CON EL CORAZÓN CREEMOS PARA OBTENER LA JUSTIFICACIÓN.

 


CON EL CORAZÓN CREEMOS PARA OBTENER LA JUSTIFICACIÓN.

«Cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón», es decir, el mensaje de la fe que nosotros predicamos. Porque, si proclamas con tu boca a Jesús como Señor y crees en tu corazón que Dios lo resucitó de entre los muertos, serás salvo. Pues con el corazón creemos para obtener la justificación y con la boca hacemos profesión de nuestra fe para alcanzar la salvación. (Rm 10, 8b-10)

La Palabra entra por los oídos (Rm 10, 17) Luego baja al corazón y ahí hace su Obra, nuestra liberación, nuestra reconciliación con Dios y con los hermanos, para luego hacer de nosotros una Nueva Creación (2 de Cor 5, 17) Ahora sale de nuestro corazón a nuestra boca para proclamar a Jesús como Salvador, Maestro y Señor. Pero, primero nos lleva a un juicio donde Satanás es echado fuera: Con la muerte y resurrección de Cristo Jesús. Morimos con él y resucitamos con él. Tal como lo dice Pablo: Acuérdate de Cristo Jesús, del linaje de David, que vive resucitado de entre los muertos, como enseño en mi mensaje de salud. Verdadera es la sentencia que dice: Si hemos muerto con él, viviremos también con él. (2Tm 2, 8. 11) Antes de predicar hay que vivir para luego anunciar lo que hemos creído.

Acércate a la Palabra, escúchala, cree en ella, vívela, celébrala y anúnciala, estas son las dimensiones de la FE. Anunciarla sin creer y sin vivirla, nos hacer ser falsos profetas, falsos maestros y falsos apóstoles. Recordemos que la muerte de Jesus es inseparable de su resurrección, son las dos dimensiones de su Pascua con la cual selló su Nueva Alianza.

La Palabra está cerca: “Yo estoy a la puerta y llamo, el que escuche mi voz y me abra, yo entraré y cenaré con él y él conmigo (Apoc 3, 20) "Decía, pues, Jesús a los judíos que habían creído en él: «Si os mantenéis en mi Palabra, seréis verdaderamente mis discípulos, y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres.»"(Jn 8, 31- 32) Purificaos de la levadura vieja, para ser masa nueva; pues sois ázimos. Porque nuestro cordero pascual, Cristo, ha sido inmolado. Así que, celebremos la fiesta, no con vieja levadura, ni con levadura de malicia e inmoralidad, sino con ázimos de pureza y verdad. (1 de Cor 5, 7-8)

Dos maneras para celebrar la fiesta de la Pascua: la carne y el Espíritu. La carne es una vida mundana y pagana, una vida en pecado. En el Espíritu es una vida conducida por el Espíritu Santo que nos guía a Cristo para que creamos en él y nos salvemos. La carne tiene sus obras y el Espíritu tiene sus frutos. “Por mi parte os digo: Si vivís según el Espíritu, no daréis satisfacción a las apetencias de la carne. Pues la carne tiene apetencias contrarias al espíritu, y el espíritu contrarias a la carne, como que son entre sí antagónicos, de forma que no hacéis lo que quisierais. Pero, si sois conducidos por el Espíritu, no estáis bajo la ley.” (Gál 5, 16- 18)

Las obras de la carne: “Ahora bien, las obras de la carne son conocidas: fornicación, impureza, libertinaje, idolatría, hechicería, odios, discordia, celos, iras, rencillas, divisiones, disensiones, envidias, embriagueces, orgías y cosas semejantes, sobre las cuales os prevengo, como ya os previne, que quienes hacen tales cosas no heredarán el Reino de Dios.” (Gál 5, 19- 21)

Los frutos del Espíritu: “En cambio el fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio de sí; contra tales cosas no hay ley. Pues los que son de Cristo Jesús, han crucificado la carne con sus pasiones y sus apetencias.” (Gál 5, 22- 24) Son también llamados los frutos de la fe. Frutos que piden conversión, cultivo, esfuerzos, renuncias y sacrificios. “Si vivimos según el Espíritu, obremos también según el Espíritu. No busquemos la gloria vana provocándonos los unos a los otros y envidiándonos mutuamente.” (Gál 5, 25- 26)

Son los frutos que vienen de la escucha y de la obediencia de la FE, Son los frutos del árbol del cual habló Jesús: «Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con disfraces de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos o higos de los abrojos? Así, todo árbol bueno da frutos buenos, pero el árbol malo da frutos malos. Un árbol bueno no puede producir frutos malos, ni un árbol malo producir frutos buenos. Todo árbol que no da buen fruto, es cortado y arrojado al fuego. Así que por sus frutos los reconoceréis.(Mt 7, 15- 20)

Un Culto sin Moral, sin Amor no es grato a Dios: «No todo el que me diga: "Señor, Señor, entrará en el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial. Muchos me dirán aquel Día: "Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre expulsamos demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?" Y entonces les declararé: "¡Jamás os conocí; apartaos de mí, agentes de iniquidad!" (Mt 7, 21- 23)

 Lo mismo lo dice el Apocalipsis: “Conozco tu conducta: no eres ni frío ni caliente. ¡Ojalá fueras frío o caliente! Ahora bien, puesto que eres tibio, y no frío ni caliente, voy a vomitarte de mi boca. Tú dices: «Soy rico; me he enriquecido; nada me falta». Y no te das cuenta de que eres un desgraciado, digno de compasión, pobre, ciego y desnudo. Te aconsejo que me compres oro acrisolado al fuego para que te enriquezcas, vestidos blancos para que te cubras, y no quede al descubierto la vergüenza de tu desnudez, y un colirio para que te des en los ojos y recobres la vista. Yo a los que amo, los reprendo y corrijo. Sé, pues, ferviente y arrepiéntete.” (Apoc 3, 15- 19)

La clave para dar frutos buenos es la Comunión con Dios en Cristo Jesús por la acción del Espíritu Santo: “Bendito sea aquel que fía en Yahveh, pues no defraudará Yahveh su confianza.  Es como árbol plantado a las orillas del agua, que a la orilla de la corriente echa sus raíces. No temerá cuando viene el calor, y estará su follaje frondoso; en año de sequía no se inquieta ni se retrae de dar fruto.” (Jer 17, 7- 8) El primer fruto de la fe es la confianza en Cristo Jesús que nos amó y se inmoló por nosotros (Ef 5, 2)

El árbol se conoce por sus frutos: pensamientos, palabras y obras, son señales buenas o malas. Marcos en su evangelio nos dice de algunas señales: “El que crea y sea bautizado, se salvará; el que no crea, se condenará. Estas son las señales que acompañarán a los que crean: en mi nombre expulsarán demonios, hablarán en lenguas nuevas, agarrarán serpientes en sus manos y aunque beban veneno no les hará daño; impondrán las manos sobre los enfermos y se pondrán bien.» Con esto, el Señor Jesús, después de hablarles, fue elevado al cielo y se sentó a la diestra de Dios” (Mc 16, 16- 19)

Sentado a la derecha del Padre significa que está sentado en el poder de su Divinidad: Jesucristo es Dios dando Vida Eterna y Espíritu Santo a los que creen, confían, obedecen aman y lo sirven, conducidos por su Espíritu Santo.

 

 

 

 






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