LE DICE FELIPE: «SEÑOR, MUÉSTRANOS AL PADRE Y NOS BASTA.»

 

LE DICE FELIPE: «SEÑOR, MUÉSTRANOS AL PADRE Y NOS BASTA.»

Jesús tomo rostro humano para amarnos con  un corazón de hombre: “El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros” (Jn 1, 14) Jesús es el revelador de Dios y es el revelador del hombre. Todo hombre está llamado a ser, lo que todavía no es, pero que está llamado a ser, reproducir la imagen de Jesús (Rm 8, 29- 30) Emmanuel: Dios entre nosotros, con nosotros y en favor de nosotros. Miremos a Jesús y descubramos en él los Rostros de Dios.

Los Rostros de Dios.  Le dice Felipe: «Señor, muéstranos al Padre y nos basta.» Le dice Jesús: «¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros y no me conoces Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: “Muéstranos al Padre”? ¿No crees que yo estoy en el Padre y el Padre está en mí? Las palabras que os digo, no las digo por mi cuenta; el Padre que permanece en mí es el que realiza las obras. Creedme: yo estoy en el Padre y el Padre está en mí. Al menos, creedlo por las obras.” (Jn 14, 8-11)

Padre es el primer nombre de Dios. Jesús es el revelador del Padre y es también el revelador del hombre. Todos estamos llamados a ser lo que Jesús es. Jesús el Hijo de Dios nos muestra los rostros de Dios: El les dijo: «Y ¿por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre?» (Lc 2, 49)  “He manifestado tu Nombre a los hombres que tú me has dado tomándolos del mundo. Tuyos eran y tú me los has dado; y han guardado tu Palabra.” (Jn 17, 6) Jesús nos revela el Nombre de Dios para el Nuevo Testamento: Padre.  “Así habló Jesús, y alzando los ojos al cielo, dijo: «Padre, ha llegado la hora; glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique a ti.” (Jn 17,1) “.Ahora, Padre, glorifícame tú, junto a ti, con la gloria que tenía a tu lado antes que el mundo fuese. (Jn 17,5) Jesucristo es el Hijo del Padre (Mc 1,1) Así los confirma sal Pablo: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido con toda clase de bendiciones espirituales, en los cielos, en Cristo.” (Ef 1, 3)

Las bendiciones del Padre para todos los crean en su Hijo:

a) La elección en Cristo. “por cuanto nos ha elegido en él antes de la fundación del mundo, para ser santos e inmaculados en su presencia, en el amor;”

b) La filiación en Cristo. “eligiéndonos de antemano para ser sus hijos adoptivos por medio de Jesucristo, según el beneplácito de su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia con la que nos agració en el Amado.”

c) La redención por Cristo. En él tenemos por medio de su sangre la redención, el perdón de los delitos, según la riqueza de su gracia

d) La santificación por Cristo nos da el Espíritu Santo. Que ha prodigado sobre nosotros en toda sabiduría e inteligencia, dándonos a conocer el Misterio de su voluntad según el benévolo designio que en él se propuso de antemano (Ef 1, 4- 9). Estas bendiciones, todas, nos apropiamos  de ellas el día de nuestro bautismo; después el día de nuestro sacramento de la confesión y cada vez que hacemos un acto de fe profundo y nos consagramos al Padre en Cristo por el Espíritu Santo

El segundo rostro de Dios es el Amor. Nos ama a todos y nos ha bendecido gratuitamente. Así lo ha confirmado san Juan: “Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. (J 3, 16- 17) Dios padre nos creó por amor a su imagen y semejanza: nos dio inteligencia, voluntad y corazón para amar. Por amor nos dio a su Hijo para que nos redimiera y nos diera Espíritu Santo. Nos mostró su amor amándonos por primero y nos entregó a su Hijo (1 Jn 4, 10) Todo lo que bueno que tenemos viene de Él a nosotros por Amor, Él no hace acepción de personas, ama a los buenos y también a los malos a pesar que hagamos cosas malas (cf Mt 5, 45) Para Dios amar es darse, donarse, es entregarse para que todos tengamos vida abundancia (Jn 10,10)

El tercer rostro de Dios es Perdón. Dios es perdón y nos perdona a todos los que se arrepientan de todo corazón. Es un Padre Misericordioso, Justo y Santo que nos entrega lo que Él y lo que tiene. Escuchemos la palabra del profeta Isaías: “Venid, pues, y disputemos - dice Yahveh -: Así fueren vuestros pecados como la grana, cual la nieve blanquearán. Y así fueren rojos como el carmesí, cual la lana quedarán. Si aceptáis obedecer, lo bueno de la tierra comeréis. Pero si rehusando os oponéis, por la espada seréis devorados, que ha hablado la boca de Yahveh.” (Is 1,18-20) Dios es Dios de los perdones y el Dios de toda Misericordia (Neh 9, 17 y Dn 9,9) El Salmo nos dice: Dios perdona al Pecado que se acusa” (Slm 32,5) No tengamos miedo acercarnos a este Padre misericordioso, llevando con nosotros un corazón contrito y arrepentido. Cuando el hombre pecador recibe el perdón de Dios, lavado su corazón con la sangre de Cristo, se apropia de las Bendiciones de Dios, entra en la Casa del Padre, nace de nuevo en el Reino de Dios como Hijo del Padre y hermanos de Cristo y templo del Espíritu Santo lleva con él las semillas del Reino para que con la ayuda de Dios crezca en la verdad, la bondad y en la justicia llenándose de Cristo (Ef 5, 8)

El cuarto rostro de Dios manifestado en Cristo es la Libertad. La Libertad es el cuarto rostro de Dios, tal vez el que más nos cuesta comprender. Dios es el Totalmente libre. Libre para llamarnos a la existencia, libre para enviarnos a su Hijo, libre para redimirnos, libre para darnos el don de su Espíritu. Él es Libertad y fuente de toda verdadera libertad y filiación. “No habéis recibido un espíritu de esclavitud para volver otra vez al temor, sino un espíritu de filiación, por el cual clamamos: Abbá, Padre”. (Rom. 8, 12-17)

“Donde está el Espíritu del Señor allí está la libertad”  (2 Cor. 3, 17). El Espíritu Santo, no es espíritu de esclavitud, sino de libertad, de valentía que nos hace amar a Dios y acercarnos a todos los hombres para con valentía anunciarles el Evangelio de Cristo.

“Hermanos, habéis sido llamados a la libertad” (Gál. 5, 13). Para ser libres nos liberó Cristo de la esclavitud del pecado (Gál. 5,1). San Juan en su Evangelio dice a los que han abrazado la fe: Permanezcan unidos a mi Palabra y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres” (Jn. 8, 31-32). 

Libres ¿de qué?  Libres de la esclavitud del pecado<, libres del miedo, del odio, del sentido de la culpa del complejo de inferioridad, de los vicios, de las barreras espirituales. El Creyente es libre en cuanto que en Cristo ha recibido ya el poder de vivir en la intimidad del Padre sin las ataduras del pecado, de la muerte y de la ley.

Libres ¿para qué? Libres para conocer la verdad, para servir al Señor y amar a los hermanos. Solo, y en la medida que seamos libres podemos conocer, manifestar y dar el amor de Dios a los demás. Existen en las calles muchas libertades, pero muy pocos hombres libres. La experiencia del amor de Dios es el motor de arranque de la vida cristiana y de la vida familiar. Solo el amor llena los vacíos del corazón humano.

Recordemos los cuatro rostros de Dios: Padre, Amor, Perdón y Libertad. Tratemos de encarnarlos, hacerlos nuestros y de los demás.

Oremos con el Padre Nuestro.  Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad  en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal.

 

 

 

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