EL CAMINO DEL DISCIPULADO


El camino del "Discipulado".

Objetivo. Mostrar con claridad el camino del discipulado, para evitar distracciones y malos entendidos, de manera que el discípulo de Jesucristo evite caer en la mediocridad o en la superficialidad.

Iluminación. Jesús se acercó a ellos y les habló así: Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra. “Id pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a guardad todo lo que yo os he enseñado. Y he  aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo” (Mt 28, 18- 20

  1. ¿Basta con decir que Jesús es mi Salvador?

Muchos son los creyentes que hacen algunas obras buenas: dan algunas limosnas, hacen algunos rezos y tienen algunas prácticas religiosas, sin embargo el Señor quiere sacarnos del error: “No todo el que me diga Señor, Señor, entrará en la Casa de mi Padre” (Mt 7, 21) Jesús quiere que los que hemos creído en Él, lo aceptemos también como nuestro Maestro y como Señor de nuestra vida.

No basta con recibir todos los sacramentos y realizar algunas buenas obras, Jesús, invita a los que creen en su Nombre a ser sus discípulos; quiere que se vinculen a Él como amigos y como hermanos. El amigo ama a Jesús; lo escucha y conoce al Padre y hace fluir su Vida en su propia existencia: “Ustedes son mis amigos porque hacen lo que yo les digo” (Jn 15, 15)

  1. ¿En qué nos implica el “Discipulado?

Lo primero sería escuchar el llamado que nos hace Jesús a estar con Él para aprender todo lo referente a su Persona, su estilo de vida, su doctrina, su misión y su destino. El camino del discipulado es el modo ordinario para seguir a Jesús, y conocer  el amor de Dios. “El que quiera ser mi discípulo, que se niegue a sí mismo, tome su cruz y me siga” (Lc 9,23). Discípulo es aquel que tiene a Jesús como Maestro y decide vivir como él vivió: “Se pasó la vida haciendo el bien y liberando a los oprimidos por el diablo” (Hech 10, 38).

Jesús invita a los suyos para que “estén con Él, y enviarlos a predicar” (Mc 3, 14) El objetivo de seguir a Jesús no es otro, que “ser de Él”,  “formar parte de los suyos” para  “participar de su misión” (Aparecida 131). Discípulo es aquel que hace alianza con Jesús y acepta el estilo de vida que su Maestro le propone: El que ama su vida, la perderá; pero el que odia su vida en este mundo la guardará para una vida eterna. Si alguno me sirve, que me siga, y donde yo esté, allí estará también mi servidor” (Jn 12, 25- 26)

  1. Ser discípulos probados.

Todos los personajes bíblicos que fueron llamados por Dios para una misión especial, fueron probados en la experiencia del desierto. El Señor Jesús mismo, el Espíritu lo condujo al desierto para prepararse para la misión que su Padre le había encomendado. Al final de aquel tiempo fue tentado tres veces por su adversario, a quien venció afirmándose como el Hijo de Dios con una triple afirmación a su Padre: “Si te amaré” “Si te obedeceré” “Si te serviré”. Confirmándose como el Siervo del Padre, ata a su adversario para luego irse a invadir los terrenos del Diablo, buscar a los oprimidos y liberarlos con la fuerza del Espíritu e implantar el reino de Dios.

Al final del desierto el discípulo cuando ha salido vencedor de la prueba toma, libre y conscientemente la firme determinación de seguir a Cristo. Lo que realmente ha pasado que dejando la experiencia del exilio se aventuró  a vivir la experiencia del desierto para entrar en la tierra prometida con un corazón purificado y renovado. Escuchemos nuevamente a san Pedro: “decirnos la nueva realidad: “Por lo tanto, ceñíos los lomos de vuestro espíritu y sed sobrios; poned toda vuestra esperanza en la gracia que se os procurará mediante la Revelación de Jesucristo. Como hijos obedientes, no os amoldéis a las apetencias de antes, del tiempo en que eráis ignorantes. Al contrario, que vuestra conducta sea santa en todo momento, como santo es el que os ha llamado”. (1 Pe 1, 14- 15)

Probados en la Oración, en la obediencia de la Palabra, en el Servicio y probados en Fidelidad a la voluntad de Dios. De la prueba salimos enriquecidos con la paciencia, la esperanza, la confianza y la misericordia (Eclo 1, 3). La cartas de san Juan en el Apocalipsis (2 – 3), nos hablan de recompensas que vienen a ser el sello de victoria de la etapa del discipulado. Discípulos con rostro de profetas, revestidos con el poder de la Fe, de la Esperanza y de la Caridad.


Ø  “Esto has de enseñar. Y exige en presencia de Dios que se eviten las discusiones de palabras, que no sirven para nada, si no es para perdición de los que las oyen. 
Ø  Procura cuidadosamente presentarte ante Dios como hombre probado, como obrero que no tiene por qué avergonzarse, como fiel propagador de la palabra de la verdad” (2 Tim 2, 14-15)

Ø  El libro del Eclesiástico nos confirme la importancia de la prueba: Hijo, si te acercas a servir al Señor, prepárate para la prueba. Endereza tu corazón, mantente firme, y no te angusties en tiempo de adversidad. 
Ø  Pégate a él y no te separes, para que seas exaltado en tu final. Todo lo que te sobrevenga, acéptalo, y sé paciente en las humillaciones, porque el oro se purifica en el fuego, y los que agradan a Dios, en el horno de la humillación.
Ø  Confía en él, y él te ayudará; endereza tus caminos y espera en él. Los que teméis al Señor, aguardad su misericordia, y no os desviéis, no sea que caigáis.
Ø  Los que teméis al Señor, confiad en él, y no os faltará la recompensa. Los que teméis al Señor, esperad bienes, gozo eterno y misericordia” (Eclo 2. 1- 9).

La primera de Pedro nos habla de ser probados en el fuego del crisol: “Por este motivo, rebosáis sin duda de alegría, pero es preciso que todavía por algún tiempo tengáis que soportar diversas pruebas. De ese modo, cuando Jesucristo se manifieste, la calidad probada de vuestra fe, más preciosa que el oro perecedero que es probado por el fuego, se convertirá en motivo de alabanza, de gloria y de honor” (1 Pe 1, 6-8).

El profeta Jeremías es un ejemplo de la importancia de la prueba:
Ø  “Entonces Yahvé me dijo: Si vuelves porque yo te haga volver, estarás en mi presencia; y si sacas lo precioso de lo vil, serás como mi boca.
Ø  Que ellos vuelvan a ti, pero no tú a ellos. Yo te haré para este pueblo muralla de bronce inexpugnable.
Ø  Y pelearán contigo, pero no te podrán, pues contigo estoy yo para librarte y salvarte” (Jer 15, 19- 20).

  1. ¿Qué hay después del discipulado?

Al discipulado sigue el envío:
Ø  Por su parte, los once discípulos marcharon a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. Al verlo, lo adoraron, si bien algunos dudaron.
Ø  Jesús se acercó a ellos y les habló así: «Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado.
Ø  Y estad seguros que yo estaré con vosotros día tras día, hasta el fin del mundo” (Mt 28, 16- 20)

Al discipulado sigue el “Apostolado”. El Señor Jesús fue muy claro cuando dio el mandato a sus discípulos de ir a predicar su Evangelio a toda criatura: "Enseñad todo lo que os he enseñado". Enseñad a vivir como vivía Jesús es hacer discípulos, para que un día lleguen a ser apóstoles. El apóstol nunca debe dejar de ser discípulo…nunca debe dejar de aprender de su Maestro.

Como discípulos  misioneros tenemos el llamado de intensificar nuestra fe y anunciar que Cristo ha redimido todos los pecados y males de la humanidad. (Aparecida 134) El apostolado consiste en anunciar la Buena Nueva, mostrando al mundo a “Cristo Crucificado” (2Cor 4, 5) Predicar a Cristo como Salvador, Maestro y Señor. Quien con su muerte y resurrección ha mostrado el rostro del Dios del Amor, de la Paz, de la Misericordia y de la verdadera Libertad. Al Apóstol como ministro de la Nueva Alianza lo que se le pide es la fidelidad a las leyes a la elección recibida: Fiel a Cristo a quien pertenece a quien ama y a quien sirve.


  1. Recomendaciones de Jesús a los Apóstoles.

Apóstol significa enviado, misionero, servidor. Lleva con él la tarea de nunca dejar de ser discípulo, para que siga aprendiendo de su Maestro que advierte a los suyos:

“No está el discípulo por encima del maestro, ni el siervo por encima de su amo.  Ya le basta al discípulo ser como su maestro, y al siervo como su amo. Si al dueño de la casa le han llamado Beelzebul” (Mt 10 24- 25). “No se estimen en más de lo que conviene” (Rom 12, 3)

«Sabéis que los jefes de las naciones las dominan como señores absolutos, y los grandes las oprimen con su poder. No ha de ser así entre vosotros, pues el que quiera llegar a ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros, que sea vuestro esclavo; de la misma manera que el Hijo del hombre, que no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos” (Mt 20, 25- 28). La Iglesia existe para servir, y así, dar vida a los miembros del Cuerpo de Cristo.

“Vended vuestros bienes y dadlos en limosna. Haceos bolsas que no se deterioran, un tesoro inagotable en los cielos, donde no llega el ladrón, ni la polilla corroe.  Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón” (Lc 12, 33- 34). “Dichosos los pobres porque de ellos es el reino de los Cielos” (Mt 5, 3).

Ø  “Estar preparados para cuando vuelva el Señor. «Tened ceñida la cintura y las lámparas encendidas,  y sed como ésos que esperan a que su señor vuelva de la boda, para abrirle en cuanto llegue y llame.
Ø  Dichosos los siervos a quienes el señor, al venir, encuentre velando” (Lc 12, 35- 36).
La fe es la disponibilidad de servir por amor a los hombres a quienes el misionero ha sido enviado. Es disponibilidad para hacer la voluntad de Dios manifestada en el rostro de todo ser humano.

  1. Somos de Cristo.

Ø  “Si el mundo os odia, sabed que a mí me ha odiado antes que a vosotros. Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero el mundo os odia porque no sois del mundo, pues yo, al elegiros, os he sacado del mundo.
Ø  Acordaos de lo que os he dicho: El siervo no es más que su señor. Si a mí me han perseguido, también os perseguirán a vosotros; si han guardado mi palabra, también la vuestra guardarán.  
Ø  Pero todo esto os lo harán a causa de mi persona, porque no conocen al que me ha enviado” (Jn 15, 18- 21). La Misión y el destino de Jesús, es también, el destino y la misión de sus discípulos misioneros.

  1. Jugar limpio para no ser descalificados.

Ø  “Hijo mío, mantente fuerte en la gracia de Cristo Jesús; y cuanto me has oído en presencia de muchos testigos confíalo a hombres fieles, que sean capaces, a su vez, de instruir a otros.
Ø  Soporta las fatigas conmigo, como un buen soldado de Cristo Jesús. Nadie que se dedica a la milicia se enreda en los negocios de la vida, si quiere complacer al que le ha alistado.
Ø  Y lo mismo el atleta, que no recibe la corona si no ha competido según el reglamento.
Ø  Y el labrador que trabaja es el primero que tiene derecho a percibir los frutos. Entiende lo que quiero decirte; seguro que el Señor te hará comprender todo” (2 Tim 1- 7). No mezcles lo frío con lo caliente, para no ser tibios y expulsados de la vida espiritual (Cfr Apoc 3, 15). La tibieza espiritual es una modalidad de pecado que ha terminado con la fe de muchos servidores.

  1. Modelo de pastores.

Ø  “Quiero exhortar ahora a los ancianos que están entre vosotros, aprovechando que soy anciano como ellos, testigo de los sufrimientos de Cristo y partícipe de la gloria que está para manifestarse.
Ø  Apacentad la grey de Dios que os está encomendada, vigilando, no forzados, sino voluntariamente, según Dios. Y no lo hagáis por mezquino afán de ganancia, sino de corazón; no tiranizando a los que os ha tocado cuidar, sino siendo modelos de la grey.
Ø  Y cuando aparezca el Mayoral, recibiréis la corona de gloria que no se marchita” (1 Pe 5, 1- 4) La fe no se impone a la fuerza. No exijas lo que no has dado. Te enviaron a sembrar no a cosechar. No uses la fe de la gente para enriquecerte.

  1. Con la fuerza del Espíritu.

Ø  “Por esto, investidos de este ministerio por la misericordia de Dios, no desfallecemos. Antes bien, hemos repudiado el silencio vergonzoso, evitando proceder con astucia o falsear la palabra de Dios; al contrario, al manifestar la verdad, nos recomendamos a toda conciencia humana delante de Dios.
Ø  Y si todavía se piensa que nuestro Evangelio está velado, lo está para los que se pierden, para los incrédulos. El dios de este mundo cegó a éstos su entendimiento, para impedir que vean el resplandor del glorioso Evangelio de Cristo, que es imagen de Dios.
Ø  No nos predicamos a nosotros mismos, sino a Cristo Jesús como Señor, y a nosotros como siervos vuestros por Jesús (2 Cor 4, 1- 5). No traficar con la Palabra de Dios. El Evangelio de la Gracia de Dios pide a los Apóstoles ser los primeros en creer, en vivir y en anunciar lo que viven.

Para el Apóstol, Cristo es el tesoro de su corazón. Ha encarnado la certeza que Cristo lo ha elegido por amor y la certeza que también él ama y pertenece a su Señor a quien sirve con alegría. Ama y sigue a su Maestro. Configurando su vida con él, acepta ser el regalo de Cristo a su Iglesia.

  1. Tribulaciones y esperanzas del ministerio.

Ø  “Pero llevamos este tesoro en recipientes de barro, para que se vea claramente que una fuerza tan extraordinaria es de Dios y no de nosotros.
Ø  Vivimos siempre apretados, pero no aplastados; apurados, pero no desesperados; perseguidos, pero no abandonados; derribados, pero no rematados.
Ø  Llevamos siempre en nuestros cuerpos, por todas partes, la muerte de Jesús, a fin de que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo.
Ø  Pues, aunque vivimos, nos vemos continuamente expuestos a la muerte por causa de Jesús, a fin de que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal. De modo que la muerte actúa en nosotros, pero en vosotros la vida” (2 Cor 4, 7- 12).

El camino del discipulado es un camino lleno de experiencias liberadoras, gozosas, luminosas y gloriosas que el discípulo va adquiriendo en la medida que vive de encuentros con su Maestro  a quien pertenece, ama y sirve, dando testimonio por la acción del Espíritu Santo que guía su ministerio.

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