Domingo decimonoveno del tiempo ordinario
INTRODUCCIÓN
El Profeta Elías desalentado hasta el punto de desear la propia muerte, pensando que no ha cumplido bien con la misión que le ha encargado el Señor, ya no puede más, pero el mismo Dios se encarga de alimentarlo. Dios lo alimenta, lo sostiene con un alimento milagroso. En ese alimento la Iglesia siempre ha visto la figura de la Eucaristía. En el fracaso aparente de Elías aprendemos que el Señor nunca deja solo a los que ama, incluso en los momentos más difíciles de nuestra vida.
La multitud no le cree al Señor Jesús que afirma que ha venido del cielo para hacer la voluntad del Padre. Jesús afirma que Él dará la vida eterna, pero quienes lo escuchan no están abiertos en sus corazones, no están disponibles para acoger la Palabra del Señor. Dios es quien concede la fe. solamente el Padre del cielo da las fuerzas para creer en el Hijo. Cristo confirma su promesa de que dará su propio cuerpo como alimento y ese alimento será vida del mundo.
Creer en Jesucristo es camino de vida eterna. El maná del desierto es solamente figura de aquello eterno y verdadero: Jesucristo alimento para el mundo, alimento para la vida eterna.
Antífona de entrada Cf. Sal 73, 20. 19. 22. 23
Acuérdate, Señor, de tu alianza, y no olvides para siempre a tus pobres. Levántate, Señor, defiende tu causa y no desoigas el clamor de los que te invocan.
Gloria
ORACIÓN COLECTA
Dios todopoderoso y eterno, a quien, movidos por el Espíritu Santo, nos animamos a llamar Padre; confirma en nuestros corazones la condición de hijos tuyos, para que podamos entrar en la herencia prometida. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.
PRIMERA LECTURA
Fortalecido por ese alimento caminó hasta la montaña de Dios.
Lectura del primer libro de los Reyes 19, 1-8
El rey Ajab contó a Jezabel todo lo que había hecho Elías y cómo había pasado a todos los profetas al filo de la espada. Jezabel envió entonces un mensajero a Elías para decirle: “Que los dioses me castiguen si mañana, a la misma hora, yo no hago con tu vida lo que tú hiciste con la de ellos”. Él tuvo miedo, y partió en seguida para salvar su vida. Llegó a Berseba de Judá y dejó allí a su sirviente.
Luego Elías caminó un día entero por el desierto, y al final se sentó bajo una retama. Entonces se deseó la muerte y exclamó:
“¡Basta ya, Señor! ¡Quítame la vida, porque yo no valgo más que mis padres!” Se acostó y se quedó dormido bajo la retama.
Pero un ángel lo tocó y le dijo: “¡Levántate, come!” Él miró y vio que había a su cabecera una galleta cocida sobre piedras calientes y un jarro de agua. Comió, bebió y se acostó de nuevo.
Pero el Ángel del Señor volvió otra vez, lo tocó y le dijo: “¡Levántate, come, porque todavía te queda mucho por caminar!”
Elías se levantó, comió y bebió, y fortalecido por ese alimento caminó cuarenta días y cuarenta noches hasta la montaña de Dios, el Horeb.
SALMO RESPONSORIAL 33, 2-9
R/. ¡Gusten y vean qué bueno es el Señor!
Bendeciré al Señor en todo tiempo, su alabanza estará siempre en mis labios. Mi alma se gloría en el Señor: que lo oigan los humildes y se alegren.
Glorifiquen conmigo al Señor, alabemos su Nombre todos juntos. Busqué al Señor: Él me respondió y me libró de todos mis temores.
Miren hacia Él y quedarán resplandecientes, y sus rostros no se avergonzarán. Este pobre hombre invocó al Señor: Él lo escuchó y lo salvó de sus angustias.
El Ángel del Señor acampa en torno de sus fieles, y los libra. ¡Gusten y vean qué bueno es el Señor! ¡Felices los que en Él se refugian!
SEGUNDA LECTURA
Practiquen el amor, a ejemplo de Cristo.
Lectura de la carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Éfeso 4, 30—5, 2
Hermanos:
No entristezcan al Espíritu Santo de Dios, que los ha marcado con un sello para el día de la redención.
Eviten la amargura, los arrebatos, la ira, los gritos, los insultos y toda clase de maldad.
Por el contrario, sean mutuamente buenos y compasivos, perdonándose los unos a los otros como Dios los ha perdonado en Cristo.
Traten de imitar a Dios, como hijos suyos muy queridos.
Practiquen el amor, a ejemplo de Cristo, que nos amó y se entregó por nosotros, como ofrenda y sacrificio agradable a Dios.
ACLAMACIÓN AL EVANGELIO Jn 6, 51
Aleluya.
“Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente”, dice el Señor. Aleluya.
EVANGELIO
Yo soy el pan vivo bajado del cielo.
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 6, 41-51
Los judíos murmuraban de Jesús, porque había dicho: “Yo soy el pan bajado del cielo”. Y decían: “¿Acaso este no es Jesús, el hijo de José? Nosotros conocemos a su padre y a su madre. ¿Cómo puede decir ahora: “Yo he bajado del cielo?””
Jesús tomó la palabra y les dijo:
“No murmuren entre ustedes. Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre que me envió; y Yo lo resucitaré en el último día. Está escrito en el libro de los Profetas:
“Todos serán instruidos por Dios”. Todo el que oyó al Padre y recibe su enseñanza, viene a mí.
Nadie ha visto nunca al Padre, sino el que viene de Dios: sólo Él ha visto al Padre. Les aseguro que el que cree, tiene Vida eterna. Yo soy el pan de Vida.
Sus padres, en el desierto, comieron el maná y murieron. Pero éste es el pan que desciende del cielo, para que aquél que lo coma no muera. Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente, y el pan que Yo daré es mi carne para la Vida del mundo”.
Credo
ORACIÓN DE LOS FIELES
Oremos, hermanos, a nuestro Señor Jesucristo, para que, acordándose de su promesa, escuche la oración de los que nos hemos reunido en su nombre:
Por la paz que desciende del cielo, por la unión de las Iglesias y por la salvación de nuestras almas, roguemos al Señor.
Por los que trabajan por el bien de los pobres, por los que ayudan a los ancianos y por los que cuidan a niños y desvalidos, roguemos al Señor.
Por los que están abatidos o sometidos a una prueba, por los que están en peligro, por el retorno de los extraviados y por la libertad de los encarcelados, roguemos al Señor.
Por los que en este momento están orando con nosotros, por los que han pedido nuestras oraciones y por el reposo eterno de nuestros hermanos difuntos, roguemos al Señor.
Escucha, Señor, nuestras oraciones y guía a tu Iglesia peregrina en el mundo; sosténla con el alimento que da la vida eterna, para que, perseverando en la fe cristiana, llegue a contemplar el resplandor de tu rostro. Por Jesucristo, nuestro Señor.
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Padre de bondad, acepta los dones que misericordiosamente has dado a tu Iglesia y que, con tu poder, conviertes en sacramento de salvación. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Antífona de comunión Sal 147, 12. 14
Jerusalén, glorifica al Señor tu Dios, que te sacia con lo mejor del trigo.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Padre, que la comunión de tus sacramentos nos alcance la salvación y nos confirme en la luz de tu verdad. Por Jesucristo, nuestro Señor.
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