LA FE Y LAS OBRAS UN CAMINO PARA HACER COMUNIDAD.

 


La fe y las obras, un camino para hacer Comunidad.

Iluminación: «Se te ha hecho saber, hombre, lo que es bueno, lo que Yahvé quiere de ti: tan sólo respetar el derecho, amar la lealtad y proceder humildemente con tu Dios.» (Mq 6, 8)

¿Qué es la fe? La fe es el don de Dios a los hombres para que podamos conocer, amar y servir en esta vida. Es el poder de Dios que actúa en los corazones de los fieles. Es también la vida que Dios nos ha dado, esa vida que está en Cristo y es Cristo. Podemos decir a la luz de los testigos del Evangelio que la fe cristiana es amor, donación, entrega, servicio, disponibilidad de servir al Señor en su Iglesia a favor de los hombres.

Santiago en su carta nos dice de manera lapidaria que una fe sin obras está vacía, y muerta: “Una fe sin obras está muerta”. (Snt 2, 14) Lutero y con él todos sus seguidores a lo largo de los siglos, se atrevió a gritar al mundo: “La sola fe”, sin las obras; la sola Palabra sin la Comunidad. Ellos acusaron a la Iglesia de predicar la salvación por las “obras” sin la fe. Cosa, creo yo que nunca ha sido así; nuestra Madre la Iglesia nos ha trasmitido la fe en Jesucristo, el Hijo de Dios y el de María; Dios y hombre que se pasó la vida haciendo el bien y liberando a los hombres de la opresión del Diablo (cfr Hech 10, 38), al final de su días, los de su pueblo lo mataron por medio de gente malvada, pero Dios lo resucitó y lo sentó a su derecha como Cristo y Señor (cfr Hech 2, 21- 36)

El corazón de la fe cristiana. Para la Iglesia, el corazón de nuestra fe es que Cristo murió por nuestros pecados, resucitó para nuestra justificación (Rom 4, 25) y es Señor para gloria de Dios Padre (Flp 2, 11). En la carta a los efesios Pablo nos dejo una especie de himno soteriológico: “a los que estábamos muertos por los pecados, Dios nos ha dado vida juntamente con Cristo. Con Cristo nos ha resucitado y nos ha sentado a su derecha; por gracia de Dios hemos sido salvados… que nadie presuma, la salvación es gracia de Dios que nos ha destinado a realizar unas obras que Él predispuso desde antes de la creación.(Ef 2, 4- 8) ¿De qué obras se trata? La respuesta la encontramos en la misma Escritura: Las obras de la fe, llamadas también frutos del Espíritu y obras de misericordia” (Gál 5, 22, Col 3, 12ss)

Para la Iglesia la fe es primero. Digamos con la Iglesia: Nadie se salva sin la fe, pero, también, nadie se salva sin las obras. ¿Qué viene primero? ¿La fe o las obras? Lo primero es la fe… “sólo unidos a mí podéis dar fruto, sin mí nada podéis hacer”. Tenemos que tener claridad en esto. La fe cristiana es donación, entrega y servicio. Es la disponibilidad de servir aunque no nos dejen. Es levantarse y ponerse en camino para ir al encuentro del pobre, del marginado, del enfermo, del otro… La fe es la disponibilidad de hacer la voluntad de Dios en cualquier circunstancia de nuestra vida. La fe cristiana no camina sola, a su lado están la esperanza y la caridad; una no existe sin la otra. El conocimiento teológico o doctrinal, las oraciones, los cantos, los ritos litúrgicos cuando no van acompañados por las “obras de la fe” se desvirtúan y se vacían de su auténtico contenido.

Donde no hay fe. Digamos con claridad: No hay fe donde hay alcoholismo, drogadicción, chantaje, fraude, corrupción: No hay fe donde hay soberbia, avaricia, lujuria… No hay fe donde hay adulterio, cuando se le quita la mujer al hermano, cuando se le oprime, explota, difama, critica. No hay fe donde hay mentira, falsedad y engaño. La razón es porque la fe no es una creencia, sino una vida, es poder, es don de Dios; es respuesta a la Palabra de vida. Si habías dicho que una fe sin caridad está vacía, lo mismo podemos decir que una fe sin humildad está muerta.

Con el poder de la fe podemos mover montañas, sembrar árboles en el mar y caminar sobre las aguas y aún sobre las nubes. ¿Qué significa sembrar árboles en el mar? Significa cambiar la manera de pensar negativa, pesimista y derrotista por la manera de pensar de Dios, para llegar a tener los puntos de vista y los criterios del Señor. Pablo nos invita a “tener la misma manera de pensar de Cristo Jesús” (Flp 2, 5). Caminar sobre el agua es caminar en la verdad, practicar la justicia; es decir, hacer el bien y rechazar el mal (Rom 12, 21)

Donde sí hay fe. Hay fe: donde hay confianza en Dios; en donde hay obediencia y pertenencia al Señor de la Gloria. Una vida que se manifiesta en donación entrega y servicio a la obra del Reino. ¿Por qué no recordar las palabras del Evangelio de san Mateo? “No todo el que me dice señor, señor, entrará al Reino de los cielos, sino los que hacen la voluntad de mi Padre (Mt 7, 21). Aquel día me dirán: “En tu Nombre hicimos, predicamos y expulsamos demonios… no los conozco, apártense de mí los que obran el mal (Mt 7, 22ss) Hay fe donde se acepta incondicionalmente la voluntad de Dios. Siempre he puesto atención en el proceso que nos presenta la carta a los efesios: “La unidad en la fe; crecer en el conocimiento de Dios hasta alcanzar al Hombre perfecto, a la plena madurez de Cristo (Ef 4, 13). Hay fe en quien guarda los Mandamientos de Dios y se deja conducir por la Palabra de Cristo. Al mismo que dijo: “Bástele al discípulo ser como su maestro y al criado ser como su señor”. En la carta a los Gálatas el Apóstol nos dice: “La fe llegada a su madurez es caridad” (Gál 5, 6) La caridad hace referencia a acciones concretas que hoy día son “llamadas obras de Misericordia”. Sin la caridad la fe está muerta (cf Snt 2, 14)

Hablemos de las obras de la fe. Las obras de la fe hacen referencia a los frutos que toda existencia cristiana debe dar en abundancia. Frutos no éxitos. Existen frutos buenos y frutos malos. Podemos hablar de una vida fecunda o de una existencia estéril. Del corazón del mismo hombre puede brotar la maldad o la bondad, el bien o el mal. Jesucristo nos dijo: “Del corazón del hombre salen los malos deseos que contaminan al hombre” (Mc 7, 14- 23).

En Gálatas 5, 19-21. Encontramos las obras de la carne. Enumera 19, pero no son las únicas. Así mismo en Gálatas 5, 22-23. Encontramos los frutos del Espíritu Santo. Enumera 9, pero no son los únicos. En Efesios 5, 9 encontramos: La verdad, la bondad y la justicia. En Colosenses 3, 5ss. Enumera algunas obras de la carne. En Colosenses 3, 12. Nos dice de lámparas de luz: La humildad, la sencillez, la compasión el amor, el perdón… De la misma manera, 2 de Pedro 1, 5- 9, nos presenta: La fe, la buena conducta (los buenos hábitos) la prudencia, la templanza, la fortaleza, la piedad, el amor fraterno y la caridad. Todo lo anterior es fruto y manifestación de una fe que se cultiva con la ayuda de Dios y con los esfuerzos de cristiano que sigue las huellas de Jesús. En cambio las obras de la carne son manifestaciones de una fe estéril y de una vida al margen de la fe cristiana.

El hombre, todo hombre, es poseedor de un “Libre albedrío” que si lo utiliza bien podrá elegir el bien y no el mal, pero, es libre para escoger lo que quiera. Dios nos propone elegir los Mandamientos para que tengamos vida, pero el hombre tiene la última palabra. Dios no obliga a ser el bien o hacer cosas malas, el hombre es libre para decidirse por una cosa o la obra. (Dt 30, 15ss)

Cuando se decide por el bien, rechaza el mal. se inclina por el bien, lucha y persevera para vencer el mal (Rm 12, 21) Para hacer el bien se une a otros, para caminar con otros, trabajar con otros y hacer con ellos una Comunidad, fraterna, solidaria y servicial. Vive en Comunión, Participación y Misión, siempre con la disponibilidad de salir fuera de sí, para ir al encuentro de los demás para intercambiar sus dones y talentos.

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