EN VERDAD EN VERDAD OS DIGO, SI NO SE RENACE DE DEL AGUA Y DEL ESPÍRITU


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En verdad en verdad te digo, si no se renace
 del agua y del Espíritu…

  1. La condición para entrar en el Reino de Dios. (Jn 3, 1-5)

“Había entre los fariseos un hombre llamado Nicodemo, magistrado judío. Fue éste donde Jesús de noche y le dijo: «Rabbí, sabemos que has venido de Dios como maestro, porque nadie puede realizar los signos que tú realizas, si Dios no está con él.» Jesús le respondió: «En verdad, en verdad te digo que el que no nazca de nuevo no puede ver el Reino de Dios.» Nicodemo le preguntó: «¿Cómo puede uno nacer siendo ya viejo? ¿Puede acaso entrar otra vez en el seno de su madre y nacer?» Respondió Jesús: «En verdad, en verdad te digo que el que no nazca de agua y de Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios”  (Jn 3, 1-5).

Jesús vino a implantar en la tierra el Reino de Dios. Lo hizo mediante la predicación de la Buena Nueva, los exorcismos y sus milagros, al final de su muerte y de su resurrección.. Jesús no vino a fundar religiones, sino a sembrar en los corazones de los hombres el reinado de Dios. Su Reino es de amor, paz y justicia. El Señor Jesús nos propone dos condiciones: Creer en Jesucristo y Convertirse a él. (Mc 1, 15) Para después seguir sus huellas como sus discípulos misioneros (cfr Lc 9, 23)

El Bautismo es el Sacramento de la fe y de la conversión (Rom 6, 1- 11). El bautismo es para vivirse, consiste en estar empapándose, revistiéndose y llenándose de Cristo, y a la misma vez exige estarse despojándose de lo que no es de Cristo. Urge conocer que la realidad del Bautismo no es cosa del pasado, sino que ha de actualizarse y vivirse hoy. Nuestro nacimiento espiritual es un alumbramiento permanente y por lo tanto es actual.

2. ¿Qué significa nacer de nuevo? (Jn 1, 11-13)

Vino a los suyos, mas los suyos no la recibieron. Pero a todos los que la recibieron les dio poder de hacerse hijos de Dios, a los que creen en su nombre; éstos no nacieron de sangre, ni de deseo de carne, ni de deseo de hombre, sino que nacieron de Dios” (Jn 1. 11- 13)

Podemos hablar de dos nacimientos: El primer nacimiento: Nacer de la carne, de papá y mamá. El segundo nacimiento: Nacer de lo Alto. Nacer de la voluntad de Dios para ser hombre nuevo, hijo de Dios y hermano de los hombres.

Cuando el hombre peca o comete el pecado se marchita la vida y muere espiritualmente. El pecado paga con la muerte (Rom 6, 23)¿Qué puede pasar? Puede reconocer su pecado y pedir perdón, O, bien puede correr el peligro de permanecer en esa muerte, y entonces, se le embota la mente, se le endurece su corazón, puede llegar tocar fondo y llegar a caer en el desenfreno de las pasiones y en la pérdida del sentido de la vida (cfr Ef 4, 18) Pablo nos dice: Despojaos y Revestíos de justicia y santidad (Ef 4, 23- 24)

3        ¿Cómo se gesta este nuevo nacimiento?

Dos dimensiones: la iniciativa divina y la respuesta del hombre. Con la ayuda de Dios y nuestros esfuerzos vamos alcanzando nuestra renovación espiritual (cfr Col 3, 9-14).

V  Escuchar la Palabra. (Lc 1, 26ss)
Escuchar la Palabra de Dios, Palabra portadora de una unción espiritual que engendra la “Vida nueva” en el corazón de quien la escucha y acoge en la fe. La Palabra de Dios es para escucharla, aceptarla, meditarla y ponerla en práctica. La fe viene de lo que se escucha. (Rm 10, 17)
                       
V  Dejarse encontrar. (Lc 15, 1-4).
Jesús, Buen Pastor, busca a las ovejas perdidas, y las busca hasta encontrarlas. ¿Dónde las busca? El Profeta Ezequiel nos da una respuesta: Las recobraré de todos los lugares donde se habían dispersado en día de nubes y brumas” (Ez 34, 12b). Lo importante es dejarse encontrar. ¿Qué significa, dejarse encontrar? Cuatro verdades.

a.       Es reconocimiento de que no sé es feliz.
b.      Es el reconocer que nos hemos equivocado.
c.       Es el reconocer que sé está necesitado de ayuda.
d.      Y que esa ayuda sólo puede venir de los Alto.


      Darse la media vuelta y ponerse en camino. (Jer 3, 14; Lc 15, 11sss))

Volver a la Casa del Padre dónde nos espera Cristo con los brazos abiertos para darnos una bienvenida como nunca la habíamos siquiera imaginado. En camino puede ser difícil, existen obstáculos, pero no caminamos solos, el Señor pone sus medios a nuestra disposición. ¿Cómo hemos de volver? Veamos los pasos del hijo pródigo. (Lc 15, 14, 20)

a .   El reconocimiento de los pecados. 
b.      Pedir perdón por los pecados a Dios.
c  .    La confesión en el Sacramento de la reconciliación.
d.      Cumplir la penitencia.

El Sacramento de la Reconciliación es el “quirófano de Jesús”. Es lugar del “Nuevo Nacimiento”. Es sepultura y es resurrección. Es un lugar para morir y un lugar para resucitar. En él recibimos el segundo bautismo…entregamos a Cristo nuestras cargas y el nos restituye la armonía perdida. Nos restituye los dones que habíamos perdido por el pecado y nos da su “Gracia Redentora”.

Y ¿ahora qué sigue? Hay una promesa en la Biblia. “Os tomaré de entre las naciones, os recogeré de todos los países y os llevaré a vuestro suelo…os rociaré con agua pura…os purificaré…os daré un corazón nuevo…os quitaré el corazón de piedra…os daré un corazón nuevo…os infundiré mi espíritu…” (Ez 36, 28).

5.      Conocer los caminos de Dios. (Ef. 4,12- 13)

“para organizar adecuadamente a los santos en las funciones del ministerio. Y todo orientado a la edificación del cuerpo de Cristo, hasta que lleguemos todos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, al estado de hombre perfecto, a la plena madurez de Cristo” (Ef 4, 12- 13)

¿Cuáles son los caminos de Dios? Son los Mandamientos de la Ley de Dios.  Son los caminos del amor, de la justicia, de la humildad, (Col 3, 12; Ef 5, 9; Mi 8, 6) Son los frutos del Espíritu Santo que Isaías nos había dicho: “Mis caminos no son tus caminos, ni mis pensamientos son tus pensamientos…”(Is 55, 9) El profeta Miqueas nos ofrece una perspectiva de vida: “Se te dicho, oh hombre como tienes que vivir…tan sólo que practiques la justicia, que vivas en la equidad y que camines humildemente con tu Dios” (Mi 6, 8)


6.      Cultivar la Conciencia cristiana. ( 1 de Pe 1, 5ss)

La unidad de tres: La inteligencia, la voluntad y el corazón como capacidad de amar. Esta unidad pide la educación en la fe y en el amor (cf Ef 6, 4), mediante  la conversión y el seguimiento de Cristo conducido por la Palabra de Cristo: Como niños recién nacidos, desead la leche espiritual pura, a fin de que, gracias a ella, crezcáis con vistas a la salvación,  si es que habéis gustado que el Señor es bueno (1 Pe 2, 2-3). Palabra y Oración nos van llevando por camino del crecimiento y de la madurez en la fe.
  

Cuando existe el divorcio entre la fe y la vida, el hombre se encuentra dividido, agrietado y en proceso de descomposición humana. Puede tener conciencia psicológica pero no poseer conciencia moral. La conciencia moral es el órgano de la vida. La conciencia es el fruto del amor que une a la inteligencia con  la voluntad. La conciencia moral es el ojo biónico que nos ayuda a discernir lo bueno de lo malo, nos da la fuerza para rechazar lo malo y para hacer lo bueno.

Adquirir la Conciencia Moral requiere iluminar la inteligencia con la luz de la Palabra; fortalecer la voluntad mediante la puesta en práctica de la palabra de Dios, para llenar el corazón de vida, de amor y de verdad. Sólo mediante la conciencia cristiana podemos tener criterios cristianos, la fuerza del Espíritu para rechazar el mal y para realizar el bien para cultivar los valores del reino de Dios: El compartir, la dignidad humana, la solidaridad humana y el servicio...  llevando a sí una vida de testimonio y de integración. 


PAZ Y BIEN


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