un proceso deshumanizador; primero el ser humano es cosificado, reducido a un simple objeto, a cosa, a un algo; después sigue el reinado de la instrumentalización: el hombre es usado como instrumento de placer o de trabajo. El manipulador frente a su víctima no le reconoce la dignidad como persona, por lo mismo tampoco le reconoce sus derechos. Del demonio de la instrumentalización se pasa a manos del demonio de la manipulación, para luego, cuando la persona ya no sea útil, se le tira, se le bota, se le desecha o se le destruye o se le mata. Esta realidad la podemos ver en todos los estratos sociales, tanto, en las altas esferas de la política, como en la educación; lo hemos visto en círculos religiosos, en las industrias, en las mafias y en núcleos familiares. La manipulación es manifestación de una ausencia de madurez humana, es insensatez; un vacío de verdad, bondad y justicia.

Vigilad y orad nos ha recomendado el Señor para no caer en la tentación (Mt 26, 41), que nos lleva a la frustración de la vida… Hagamos un alto en nuestra vida para examinar nuestro interior, nuestras actitudes y comportamientos… no sea que estemos ya viviendo en el error y nos hayamos convertido en personas “light”, es decir, vacías.

Oremos con el Señor Jesús:Yo ya no estoy en el mundo, pero ellos sí están en el mundo, y yo voy a ti. Padre santo, cuida en tu nombre a los que me has dado, para que sean uno como nosotros. Cuando estaba yo con ellos, yo cuidaba en tu nombre a los que me habías dado. He velado por ellos y ninguno se ha perdido, salvo el hijo de perdición, para que se cumpliera la Escritura. Pero ahora voy a ti, y digo estas cosas en el mundo para que tengan en sí mismos mi alegría colmada”.

 “Yo les he dado tu Palabra, y el mundo los ha odiado, porque no son del mundo, como yo no soy del mundo. No te pido que los retires del mundo, sino que los guardes del Maligno. Ellos no son del mundo, como yo no soy del mundo. Santifícalos en la verdad: “tu Palabra es verdad”.  tú me has enviado al mundo, yo también los he enviado al mundo. Y por ellos me santifico a mí mismo, para que ellos también sean santificados en la verdad. No ruego sólo por éstos, sino también por aquellos que, por medio de su palabra, creerán en mí, para que todos sean uno……



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