ENTONCES EL REINO DE LOS CIELOS SERÁ SEMEJANTE A DIEZ VÍRGENES

 


ENTONCES EL REINO DE LOS CIELOS SERÁ SEMEJANTE A DIEZ VÍRGENES

"«Entonces el Reino de los Cielos será semejante a diez vírgenes, que, con su lámpara en la mano, salieron al encuentro del novio. Cinco de ellas eran necias, y cinco prudentes. Las necias, en efecto, al tomar sus lámparas, no se proveyeron de aceite; las prudentes, en cambio, junto con sus lámparas tomaron aceite en las alcuzas. Como el novio tardara, se adormilaron todas y se durmieron. Mas a media noche se oyó un grito: "¡Ya está aquí el novio! ¡Salid a su encuentro!" Entonces todas aquellas vírgenes se levantaron y arreglaron sus lámparas. Y las necias dijeron a las prudentes: "Dadnos de vuestro aceite, que nuestras lámparas se apagan." Pero las prudentes replicaron: "No, no sea que no alcance para nosotras y para vosotras; es mejor que vayáis donde los vendedores y os lo compréis." Mientras iban a comprarlo, llegó el novio, y las que estaban preparadas entraron con él al banquete de boda, y se cerró la puerta. Más tarde llegaron las otras vírgenes diciendo: "¡Señor, señor, ábrenos!" Pero él respondió: "En verdad os digo que no os conozco." (Mt 25, 1. 12)

La Biblia nos habla de dos personas: los que hacen el bien y los que hacen el mal. Los primeros caminan por el camino angosto y entran por la puerta estrecha. Y los otros caminan por el camino ancho y entrar por la puerta ancha y grande. Los que creen y los que no creen, Los primeros se hacen hijos de Dios y los otros son hijos de las tinieblas. Con frutos diferentes, unos frutos son buenos y otros son malos. Dios ama a todos, pero no en todos se manifiesta.

El novio se presenta llevando en sus manos la dote para la novia. “Yo te desposaré conmigo para siempre; te desposaré conmigo en justicia y en derecho en amor y en compasión, te desposaré conmigo en fidelidad, y tú conocerás a Yahveh."(Os 2, 21- 22) Me desposaré contigo en justicia y en derecho, es decir en Santidad. Y la semilla de la santidad es la Palabra de Dios. “Luz en nuestro camino” (Slm 119, 105) Luz que nos embaraza con la Vida divina y orienta nuestra vida a un “Nuevo Nacimiento.” El segundo regalo es el amor y la compasión, es decir, el perdón de nuestros pecados.” Y con el perdón se nos da el Espíritu Santo. El tercer regalo la fidelidad y el conocimiento. Fidelidad a su Palabra ya sus Mandamientos para poder conocer a Dios. Lo anterior nos lleva a practicar las virtudes sin las cuales no habrá conocimiento de Dios, ya que el sentido de los Mandamientos consiste en el amor y el servicio a Dios y al prójimo.

El aceite extra, el que tenían las vírgenes prudentes es el fruto de la fe. Un fruto que se ha protegido y se ha cultivado (Gn 2, 15) Recordando al apóstol Santiago decimos: “Una fe sin obras está muerta” (Snt 2, 14) La persona sin las virtudes, o sin las obras de la fe, está desnuda, desprovista de las armas de la luz y de la armadura de Dios. (cf Rm 13, 12- 13) Cuando se apagan las lámparas quedamos a obscuras, en tinieblas, en pecado. No hay fidelidad ni hay conocimiento de Dios. No hay Gracia de Dios. El Aceite no se compra y no se vende, es un don gratuito e inmerecido, sólo hay que responder a la Voluntad de Dios que busca santificarnos y que caminemos en el Reino de Dios, siguiendo las huellas del Autor y Consumador de nuestra fe, Cristo Jesús (Heb 12, 2)

Las vírgenes prudentes fueron mujeres de fe que la cultivaron hasta dar fruto. Su prudencia fue la virtud quicio de las demás virtudes, sin prudencia no hay otras virtudes, sus medios para crecer en fe, esperanza y caridad fueron la Oración, la Palabra de Dios, el Culto, las Obras de misericordia y la Comunidad, en la cual se reunían para compartir los dones de Dios con los demás (cf Mt 18, 20). No dormían, descansaban en el Señor. Dormir es caer en el pecado. "Así pues, no durmamos como los demás, sino velemos y seamos sobrios. Pues los que duermen, de noche duermen, y los que se embriagan, de noche se embriagan. Nosotros, por el contrario, que somos del día, seamos sobrios; revistamos la coraza de la fe y de la caridad, con el yelmo de la esperanza de salvación."(1 Ts 5, 6- 8) Con palabras de Jesús decimos: “Vigilad y Orad para no caer en tentación” (Mt 26, 41)

"¡Ya está aquí el novio! ¡Salid a su encuentro!" Las vírgenes prudentes pronto prepararon sus lámparas y se dispusieron para caminar con el novio. Las otras vírgenes, las imprudentes pidieron ayuda, pidieron aceite. Algo que no se puede dar: La Gracia de Dios, esto es muy personal. Vayan a comprarlo, se fueron. En su ausencia llego el novio y entraron en la casa preparada para la fiesta de los amigos. Otro día será la fiesta para el pueblo. Esta noche es para los más íntimos. Y cerraron la puerta. ¿Quién la cierra? El novio o el dueño de la casa. Llegan las vírgenes imprudentes y gritan: “Ya llegamos, abridnos la puerta.” La respuesta es para todos que llegan tarde: “No los conozco” “No sé quiénes son” Y se quedan fuera, en el frío y en las tinieblas de la noche.

La puerta está cerrada para todos los que en esta vida no le abrimos las puertas del corazón a Jesús; "Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo." (Apoc 3, 20) Lo hermoso es que el novio nos regala el traje de bodas, revestidos con la túnica de Jesus con un corazón limpio, con una fe sincera y con una conciencia recta (1 Tim 1, 5) Que hermoso será escuchar las palabras del novio: Pasa bendito de mi Padre a participar del gozo de tu Señor. La puerta se cierra cuando nos visita la muerte. Después ya no hay tiempo para cultivar el bien o para obedecer a Dios. “Todo es en vida.” En vida creemos, nos arrepentimos y hacemos el bien. En vida luchamos y vencemos o perdemos si nuestra fe es mediocre y superficial.

Las vírgenes prudentes son como los justos que están al borde de un río, sus raíces están en el agua, sus ramas están siempre verdes y dando fruto los doce meses del año, es decir siempre. El fruto es el amor que es la madre de todas las virtudes que nos revisten de Cristo. Hay siete vírgenes que son el fundamento del edificio espiritual y a la vez son la muralla que protegen el edificio. Éstas son la fe, la fortaleza, la continencia, la sencillez de corazón, la pureza del corazón el conocimiento y el amor. Este es la comunidad de la fe, y cada uno tiene a su vez su propia comunidad.

La voluntad de Dios es que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad (1 de Tim 2, 4) La salvación es un don gratuito, no se compra y no se vende, pero nunca es barato. Algunos creyentes lo dicen de la siguiente manera: “Soy creyente pero no practicante” Es decir, soy ateo práctico, me avergüenzo de ser cristiano practicante. El creyente practicante se convierte en un discípulo de Jesucristo, está en camino, haciéndose como su Maestro el hijo de Dios, hermanos de todos y en servidor de los demás. Camina con una toalla en la mano y con una cubeta de agua en la otra mano, busca a quien lavar los pies. Lavar pies es servir, es compartir con los otros los dones recibidos de parte de Dios. Recordando las palabras del Señor: “No he venido a ser servido sino a servir y a dar mi vida por muchos” (Mt 20, 28)

Cuando el servicio es manifestación del amor, es aceite extra, es el tesoro en el cielo, es fruto de la fe. El cristiano lleva en su pecho la Misión de cargar las debilidades de los otros (Rm 15, 1) “El que ve a sus hermanos pasar necesidad y le hace al ciego o al sordo y se va de paso, es peor que un pagano (1 Jn 3, 17) Pertenece al grupo de las vírgenes imprudentes que van a escuchar las palabras: no te conozco, no sé quién eres. La Palabra de Dios nos dice que el Reino de Dios nadie vive para sí mismo, si vivimos o morimos somos del Señor (cf Rm 14, 8) Todo aquel que pertenece al Señor está siempre dispuesto a extender su mano hacia los necesitados. Extender la mano es compartir los dones de Dios con los menos favorecidos, Dones materiales o espirituales, incluyendo lo económico. Recordemos que todos los frutos de la fe, están incluidos en el aceite extra.

Amar con el corazón hasta que nos duela es amar como Jesús nos amó, hasta el extremo (Jn 13, 1) Para que entendamos que la fe llegada a su madurez es amor (Gál 5, 6) Amar es darse, es donarse, es sacrificarse es inmolarse a Dios por los demás. Porque Dios es amor y todo el que ama conoce y sirve a Dios.



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