SALIR DEL EXILIO PARA PONERNOS EN CAMINO DE ÉXODO HACIA LA TIERRA PROMETIDA.

 


 SALIR DEL EXILIO PARA PONERNOS EN CAMINO DE ÉXODO HACIA LA TIERRA PROMETIDA.

“Que mis ojos lloren sin cesar de día y de noche, porque la capital de mi pueblo está afligida por un gran desastre, por una herida gravísima. Si salgo al campo, encuentro gente muerta por la espada; si entro en la ciudad, hallo gente que se muere de hambre. Hasta los profetas y los sacerdotes andan errantes por el país y no saben qué hacer.” (Jer 14)

El año 611 a de Cristo se encontró en un cuarto del templo de Jerusalén un Libro o un rollo que resultó ser la Sagrada Escritura. Tanto el rey como el sacerdote y el profeta hicieron grandes lamentos descubriendo la razón por la cual había tanta ignorancia religiosa. La Sagrada Escritura había sido abandonada, lejos del Pueblo. ¿Qué hicieron? Organizaron un Congreso Bíblico en el cual se leyó la Escritura y el pueblo lo escuchó con mucha atención y alegría. Hubo lágrimas de arrepentimiento y se comprometieron a convertirse a la Ley.

"El rey hizo convocar a su lado a todos los ancianos de Judá y de Jerusalén, y subió el rey a la Casa de Yahveh con todos los hombres de Judá y todos los habitantes de Jerusalén; los sacerdotes, los profetas y todo el pueblo desde el menor al mayor; y leyó a sus oídos todas las palabras del libro de la alianza hallado en la Casa de Yahveh. El rey estaba de pie junto a la columna; hizo en presencia de Yahveh la alianza para andar tras de Yahveh y guardar sus mandamientos, sus testimonios y sus preceptos con todo el corazón y toda el alma, y para poner en vigor las palabras de esta alianza escritas en este libro. Todo el pueblo confirmó la alianza." (2 de Re 23, 1- 4)

Pero a pesar de la fiesta, no duró mucho tiempo hubo pocas conversiones, y como dice la Biblia: el pecado nos priva de la gracia de Dios (Rm 3, 23) y el salario del pecado es la muerte (R, 6, 23) Muerte que no es querida por Dios, pues, él no quiere la muerte del pecador, sino que se convierta y viva (Ez 33, 11)

El año 587 a. de C. Nabucodonosor, rey de Babilonia llevó al reino de Judá al destierro, destruyó el Templo y destruyó y quemó la ciudad de Jerusalén llevándose todos los utensilios del Templo. Dejando sólo a los más débiles para que siguieran trabajando los campos (2 Re 25; Jer 23, 25-28). El pueblo fue llevado al exilio, a la tierra de la servidumbre, de esclavitud y de opresión. En el exilio no había templo, ni sacrificio ni sacerdote, ni rey ni patria.

70 años después, el año 536, Dios llama a su pueblo a salir del exilio para que se ponga en camino de éxodo para que regrese a su patria para reconstruir el Templo, la ciudad de Jerusalén y para reinstalar la Alianza. Ciro rey de los medos venció a los caldeos y les dio libertad a todos los pueblos oprimidos. Vuelvan a sus pueblos y reconstruyan sus ciudades.

"En el año primero de Ciro, rey de Persia, en cumplimiento de la palabra de Yahveh, por boca de Jeremías, movió Yahveh el espíritu de Ciro, rey de Persia, que mandó publicar de palabra y por escrito en todo su reino: «Así habla Ciro, rey de Persia: Yahveh, el Dios de los cielos, me ha dado todos los reinos de la tierra. El me ha encargado que le edifique una Casa en Jerusalén, en Judá. Quien de entre vosotros pertenezca a su pueblo, sea su Dios con él. Suba a Jerusalén, en Judá, a edificar la Casa de Yahveh, Dios de Israel, el Dios que está en Jerusalén."(Esd 1, 1-3)

En la época de Nehemías se reconstruyó el templo, desde el año 521 al año 515.Se reconstruyó la ciudad y las murallas. Se organizó un congreso bíblico (Neh 8)

"Todo el pueblo se congregó como un solo hombre en la plaza que está delante de la puerta del Agua. Dijeron al escriba Esdras que trajera el libro de la Ley de Moisés que Yahveh había prescrito a Israel. Trajo el sacerdote Esdras la Ley ante la asamblea, integrada por hombres, mujeres y todos los que tenían uso de razón. Era el día uno del mes séptimo. Leyó una parte en la plaza que está delante de la puerta del Agua, desde el alba hasta el mediodía, en presencia de los hombres, las mujeres y todos los que tenían uso de razón; y los oídos del pueblo estaban atentos al libro de la Ley. El escriba Esdras estaba de pie sobre un estrado de madera levantado para esta ocasión; junto a él estaban: a su derecha, Matitías, Semá, Anaías, Urías, Jilquías y Maaseías, y a su izquierda, Pedaías, Misael, Malkías, Jasum, Jasbaddaná, Zacarías y Mesullam.

Esdras abrió el libro a los ojos de todo el pueblo - pues estaba más alto que todo el pueblo - y al abrirlo, el pueblo entero se puso en pie. Esdras bendijo a Yahveh, el Dios grande; y todo el pueblo, alzando las manos, respondió: «¡Amén! ¡Amén!»; e inclinándose se postraron ante Yahveh, rostro en tierra.

Aceptan la voluntad de Dios y se someten a ella. Hoy es un día consagrado al Señor. «Este día está consagrado a Yahveh vuestro Dios; no estéis tristes ni lloréis»; pues todo el pueblo lloraba al oír las palabras de la Ley. Díjoles también: «Id y comed manjares grasos, bebed bebidas dulces y mandad su ración a quien no tiene nada preparado. Porque este día está consagrado a nuestro Señor. No estéis tristes: la alegría de Yahveh es vuestra fortaleza.»

Celebraron la Pascua por primera vez después de volver del exilio: "Los deportados celebraron la Pascua el día catorce del primer mes; ya que los levitas se habían purificado como un solo hombre, todos estaban puros; inmolaron, pues, la pascua para todos los deportados, para sus hermanos los sacerdotes y para sí mismos. Comieron la pascua los israelitas que habían vuelto del destierro y todos aquellos que, habiendo roto con la impureza de las gentes del país se habían unido a ellos para buscar a Yahveh, Dios de Israel." (Es 6, 19. 21)

Pero la obra de la reconstrucción no fue fácil, pues había muchos enemigos: "Entonces el pueblo de la tierra se puso a desanimar al pueblo de Judá y a meterles miedo para que no siguiesen edificando; y sobornaron contra ellos a algunos consejeros para hacer fracasar su proyecto; así durante todo el tiempo de Ciro, rey de Persia, hasta el reinado de Darío, rey de Persia. Bajo el reinado de Jerjes, al comienzo de su reinado, presentaron ellos por escrito una denuncia contra los habitantes de Judá y Jerusalén."(Es 4, 4-7)

"Cuando Samballat, Tobías, los árabes, los ammonitas y los asdoditas se enteraron de que la reparación de la muralla de Jerusalén adelantaba - pues las brechas comenzaban a taparse - se enfurecieron mucho; y se conjuraron todos a una para venir a atacar a Jerusalén y a humillarme a mí. Pero invocamos a nuestro Dios y montamos guardia contra ellos de día y de noche. Judá decía: «¡Flaquean las fuerzas de los cargadores: hay demasiado escombro; nosotros no podemos reconstruir la muralla!» Y nuestros enemigos decían: «¡Antes que se enteren o se den cuenta, iremos contra ellos, y los mataremos y pararemos la obra!»" (Neh 4, 1- 5)

Para nosotros a modo de conclusión. Salir del exilio para ponernos en camino de éxodo para ir a la Tierra Prometida, que es Cristo Jesús, equivale a salir de la tierra de la esclavitud, de la tierra de la servidumbre para ir caminando hacia los terrenos de Dios. El Restaurador de nuestras ruinas nos llama a ponernos en camino (Is 58, 12) En el Encuentro con Jesús somos justificados: Recibimos el perdón de nuestros pecados y recibimos el don del Espíritu Santo. Comienza la lucha entre el Ego y el Amor, entre los vicios y las virtudes, entre el Bien y el Mal.

Por la escucha de la Palabra de Dios, acompañada por la oración trabajamos en la construcción de nuestra casa espiritual. Lo primero, es escuchar la Palabra de Dios para que nazca en nosotros la fe. (Rm 10, 17) Para luego, poner nuestro cimiento: el amor, la verdad y la vida, es decir tomar la firme determinación de seguir a Cristo (1 de Cor 3, 11) Para luego comenzar a crecer hacia arriba (edificar hacia lo alto) En la confianza, en la obediencia, hacia el amor a Cristo. ¿Cómo? Guardando sus mandamientos, su Palabra y practicando las virtudes, es decir, creciendo en el conocimiento de Dios (1 de Jn 2, 3) Para ir haciéndonos “Casitas de Dios.” Ante esta tarea Jesús nos dice: “Vigilad y orad para no caer en la tentación” (Mt 26, 41)

Vigilad implica conocer a nuestros enemigos: el mundo, el maligno y la carne, los vicios y toda nuestra pecaminosidad que busca en envolvernos en la idolatría. Vigilad es conocer nuestras debilidades y nuestros vacíos para ser prudentes y poder evitarlos.

Vigilad para darnos cuenta que el único que puede salvarnos es Jesús. No busquemos fuera de él nuestra salvación. La clave de nuestra victoria es tomar la firme determinación de seguir a Cristo, amarlo y servirlo. Lo que implica romper con el pecado y dar la espalda al mundo y lo que nos ofrece (1 de Jn 2,15)

Estamos en camino de conversión que consiste alcanzar la unidad en la fe, crecer perfecto.(Ef 4, 13) Esto nos pide vivir de encuentros con Jesús. Para madurar en el conocimiento de Dios hasta llegar a la estatura de Cristo, el hombre maduro. La fe madura es la caridad (Gál 5, 6) La conversión es entrar en la lucha del Bien contra el Mal. Exige estar naciendo de Dios, muriendo al pecado y naciendo para Dios, al estilo del grano de trigo (Jn 12, 24) La conversión pide dejar la vida mundana, vida pagana y la vida de pecado para abrazar la Cruz de Jesús, que está hecha de sencillez, de verdad, de amor y de servicio.

Por eso vigilad consiste en despojarse del hombre viejo y revestirse del hombre nuevo en justicia y santidad. (Ef 4, 24) Lo anterior es posible si vivimos de encuentros con Jesús. El primer lugar es llevar una vida empapada de oración, que sea íntima, cálida y extensa. Otro medio es la Palabra de Dios puesta en práctica para que se haga vida en nosotros. Palabra y Oración nos llenan de Cristo y nos revisten de Cristo, esto es la conversión cristiana. Otro lugar de encuentro con Jesús son las obras de misericordia que nos llevan al encuentro con los pobres, los enfermos, los migrantes. Otro lugar de encuentro con Jesús es la Liturgia de la Iglesia, especialmente la Confesión y la Eucaristía. Sin olvidar la Comunidad recomendada por el mismo Jesús: “Dónde dos o tres se reúnen…..” (Mt 18, 20)

Vigilad es luchar con el bien para poder vencer al mal (Rm 12, 21). Las armas son las armas de la luz, la armadura de Dios (Rm 13, 12). Hablamos de las virtudes que son los sentimientos de Cristo, vigor y poder para fortalecernos y ser fuertes en la fe (Ef 6, 10) Las virtudes vienen a ser el fundamento de nuestra casa espiritual y la muralla que la protegen contra los vientos y las tempestades. (Mt 7, 24)

La construcción de la casa exige evitar todo lo que es contrario al reino de Dios manifestado en Cristo. El individualismo, el totalitarismo, el relativismo, el secularismo, el ateísmo, el conformismo, las supersticiones y la incredulidad. Sólo a la luz de la liberación cristiana de la cual nos habla Pablo (Gál 5, 1.13) podemos llegar a ser hombres libres, capaces de amar y capaces de servir a los demás. Sólo entonces podemos llegar a ser regalo de Dios para los otros. Un ser para los demás. Y hacer de nuestra vida “Un sacrificio vivo, santo y agradable a Dios” (Rm 12, 1) En la lucha no estamos solos: “Caminamos con Jesús y con la Iglesia” (Mt 28, 20) estamos en la Pascua, la celebramos, la vivimos y la damos a conocer. Escuchemos a Pablo decir su discípulo Timoteo:

"Tú, pues, hijo mío, manténte fuerte en la gracia de Cristo Jesús;.y cuanto me has oído en presencia de muchos testigos confíalo a hombres fieles, que sean capaces, a su vez, de instruir a otros. 3.Soporta las fatigas conmigo, como un buen soldado de Cristo Jesús. 4.Nadie que se dedica a la milicia se enreda en los negocios de la vida, si quiere complacer al que le ha alistado. 5.Y lo mismo el atleta; no recibe la corona si no ha competido según el reglamento. (2 Tim 2, 11- 5)

Publicar un comentario

Whatsapp Button works on Mobile Device only

Start typing and press Enter to search