Y HERODES TENÍA GANAS DE VER A JESÚS

 


Y TENÍA GANAS DE VER A JESUS

Lectura del santo evangelio según san Lucas: En aquel tiempo, el rey Herodes se enteró de lo que pasaba y no sabía a qué atenerse, porque unos decían que Juan había resucitado, otros que había aparecido Elías, y otros que había vuelto a la vida uno de los antiguos profetas. Herodes se decía: «A Juan lo mandé decapitar yo. ¿Quién es éste de quien oigo semejantes cosas?» Y tenía ganas de ver a Jesús. (Lucas 9, 7-9)

La fama de Jesus llegó hasta los oídos del rey Herodes. Alguien le estaba diciendo: un profeta ha aparecido entre el pueblo. Profeta que habla con autoridad. Tiene poderes pata expulsar los espíritus y hacer milagros, lo que Juan el Bautista no hacía. Para algunos Jesús era Juan que había resucitado. Para otros era Elías, y para otros, alguno de los profetas. El rey no sabía a qué atenerse. Con toda certeza decía: “A Juan yo lo mandé decapitar” ¿Quién es este de quien oigo semejantes cosas? Y Tenía ganas de ver a Jesús. Tenía curiosidad de conocer a Jesús.

Lo que el rey Herodes no sabía, y con él muchísima gente, es que Jesús no está expuesto a la curiosidad y a la charlatanería. La simple curiosidad, no está al alcance de Jesús. Hay que creer en Jesús y convertirse a él (Mc 1, 15) Creer en Jesús es aceptarlo como el “Regalo y como el Hijo de Dios” (cf Jn 3, 6) “Que nos amó y se entregó por nosotros para salvarnos” (Ef 5, 2)  Por eso los curiosos, por muchas deseos que tengan de ver a Jesús, se quedan al margen de su conocimiento, recordemos a Jeremías decirnos: “A Él, lo encontramos si lo buscamos de todo corazón” (Jer 29, 13).

El hombre, todo hombre, es un buscador. ¿Qué busca? Busca ser feliz, pero, en el fondo de su corazón lo que busca es a Dios (Blas Pascal) Lo busca en el poder, en el tener y en el placer. Lo busca en la fama, en los lujos, en el prestigio. Muchos buscan y hasta quieren comprarlo. La salvación ni se compra ni se vende, es un don gratuito, pero no barato.

Nos dice el evangelio de san Lucas que también Jesús, el Buen Pastor, nos busca hasta encontrarnos. ¿Dónde nos busca? Llega hasta los países más lejanos a donde nos hemos dispersado. A lo que llamamos el “Mundo” donde el hijo pródigo disipó sus bienes viviendo como un libertino. Sus bienes, los talentos que Dios le había dado para su realización y para la realización de los demás, a quienes debía de ayudarles se disiparon. Alejarse de la casa del Padre, equivale a salir del Paraíso para entrar en un estado de descomposición, deshumanización y despersonalización humana. (Lc 15, 11ss) “Nos busca hasta encontrarnos,” hasta el fondo de nuestra basura, se acerca para levantarnos y para liberarnos. Nos pregunta: “¿Quieres volver al camino que te lleva a la Casa de mi Padre?”

¿Dónde está ese camino? “Yo soy el camino que te lleva a la Casa de mi Padre” (Lc 14, 7) “Vengan a mí los que están cansados y agobiados por la carga y yo los aliviaré” (Mt 11, 28) “Vengo para que tengas vida en abundancia” (Jn 10, 10) “El que escucha mi voz y me abre la puerta de su corazón yo entro en su casa, ceno con él y cenamos juntos” (cf Apoc 3, 20) Jesús no entra en nuestra vida con sus manos vacías, lleva los frutos de la redención: La Paz, el perdón, la resurrección y el don del Espíritu Santo.” Lleva en sus manos la “Espada del Espíritu,” la Palabra de Dios y “la Luz de su Espíritu” Para sacar fuera de nuestra casa todo aquello que es incompatible con el “Reino de Dios”. Todo espíritu que no viene de la fe, fuera y al fuego (Rm 14, 23)

“Acepten mi yugo que es suave y ligero, aprendan de mí que soy manso y humlde de corazón, y encontraras descanso para sus almas (Mt 11, 29- 30) El yugo de Jesús es el amor, es la verdad y es la vida (Jn 14, 6) Lo anterior es posible si seguimos el camino del grano del trigo: "En verdad, en verdad os digo: si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere, da mucho fruto"(Jn 12, 24) El fruto es la bondad, la verdad y la justicia (Ef 5, 9) El fruto es posible en nuestra vida con la ayuda de la Gracia de Dios y de nuestras decisiones. Con la sola Gracia de Dios, No. Con nuestra solas decisiones, No. Se requiere la combinación de las dos: Dios y el hombre. Porque la salvación de Dios que es gratuita, no es obligada ni es forzada, “Si tu quieres te salvas, y si no, ni modo, te pierdes.

En el libro del Génesis Dios ha dicho al hombre: “Trabaja y protege” (Gn 2, 15) “Y el que no trabaja que no coma” (2 de Ts 3, 10) Trabajar en nuestra conversión, en nuestra liberación para poder saborear los frutos del Espíritu Santo:”El amor, la paz el gozo, etc (Gál 5, 22) La humildad, la mansedumbre, la misericordia, etc (Col 3, 12) Los frutos  vienen del cultivo que realizamos con la ayuda de la Gracia. Los medios para el crecimiento de la fe, la esperanza y la caridad vienen de Dios y son la Oración, la Palabra de Dios, la Liturgia de la Iglesia, especialmente, la Confesión y la Eucaristía, la Comunidad, las Obras de Misericordia y el Apostolado.

“El que no trabajaba que se ponga a trabajar, para que con sus manos ayude a los que tengan necesidad” (cf Ef 4, 28) Dios quiere que el hombre trabaje y que sea protagonista de su propia Salvación. Todo hombre está llamado a ser responsable y libre, capaz de amar y servir para que pueda entrar en la Plenitud de Cristo (Col 2, 9) Esto lo logramos mediante la conversión, sin la cual nos quedamos al margen del camino, llevando una fe cómoda, sin compromiso y sin obras (Snt 2, 14) Razón por la que Pablo nos exhorta: "Y no os acomodéis al mundo presente, antes bien transformaos mediante la renovación de vuestra mente, de forma que podáis distinguir cuál es la voluntad de Dios: lo bueno, lo agradable, lo perfecto."(Rm 12,2)

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