JESUCRISTO ES EL CENTRO DE TODO LO CREADO Y DE NUESTRA VIDA.

 


JESUCRISTO ES EL CENTRO DE TODO LO CREADO Y DE NUESTRA VIDA.

Bueno, lo anterior es cierto si lo aceptamos y decidimos hacer a Jesús el Principio y el Fin de todos nuestros “Pensamientos, Palabras y Obras.” Lo que exige poseer una fe sincera, un corazón limpio y una conciencia recta (1 de Tim 1, 5) Para que Cristo sea luz que ilumina nuestra mente; para que sus palabras están en nuestros labios y sus obras salgan de nuestras manos; obras hechas con compasión y misericordia. Teniendo siempre presente la Palabra del Señor. Escuchemos la enseñanza de Cristo Jesús.

”Permaneced en mí, como yo en vosotros. Lo mismo que el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid; así tampoco vosotros si no permanecéis en mí. Yo soy la vid; vosotros los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto; porque separados de mí no podéis hacer nada. Si alguno no permanece en mí, es arrojado fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen, los echan al fuego y arden. Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que queráis y lo conseguiréis. La gloria de mi Padre está en que deis mucho fruto, y seáis mis discípulos. Como el Padre me amó, yo también os he amado a vosotros; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor, como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor. Os he dicho esto, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea colmado. Este es el mandamiento mío: que os améis los unos a los otros como yo os he amado. Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. No os llamo ya siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su amo; a vosotros os he llamado amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer. " (Jn 15- 4- 15)

Hacer a Cristo el centro de nuestra vida es posible por la acción del Espíritu Santo. Lo que exige lo que dice san Pablo: "La noche está avanzada. El día se avecina. Despojémonos, pues, de las obras de las tinieblas y revistámonos de las armas de la luz. Como en pleno día, procedamos con decoro: nada de comilonas y borracheras; nada de lujurias y desenfrenos; nada de rivalidades y envidias. Revestíos más bien del Señor Jesucristo y no os preocupéis de la carne para satisfacer sus concupiscencias." (Rm 13, 12- 14)

"Por lo demás, fortaleceos en el Señor y en la fuerza de su poder. Revestíos de las armas de Dios para poder resistir a las acechanzas del Diablo. Porque nuestra lucha no es contra la carne y la sangre, sino contra los Principados, contra las Potestades, contra los Dominadores de este mundo tenebroso, contra los Espíritus del Mal que están en las alturas. Por eso, tomad las armas de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y después de haber vencido todo, manteneros firmes."(Ef 6, 10- 13)

La centralidad de Jesucristo en nuestra vida va generando cambios, veces lentos y dolorosos, pero, seguros. Por eso levantemos nuestras miradas al cielo y descubramos las acciones del Espíritu Santo que nos va convirtiendo en regalos de Dios para los hombres. Como lo dice el evangelista Mateo: "«Vosotros sois la sal de la tierra. Mas si la sal se desvirtúa, ¿con qué se la salará? Ya no sirve para nada más que para ser tirada afuera y pisoteada por los hombres. «Vosotros sois la luz del mundo. No puede ocultarse una ciudad situada en la cima de un monte. Ni tampoco se enciende una lámpara y la ponen debajo del celemín, sino sobre el candelero, para que alumbre a todos los que están en la casa."(Mt 5, 13. 15) Seamos lámparas encendidas (Lc 12, 35)

La centralidad de Jesucristo en nuestra vida nos va sacando del individualismo, del conformismo y del totalitarismo, del secularismo y de las garras de las ideologías. Para ser hombres y mujeres para los demás, nos hace ser parte de una Comunidad fraterna, solidaria y servicial. Que vive en Comunión, Participación y en Misión. Nos hace personas para compartir lo que tenemos, lo que sabemos y lo que somos. Siempre con el lema cristiano: “Sed misericordioso como vuestro Padre celestial es Misericordioso” (Lc 6, 36)

La centralidad a Jesucristo nos pide amarlo y seguirlo para poder pertenecerle y servirlo. Por eso escuchemos a Lucas decirnos: "Decía a todos: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame. Porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero quien pierda su vida por mí, ése la salvará. Pues, ¿de qué le sirve al hombre haber ganado el mundo entero, si él mismo se pierde o se arruina? Porque quien se avergüence de mí y de mis palabras, de ése se avergonzará el Hijo del hombre, cuando venga en su gloria, en la de su Padre y en la de los santos ángeles."(Lc 9, 23- 26)

La centralidad de Jesucristo nos lleva al proceso de la conversión cristiana: "Ellos mismos cuentan de nosotros cuál fue nuestra entrada a vosotros, y cómo os convertisteis a Dios, tras haber abandonado los ídolos, para servir a Dios vivo y verdadero, y esperar así a su Hijo Jesús que ha de venir de los cielos, a quien resucitó de entre los muertos y que nos salva de la Cólera venidera."(1 de Ts 1, 9- 10) Y siguiendo la Escritura que nos dice: "Por tanto, también nosotros, teniendo en torno nuestro tan gran nube de testigos, sacudamos todo lastre y el pecado que nos asedia, y corramos con fortaleza la prueba que se nos propone, fijos los ojos en Jesús, el que inicia y consuma la fe, el cual, en lugar del gozo que se le proponía, soportó la cruz sin miedo a la ignominia y está sentado a la diestra del trono de Dios. Fijaos en aquel que soportó tal contradicción de parte de los pecadores, para que no desfallezcáis faltos de ánimo. No habéis resistido todavía hasta llegar a la sangre en vuestra lucha contra el pecado. Habéis echado en olvido la exhortación que como a hijos se os dirige: Hijo mío, no menosprecies la corrección del Señor; ni te desanimes al ser reprendido por él. " (Heb 12, 1- 5)

"Ayer como hoy, Jesucristo es el mismo, y lo será siempre. No os dejéis seducir por doctrinas varias y extrañas. Mejor es fortalecer el corazón con la gracia que con alimentos que nada aprovecharon a los que siguieron ese camino." (Hef 13, 8- 9)

Qué nadie os engañe. El Mensaje de Jesús es el mismo: Predicamos a Cristo crucificado, la centralidad de Jesús es la cruz, no se bajen de la cruz para que permanezcamos en el amor. "Permaneced en el amor fraterno. No os olvidéis de la hospitalidad; gracias a ella hospedaron algunos, sin saberlo, a ángeles. Acordaos de los presos, como si estuvierais con ellos encarcelados, y de los maltratados, pensando que también vosotros tenéis un cuerpo. Tened todos en gran honor el matrimonio, y el lecho conyugal sea inmaculado; que a los fornicarios y adúlteros los juzgará Dios. Sea vuestra conducta sin avaricia; contentos con lo que tenéis, pues él ha dicho: No te dejaré ni te abandonaré;"(Heb 13, 1- 5)

Evitemos a los falsos profetas que cambian a Jesucristo por el dinero, la fama y el poder. Predican vida sin Cruz, amor sin compromiso Predican a un Cristo sin cruz. Pablo les llama Falsos apóstoles: "¿Por qué? ¿Porque no os amo? ¡Dios lo sabe! Y lo que hago, continuaré haciéndolo para quitar todo pretexto a los que lo buscan con el fin de ser iguales a nosotros en lo que se glorían. Porque esos tales son unos falsos apóstoles, unos trabajadores engañosos, que se disfrazan de apóstoles de Cristo. Y nada tiene de extraño: que el mismo Satanás se disfraza de ángel de luz. Por tanto, no es mucho que sus ministros se disfracen también de ministros de justicia. Pero su fin será conforme a sus obras. " (2 Cor 11, 1. 15)

Somos un pueblo que camina hacia Dios, caminemos juntos envueltos en alegría y en esperanza. Conocer a Jesucristo es el mejor regalo que puede recibir cualquier persona. No podemos seguir a Cristo sin su cruz. Haberlo encontrado es lo mejor que nos ha sucedido en la vida, y darlo a conocer con nuestras palabras y obras es nuestro gozo. Nuestras obras serán cristianas si tenemos a Cristo como Centro de nuestra vida. Y nuestras palabras serán de Cristo si Jesús habita en nuestro corazón y desde ahí nos guía y nos transforma.

 

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