ACTITUDES DE LA FE CRISTIANA.
La fe cristiana es mantenerse firme en lo que se
espera, estar convencidos de realidades que no se ven (Hb 11, 1) Para la Biblia
la fe abarca a la totalidad de la persona; entendimiento, voluntad y
sentimientos, es decir a la persona con todas sus potencias para expresar su
verdadero significado; fundar toda la existencia en Dios que se dona y se
entrega en Jesucristo en quien creemos, esperamos y amamos. La fe es un camino
que se debe recorrer siguiendo las huellas de Jesús.
La primera y fundamental actitud de la fe es la
escucha atenta de la palabra de Dios para percibir y recibir la fe como regalo,
como don que nos pide acogida y apertura al “ministerio de Dios” (Rom 10, 17).
En segundo lugar la fe está unida a la conversión
que nos invita a desprenderse y a renunciar a los modos habituales de pensar y
de actuar: “Crean y conviértanse” (Mc 1, 15). El camino de la fe está lleno de
experiencias que bien pueden ser liberadoras, dolorosas y gozosas. El que cree
no baila al son que le toca el mundo, no va hacia donde sopla el viento ni se
deja llevar por la corriente mundana o pagana.
Es de vital importancia, en tercer lugar, aceptar
que a la fe pertenece la actitud de la esperanza, para abrirse valientemente
hacia lo nuevo. La fe es un camino que se debe recorrer aferrándose a lo
todavía no se es pero que se va a llegar a ser: Una persona, plena, fértil y
fecunda, en la que no hay lugar para la superficialidad o para la mediocridad.
En cuarto lugar, tal conversión y tal abandono
esperanzado en Dios y en su Palabra, sólo es posible, en un acto de confianza.
El creyente responde al amor de Dios en confianza y abandono, para poder poseer
la fe que mueve montañas, aquella que se encuentra en las manos de Dios y que
pide renunciar a todas las agarraderas para hacer crecer la fe y la esperanza
que se despliegan hacia el amor a Dios, en oración. La oración es la expresión
más importante de la fe. La oración es para la fe como el aire para los
pulmones. Sin la oración la fe, sencillamente se encuentra vacía de su
verdadero contenido: Jesucristo.
El amor, en quinto lugar, se torna necesariamente en acción. Cuando el creyente se sabe aceptado por Dios, él se acepta a sí mismo,
a los demás y al mundo, y de un modo nuevo. Ya que tiene, ahora la mirada de
Dios. Recordando al Apóstol, decimos que una fe sin obras está muerta (cf St
2,1 4). Para que la fe sea auténtica tiene que traducirse en servicio como
expresión del amor al próximo. El creyente tiene que comprometerse por la
dignidad humana, la justicia, la libertad y la paz, para transformar en la
medida de sus posibilidades, la vida y el mundo (Cf Gál 5, 22). Pero, digamos,
también que la fe no es una acción, y mucho menos activismo, sino tranquilidad
y paz en Dios. La fe se acredita en la paciencia y la serenidad, orientando la
vida hacia Dios, buscando siempre su gloria y el bien de los demás.
Si quieres alimentar la fe, aprende a ser una persona optimista, positiva y creativa. Renuncia a toda negatividad, a toda mediocridad, a toda manera de pensar despectiva de sí mismo y de los demás. Hay fe donde hay Amor, y éste se manifiesta en la responsabilidad, en la libertad y en la justicia,
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