ENTONCES JESÚS LES ORDENÓ SEVERAMENTE QUE NO LO DIJERAN A NADIE.

 


ENTONCES JESÚS LES ORDENÓ SEVERAMENTE QUE NO LO DIJERAN A NADIE.

 

Un día en que Jesús, acompañado de sus discípulos, había ido a un lugar solitario para orar, les preguntó: “¿Quién dice la gente que soy yo?” Ellos contestaron: “Unos dicen que eres Juan el Bautista; otros, que Elías; y otros, que alguno de los antiguos profetas, que ha resucitado”. Él les dijo: “Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?” Respondió Pedro: “El Mesías de Dios”. Entonces Jesús les ordenó severamente que no lo dijeran a nadie. (Lc 9, 18-21)

 

¿Quién dice la gente que soy yo?” La gente tenía a Jesús como un profeta que hablaba con autoridad y no como los escribas y fariseos (Mt 7, 27) Su autoridad dependía de su integridad, no había divorcio entre fe y vida. Jesús decía lo que él hacía y hacía lo que él era. Pablo nos dice: "Pues conocéis la generosidad de nuestro Señor Jesucristo, el cual, siendo rico, por vosotros se hizo pobre a fin de que os enriquecierais con su pobreza." (2 de Cor 8, 9) Jesús nació pobre, vivió pobre y murió pobre, hasta fue sepultado en una sepultura prestada, aunque fue sólo por un poco tiempo. Por en eso en su Carta magna, su primera Bienaventuranza fue un elogio a los pobres: "«Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos"(Mt 5, 3) No tenía ni una piedra para reclinar su cabeza (cf Lc 9, 58)


Él les dijo: “Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?” ¿Quién soy yo para ustedes? La respuesta a esta pregunta no se puede pedir prestada, ni se puede copiarla, ni rebuscarla en los libros. Ha de brotar de la experiencia de vida, viene de dentro, de corazón. Pide el conocimiento amoroso que se tenga de Jesús. Escuchar su Palabra y ponerla en práctica. Guardar sus Mandamientos y practicar sus Virtudes. Respuesta que se hace viviendo de encuentros con Jesús y fruto de la propia conversión. Respuesta que es el fruto del amor y el seguimiento a Jesús. (Jn 14, 21- 23; 1 de Jn 2, 3; Lc 9, 23) Sin seguimiento la respuesta no tiene valor, está vacía, como está la fe sin obras (Snt 2, 14)

 

La respuesta pide una vida en Comunión con Jesús: "Todo sarmiento que en mí no da fruto, lo corta, y todo el que da fruto, lo limpia, para que dé más fruto. Vosotros estáis ya limpios gracias a la Palabra que os he anunciado. Permaneced en mí, como yo en vosotros. Lo mismo que el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid; así tampoco vosotros si no permanecéis en mí. Yo soy la vid; vosotros los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto; porque separados de mí no podéis hacer nada. " (Jn 15, 2- 5)”Permanezcan en mi amor, como yo guardo los mandamientos de mi Padre” (Jn 15.9) La respuesta pide presencia de Jesús en el corazón del discípulo: "que Cristo habite por la fe en vuestros corazones, para que, arraigados y cimentados en el amor, podáis comprender con todos los santos cuál es la anchura y la longitud, la altura y la profundidad, y conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que os vayáis llenando hasta la total Plenitud de Dios."(Ef 3, 17- 19) La respuesta para que sea válida ha de ser fruto de un cultivo, de una conversión.

 

La respuesta es de Pedro que en nombre de los Doce y en nombre de toda la Iglesia, ayudado con la Gracia de Dios nos dice con Verdad:”Tú eres el Mesías de Dios.” Mesías es el Cristo, es el Ungido con Espíritu Santo para que realice la Obra redentora del Padre (J 4, 34) Mateo en su evangelio agrega: “Tú eres el hijo del Dios vivo, el Mesías de Dios” (Mt 16, 16) “Dichoso tú, Simón, hijo de Jonas, porque eso no te lo revelado la carne, sino mi Padre que está en los cielos” (Mt 16, 17) La respuesta a la pregunta de Jesús tiene la acción del Espíritu y nuestra decisiones o acciones que se dan en la obediencia a la Palabra de Dios que es luz en nuestro camino, lámpara para nuestros pies (Slm 119, 105)

 

Entonces Jesús les ordenó severamente que no lo dijeran a nadie. Porque la gente tenía una errónea manera de pensar acerca del Mesías. Lo quería populista, poderoso, nacionalista y rico. Nunca pobre, ni sufriente, no abierto a todos. Lo querían nombrar como rey para que hiciera de su pueblo el más poderoso y el más rico. Jesús no cayó en la trampa y se confirmó como el Mesías de Dios. Por eso pudo profetizar sobre su muerte y sobre su destino.

 

"Dijo: «El Hijo del hombre debe sufrir mucho, y ser reprobado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser matado y resucitar al tercer día.» Decía a todos: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame."(Lc 9, 22- 23)


La respuesta a la pregunta de Jesús implica la relación de tres palabras que vienen de la boca de Jesús a nuestros corazones: “Cree en mí, ámame y sígueme” Sin fe, no hay amor, y sin éste no hay seguimiento. La Unidad de las tres nos llevan a llevar la obediencia a la Voluntad de Dios manifestada en Cristo Jesús. La obediencia a la Palabra de Dios pide guardar los Mandamientos de Jesús. ¿Cuáles son?

 

El Mandamiento profético: "Jesús se acercó a ellos y les habló así: «Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo.»"(Mt 28, 18-20)


El Mandamiento social: "Os doy un mandamiento nuevo: que os améis los unos a los otros. Que, como yo os he amado, así os améis también vosotros los unos a los otros. En esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os tenéis amor los unos a los otros.»"(Jn 13,34- 35) El amor hace unidad con Dios y con los hombres.

 

El Mandamiento Litúrgico: "Porque yo recibí del Señor lo que os he transmitido: que el Señor Jesús, la noche en que fue entregado, tomó pan, y después de dar gracias, lo partió y dijo: «Este es mi cuerpo que se da por vosotros; haced esto en recuerdo mío.» Asimismo también la copa después de cenar diciendo: «Esta copa es la Nueva Alianza en mi sangre. Cuantas veces la bebiereis, hacedlo en recuerdo mío.»"(1 de Cor 11, 23- 25)

 

La pregunta de Jesús podemos invertirla: ¿quién soy yo para Jesús? ¿Quién es Jesús para mí? Jesús es el “don de Dios,” es “El Hijo del Padre,” es “Mí Salvador que me amó y se entregó por mí,” es “Mi Maestro, es “Mi Señor”, es decir es mi Dios (Jn 3, 16-17; Gál 2, 20; Ef 5, 2.25; 20, 28) Yo soy en Jesús, hijo de Dios, hermano y servidor de Jesús y de los hombres. Soy su amigo y su discípulo porque hago lo que él me dice (Jn 15, 13) Soy su ayudante en las cosas en referente al Reino de Dios. Jesús nos hace participes de lo que él es y de lo que tiene. Nos participa de su vida (Jn 10, 10) De su Pascua: muerte y resurrección (Rm 6, 3-5) Nos participa de su Espíritu Santo de su Paz y de su Alegría, del Ministerio de la Reconciliación (Jn 20, 19- 20) Nos participa de su destino y de su Misión (Mt 28, 19-20) Nos entrega su Madre (Jn 19, 25) Por eso nos pide todo, todo, como discípulos que somos de él, le pertenecemos para siempre.

 

Nos invita a entrar en su Nueva Alianza para que le pertenezcamos, lo amemos y le sirvamos. Por eso nos podemos llamar hijos de Dios, y lo somos (1 de Jn 3, 1) Hermanos y discípulos de Cristo para ser Ministros de la Nueva Alianza.(1 de Pe 2, 9) Recordando que los que son de Cristo, los que le pertenecemos, estamos crucificados con él muriendo al pecado y viviendo para Dios (Gál 5, 24)

 

Padre Santo y Justo, te pedimos humildemente que nos aumentes la fe, la esperanza y la caridad para que tu Hijo viva en nuestros corazones y podamos vivir como hijos tuyos.



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