JESÚS ES NUESTRA SALVACIÓN Y NUESTRO SALVADOR




JESÚS ES NUESTRA SALVACIÓN

OBJETIVO: Ayudar a conocer el Rostro de Cristo para poder una respuesta válida de nuestra esperanza y anunciar al Evangelio con toda claridad.

1.        Dios tiene una respuesta para los hombres.

Los hombres en su búsqueda por la felicidad se han complicado la vida, se les endurecido el rostro y han perdido sus mejores capacidades. Pero frente a la respuesta que el hombre ha dado a Dios, Él a su vez tiene una palabra que es Buena Nueva para todos los hombres: Jesús. Él es la respuesta que Dios da para todo ser humano. Escuchemos a la Sagrada Escritura decirnos: “Bajo las estrellas del cielo sólo en el Nombre de Cristo Jesús encontramos la salvación (Hechos 4,12).”. “Cristo Jesús vino al mundo a salvar a los pecadores de los cuales yo soy el primero” 1 de Tim. 2, 15). “El salvará a su pueblo de sus pecados” (Mt 1, 21) El es el cumplimiento de las promesas que Dios nos hace  a lo largo de todo el Antiguo Testamento.

2.        La Esperanza Mesiánica.

El pueblo de Israel había sido oprimido y explotado a lo largo de los siglos por las potencias extranjeras en turno; en medio de la opresión y explotación el Pueblo había encarnado la “Esperanza Mesiánica”: Israel vive a la espera del Mesías; su llegada significa el fin de la opresión y de la explotación por parte de las potencias extranjeras que habían oprimido al pueblo de Dios. Su llegada significaba también la vuelta al esplendor y a la gloria de los mejores días en tiempos de David y Salomón. Esta mentalidad estaba enraizada en la mente del Pueblo y de los discípulos, esperan un Mesías triunfalista, victorioso y rico…Dios tiene grandes sorpresas para su gente…

3.        En la Plenitud de los tiempos.

Dios prometió salvación a Adán y a Eva cuando salen del Paraíso (Gn 3, 15) A los Padres de Israel les prometió una Descendencia. Moisés nos habló de un profeta. Al rey David le prometió un sucesor para su trono. Jesús es el Cumplimiento de las Promesas de Dios a su Pueblo:  “Llegada la plenitud de los tiempos Dios envió a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley, para rescatar  a los que se hallaban bajo la ley, y para que recibiéramos la filiación adoptiva”. (Gál. 4,4).  Dios se hace hombre para salvar a los hombres y para darles el “don de su Espíritu”. Dios nos ha enviado un poderos Salvador.


4.        El Testimonio de Juan el Bautista.
Mientras Jesús de Nazareth camina a orillas del río Jordán, Juan El Bautista muestra a sus discípulos al “Mesías de Israel”: “He aquí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo” (Jn 1, 29) San Juan en su Evangelio nos da la “Gran Noticia”: “Tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo  único para que todo el que crea en él, no se pierda sino que tenga vida eterna” (Jn. 3, 16). El mundo, es la humanidad, todos los hombres, de todos los tiempos y lugares, sin hacer distinción de personas. Cristo vino por todos. “Vengo para que tengan vida y la tengan en abundancia”  (Jn 10, 10)

5.        Jesús quiere decir Salvador.

El vino para destruir el pecado con su propio sacrificio Sacerdotal y para devolvernos la vida divina que habíamos perdido por el pecado. La salvación que Jesús nos gana y ofrece tiene dos dimensiones, por un lado nos quita el pecado y por otro, nos da el don de su Espíritu que nos hace hijos de Dios y herederos de la Herencia de Dios. (Rom. 8, 17) La voluntad de Dios es la salvación de y todos los hombres y para eso Dios actúa en la historia, irrumpe en ella. El Ángel del Señor le revela a san José la misión de Jesús: “María tendrá un hijo y le pondrás por nombre Jesús. “El salvará a su pueblo de los pecados”.(Mt. 1, 21) Jesús sin mas significa Salvador. El es el único que puede salvara los hombres.

6.        ¿Cómo nos salva Jesús?

Dios en su gran amor ha otorgado a toda la humanidad la salud. Por la obra redentora de Cristo el Padre nos presenta la posibilidad de salvación. Como posibilidad la podemos acoger o la podemos rechazar; ya no depende de Dios, sino de nosotros. Escuchemos a san Pablo:

“Pero ahora independientemente de a ley, la justicia de Dios se ha manifestado, para todos los que creen, pues no hay diferencia alguna; todos pecaron y están privados de la gloria de Dios y son justificados por el don de su gracia, en virtud de la redención realizada en Cristo Jesús, a quien Dios exhibió como propiciación por su propia sangre, mediante la fe, para, mostrar su justicia, pasando por alto todos los pecados cometidos anteriormente en el tiempo  de la paciencia de Dios; en orden a mostrar su justicia en el tiempo presente, para ser él justo y justificador del que cree en Jesús” (Rom. 3, 21-26).

La carta a los Efesios nos dice esta hermosísima verdad: “En El tenemos por medio de su sangre la redención, el perdón de los pecados, según la riqueza de su gracia que ha prodigado sobre nosotros en toda sabiduría e inteligencia dándonos a conocer el Misterio de su voluntad.” (Ef. 1, 7- 8). Este Misterio es Cristo que nos descubre el deseo eterno del Padre: La salvación de todos los hombres. En cuatro pasos podemos decir como nos salva Jesús:

  1. La Encarnación. Dios envía su mensajero el ángel Gabriel a visitar a María. (Lc 1, 16ss) Entre la doncella de Nazareth y el Ángel del Señor se da el diálogo más liberador de la historia que culmina con la hermosa respuesta de María:” He aquí la esclava del Señor, hágase en mis según su palabra”. “Y el Verbo se hizo carne y puso su morada entre nosotros”. (Lc. 1, 26ss; Jn 1,18)

El “Sí” de María hace que el Cielo baje a la Tierra, lo que estaba separado ha quedado unido. Los pueblos que estaban en sombras de muerte han viso una gran Luz que brilla en medio de las tinieblas. Un Puente se ha establecido entre el Cielo y la Tierra, entre Dios y la humanidad representada por María.
  1. La vida pública de Jesús. Jesús con la predicación de la buena Nueva, con sus milagros y exorcismos, pero, de manera especial con su estilo de vida, siembra el Reino de Dios en los corazones de los hombres. Nos enseña a vivir como hijos de Dios como hermanos de los hombres y como amos y señores de las cosas. Reconcilia a los hombres con Dios, (Mc 2, 5) les regresa su dignidad perdida (La mujer adúltera) y reconcilia a los hombres entre ellos. (El caso de Zaqueo). (Jn 8, 1-11; Lc 19, 1-10; Lc. 15, 11,ss)

Jesús se pasó la vida haciendo el bien, liberando a los oprimidos, dando la vista a los ciegos, curando a los enfermos, limpiando a los leprosos y dando vida los muertos; al final de su vida, después de haber amado a los suyos hasta el extremo, (Jn 13, 1) entró en Jerusalén para entregarse y donarse por la Humanidad pecadora.

  1. La pasión y muerte. “Mi vida no me la quitan, yo la entrego” (Jn 10, 18) Pablo nos dirá: “Amó a su Iglesia y se entregó por ella” (Ef 5, 1) Los enemigo de Jesús se unieron para darle muerte por medio de gente malvada. Jesús muere para que nuestros pecados sean perdonados y podamos volver al Paraíso.  “En virtud de la sangre de Cristo nuestros pecados son perdonados (Ef. 1, 7) y nuestras conciencias son lavados de los pecados que llevan a la muerte (Heb 9, 14). Jesús con su muerte de Cruz es el Vencedor del mundo, del Maligno y del Pecado. (Col. 2, 14- 15)

Jesús es el Redentor de los hombres. Sólo él ha pagado el precio de rescate para sacarnos de los “valles de muerte” y llevarnos al “Reino de su Amor”, a la Presencia de Dios (cfr Col 1, 13). Por Jesús los que estaban lejos, han llegado a estar cerca, los que no eran familia, ya son familia; los que eran enemigos han sido reconciliados en virtud de su sangre derramada por muchos. Por Jesús todos, judíos y griegos podemos entrar en la Casa del Padre en un mismo Espíritu.

  1. La Resurrección. Es el triunfo de Jesús sobre la muerte. Jesús resucita para que tengamos vida en abundancia. Con su resurrección ha vencido la muerte y nos abierto las puertas de la verdadera libertad: “Para ser libres nos liberó Cristo” (Gál. 5, 1) El que estaba muerto, está vivo, Dios lo ha resucitado y lo ha sentado a su derecha. Escuchemos a San Pedro en su primer discurso revelarnos la hermosísima verdad, fundamento de nuestra salvación: “Israelitas, escuchad estas palabras. A Jesús de Nazareth, hombre acreditado por Dios con milagros, prodigios y señales que Dios hizo por su medio entre vosotros, como vosotros mismos sabéis, a éste que fue entregado según el determinado designio y previo conocimiento de Dios, vosotros le matasteis colgándolo en la cruz por mano de los impíos; a éste, pues, Dios le resucitó, librándole de los dolores del Hades” (Hechos 2, 22- 24)

El amor de Dios se ha manifestado en Cristo Jesús que murió para que nuestros pecados fueran perdonados y resucitó para nuestra justificación” (Rom 4, 25) Por la obediencia de Cristo al Padre y por el amor de Cristo a los hombres hemos sido salvados. La salvación es un don de Dios y una posibilidad para nosotros: Jesús ha pagado el precio por nuestra salvación, pero, él no nos salva a fuerzas, es por eso  una posibilidad para nosotros, si queremos podemos salvarnos aceptando el don de Dios  o podemos también perdernos, rechazando el regalo que Dios nos ofrece. San Agustín nos decía: “El Dios que nos creó sin pedirnos permiso, para salvarnos pide de nuestro consentimiento”.

7.       El antes y el ahora.

La vida de los hombres está marcada con un antes y un después: antes de conocer a Cristo y después de conocerlo. El antes lleva el sello de la esclavitud, el después lleva el sello de la libertad: Para ser libres nos liberó Cristo” (Gál. 5, 1). “Que no reine, pues, el pecado en vuestros cuerpo mortal, ni deis vuestros miembros como armas de iniquidad al pecado, sino ofreceos a Dios y dad vuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia” (Rom. 8, 12-14).

El antes es de muerte, el ahora es de vida: “Pero Dios, rico en amor y en misericordia, por el gran amor con que nos amó, estando muertos a causa de nuestros delitos, nos vivificó juntamente con Cristo, por gracia habéis sido salvados”. (Ef. 2,1- 5) El antes es de tinieblas, separación y lejanía; el ahora es luz, presencia, de unidad, de ser familia; de ser ciudadanos del Reino de Dios. (cf. Ef. 2,13) El paso de la muerte a la vida pide, exige en “Encuentro personal con Jesús”; pide volver a nacer para morir con Cristo y resucitar con él.

8.       ¿Cómo nos llega la salvación realizada por el sacrificio redentor de Cristo?

¿Cómo hacer llegar la salvación a nuestra vida? ¿Cómo hacer nuestros los frutos de nuestra salvación? “La voluntad de Dios es que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad” (1ª Tim, 2,4) Podemos afirmar que los hombres llegan al conocimiento de la verdad por medio de la predicación de la Palabra de Dios, y a la misma vez decir que la salvación llega a los hombres por medio de los Sacramentos de la Iglesia.

El Concilio Vaticano II nos recuerda una gran verdad: “que Dios ha querido salvar y santificar a los hombres, no aisladamente y sin conexión alguna de unos con otros, sino constituyendo un pueblo que le confesara y sirviera santamente”. (L. G. No. 9).“No se salvaran aquellos hombres que, reconociendo que la Iglesia católica fue instituida por Jesucristo como necesaria, sin embargo, se niegan a entrar o a perseverar en ella” (L.G. 3 14).

Este pueblo de Dios, es ahora la Iglesia de Cristo, “adquirida con su sangre”, pensada por Dios desde la eternidad, fundamento de la verdad e  instituida por Cristo para que continuara en la historia su obra redentora.  Iglesia que con toda propiedad es llamada: “Sacramento de Salvación”. San Pedro en su primera carta nos dice que este pueblo de Dios es regio, sacerdotal y profeta: pueblo de sacerdotes, profetas y reyes. Existe para evangelizar, es decir, para dar vida. (cfr 1ª de Pedro 2, 9). En esta gran verdad descubre la Iglesia su carácter Sagrado y Sacerdotal, orgánicamente estructurado en la comunidad eclesial y actualizada en la predicación, en la administración de los Sacramentos y en la práctica de las virtudes. (cf. L.G. No. 11) Qué hermoso es recordar a qui los regalos de Jesucristo Resucitado a su Iglesia: Jesús les dijo otra vez: «La paz con vosotros. Como el Padre me envió, también yo os envío.» Dicho esto, sopló y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos. (Jn 20, 19- 20)
Los católicos tenemos que valorar cada día más la riqueza sacramental de la Iglesia y aprovecharla lo mejor posible, especialmente la Eucaristía, que es “fuente y cumbre de toda la vida cristiana” como lo afirma el Concilio (L.G. # 11). Como tampoco debemos despreciar ninguno de los medios de salvación que nos dejó Cristo en su Iglesia: Su Palabra, sus Sacramentos, sus carismas, su oración, el Magisterio.

Señor Jesús, gracias por hacer de tu Iglesia un sacramento de salvación y de unidad

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