LA LIBERTAD ES DON Y CONQUISTA

 

LA LIBERTAD ES DON Y CONQUISTA

Objetivo: Dar a conocer lo referente a la libertad como don y conquista, su naturaleza, origen y su desarrollo para que amándola, vivamos como lo que realmente somos: personas humanas con anhelos de liberación.

Iluminación.Si os mantenéis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos;  conoceréis la verdad y la verdad os hará libres”  (Jn 8, 31- 33).

1.   Muchas son las libertades

Una cosa  es tener libertad y otra cosa, es, ser libre. Pensamos por un momento en la libertad exterior, podemos ir a donde nos plazca, comprar lo que queramos o nos guste, y otras muchas cosas, pero, se vive sin “libertad interior”. Tenemos muchas libertades que se nos han sido dadas, pero, pocos hombres libres que amen lo que son y lo que están llamados a ser.

¿Qué es la libertad? Es un modo de ser. Es la exigencia esencial y fundamental de la existencia humana; es el estilo de vivir humanamente. Más que una capacidad, es una facultad inherente a la persona humana que nos hace ser capaces de elegir entre dos o más realidades. Es por eso una propiedad de la voluntad. Entre más fuerte y sólida sea la voluntad para el bien, más auténtica será la libertad. Pueden existir personas que tienen una voluntad orientada hacia el poder, el tener o el placer. El hombre que quiera alcanzar un desarrollo pleno, está llamado a tener una voluntad de “ser”. Ser persona, original, responsable, libre y capaz de amar; un ser capaz de vivir en relación consigo mismo, con los demás, con la naturaleza y con Dios. Un ser que está proyectado hacia lo que todavía no es, pero, que está llamado a ser: una plenitud de sentido.

2.    La libertad es don y conquista

Hemos de pensar y aceptar la libertad como don y también como respuesta; es don y tarea; es una gracia humana y cristiana, pero también, es tarea y quehacer. Corresponde a los dones que recibimos de la vida y de Dios como “gracia y responsabilidad” que hemos de proteger y de cultivar. “El que no trabaje que no coma” (2Ts 3, 10). Muchos son los hombres que no se conocen, son ciegos ante esta hermosa realidad; mientras que otros, sabiéndolo, son indiferentes, les vale, más, aún, hay otros empeñados en obstaculizar el desarrollo normal al que somos llamados.

Hay libertad de… y libertad para… Libertad de todo aquello que nos impide crecer como personas en el Reino de Dios: prejuicios, complejos, vicios, impurezas, mañas, ideologías, mesianismos, autoritarismos, conformismos, consumismos, individualismos, defectos de carácter, etc. Libres para caminar en la verdad; libres para hacer el bien, libres para amar espontáneamente, libres para ser uno mismo, con identidad propia; libre para ser capaces de tomar decisiones personales y ser protagonistas del propio destino. La vocación  del hombre es la Libertad (Ef 5, 1. 13).

3.    Libertad y libertinaje

Hay libertad y hay libertinaje. Una nos humaniza y personaliza, la otra nos deshumaniza y despersonaliza. Una nos hace libres y la otra nos hace esclavos. Confundir una con la otra es fuente de desgracia, de no realización. Es común escuchar: hagan tal cosa que para eso son libres. Hagan con sus cuerpos lo que ustedes gusten y quieran. Si tu novio te lo pide, entrégaselo que para eso eres libre. Quien use mal su libertad, cae en el libertinaje. Quien elija mal, es responsable de todas las consecuencias que arrastre la decisión tomada.

Digámoslo con toda claridad: La libertad es una propiedad esencial del hombre, no amar la libertad significa, no amar al hombre que es libertad. Un ser que debe aprender a ser él mismo, pensar por sí mismo y decidir por sí mismo. El hombre libre es un ser existencial: capaz de salir de sí mismo, para ir al encuentro de su realidad; es un ser en proyección con apertura a lo existencial. El hombre libre no se arrastra, camina con los pies sobre la tierra, con dominio de sí mismo. La liberad pide al hombre el cultivo de una voluntad firme, férrea y fuerte para amar. 

4.    La libertad según San Pablo

Para San Pablo, la existencia cristiana, es un vivir en libertad (Gál 5, 13). Por eso nos invita  a ser libres en Cristo Jesús (Gál 5, 1) El Apóstol habla de la libertad en sentido soteriológico. Él nos habla de la acción de la libertad en los cristianos:

·       Libres de la esclavitud del pecado (Rm 6, 4. 8. 22; 8, 2). El Mal esclaviza. La  liberación del Mal y de todas sus manifestaciones que nos permita ser regenerados, ha de ser anhelada, buscada, deseada. Ser libres del dominio de la: soberbia, avaricia, lujuria, odios, envidia, gula, ira, pereza, etc. Droga, alcohol, sexo, opresiones, fijaciones, etc. 

·       Libres de la esclavitud de la muerte (Rm 6, 16-23). Todos vamos a morir. Frente a la muerte existen varias posturas: unos tienen miedo morirse porque no creen en la otra vida; otros tienen miedo porque tienen muchas riquezas que no se van a llevar; mientras que otros tienen miedo morirse porque han vivido mal y se van con las manos vacías. El miedo a la muerte es una señal de que no se conoce a Cristo y su Plan de Salvación (Heb 2, 15).

·       Libres del miedo. El miedo es un vacío de seguridad, confianza, autoestima y amor. Es a la misma vez, el peor enemigo de la emancipación humana; el miedoso siempre será inseguro, celoso, mediocre, encerrado  en sí mismo y agresivo. Muchas veces, recurre a la “química del alcohol y de la droga” para demostrar que es valiente. Es una persona oprimida, pero también es un opresor agresivo en su propia casa.

·       Libres de la esclavitud de las personas, de las cosas y de los animales. San Pablo dice a los romanos que el dar la “espalda a Dios” genera idolatría, esclavitud de valores y deshumanización (Rm 1, 18 ss). El esclavo no se posee, otros deciden por él. En la cultura latina es fácil ver mujeres esclavas de sus maridos y hombres esclavos de sus líderes, de sus superiores, de sus trabajos, y aún, de sus mismas mujeres. Otros son esclavos de su dinero y hacen de sus animales sus ídolos.

·       Libres de la esclavitud de la ley. (Gál 4, 21-31; Rm  7, 2-4). Esta esclavitud genera fariseos rigoristas, legalistas y perfeccionistas. Al fariseo le gusta hacer las cosas para que los vean o para quedar bien. A quien no esté de acuerdo con él, será excluido, separado y criticado. El otro es juzgado por las apariencias externas, sin tomar en cuenta la “intención del corazón”.

La esclavitud de la ley me hace actuar con miedo, con soberbia, por obligación, por algún interés personal, para que me vean, para quedar bien… siempre se esperan premios y recompensas… la salvación es merecida; es debida a las obras y no a la gracia. Es el creerse bueno, justo, mejor que los demás y superior a todos. Vive al margen de la verdad, por eso está vacío de toda misericordia (cfr Lc 6, 36). Es la peor de las esclavitudes, en ella se da una mezcla de todos o algunos de los pecados capitales. La esclavitud de la ley ha llevado a muchos a usurpar el lugar que sólo le corresponde a Dios, por eso juzga y condena a sus semejantes. Jesús alerta a sus discípulos diciéndoles: “Si vuestra justicia no supera la justicia de los fariseos, no entraréis al Reino de Dios” (Jn 5, 20). Ellos leían la Biblia, eran maestros de la ley, hacían oración, pagaban diezmos, daban limosnas, pero, les faltaba ser humildes y ser misericordiosos.

La libertad cristiana es una libertad que brinda nuevos vínculos interpersonales (Rm 6, 16-23). El hombre nuevo es libre, amable, generoso y servicial. Puede relacionarse con todos, su paz interior no depende del afuera, es decir, no depende de otros, como tampoco, depende del pasado o de las circunstancias que lo rodean. Puede estar rodeado de elementos extraños y adversos, pero en su interior mantiene la paz y la alegría de saberse hijo de Dios, hermanos de los demás y ciudadano del Reino.

5.    La libertad al servicio de la caridad

La libertad está al servicio de la caridad (cfr Gál 5, 13). El amor es la esencia de la libertad, por eso es válido decir que no hay caridad no hay libertad; donde no hay libertad no hay hombres maduros. Sólo los hombres libres son capaces de amar. El amor es donación entrega y servicio para ayudar a otros a ser libres;  es lavar pies, es compartir (cfr Jn 13, 13). Un corazón lleno de apegos, de desorden, de impurezas, está falto de lealtad, honestidad, sinceridad, pero, por lo mismo, está atrofiado, estéril, vacío de toda libertad. Muchos de los comportamientos de algunos hombres creyentes, más que de hombres, parecieran de animales. Pensemos en los hombres que violentos y agresivos, dominados por la ira y por el odio, sencillamente no conocen la libertad, son oprimidos y opresores.

6.    Libertad y conciencia de la dignidad humana

Son dos cosas correlativas, no se oponen una con la otra. Soy libre cuando me trato como un fin en sí mismo. Pero, además, he de tratar a los otros como seres dignos y valiosos, importantes y amados. Los otros son una posibilidad de vivir en libertad. Lo anterior implica tener una nueva mirada; una nueva manera de pensarse y de pensar a los demás; aceptarse, valorarse y amarse como Dios lo hace con cada uno de nosotros.

La dignidad del hombre, creado a “imagen y semejanza de Dios” (Gén 1, 26-27), ultrajada y despreciada por las múltiples opresiones culturales, políticas, raciales, sociales y económicas, constituye uno de las más grandes desafíos, para la Iglesia y los gobiernos actuales. Existe una poderosa aspiración en los hombres y mujeres a que se les reconozca su dignidad de personas, esta aspiración es también, aspiración a una vida justa, fraterna y pacífica en la que cada uno encuentre el respeto y el desarrollo de su vida espiritual y material. El hombre no fue creado por Dios para vivir en la miseria, que más bien es una violación intolerable a su dignidad humana.

7.    La libertad y la dignidad humana

Cada ser humano tiene el derecho a tener los bienes necesarios para vivir con dignidad, como personas, iguales en dignidad. Vemos la gran brecha entre ricos y pobres, brecha cada vez más ancha y más profunda; vemos la ausencia de igualdades y la falta de solidaridad; vemos el derroche consumista de muchos frente a la situación de muchos pobres que no tienen lo mínimo para vivir dignamente; vemos a muchos, hombres y mujeres que pierden sus empleos, por el solo hecho de pensar distinto a quienes están en el gobierno; vemos un sentido de frustración cada vez más marcado en hombres y mujeres de nuestros días que no encuentran el camino o los medios para responder a las exigencia de la vida; personas marginadas y excluidas de la ciencia y de la técnica.

Si a lo anterior añadimos el creciente número de adicciones, fuente de pobreza para muchos y de riqueza para unos pocos, de familias destruidas, ancianos abandonados, niños de la calle, prostitución de niños, jóvenes y adultos, hemos de decir que todo esto y más, es manifestación de una sociedad enferma, masificada y masificadora, oprimida y opresora.

Frente a esta realidad tenemos el desafío de trabajar en la liberación del hombre para sacarlo de las múltiples formas de miseria en la que se encuentran muchos seres humanos a nuestro alrededor. Lo primero sería el preguntarnos: ¿De qué formas de opresión tendríamos que liberarnos nosotros mismos? ¿Qué tenemos que los demás necesitan? ¿Qué podemos hacer por ellos? ¿Qué valores o virtudes necesitamos para servir a los más pobres? ¿Cuáles son las armas que necesitamos para combatir, no sólo la pobreza, sino y sobre todo, la miseria humana que es mucho más grave?

 

 

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