DOMINGO CUARTO DE ADVIENTO-22 DE DICIEMBRE DE 2024
Color: morado
La Iglesia,
a través de la predicación y la Liturgia, anuncia que la salvación verdadera y
definitiva es un don que Dios mismo nos trae viniendo en medio de nosotros. En
el centro de la Liturgia en este domingo está la revelación de este secreto. De
este misterio que ha estado escondido por los siglos. La revelación del plan
salvífico, que Dios ha preparado y actuado por nuestro amor.
El designio
de salvación tiene una historia y signos reveladores. EL profeta anuncia un
signo que puede ser reconocido y acogido solo en la pobreza y en la humildad de
la fe. Habla del nacimiento milagroso del Emmanuel, hijo de una virgen, signo
milagroso concedido por Dios al pequeño resto de los creyentes, que por la fe
de él serán liberados. Será este nuevo pueblo constituido en orden de la fe y
no a través de privilegios de nacionalidad y de casta.
La profecía
de Isaías se cumple en la maternidad divina de la virgen María. A José, su
esposo, le tocará de colaborar con fe y humildad en el designio divino,
transmitiendo al hijo de Dios y de María el título mesiánico de la descendencia
de David. Esta colaboración no acontece sin sufrimiento, así como nuestra
colaboración con Dios para salvarnos no sucede sin renuncia a aquello que en
nosotros no es digno de Dios y nos hace resistir a su amor.
El signo
del Emmanuel encuentra el perfecto cumplimiento en Jesucristo, sacramento del
encuentro entre Dios y el Hombre, cuya presencia en la Eucaristía y en las
acciones litúrgicas es el nuevo signo ofrecido a todos aquellos que aceptan de
tener plena confianza en Dios Padre. Pero la salvación del hombre no depende
exclusivamente de una iniciativa soberana de Dios. Dios no salva al hombre sin
su colaboración. Dios respeta al hombre como ha respetado la libertad de María
y de José, pero siempre la donación de Dios es total.
Antífona de entrada Cf. Is 45, 8
Envíen los
cielos el rocío de lo alto, y las nubes derramen la justicia. Ábrase la tierra
y brote el Salvador.
ORACIÓN COLECTA
Señor,
derrama tu gracia en nuestros corazones, y ya que hemos conocido por el anuncio
del Ángel la encarnación de tu Hijo Jesucristo, condúcenos por su Pasión y su
Cruz, a la gloria de la resurrección. Él que vive y reina contigo en la unidad
del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.
PRIMERA LECTURA
De ti
nacerá el que debe gobernar a Israel.
Lectura de la profecía de Miqueas 5, 1-4a
Así habla
el Señor: Tú, Belén Efratá, tan pequeña entre los clanes de Judá, de ti me
nacerá el que debe gobernar a Israel: sus orígenes se remontan al pasado, a un
tiempo inmemorial.
Por eso, el
Señor los abandonará hasta el momento en que dé a luz la que debe ser madre;
entonces el resto de sus hermanos volverá junto a los israelitas. Él se
mantendrá de pie y los apacentará con la fuerza del Señor, con la majestad del
nombre del Señor, su Dios. Ellos habitarán tranquilos, porque Él será grande
hasta los confines de la tierra. ¡Y Él mismo será la paz!
SALMO RESPONSORIAL 79, 2ac. 3b. 15-16. 18-19
R/. Restáuranos, Señor del universo.
Escucha,
Pastor de Israel, Tú que tienes el trono sobre los querubines, resplandece,
reafirma tu poder y ven a salvarnos.
Vuélvete,
Señor de los ejércitos, observa desde el cielo y mira: ven a visitar tu vid, la
cepa que plantó tu mano, el retoño que Tú hiciste vigoroso.
Que tu mano
sostenga al que está a tu derecha, al hombre que Tú fortaleciste, y nunca nos
apartaremos de ti: devuélvenos la vida e invocaremos tu Nombre.
SEGUNDA LECTURA
Aquí estoy
para hacer, Dios, tu voluntad.
Lectura de la carta a los Hebreos 10, 5-10
Hermanos: Cristo,
al entrar en el mundo, dijo: “Tú no has querido sacrificio ni oblación;
en cambio, me has dado un cuerpo. No has mirado con agrado los holocaustos ni
los sacrificios expiatorios. Entonces dije: Dios, aquí estoy, yo vengo -como
está escrito de mi en el libro de la Ley- para hacer tu voluntad”.
Él comienza
diciendo: “Tú no has querido ni has mirado con agrado los
sacrificios, los holocaustos, ni los sacrificios expiatorios, a pesar de que
están prescritos por la Ley”. Y luego añade: “Aquí estoy, yo
vengo para hacer tu voluntad”. Así declara abolido el primer régimen
para establecer el segundo. Y en virtud de esta voluntad quedamos santificados
por la oblación del cuerpo de Jesucristo, hecha de una vez para siempre.
ACLAMACIÓN AL EVANGELIO Lc 1,38
Aleluya.
Yo soy la
servidora del Señor; que se haga en mí según tu Palabra. Aleluya.
EVANGELIO
¿Quién soy
yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme?
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 1,
39-45
María
partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá. Entró en la casa de
Zacarías y saludó a Isabel. Apenas ésta oyó el saludo de María, el niño saltó
de alegría en su vientre, e Isabel, llena del Espíritu Santo, exclamó:
“¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu
vientre! ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme? Apenas
oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi vientre. Feliz de ti por haber
creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor”.
ORACIÓN DE LOS FIELES
Pidamos, hermanos, el auxilio del Señor, para que, apiadado del pobre y
del indigente, venga a salvar al mundo de sus males:
- Para que
todos los fieles se dispongan a recibir a Cristo como lo recibió María y como
ella conserven sus palabras en el corazón, roguemos al Señor.
- Para que
aquellos hermanos nuestros que han abandonado las prácticas cristianas pero
acudirán a la iglesia en las próximas fiestas de Navidad descubran la buena
noticia del Evangelio, no como un rayo fugaz en la noche, sino como luz
permanente que ilumina y alegra toda la vida, roguemos al Señor.
- Para que
las fiestas del nacimiento del Señor alejen las tinieblas de quienes viven
sumergidos en dudas e incertidumbres y colmen los deseos de quienes se sienten
descorazonados y tristes, roguemos al Señor.
- Para que
el nacimiento de Cristo nos ayude a renunciar a los deseos mundanos y a vivir
sobria y honradamente esperando la aparición definitiva del Señor, roguemos al
Señor.
Señor Dios, que has mostrado la gratuidad y la fuerza de tu amor
eligiendo las entrañas purísimas de María para revestir de carne mortal a tu
Hijo, escucha nuestras plegarias y haz que también nosotros sepamos acoger y
engendrar espiritualmente tu Verbo, escuchando tu palabra y obedeciendo a la
fe. Por Jesucristo, nuestro Señor.
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Te pedimos,
Padre, que el mismo Espíritu que fecundó con su poder el seno de María, la
Virgen Madre, santifique estos dones que hemos depositado sobre tu altar. Por
Jesucristo, nuestro Señor.
Antífona de comunión Is 7, 14
La Virgen
concebirá y dará a luz un hijo, y lo llamará con el nombre de Emmanuel.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Después de
recibir el anticipo de nuestra redención eterna, te rogamos, Dios todopoderoso,
que cuanto más se acerca el alegre día de la salvación, tanto más se acreciente
nuestro fervor para celebrar dignamente el misterio del nacimiento de tu Hijo.
Que vive y reina por los siglos de los siglos.
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