LA EUCARISTIA PRESENCIA REAL DE JESUCRISTO


1.    La Eucaristía: Presencia Real de Jesucristo


Objetivo: Mostrar a los fieles católicos la importancia de creer en la Presencia real de Jesucristo en la Eucaristía para ayudarles a vivir el sentido del Sacramento del Amor.

Iluminación. ¿Cómo está Jesucristo presente en la Eucaristía? Jesucristo está presente en la Eucaristía de modo único e incomparable. Está presente, en efecto, de modo verdadero, real y sustancial: con su Cuerpo y con su Sangre, con su Alma y su Divinidad. Cristo, todo entero, Dios y hombre, está presente en ella de manera sacramental, es decir, bajo las especies eucarísticas del pan y del vino. (Compendio del Catecismo de la Iglesia católica, n. 282)




1.                  La Eucaristía como encuentro con Cristo.

Juan Pablo II en la exhortación apostólica “La Iglesia en América”, nos habló de los lugares para encontrar a Cristo, señalándonos en primer lugar La Sagrada Escritura, leída a la luz de la tradición, de los Padres y del Magisterio, profundizada en la Meditación y la Oración.  En el encuentro con las personas, especialmente con los pobres, con los que Cristo se identifica, pero, también el Papa, nos habló de las múltiples presencias de Cristo en la Liturgia, de manera especial en la Eucaristía: “Cristo está presente en los fieles, en la Palabra que se proclama, en el sacerdote celebrante y está presente “sobre todo bajo las especies Eucarísticas” (EIA No. 12).

El Encuentro con Cristo siempre será liberador y gozoso. Liberador porque, en virtud de su sangre preciosa, nos quita las cargas del pecado, y gozoso por que experimentamos el triunfo de la Resurrección de Jesucristo. Dos realidades, dos momentos de una misma experiencia: Muerte y Resurrección. La Pascua del Señor que celebramos en la Eucaristía. Encuentro que nos lleva a la conversión, a la comunión y a la solidaridad con todos.

2.                  La Eucaristía como “presencia real” de Jesucristo.

Pablo VI llamó a la presencia de Cristo en la Eucaristía “Presencia Real”, no por exclusión, porque las otras no fueran “reales”, sino por antonomasia, ya que es sustancial, ya que por ella ciertamente se hace presente Cristo, Dios y Hombre, entero e íntegro (Misterio de Fe No. 39). El grito, el clamor de los fieles debe ser como el de los testigos de Emaús: “Señor, quédate con nosotros”: Jesús responde con un permanente sí: “y entró para quedarse con ellos” (Lc 24. 28s) La Iglesia católica cree firmemente que después de las palabras de la Consagración, Cristo vivo, está presente sobre el Altar ofreciéndose como “Víctima viva al Padre por la salvación de la humanidad”. Presente en cada uno de los fieles, miembros de su Cuerpo; presente en la Palabra que se proclama; presente en el sacerdote celebrante y presente en las especies eucarísticas del pan y del vino que por las palabras de la consagración y por la acción del Espíritu Santo son trasformados en cuerpo y sangre de Cristo. Esta es nuestra fe católica, que la Iglesia recibió de los Apóstoles.
3.                  Las dos mesas.

La Eucaristía, no obstante es una, se divide en dos grandes partes, la Mesa de la Palabra y la mesa de la Eucaristía: Palabra y Eucaristía son inseparables, razón por lo que la Iglesia pide a los fieles pasar a recibir la comunión, solamente si han estado presentes en la proclamación de la Palabra. En la misa, encontramos dos mesas, dos comidas que son alimento y Vida: la mesa de la Palabra y la mesa de la Eucaristía. Muchos podrán decir: me hubiera gustado vivir en la época de Jesús para haber escuchado su Palabra, nosotros hoy más de dos mil años después, no necesitamos hacer un viaje y regresar a la época histórica de Jesús, hoy y aquí nosotros, gracias a la Liturgia de la Iglesia,  podemos ver a Jesús, escucharlo, tocarlo, creer en Él, ofrecernos con Él y comérnoslo,

·                     La Mesa de la Palabra, hace que la Eucaristía sea encuentro de Luz, Cristo nos ha dicho: “Yo soy la Luz del mundo y el que me sigue, no camina en tinieblas” (Jn 8, 12). Su Palabra es Luz, es Luz en nuestro camino, es antorcha para nuestros pies y alimento para nuestra alma de acuerdo a las palabras del mismo Señor: “Mi alimento es hacer la voluntad de mi Padre” (Jn 4, 34). Su Palabra nos ilumina: “Permaneced en Mí y Yo en vosotros” (Jn 15, 4), es decir nos señala el camino para vivir en comunión con Dios. La Palabra de Dios es viva porque es Palabra de Dios vivo, Palabra de vida. Exige adhesión plena y abandono total a lo que Dios manifiesta en ella. Podemos decir que en la Misa Dios nos habla, se nos revela y a esa Palabra hay que prestarle la obediencia de la Fe. Escuchar significa, adherirse plenamente y obedecer significa adecuarse a lo que Dios dice. Acoger y vivir la Palabra es la respuesta adecuada al amor de Dios.

·                     La Mesa de la Eucaristía. Jesús nos enseñó con parábolas, pero su misma vida es una parábola, se sienta a la mesa con pecadores (Mc 2, 15), para enseñarnos que los pecadores son invitados a sentarse a la mesa con el Padre celestial, de manera que en la enseñanza de Jesús, Él se entrega a los suyos en la Palabra y en la Eucaristía, único alimento que suscita y alimenta la vida. Jesús no dejó lugar a dudas: "Yo soy el pan vivo bajado del cielo; si alguno come de este pan, vivirá para siempre"; "en verdad os digo, si no coméis la carne del Hijo de Dios y no bebéis su sangre no tendréis vida en vosotros"; "El que come mi cuerpo y bebe mi sangre tiene vida eterna" (cfr. Juan 6, 30-58) ¿Qué hacer para tener vida eterna y permanecer en comunión con Dios?.

4.     La respuesta es del mismo Jesús.
V  Ésta es la voluntad de mi Padre: que quien vea al Hijo y crea en él tenga vida eterna, y que yo le resucite el último día.»
V  .Yo soy el pan de vida. Vuestros padres comieron el maná en el desierto, y murieron;  éste es el pan que baja del cielo, para que quien lo coma no muera.
V  Yo soy el pan vivo, bajado del cielo. Si uno come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo le voy a dar es mi carne, para vida del mundo.»

V  «En verdad, en verdad os digo que si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo le resucitaré el último día. Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí, y yo en él Jn 6, 40- 56).

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