3.- La Pastoral de Jesús, el Señor.
3.- La Pastoral de Jesús, el Señor.
Objetivo:
Conocer la pastoral de Jesús, el Buen Pastor,
como modelo de toda pastoral en la Iglesia, para que siguiendo sus
huellas podamos realizar sus obras y hablar sus palabras para gloria de Dios y
bien de los hombres.
Iluminación:
“Porque de Él salía un poder que sanaba a todos y por eso toda la gente
procuraba tocarle”
(Lc 6, 19). “Se pasó la vida haciendo el
bien y liberando a los oprimidos por el diablo” (Hech 10, 38).
Jesús, es el
Pastor de las ovejas. La profecía del Siervo de Yahvé
se cumple plenamente en Jesús. Cuando Jesús comienza a predicar en Galilea, da
cumplimiento a la esperanza mesiánica: "País
de Zabulón y país de Neftalí, camino del mar, al otro lado del Jordán, Galilea
de los gentiles. El pueblo que habitaba en tinieblas vio una luz grande; a los
que habitaban en tierras y sombras de muerte, una luz les brilló"
(Mt 4, 15-16). Galilea de los gentiles es símbolo de las naciones
(paganas): pueblos que necesitan la luz y la encuentra en la predicación de
Jesús. Esta luz se hará, particularmente intensa, única, en la exaltación del
Siervo, en la resurrección de Jesús, que "después de resucitar
el primero de entre los muertos, anunciaría la luz al pueblo y a los gentiles"
(Hch 26, 23). Dios sale al encuentro del hombre, enviándole a su Hijo
Unigénito.
Cristo enviado por el Padre se
presenta como la luz del hombre: "Yo
soy la luz del mundo; el que me sigue no camina en tinieblas, sino que tendrá
la luz de la vida" (Jn 8, 12; cfr. Jn 1, 9; 9, 39; 12, 35;
1 Jn 2, 8). Cristo, luz de los hombres, está presente en su Iglesia: "Yo
estaré con vosotros hasta el fin del mundo" (Mt 28, 20; cfr. Jn 14, 18-23)
para fortalecerla y conducirla hacia la Casa del Padre como Rey y Pastor. Jesús es el Buen Pastor. Él mismo
se dio este nombre (Jn 10, 11). “Él da la vida por sus ovejas y las conoce” (Jn
10, 11-14). El conocimiento de Jesús por sus ovejas es el conocimiento bíblico
y personal, pues, conlleva la entrega
amorosa y la donación por todas y cada una de sus ovejas. “Te conozco y te llamo por tu nombre” (Is 43, 1-3) Jesús es también
“La puerta de las ovejas” (Jn 10,
7) “Camina delante de ellas” y ellas le
siguen porque conocen su voz” (Jn 10, 4). Jesús buen Pastor alimenta al rebaño
con fresca hierba y lo hace abrevar en aguas de reposo lo consuela y lo
defiende con su vara y su cayado (Sal 23), y da su vida por ellas (Jn 10, 11).
Jesús, nos dice el Concilio
Vaticano II, después de haber padecido la muerte de cruz, resucitó, se presentó
por ello constituido en Señor, Cristo y Sacerdote para siempre y derramó sobre
sus Apóstoles el Espíritu prometido por el Padre. Por esto la Iglesia,
enriquecida con los dones de su Fundador recibe la misión de anunciar el Reino
de Cristo y de Dios e instaurarlo en el corazón de cada hombre y de todos los
hombres (LG 6).
Cristo es el evangelizador del Padre. Para la Iglesia, Jesús mismo, es el Evangelio de
Dios, y ha sido, el primero y el más grande evangelizador. Lo ha sido hasta el
final, hasta la perfección, hasta el sacrificio de su existencia terrena.
Evangelizar para Jesús es darse y entregarse hasta el extremo; es sembrar el
reino de Dios en el corazón de los hombres y de las culturas. Para Él,
evangelizar es anunciar el reino de su Padr
e, es liberar a los hombres de la
servidumbre del pecado y del dominio de Satanás, es reconciliar a los hombres
con Dios y entre ellos; es dar vida y amar hasta el extremo (Jn 13, 1) Por eso pudo decirnos: “Vengo
para que tengan vida y la tengan en abundancia” (Jn 10, 10)
¿Cómo fue la Pastoral de Jesús? Como núcleo y centro de su Buena
Nueva, Jesús anuncia la salvación, ese gran don de Dios que es liberación de
todo 1o que oprime al hombre, pero que es sobre todo liberación del pecado y
del Maligno, dentro de la alegría de conocer a Dios y de ser conocido por Él.
Todo esto tiene su arranque
durante la vida de Cristo y se logra de manera definitiva por su muerte y
resurrección; pero debe ser continuado pacientemente a través de la historia
hasta ser plenamente realizado el día de la venida final del mismo Cristo, cosa
que nadie sabe cuándo tendrá lugar, a excepción del Padre (EN 9) Bástenos aquí
recordar algunos aspectos esenciales.
V
El anuncio del reino de Dios (EN 7). Cristo, en cuanto
evangelizador, anuncia ante todo su reino, el reino de Dios; tan importante
que, en relación a él, todo se convierte en "1o demás", que es dado
por añadidura. Solamente el reino es, pues, absoluto y todo el resto es
relativo. El Señor se complacerá en describir de muy diversas maneras la dicha
de pertenecer a ese reino (EN 8). Reino en el que nadie vive para sí mismo, y
nadie está por encima de los otros. Todos somos esencialmente iguales, llamados
hacernos pequeños para poder ser servidores unos de los otros a la luz del Mandamiento Nuevo (cf Jn 13, 34-35)
V
El amor recíproco a los hermanos
como lo confirma el Mandamiento del Amor: “Os doy un mandamiento nuevo: que os améis los unos a
los otros; que, como yo os he amado, así os améis también entre vosotros. Todos
conocerán que sois discípulos míos en una cosa: en que os tenéis amor los unos
a los otros” (Jn 13, 34s).
V
El servicio dentro y fuera de la
Comunidad: “¿Comprendéis
lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis ‘el Maestro’ y ‘el Señor’, y
decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Señor y el Maestro, os he lavado los
pies, vosotros también debéis lavaros los pies unos a otros. Os he dado
ejemplo, para que también vosotros hagáis lo que acabo de hacer con vosotros”
(Jn 13, 13ss).
V
La predilección del Señor por los
más pequeños:
“Venid, benditos de mi Padre, recibid la herencia del Reino preparado para
vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre y me disteis de comer,
tuve sed y me disteis de beber, era forastero y me acogisteis, estaba desnudo y me vestisteis, enfermo y me
visitasteis, en la cárcel y acudisteis a mí.’ Entonces los justos le
responderán: ‘Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te dimos de comer, o
sediento y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos forastero y te acogimos, o
desnudo y te vestimos? ¿Cuándo te vimos
enfermo o en la cárcel, y acudimos a ti?’ Y el Rey les dirá: ‘Os aseguro que
cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo
hicisteis.’ (Mt 25; 34- 40)
V
La compasión en todo lo que
hacía. Jesús,
movido por la más grande compasión a los hombres y buscando siempre la gloria
de su Padre, se dedicó a salvar a todo el hombre y a todos los hombres, tal
como aparece en el Evangelio: “Al
desembarcar, vio tanta gente que sintió compasión de ellos, pues estaban como
ovejas que no tienen pastor, y se puso a enseñarles muchas cosas” (Mc 6,
34) Se preocupó por liberar al pecador del pecado y de todas sus secuelas, sanó
toda enfermedad y dolencia, “Porque de Él
salía un poder que sanaba a todos y por eso toda la gente procuraba tocarle”
(Lc 6, 19). Vendó y sanó heridas del corazón y derramó por todas partes sanidad
interior de odio, miedo, y complejos, liberó de la opresión y aún de la
posesión demoníaca y fue el modelo perfecto de oración y del ejercicio de todas
las virtudes. Jesús con sus palabras, con sus exorcismos, con sus milagros, y
sobre todo con su estilo de vida sembró el reino de Dios en el corazón de los
hombres. “Se pasó la vida haciendo el
bien y liberando a los oprimidos por el diablo” (Hech 10, 38).
¿Qué podemos aprender de la
Pastoral del Señor Jesús? «Venid a mí todos los que estáis
fatigados y sobrecargados, y yo os proporcionaré descanso. Tomad sobre vosotros
mi yugo, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis
descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera.» (Mt 11, 28-30) Sólo a la luz del
Encuentro con la Palabra de Dios y en la obediencia de la fe nace en nosotros
el deseo de ser como Jesús: «No está el
discípulo por encima del maestro, ni el siervo por encima de su amo. Ya le
basta al discípulo ser como su maestro, y al siervo como su amo (Mt 10,
24-25).
La glorificación
del Padre. Lo
primero que aparece en la pastoral de Jesús es el deseo de dar gloria a su Padre del cielo: “No sabéis que tengo que estar en las cosas de mi Padre” (Lc 2, 49),
“Mi alimento es hacer la voluntad del
Padre que me ha enviado y en llevar a cabo su obra” (Jn 4, 34). “El Padre no me ha dejado solo, porque yo
hago siempre lo que le agrada” (Jn 8, 27-30). “Mi Padre siempre me escucha porque yo hago lo que a Él le agrada”
(Jn 14, 31) “Yo no busco mi propia
gloria. “El que habla por su cuenta busca su propia gloria; pero el que busca
la gloria del que le ha enviado, ése es veraz; y no hay impostura en él”
(Jn 7, 18) “Pero yo no busco mi gloria;
ya hay quien la busca y juzga” (Jn 8, 50)
“En verdad, en verdad os digo «Si
yo me glorificara a mí mismo, mi gloria no valdría nada; es mi Padre quien me
glorifica, de quien vosotros decís: ‘Él es nuestro Dios”(Jn 8, 54). Todas
estas palabras nos muestran que el objetivo principal de la Pastoral de Jesús
fue siempre la gloria de su Padre y no su interés personal. La recompensa que
recibe es la “exaltación a la diestra de Dios, y ser proclamado como Señor y
Mesías. (cf Fil 2, 6-11).
Amor fraternal al hombre. Unido a su Amor filial al Padre
existió siempre en el corazón de Cristo un amor ardiente por los hombres,
especialmente por los enfermos y pecadores. El ministerio de Jesús fue siempre
animado por la compasión: “Él tomó
nuestras flaquezas y cargó con nuestras enfermedades” (Mt 8, 17). “Y al desembarcar, vio mucha gente, sintió
compasión de ellos y curó a sus enfermos” (Mt 14, 14). “Me da lástima esta gente, porque hace ya tres días que permanecen
conmigo y no tienen que comer” (Mt 8, 2). “Y al ver a la muchedumbre, sintió compasión porque estaban vejados y
abatidos como ovejas que no tienen pastor” (Mt 11, 28). En su Evangelio
Marcos nos dice: “Sintió compasión por la
gente y se puso a enseñarles muchas cosas y al final del día les dio de comer”
(Mc 6, 34ss). Por eso puede decirnos: “Sed
misericordiosos como vuestro Padre celestial” (Lc 6, 36) Y darnos el
“Mandamiento nuevo” y exhortarnos amar a los enemigos y orar por ellos (cf Lc
6, 27). El Señor Jesús todo lo hizo por amor y sin amor no hizo nada.
Pastoral nutrida con intensa oración.
La eficacia
pastoral de Jesús se debió a su intensa comunión con el Padre, alimentada con
una íntima, profunda, intensa y frecuente oración. La oración de Jesús es uno
de los mayores ejemplos para el ejercicio de nuestra pastoral. Jesús oraba de
noche y predicaba de día. Jesús está en oración cuando recibe la unción del
Espíritu Santo en el Jordán (Lc 3, 21). Prepara su ministerio con cuarenta días
de intensa oración y ayuno en el desierto (cf Mt 4, 1ss). “Después de despedir a la gente subió al monte a solas para orar”
(Mt 14, 23). “De madrugada cuando todavía
estaba muy oscuro, se levantó, salió y fue a un lugar solitario, donde su puso
a orar” (Mc 1, 35). Con una noche de oración prepara la elección de los
Doce (Lc 6, 12). Con una intensa noche de oración se prepara para su Muerte de
Cruz: “Sentaos aquí, mientras que voy
allá a orar” (Mt 26, 36). “Sumido en
agonía insistía más en su oración” (Lc 22, 44). Oró por sus verdugos en la
Cruz y muere con una oración de entrega al Padre.
La súplica de los discípulos
siempre ha de ser la misma: “Maestro,
enséñanos a orar” (Lc 11, 1). Jesús atendió la súplica y nos dio algunas
normas para la eficacia de nuestra oración: Pedir perdón, perdonar a los que
nos ofenden y amar a los enemigos (Mc 11, 24-25; Mt 5, 44-45). La oración de Jesús nos pide practicar la
humildad: “Cuando hagáis oración no
seáis como los hipócritas que hacen oración para que los vean” (Mt 6, 5/). Y de manera especial nos invita a vigilar:
“Vigilad y orad para no caer en la
tentación” (Lc 22, 46).
Jesús, Pastor pobre. Jesús, Pastor pobre humilde y
sencillo. Nace pobre y vive pobre, ejerció su pastoral en tal pobreza que pudo
decir: “Las zorras tienen su madriguera y
las aves del cielo sus nidos; pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la
cabeza” (Lc 9, 58). Jesús comienza su “Carta Magna”, las bienaventuranzas, poniendo en primer lugar a los pobres: “Dichosos los pobres de espíritu porque de
ellos es el reino de Dios” (Mt 5, 3) Pablo, al hablarnos de la generosidad
de nuestro Señor Jesucristo nos dice: “El
cual, siendo rico, se hizo pobre, por nosotros a fin de que os enriquecierais
con su Pobreza.” (1Cor 8, 9).
La pobreza de Jesús es el haberse
hecho uno de nosotros; es su estilo de vida, su pasión y su muerte. Pablo nos
describe la pobreza de Jesús en el himno de la carta a los Filipenses: “El cual, siendo de condición divina, no
reivindicó su derecho a ser tratado igual a Dios, sino que se despojó de sí
mismo tomando condición de esclavo. Asumiendo semejanza humana y apareciendo en
su porte como hombre, se rebajó a sí mismo, haciéndose obediente hasta la
muerte, y una muerte de cruz” (Flp 2, 6- 8) Como también podemos decir que
la riqueza de Jesús es ser el Hijo amado del Padre, el hermano universal de los hombres y ser el
servidor de todos. Nosotros los discípulos de Jesús, también, somos llamados a
enriquecer a otros con nuestra pobreza. Por eso el Señor nos invita a ser como
él: “Mansos y humildes de corazón” (Mt 11, 29)
San Pedro nos recomienda
a ser como Jesús: Por lo tanto, ceñíos los lomos de vuestro
espíritu, sed sobrios, poned toda vuestra esperanza en la gracia que se os
procurará mediante la Revelación de Jesucristo.
14 Como
hijos obedientes, no os amoldéis a las apetencias de antes, del tiempo de
vuestra ignorancia,
15 más
bien, así como el que os ha llamado es santo, así también vosotros sed santos
en toda vuestra conducta,
16 como
dice la Escritura: = Seréis santos, porque santo soy yo. =
17 Y
si llamáis Padre a quien, sin acepción de personas, juzga a cada cual según sus
obras, conducíos con temor durante el tiempo de vuestro destierro,
18 sabiendo
que = habéis sido rescatados = de la conducta necia heredada de vuestros
padres, no con algo caduco, oro o = plata, =
19 sino
con una sangre preciosa, como de cordero sin tacha y sin mancilla, Cristo,
20 predestinado
antes de la creación del mundo y manifestado en los últimos tiempos a causa de
vosotros;
21 los
que por medio de él creéis en Dios, que le ha resucitado de entre los muertos y
le ha dado la gloria, de modo que vuestra fe y vuestra esperanza estén en Dios.
22 Habéis
purificado vuestras almas, obedeciendo a la verdad, para amaros los unos a los
otros sinceramente como hermanos. Amaos intensamente unos a otros con corazón
puro,
23 pues
habéis sido reengendrados de un germen no corruptible, sino incorruptible, por
medio de la Palabra de Dios viva y permanente.
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