PERMITAN QUE LOS NIÑOS VENGAN A MÍ.

 


PERMITAN QUE LOS NIÑOS VENGAN A MÍ.

"Entonces le fueron presentados unos niños para que les impusiera las manos y orase; pero los discípulos les reñían. Mas Jesús les dijo: «Dejad que los niños vengan a mí, y no se lo impidáis porque de los que son como éstos es el Reino de los Cielos.» Y, después de imponerles las manos, se fue de allí."(Mt 19, 13- 15)

Imponer las manos y orad por los niños es para bendecirlos. Bendecir significa hacer partícipe de lo que él tiene y de los que es. Imponer la mano pide extender la sobre para compartir el don que se posee, y Jesús que es la Bendición quiere hacerla llegar a los niños. Por eso la petición de Jesús: “Dejad que los niños vengan a mí,” responde al amor y a la compasión que siente por ellos. En seguida viene el mandamiento a los discípulos: “No se lo impidáis.”

¿Por qué no se lo impidáis? La verdad de Jesús es dicha con toda claridad: Porque de los que son como éstos es el Reino de los Cielos.” Es una ordenación de Jesús educar a los niños en la fe y en el amor, en la verdad y en la justicia. (Ef 6, 1- 4) Jesús habla de una “Infancia espiritual” en la que debe de aparecer la confianza en Dios, en los padres, en sí mismo y en los demás. La confianza que viene de la fe (Rm 10, 17) es sinónimo de la amistad. Amigo significa amado y amiga significa amada. Dónde hay confianza no hay miedo, ni envidia, ni mentira, ni odios; La confianza es apertura a la Palabra de Dios, a los Mandamientos y a la práctica del Bien. No cuesta la obediencia, ni a Dios y ni a los superiores, pues hay amistad.

Donde no hay confianza, hay miedo, inseguridad, realidades que vienen del maltrato y del mal testimonio. Mientras que el amor, la ternura y el cariño dejan seguridad y certeza que acompañan a lo largo de toda la vida, el miedo y el maltrato a los niños dejan como huellas las futuras neurosis. Serán personas inseguras, encerradas en sí mismas, agresivas, orientadas a poseer una mente embotada, un corazón endurecido, una falta de moral, hasta caer en el desenfreno de las pasiones (cf Ef 4, 17-19) Aparecen entonces la neurosis de regresión, de proyección, de conversión, entre otras. Volver a la infancia, a los momentos que se vivieron. Es proyectar el miedo y el odio a los demás. Es vivir en el infantilismo con comportamientos como de niños enfermos y enfermizos.

Enfermedades que solo Jesús pueden sanar desde dentro, desde el corazón. Sólo nos pide creer en él y entregarle nuestra vida para irnos sanando todas las dimensiones de nuestra vida. Sanando las heridas recibidas en la vida por el desamor, el mal trato y el mal testimonio en casa o en el ambiente en el que se vive. Los médicos y los medicamentos tan sólo son remedios que curan temporalmente, recordemos las palabras de Jesús a los judíos que habían creído en él: "«Si os mantenéis en mi Palabra, seréis verdaderamente mis discípulos, y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres.»"(Jn 8, 31- 32) A la verdad nos lleva el amor, y la verdad nos lleva al amor. Estas dos verdades han de sembrarse en la mente y el corazón de los niños para que crezcan en justicia y en libertad para que puedan crecer abiertos a la vida sana y compartida con los demás.

La confianza viene de la fe, que nos lleva a la esperanza y al amor. La práctica de estas virtudes nos hace vivir como niños, abiertos a la Gracia de Dios. Nos ayuda a vivir en Unidad con nosotros mismos, con Dios y con los demás. El que tenga esta confianza no queda defraudado (1 Tim 1, 12) La fe es confianza, es obediencia y es amor. Realidades que deben de ser acompañadas con la Oración íntima, cálida y extensa. Familia que ora unida permanece en unidad. Los niños aprenden a orar de sus Padres… Permitan que los niños vengan a mí, dice el Señor.

Ser como niños para servirle al Seños. Para Jesús la conversión cristiana es hacer como niños al estilo de él mismo: "Pues conocéis la generosidad de nuestro Señor Jesucristo, el cual, siendo rico, por vosotros se hizo pobre a fin de que os enriquecierais con su pobreza."(2 de Cor 8, 9) Nació como hombre, se hizo niño, para servir a su Pueblo: "No ha de ser así entre vosotros, sino que el que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros, será vuestro esclavo; de la misma manera que el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos.»"(Mt 20, 26- 28)

No basta con ponernos un parche para sanar las heridas de la vida. Hay que nacer de nuevo, del agua y del espíritu, nacer de Dios (Jn 3,1- 5) Para nacer de nuevo hay que estar embarazados espiritualmente con la Palabra de Dios que es Luz que nos lleva pr el camino del reconocimiento de nuestros pecados, al arrepentimiento hasta el perdón de los pecados y aceptar al espíritu Santo que nos hace hijos de Dios, hermanos de los demás y en servidores de los otros.

"Como niños recién nacidos, desead la leche espiritual pura, a fin de que, por ella, crezcáis para la salvación, si es que habéis gustado que el Señor es bueno. Acercándoos a él, piedra viva, desechada por los hombres, pero elegida, preciosa ante Dios, también vosotros, cual piedras vivas, entrad en la construcción de un edificio espiritual, para un sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales, aceptos a Dios por mediación de Jesucristo.” (1 de Pe 2, 2-5)

Cuando Jesucristo es nuestro fundamento podemos ofrecer a Dios un culto en Espíritu y en verdad: "Os exhorto, pues, hermanos, por la misericordia de Dios, que ofrezcáis vuestros cuerpos como una víctima viva, santa, agradable a Dios: tal será vuestro culto espiritual."(Rm 12, 1) Nuestro culto espiritual consiste en aceptar la voluntad de Dios y en someternos a ella. Estamos dejando la infancia espiritual para convertirnos en adultos en la fe.

Lo que implica a formar parte de una Comunidad fraterna, solidaria servicial y misionera, es decir, vivir en Comunión, Participación y en Misión. La infancia espiritual se ha convertido en Sinodalidad.



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