EL BAUTISMO DEL SEÑOR QUE ÉL COMPARTE CON NOSOTROS


Resultado de imagen para imagenes del bautismo del Señor

El Bautismo del Señor que él comparte con sus discípulos.

Iluminación.Yo os bautizo con agua. Pero está a punto de llegar alguien que es más fuerte que yo, a quien ni siquiera soy digno de desatarle la correa de sus sandalias; él os bautizará con Espíritu Santo y fuego” (Lc 3, 16)

El Gran Acontecimiento.

El Bautismo de Jesús de manos de Juan el Bautista es el “Gran Acontecimiento” que divide la vida de Jesús en dos: antes de su Bautismo su vida oculta en Nazareth, sometido a sus padres y sometido a la ley (cf Lc 22, 39- 40: 51- 52), de oficio carpintero (cf Mc 6, 3) que acostumbraba visitar la sinagoga cada sábado, compartiendo los usos y costumbres de una comunidad judía y muy religiosa (cf Lc 4, 16); creciendo en fortaleza, en sabiduría y la gracia de Dios estaba con él, realidad que a los doce años despertaba en los escribas y doctores de la Ley, admiración y cuestionamiento, hasta manifestar a sus padres la conciencia de hijo de Dios y su preocupación por la obra de su Padre (cf Lc 2, 49).

Abandona Nazareth, cierra su carpintería, se despide de su Madre y baja al río Jordán para encontrarse con su pariente Juan el Bautista. Hace fila con los pecadores que están recibiendo el Bautismo de Juan como si fuera uno de ellos. Jesús, el Humilde, no se avergüenza a los que llamar hermanos (cf Heb 2, 22) Se hace hombre como nosotros en todo menos menos en el pecado (cf Flp 2, 7) Jesús ha sido el hombre más solidario con pecadores y publicanos hasta sentarse a la mesa con ellos y decir con fuerza a los hombres de la religión: “No necesitan médico los que están fuertes, sino que están mal; no he venido a llamar a justos, sino a pecadores” Mc 2, 17). Su solidaridad  lo lleva hacerse pobre para enriquecernos con su pobreza. Jesús nos hace partícipes de la “Unción” que recibió de su Padre (cf 2Cor 8, 9) Y nos hace herederos con él de la herencia de Dios (Rm 8, 15- 17 y de la Misión que su realiza con la fuerza del Espíritu Santo (Cf Mt 28, 19-20; Jn 20, 21- 22).

El Acontecimiento en sí

“Por entonces se presentó Jesús, que venía de Galilea al Jordán, a donde Juan, para ser bautizado por él. Pero Juan trataba de impedírselo y le decía: «Soy yo el que necesita ser bautizado por ti, ¿y vienes tú donde mí?» Jesús le respondió: Entonces le dejó. Una vez bautizado Jesús, salió del agua. En esto se abrieron los cielos y vio al Espíritu de Dios que bajaba como una paloma y venía sobre él. Y una voz que salía de los cielos decía: «Éste es mi Hijo amado, en quien me complazco” (Mt 3, 13- 17). Juan el humilde, el obediente no se siente digno de bautizar a Jesús, ya que había dicho: “Yo os bautizo con agua. Pero está a punto de llegar alguien que es más fuerte que yo, a quien ni siquiera soy digno de desatarle la correa de sus sandalias; él os bautizará con Espíritu Santo y fuego” (Lc 3, 16). La respuesta de Jesús, llena de sentido Mesiánico le responde a Juan: «Deja ahora, pues conviene que así cumplamos toda justicia.» Para que se manifieste la justicia de Dios en favor de todos los hombres (Rm 3,21); para que los pecadores sean justificados: reciban el perdón de los pecados y reciban el Espíritu Santo (cf Rm 5, 1; Gál 4, 4-6; Rm 4, 25; Gál 2, 16).

¿Qué es lo que realmente sucede? Jesús después de su Bautismo se encuentra en oración íntima y profunda con su Padre. “Se abren los cielos que estaban cerrados desde los días del paraíso”. “Se escucha la palabra del Padre”, que según la literatura rabínica no se escuchaba desde la época de Esdras: «Éste es mi Hijo amado, en quien me complazco”. “El Espíritu de Dios baja y se posa sobre Jesús” para “Ungirlo” con el Espíritu Santo como el Mesías de Dios. Sacerdote, Profeta y Rey para que realice la “Obra del Padre” La Redención, la Salvación y la Santificación de los hombres (cf Jn 4, 34) en favor de la humanidad, como lo dice la carta a los Hebreos: “ofreciéndose como víctima santa e intachable a Dios por el Espíritu Santo” (cf heb 9, 14). El Padre unge con su Espíritu Santo a su Hijo con una “unción sobre” y lo presenta a los hombres para que lo escuchen, crean en él, lo obedezcan, lo amen lo sigan y lo sirvan: Jesús es la Salvador y la Salvación gratuita e inmerecida que Dios ofrece a la Humanidad.

Jesús es el Cristo, el Mesías, el Ungido, el Señor (cf Hech 2, 36). El Espíritu de Dios está sobre él, como lo había dicho el profeta Isaías: “Reposará sobre él el espíritu de Yahvé: espíritu de sabiduría e inteligencia, espíritu de consejo y fortaleza, espíritu de ciencia y temor de Yahvé” (Is 11, 2). Y Lucas lo señala en la sinagoga de Nazareth: “El Espíritu del Señor sobre mí, porque me ha ungido para anunciar a los pobres la Buena Nueva, me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, para dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor” (Lc 4, 18- 19)

Y, ¿Ahora qué? ¿Qué pasos seguir?

Jesús, lleno de Espíritu Santo, se volvió del Jordán y fue conducido por el Espíritu al desierto para preparase a la Misión a la cual había sido enviada: “Porque tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo unigénito, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna” (Jn 3, 16). Jesús va al desierto para prepararse como el Misionero del Padre. Con oración y ayunos, recibe la visita de los ángeles malos y la de los ángeles buenos. Al final de su desierto, es tentado por su adversario, al que vence y lo ata, confirmándose como el Hijo de Dios, su Siervo, su Mesías con una triple afirmación: “Si Padre, sí te amaré, si te obedeceré y sí te serviré”. Con el enemigo vencido se va a invadir sus terrenos y a liberar a los oprimidos por el Diablo: “Jesús volvió a Galilea guiado por la fuerza del Espíritu, y su fama se extendió por toda la región. Iba enseñando en sus sinagogas, alabado por todos” ( Lc 3, 14- 15).

¿Qué enseñaba Jesús? El Dios que se hizo hombre, “Emmanuel” que significa Dios con nosotros (cf Mt 1, 23) tomó rostro humano y recibe el nombre de Jesús que significa. “Dios salvará a su pueblo de sus pecados” (Mt 1, 21) Su nombre significa su Misión: salvar, dar vida eterna a los hombres. Ha venido a la tierra a conquistar una porción del reino de Dios que había caído en las manos del poder de las tinieblas. Jesús sale del desierto y va con todo, su dedicación será implantar el reino de su Padre en el corazón de los hombres- Viene a integrar (reconciliar) a los hombres con Dios y entre ellos; Viene a enseñar el arte de la reciprocidad, tal como lo dice su Mandamiento (cf Jn 13, 34) Y viene a enseñar el arte de la Comunión entre una fraternidad de iguales, en la cual nadie vive para sí mismo, se vive para el Señor y en él se vive para los demás (cf Rm 14, 7- 8).

¿Cómo lo hace? Proclamando, anunciando y predicando su Palabra siembra en el corazón de sus creyentes el reino de Dios. Curando a los enfermos y expulsando a los demonios, y al final de su vida muriendo y resucitando lleva al reino de Dios a su plenitud.

Bajó a Cafarnaún, población de Galilea, y los sábados les enseñaba. La gente quedaba asombrada de su doctrina, porque hablaba con autoridad. Había en la sinagoga un hombre que tenía el espíritu de un demonio inmundo y se puso a gritar a grandes voces: «¡Ah! ¿Qué tenemos nosotros contigo, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a destruirnos? Sé quién eres: el Santo de Dios.» Jesús entonces le conminó: «Cállate y sal de él.» Y el demonio, arrojándole en medio, salió de él sin hacerle ningún daño. Todos quedaron pasmados y se decían unos a otros: «¡Qué palabra ésta! Da órdenes con autoridad y poder a los espíritus inmundos, y los hace salir.» Así que su fama se extendió por todos los lugares de la región”  (Lc 4, 31- 37). Con estas señales ha comenzado el reino de Dios entre los hombres y el final del reinado del mal. Jesús viene a salvar y a sanar a los enfermos por la lepra del pecado (cf Mc 1, 40- 42). Viene a sacarnos del reino de las tinieblas y a llevarnos del reino de la luz (cf Col 1, 13).

Aplicación a nuestra vida.

La experiencia de Dios, cuando es verdadera, está cimentada en la Verdad, el Amor y en la Libertad. En el encuentro con Jesús nos bautiza con Espíritu Santo, al dejarnos conducir por él nos hacemos hijos de Dios en Cristo (cf Rm 8, 14). La obra del Espíritu Santo es actualizar en nuestra vida la “Obra redentora de Cristo” Hacer que el mundo crea para que se salve por la fe en Cristo Jesús (cf 2 tim 3, 14-16)

¿Hacia dónde nos guía el Espíritu Santo? No nos lleva a donde podamos perder la Gracia de Dios. Más bien nos lleva a la intimidad con Dios y al encuentro con pecadores (cf Mc 2, 13- 17) Si somos guiados por el mismo Espíritu que actuaba en Cristo Jesús, seremos conducidos al “desierto” entendido como el lugar de la victoria de Dios, o, como el lugar donde habitan los demonios, como una etapa de preparación para llevarnos a la madurez en Cristo (cf Ef 3, 14). En el desierto somos liberados de una mentalidad mundana y pagana, de espíritu de esclavitud y servil, para adquirir la mente de Cristo y tomar conciencia que somos llamdos a ser hijos de Dios, hermanos entre nosotros y servidores como Jesús mismo nos enseñó.

El desierto aprendemos a escuchar la voz de Dios y las voces de otros de espíritus como de impureza, egocentrismo, miedos, esclavitud que nos meten miedo para que abandonemos el camino que Jesús nos propone: Amor, Fortaleza y Dominio propio (cf 2 Tim 1, 7) El desierto podemos morir o podemos vencer a las fuerzas del “hombre viejo” y revestirnos del “Hombre nuevo” y confirmarnos como hijos de Dios en Cristo, tomando la firme determinación de seguir a Cristo y adquirir rostros de profeta y de servidores al estilo de Jesús, Pedro, Pablo, los otros Apóstoles del Señor y muchos más. Sin el desierto espiritual, no seremos discípulos de Cristo y convencidos. No seremos guerreros al servicio del reino de Dios. Tendremos una fe mediocre y superficial. No tendremos rostro de profetas de Cristo. (Eclo 2, 1- 5)



Publicar un comentario

Whatsapp Button works on Mobile Device only

Start typing and press Enter to search