Domingo vigesimoprimero del tiempo ordinario
INTRODUCCIÓN
Terminado el discurso de la promesa de Eucaristía, que es incomprendido
por la multitud, Jesús invita a los apóstoles a hacer su elección después que
muchos se han echado para atrás. Pedro responde a nombre de todos.
Son palabras bellas y la perfecta definición de la enseñanza de Cristo:
“Tus palabras son palabras de vida eterna”. Las palabras de Pedro son
una profesión de fe en Jesús. La fe de los apóstoles es una elección
definitiva. De ahora en adelante crecerán poco a poco en un conocimiento más
profundo del Señor, el Santo de Dios. Creer en Jesús es al mismo tiempo un
deber y una alegría. Más aún, creer en Jesús es tener verdadera vida.
Los doce deciden quedarse con Jesús. Deciden aceptar para siempre a
Cristo en su propia vida. Cristo es Palabra de Vida, es Palabra de Dios, es Pan
de Vida Eterna.
Antífona de
entrada Sal
85, 1. 3
Inclina tu oído, Señor, respóndeme; salva a tu servidor que en ti
confía. Ten piedad de mí, Señor, que te invoco todo el día.
Gloria
ORACIÓN
COLECTA
Señor Dios, que unes a tus fieles en una sola voluntad; concédenos amar
lo que mandas y esperar lo que prometes, para que, en la inestabilidad del
mundo presente, nuestros corazones estén firmes donde se encuentra la alegría
verdadera. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en
la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.
PRIMERA
LECTURA
Serviremos al Señor, ya que Él es nuestro Dios.
Lectura del libro de Josué 24, 1-2a. 15-17. 18b
Josué reunió en Siquém a todas las tribus de Israel, y convocó a los
ancianos de Israel, a sus jefes, a sus jueces y a sus escribas, y ellos se
presentaron delante del Señor. Entonces Josué dijo a todo el pueblo:
“Si no están dispuestos a servir al Señor, elijan hoy a quién quieren
servir: si a los dioses a quienes sirvieron sus antepasados al otro lado del
Río, o a los dioses de los amorreos, en cuyo país ustedes ahora habitan. Yo y
mi familia serviremos al Señor”.
El pueblo respondió: “Lejos de nosotros abandonar al Señor
para servir a otros dioses. Porque el Señor, nuestro Dios, es el que nos hizo
salir de Egipto, de ese lugar de esclavitud, a nosotros y a nuestros padres, y
el que realizó ante nuestros ojos aquellos grandes prodigios. Él nos protegió
en todo el camino que recorrimos y en todos los pueblos por donde pasamos.
Por eso, también nosotros serviremos al Señor, ya que Él es nuestro Dios”.
SALMO RESPONSORIAL 33, 2-3. 16-23
R/. ¡Gusten y vean qué bueno es el Señor!
Bendeciré al Señor en todo tiempo, su alabanza estará siempre en mis
labios. Mi alma se gloría en el Señor: que lo oigan los humildes y se
alegren.
Los ojos del Señor miran al justo y sus oídos escuchan su clamor; pero
el Señor rechaza a los que hacen el mal para borrar su recuerdo de la tierra.
Cuando ellos claman, el Señor los escucha y los libra de todas sus
angustias. El Señor está cerca del que sufre y salva a los que están abatidos.
El justo padece muchos males, pero el Señor lo libra de ellos. Él cuida
todos sus huesos, no se quebrará ni uno solo.
La maldad hará morir al malvado, y los que odian al justo serán
castigados; pero el Señor rescata a sus servidores, y los que se refugian en Él
no serán castigados.
SEGUNDA
LECTURA
Éste es un gran misterio: se refiere a Cristo y a la Iglesia.
Lectura de la carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de
Éfeso 5, 21-33
Hermanos:
Sométanse los unos a los otros, por consideración a Cristo. Las mujeres
a su propio marido como al Señor, porque el varón es la cabeza de la mujer,
como Cristo es la Cabeza y el Salvador de la Iglesia, que es su Cuerpo. Así
como la Iglesia está sometida a Cristo, de la misma manera las mujeres deben
respetar en todo a su marido.
Los maridos amen a su esposa, como Cristo amó a la Iglesia y se entregó
por ella para santificarla. Él la purificó con el bautismo del agua y la
palabra, porque quiso para sí una Iglesia resplandeciente, sin mancha ni arruga
y sin ningún defecto, sino santa e inmaculada. Del mismo modo, los maridos
deben amar a su mujer como a su propio cuerpo. El que ama a su esposa se ama a
sí mismo. Nadie menosprecia a su propio cuerpo, sino que lo alimenta y lo
cuida.
Así hace Cristo por la Iglesia, por nosotros, que somos los miembros de
su Cuerpo. “Por eso, el hombre dejará a su padre y a su madre para unirse a su
mujer, y los dos serán una sola carne”.
Éste es un gran misterio: y yo digo que se refiere a Cristo y a la
Iglesia.
En cuanto a ustedes, cada uno debe amar a su propia mujer como a sí
mismo, y la esposa debe respetar a su marido.
ACLAMACIÓN AL EVANGELIO Cf. Jn 6, 63c. 68c
Aleluya.
Tus palabras, Señor, son Espíritu y Vida; Tú tienes palabras de Vida
eterna. Aleluya.
EVANGELIO
¿A quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna.
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 6, 60-69
Después de escuchar la enseñanza de Jesús, muchos de sus discípulos
decían: “¡Es duro este lenguaje! ¿Quién puede escucharlo?”
Jesús, sabiendo lo que sus discípulos murmuraban, les dijo:
“¿Esto los escandaliza? ¿Qué pasará, entonces, cuando vean al Hijo del
hombre subir donde estaba antes?
El Espíritu es el que da Vida, la carne de nada sirve.
Las palabras que les dije son Espíritu y Vida.
Pero hay entre ustedes algunos que no creen”.
En efecto, Jesús sabía desde el primer momento quiénes eran los que no
creían y quién era el que lo iba a entregar.
Y agregó: “Por eso les he dicho que nadie puede venir a mí,
si el Padre no se lo concede”.
Desde ese momento, muchos de sus discípulos se alejaron de Él y dejaron
de acompañarlo.
Jesús preguntó entonces a los Doce: “¿También ustedes
quieren irse?”
Simón Pedro le respondió: “Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes
palabras de Vida eterna. Nosotros hemos creído y sabemos que eres el Santo de
Dios”.
CREDO
ACIÓN DE LOS FIELES
Pidamos, hermanos, al Señor que venga en nuestro auxilio y, por el honor
de su nombre, escuche nuestra oración:
Para que el Señor, en su infinita bondad, se acuerde del santo Padre, el
Papa Francisco, de nuestro obispo N. y de todos los demás obispos, que anuncian
la palabra de Dios; para que bendiga a los sacerdotes y diáconos y, en su gran
misericordia, se acuerde de todos los fieles que aman a Jesucristo, roguemos al
Señor.
Para que Dios conceda a los que trabajan la tierra lluvias oportunas y
buenas cosechas, dé sabiduría a los investigadores, acierto a los que enseñan,
docilidad y constancia a los que estudian y otorgue a todos aquello que
necesitan en cada momento, roguemos al Señor.
Para que el Señor infunda en el corazón de los pecadores un vivo y
sincero arrepentimiento de sus culpas, les conceda el perdón de sus pecados y
les dé fuerza para no recaer en el mal, a fin de que donde creció el pecado,
más desbordante sea la misericordia divina, roguemos al Señor.
Para que el Señor conceda sus dones a nuestros familiares, amigos,
bienhechores y a todos aquellos que queremos recordar; para que, a cambio de
las riquezas que nos han dado, obtengan las riquezas inmortales y, en lugar de
los bienes temporales, alcancen los bienes eternos, roguemos al Señor.
Señor Dios, que por medio de Cristo, el Verbo eterno, nos has hecho
descubrir tu amor, escucha nuestras oraciones e ilumina a tus fieles con la luz
del Espíritu Santo, para que nada nos aleje de Cristo, el único que tiene
palabras de vida eterna, y vive y reina por los siglos de los siglos.
ORACIÓN
SOBRE LAS OFRENDAS
Señor, que en el sacrificio único de Cristo, te has adquirido un pueblo
de hijos, sé bondadoso con nosotros y concede a tu Iglesia los dones de la
unidad y de la paz. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Antífona de
comunión Cf. Sal 103, 13.
14. 15
Señor, la tierra se sacia con el fruto de tus obras: el pan que sale de
la tierra y el vino que alegra el corazón del hombre.
ORACIÓN
DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Padre nuestro, realiza plenamente en nosotros la obra de tu
misericordia, y concédenos tu gracia para que podamos agradarte en todo. Por
Jesucristo, nuestro Señor.
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