AMAD A VUESTROS ENEMIGOS Y ROGAD POR LOS QUE OS PERSIGAN

 

AMAD A VUESTROS ENEMIGOS Y ROGAD POR LOS QUE OS PERSIGAN

"«Habéis oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo. Pues yo os digo: Amad a vuestros enemigos y rogad por los que os persigan, para que seáis hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos. Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa vais a tener? ¿No hacen eso mismo también los publicanos? Y si no saludáis más que a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de particular? ¿No hacen eso mismo también los gentiles? Vosotros, pues, sed perfectos como es perfecto vuestro Padre celestial." (Mt 5, 43- 48)

El único perfecto es Dios, nosotros estamos en camino; somos un proyecto de Dios: somos perfectibles. ¿Cómo podemos lograrlo? La respuesta la ha dado el Señor Jesús: Por la fe y la conversión (Mc 1, 15) Por la fe entramos en los terrenos de Dios: el Amor, la Verdad y la Vida (Jn 14, 6) Por la conversión nos vamos llenando de Cristo, y a la vez, nos vamos vaciando de todo lo que es incompatible con el reino de Dios: el pecado, los vicios, la idolatría. Esto equivale a decir: “Despojaos del hombre viejo y revestíos del hombre nuevo, en justicia y en santidad.” (Ef 4, 23- 24)


"Habéis oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo.” Esto es lo que los hombres le habían añadido a la Ley de Dios. Pero Jesús viene a perfeccionarla, por eso nos dice: “Amad a vuestros enemigos y rogad por los que os persigan, para que seáis hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos.” ¿Dónde hay fe y dónde no hay? Hay fe donde hay amor, y no la hay, donde hay odio. El mandato de Jesús es “Amen a sus enemigos y rueguen por los que los persiguen.” Sin fe nada es grato a Dios (Hb 11, 6) Nuestros rezos y nuestras obras no son agradables a Dios, porque no hay amor, no hay perdón, no hay misericordia. Sólo entonces podemos llamarnos hijos de Dios y en verdad serlo (1 de Jn 3, 1) Sin fe no hay filiación, como tampoco, hay santificación.

Nadie puede dar lo que no tiene y Jesús no nos exige lo que antes él no nos ha dado: Vida eterna, Espíritu Santo, Fe, Esperanza y Amor, tal como lo dice en la Sagrada Escritura: "Habiendo, pues, recibido de la fe nuestra justificación, estamos en paz con Dios, por nuestro Señor Jesucristo, por quien hemos obtenido también, mediante la fe, el acceso a esta gracia en la cual nos hallamos, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios. Más aún; nos gloriamos hasta en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación engendra la paciencia; la paciencia, virtud probada; la virtud probada, esperanza, y la esperanza no falla, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado." (Rm 5, 1- 5) Con el amor nos ha dado la paz, el perdón de nuestros pecados y la resurrección, con vida eterna (Jn 11, 25)

“Vosotros, pues, sed perfectos como es perfecto vuestro Padre celestial." A quienes han sido redimidos y santificados, el Señor hace la invitación a ser como su Padre: Perfecto, Misericordioso y Santo (Mt 5, 48; Lc 6, 36; 1 de Pe 1, 16) Nos pide lo que antes nos ha dado: “Vida Eterna.” Nos invita a ser como él: Amor, Verdad y Vida.

¿Cómo podemos alcanzar esta Meta? El Camino es Cristo: “Vivir de encuentros con él” El encuentro con Cristo es liberador y gozoso, nos humaniza, personaliza y nos diviniza. Nos libera de nuestras cargas y nos hace experimentar el gozo de su resurrección. Para luego llevarnos de Obra en Obra hacia la Plenitud de Cristo en fe y en conversión (cf Col 2, 9) Por la fe y la conversión estamos en camino, somos un proyecto de Dios, no terminado. Estamos en él, ya, pero todavía no, ya somos hijos de Dios, pero aún nos falta, mientras vivamos podemos convertirnos, después, es tarde, la puerta estará cerrada.

"Mas a media noche se oyó un grito: "¡Ya está aquí el novio! ¡Salid a su encuentro!" Entonces todas aquellas vírgenes se levantaron y arreglaron sus lámparas. Y las necias dijeron a las prudentes: "Dadnos de vuestro aceite, que nuestras lámparas se apagan." Pero las prudentes replicaron: "No, no sea que no alcance para nosotras y para vosotras; es mejor que vayáis donde los vendedores y os lo compréis." Mientras iban a comprarlo, llegó el novio, y las que estaban preparadas entraron con él al banquete de boda, y se cerró la puerta. Más tarde llegaron las otras vírgenes diciendo: "¡Señor, señor, ábrenos!" Pero él respondió: "En verdad os digo que no os conozco." Velad, pues, porque no sabéis ni el día ni la hora." (Mt 25, 6- 13)


¿Dónde podemos encontrarnos con Jesús resucitado? Nos encontramos con Jesús por los caminos de la vida porque él viene a buscarnos (Lc 24, 13ss) Él es el buen pastor que busca a las ovejas perdidas, y las busca hasta encontrarlas (Lc 15, 4) Nos encuentra cuando nos dejamos encontrar con él para comenzar la Fiesta que nunca debe terminar. La fiesta es en nuestro corazón, hemos encontrado el sentido de la vida, la Perla Preciosa que ahora la llevamos dentro, la poseemos y la amamos. Caminamos con la disposición de entregarle todo, todo, para poder vivir para él y para los suyos.

No somos perfecto, perfecto sólo Dios, nosotros sólo somos perfectibles. Somos una Nueva Creación, vamos despojándonos de lo viejo, el pecado para revestirnos de la Luz, de Vida, de Amor, de Cristo. Hemos pasado de la muerte a la Vida. (1 de Jn 3, 14) Del reino de las tinieblas al reino del Hijo de su amor (Col 1, 13) La perfección la vamos logrando en el amor, en la caridad que nos lleva a la Verdad que nos hace responsables y libres. La Verdad nos hace a ser personas honradas, honestas, íntegras, fieles y leales. El Amor y la Verdad nos llenan de “Vida eterna” y por ende, nos llenan de Cristo Jesús hasta lograr ser misericordiosos, compasivos y amables, veraces y limpios de corazón (Lc 6, 36; Mt 5, 3ss)

Esta vida cristiana es un don de Dios y es una lucha, por eso aplicamos a ella el mandamiento del Génesis: “Proteja y cultívala” (Gn 2, 15) Al cultivar la fe, se construye la muralla para defenderla. “El que no trabaje que no coma” ( 1 Ts 3, 10) El que no cultiva su fe no se libera, no se salva. El cultivo de la fe nos lleva a conocer la “Comunidad de la fe” que son el Fundamento de nuestra fe (cf 1 Cor 3, 11) y a la vez son la muralla que protege nuestra casa que consiste en revestirnos de Cristo (Rm 13, 14)

Son siete virtudes que nos configuran con Cristo: La fe, la fortaleza, la sencillez de corazón, la pureza de corazón, la santidad, la ciencia y el amor. La hijas de la fortaleza son la continencia, la castidad, la templanza y el domino propio. Las hijas de la sencillez de corazón son la humildad, la mansedumbre y la misericordia. Las hijas de la pureza de corazón son la prudencia, la justicia, la templanza, la piedad, el amor fraterno. La hijas de la santidad son la ciencia y el amor, padre todas las virtudes. Fe, Esperanza y Caridad son la madre de todas virtudes cristianas. Si falla una de las tres, toda el edificio se viene abajo.

Todo lo anterior lo logramos viviendo de encuentros con Jesús. Este es el Camino que nos lleva al Padre por la acción del Espíritu Santo, Se trata del camino del Amor. Los lugares de encuentro con Jesús, son a la misma vez, los medios para crecer en la fe: La Palabra de Dios, la Oración, la Liturgia, especialmente la Confesión y la Eucaristía, las Obras de Misericordia, la Comunidad y el Apostolado.

Qué el Espíritu Santo nos habrá caminos para poder llegar a la perfección cristiana mediante la caridad que es la vida de Dios derramada en nuestros corazones con el Espíritu Santo que él nos ha dado.



 

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