JESÚS EL CRUCIFICADO ESTÁ VIVO HA RESUCITADO Y HA SIDO CONSTITUIDO SEÑOR Y MESÍAS

 

Jesús, el crucificado, está vivo, ha resucitado y ha sido constituido Señor y Mesías.

"«Israelitas, escuchad estas palabras: A Jesús, el Nazoreo, hombre acreditado por Dios entre vosotros con milagros, prodigios y señales que Dios hizo por su medio entre vosotros, como vosotros mismos sabéis, a éste, que fue entregado según el determinado designio y previo conocimiento de Dios, vosotros le matasteis clavándole en la cruz por mano de los impíos; a éste, pues, Dios le resucitó librándole de los dolores del Hades, pues no era posible que quedase bajo su dominio;" (Hch 2, 22- 24)

"A este Jesús Dios le resucitó; de lo cual todos nosotros somos testigos. Y exaltado por la diestra de Dios, ha recibido del Padre el Espíritu Santo prometido y ha derramado lo que vosotros veis y oís." (Hch 2, 32- 33) Jesús en vida es Aquel que ha recibido el Espíritu Santo sin medida, después de su resurrección, el Cristo de la fe, da Espíritu Santo a todos sus creyentes para que sean hijos de Dios lo amen y le sirvan.

"«Sepa, pues, con certeza toda la casa de Israel que Dios ha constituido Señor y Cristo a este Jesús a quien vosotros habéis crucificado.»" (Hch 2, 36) El crucificado está vivo, ha resucitado y ha sido glorificado, ahora puede estar en el corazón de los creyentes, antes de su resurrección era sólo, ahora, después de su resurrección es Maestro interior y puede estar en muchos. Así lo entiende san Pablo: "Pues del mismo modo que el cuerpo es uno, aunque tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, no obstante su pluralidad, no forman más que un solo cuerpo, así también Cristo. Porque en un solo Espíritu hemos sido todos bautizados, para no formar más que un cuerpo, judíos y griegos, esclavos y libres. Y todos hemos bebido de un solo Espíritu." (1 Cor 12, 12- 13)


La respuesta de los oyentes a las palabras de Pedro: "Al oír esto, dijeron con el corazón compungido a Pedro y a los demás apóstoles: «¿Qué hemos de hacer, hermanos?» La palabra de Pedro era poderosa y estaba ungida con el Espíritu Santo que actúa en los que escuchaban al Apóstol. No obstante ellos no habían estado presentes el viernes santo, aceptan lo que Pedro les dice: “Ustedes lo mataron por medio de gente malvada. Todos aceptaron que Jesús murió por los pecados de los hombres y que todos los hombres habían matado a Jesús.

Pedro les contestó: «Convertíos y que cada uno de vosotros se haga bautizar en el nombre de Jesucristo, para remisión de vuestros pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo; pues la Promesa es para vosotros y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos, para cuantos llame el Señor Dios nuestro.» Con otras muchas palabras les conjuraba y les exhortaba: «Salvaos de esta generación perversa.»"(Hch 2, 37- 40)

La conversión es el paso del judaísmo, del paganismo y de una vida mundana a Jesús. Por el bautismo los hombres son incorporados a Cristo (Gál 3, 26) “Morimos con Cristo, somos sepultados con él y resucitamos con él a una nueva vida, la vida donada, entregada, crucificada, resucitada y glorificada, vida divina. (cf Rom 6, 4-10) Por el bautismo, nos apropiamos de la Muerte y Resurrección de Jesús, el Cristo;  somos justificados, redimidos, salvados y santificados. (Rm 8,30).

La justificación por la fe incluye dos dimensiones una es negativa: por la muerte de Jesús, “Nuestros pecados son perdonados” y la otra es positiva: “por su resurrección recibimos el Espíritu Santo” (Hch 2, 37- 38) La promesa es para todos, ya que Jesús vino y murió por todos. Para que todos por la fe y la conversión tengan vida eterna (cf Jn 6, 40) Esa es nuestra esperanza, cimentada en dos pilares: la promesa y el acontecimiento pascual: Cristo murió para el perdón de los pecados y resucitó para darnos vida eterna. (Rm 4, 25) Jesús, el Cristo es nuestra Resurrección (Jn 11, 25)

La resurrección es la obra poderosísima de Dios que irrumpe en el cadáver de Jesús para transformarlo en un “ser vivo, viviente y vivificador.” La resurrección no termina con Jesús, ha entrado en la humanidad y nos apropiamos de ella en el bautismo, y podemos decir que esa fuerza poderosísima de Dios irrumpe en nosotros para transformarnos en hijos de Dios. Pero además podemos decir que esta resurrección actúa en nosotros cada vez que aceptamos la voluntad de Dios y nos sometemos a ella. Cada vez que celebramos un sacramento bien celebrado; cada vez que hacemos una oración bien hecha, íntima y cálida. Cada vez que hacemos el bien y vencemos con el amor el mal, estamos resucitando con Jesús (Rm 12. 21) Cada vez que morimos al pecado y vivimos para el Señor, hay una resurrección en nuestra vida (cf Gál 5, 24) Nos estamos haciendo hijos de Dios al resucitar Jesús en nuestra vida.


“Para que reciban el perdón de los pecados y reciban el Espíritu Santo.” El perdón es resurrección, es el paso de la muerte a la vida, del pecado a  la gracia, de las tinieblas a la luz, de la esclavitud a la libertad, de la aridez a las aguas vivas, recordando las palabras del Apóstol Juan: “Del corazón del que crea en mí, brotarán ríos de aguas vivas” (Jn 7, 37- 38). La resurrección es una conversión activa que consiste en “llenarse de Cristo” y en “revestirse de Cristo.” “Despojándose del hombre viejo” “Huyendo de la corrupción para poder participar de la naturaleza divina” (2 de Pe 1, 4b).

Una vida resucitada es una vida conducida por el Espíritu Santo. Quien se deje conducir por él, se hace hijo de Dios en Cristo. Camina en la Luz y conoce los frutos de la Luz: la Bondad, la Verdad y la Justicia, (Ef 5, 9) la humildad, la mansedumbre, la misericordia (Col 3, 12) y conoce los frutos de la fe, que son también llamados frutos del Espíritu Santo: El Amor, la paz, el gozo, etc. (Gál 5, 22) Son frutos de la Pascua de Cristo: su muerte y su resurrección, al estilo del grano de trigo que cae en tierra, si muerte da mucho fruto (cf Jn 12, 23) Así podemos entender las palabras de Jesús resucitado: "El les dijo: «¡Oh insensatos y tardos de corazón para creer todo lo que dijeron los profetas! ¿No era necesario que el Cristo padeciera eso y entrara así en su gloria?»" (Lc 24, 25- 26) Lo anterior nos lleva a decir que la cruz de Jesús es el camino de la resurrección. Cruz sin resurrección es un fatalismo drástico, y resurrección sin cruz es puro iluminismo sin vida.

El Espíritu Santo nos lleva a Cristo, a su pasión, a su muerte y a su resurrección. Escuchemos a Pablo decirnos: "Os exhorto, pues, hermanos, por la misericordia de Dios, que ofrezcáis vuestros cuerpos como una víctima viva, santa, agradable a Dios: tal será vuestro culto espiritual." (Rm 12, 1) Todo aquel que quiera ser cristiano, tiene que aceptar la voluntad de Dios y someterse a ella. La voluntad de Dios es que creamos en Jesús, el Cristo, el hijo de Dios, y que nos amemos unos a los otros (1 de Jn 3, 23) Creer en Jesús que ha muerto, ha resucitado y es el Señor, para la gloria de Dios Padre.

Jesús es el Mesías, por eso es profeta, sacerdote y rey para realizar la Obra del Padre, la salvación y la liberación de los hombres. Es Señor, por eso, es llamado Hijo de Dios, Cristo, Hijo del Hombre y Siervo de Dios. Con razón Pablo dice: "Por eso, también yo, al tener noticia de vuestra fe en el Señor Jesús y de vuestra caridad para con todos los santos, no ceso de dar gracias por vosotros recordándoos en mis oraciones, para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, os conceda espíritu de sabiduría y de revelación para conocerle perfectamente; iluminando los ojos de vuestro corazón para que conozcáis cuál es la esperanza a que habéis sido llamados por él; cuál la riqueza de la gloria otorgada por él en herencia a los santos, y cuál la soberana grandeza de su poder para con nosotros, los creyentes, conforme a la eficacia de su fuerza poderosa, que desplegó en Cristo, resucitándole de entre los muertos y sentándole a su diestra en los cielos, por encima de todo Principado, Potestad, Virtud, Dominación y de todo cuanto tiene nombre no sólo en este mundo sino también en el venidero. Bajo sus pies sometió todas la cosas y le constituyó Cabeza suprema de la Iglesia, que es su Cuerpo, la Plenitud del que lo llena todo en todo." (Ef 1, 15- 23)

"Por lo cual Dios le exaltó y le otorgó el Nombre, que está sobre todo nombre. Para que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en los cielos, en la tierra y en los abismos, y toda lengua confiese que Cristo Jesús es SENOR para gloria de Dios Padre." (Flp 2,9- 11)

Jesús es Emmanuel, Dios con nosotros, entre nosotros y en favor de nosotros. En Jesús Dios se hizo hombre, tomó rostro humano para amarnos con un corazón de hombre, morir por nosotros y resucitar para darnos Espíritu Santo.

 Jesús ha muerto. Jesús ha resucitado. Jesús es Señor.

 

 

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