EL MUY DIFÍCIL AMOR AL ENEMIGO (5.° MANDAMIENTO)
§ Que el mandamiento "No matarás" incluye también el de
conservar y cuidar la vida propia y de los demás;
§ Que el distintivo de los cristianos no es sólo el "no
matarás", sino el "Amarás a tu enemigo";
§ Que Jesús concede el don del Espíritu Santo para que sepamos perdonar y
amar a nuestros enemigos.
La enemistad destruye la vida
Sentimientos de alegría y de cariño compartido hacen experimentar a los
preadolescentes el bien de la relación armoniosa con los otros. Esto lo viven
particularmente en los grupos de amigos. Sin embargo, esa armonía se rompe en
muchos momentos: aparecen los enfados, las riñas y peleas, las envidias, las
malquerencias, la situación se vuelve tensa, agobiante, insoportable. ¿Cómo
salir de ella? ¿Cómo superar esa ruptura? ¿Cómo recuperar aquella amistad?
Logro difícil, pero la experiencia de la reconciliación ("volver a ser
amigos") supone un gozo que da a la relación y a la vida un nuevo
significado más rico y profundo en el nivel de la comunicación interpersonal.
La enemistad con los otros destruye la vida en uno mismo y en los demás; cuando
es la vida —y la vida en plenitud— lo que da la felicidad.
Optar por la vida
La vida es algo que no nos cansamos de admirar. Ya la vida de una planta es una
maravilla, cuánto más la de un animal, que por sus sentidos se acerca más al
hombre. Cuanto más alto está un animal en la escala zoológica, tanto más
preludia la realidad suprema de la creación: ¡La vida humana! El hombre evita
instintivamente todo lo que daña a la vida: frío, calor, humedad... Se ha
encontrado remedio para muchas enfermedades. Intentamos prolongar la vida lo
más posible. El cuidado de la vida, propia y ajena, está grabado profundamente
en nosotros. No obstante, podemos hacer de la vida objeto de libre elección o
de repudio. Y bajo el pretexto de defender la vida podemos llegar a destruirla:
aborto, droga, eutanasia, manipulación, violencias, terrorismo, venganza,
homicidio, suicidio... Todo esto corresponde a fuerzas impulsivas de
destrucción y de muerte que luchan en el interior del hombre contra el deseó
instintivo de vida. ¿Le es posible al hombre superar esta tensión y optar
decidida e incondicionalmente por la vida?
Dios ha optado por la vida
La simpatía de Dios está al lado de la
vida. Dios ha optado por la vida. Por encima de todo quiere que el hombre viva.
Toda vida viene de Dios, pero la vida del hombre viene de El en forma muy
especial: para hacerlo alma viva "sopló Dios en su nariz un aliento de
vida" (Gn 2, 7; Sb 15, 11). Dios toma bajo su protección la vida del
hombre y prohíbe el homicidio (Gn 9, 5-6), aunque sea el de Caín (Gn 4, 11-15).
Caín: Envidia, odio, homicidio. Proceso permanente
Caín es un caso-tipo, que se repite a lo largo de la historia humana, y muestra
un proceso permanente que lleva al hombre a la destrucción de la vida: lleno de
envidia, tiende a la supresión del otro y al homicidio. El esquema
envidia-odio-homicidio se aplica siempre en el mismo sentido. La agresión y el
crimen es el triste final del proceso envidia-odio.
"No matarás": quinto
mandamiento
Dios nos ha dado un mandamiento que indica el respeto profundo que se debe a la
vida de cada ser humano, creado a imagen y semejanza de Dios: "No
matarás" (Dt 5, 17). Dios ha brindado a la humanidad la creación. Pero a
nadie ha constituido dueño dé la vida humana, ni de la propia ni de la ajena.
El homicidio, el suicidio, el aborto, la eutanasia... son crímenes contra la
vida. La vida humana procede de Dios, es de Dios, la protege Dios.
Pecados contra la vida humana
"Cuanto atenta contra la vida,
homicidios de cualquier clase, genocidios, aborto, eutanasia y el mismo
suicidio deliberado; cuanto viola la integridad de la persona humana, como, por
ejemplo, las mutilaciones, las torturas morales o físicas, los conatos
sistemáticos para dominar la mente ajena; cuanto ofende a la dignidad humana,
como son las condiciones infrahumanas de la vida, las detenciones arbitrarias,
las deportaciones, la esclavitud, la prostitución, la trata de blancas y de
jóvenes; o las condiciones laborales degradantes que reducen al obrero al rango
de mero instrumento de lucro, sin respeto a la libertad y a la responsabilidad
de la persona: todas estas prácticas y otras parecidas son infamantes, degradan
la civilización humana, deshonran más a sus autores que a sus víctimas y son
totalmente contrarias al honor debido al Creador" (GS 27).
Entre los pecados más graves contra la vida humana en el mundo de hoy hay que
señalar el terrorismo y los secuestros. Las víctimas del terrorismo y los
secuestros son siempre inocentes. No hay ninguna causa política o social que
justifique estos procedimientos.
Urgencia evangélica de caridad y de perdón
Cristo no abolió expresamente la pena de muerte, ni la guerra, ni la esclavitud,
ni habló de la necesidad de cambiar las leyes de la sociedad civil. Los hombres
de su tiempo no hubieran comprendido estos planteamientos. Pero de sus
enseñanzas se desprende que el cristiano no puede inspirarse en el deseo de
venganza, aun cuando esta venganza la realizara el Estado en nombre de los
individuos; ni puede el cristiano acogerse al principio de la legítima defensa
como si éste fuera la última palabra para resolver los conflictos entre los
hombres. El mensaje cristiano es, ante todo, un mensaje de caridad y de perdón,
que va más allá de toda argumentación ética: "amad a vuestros
enemigos" (Mt 5, 44).
Fe en Jesucristo reconciliador
Animados por el Espíritu, creemos, porque
confiamos en la eficacia de la salvación de Jesucristo que obra ya en nosotros
y en nuestra historia, "pacificando, mediante la sangre de su cruz, lo que
hay en la tierra y en los cielos" (Col 1, 20), que hemos •de poder lograr,
por otros caminos, nuestras aspiraciones justas en el ámbito político-social, con
tal de que ninguno, autoridad o pueblo, pretenda poseer la exclusiva de la
justicia y trate de imponerla a cualquier precio.
Pablo VI, sin referirse expresamente a la pena de muerte, exhorta a todos a
evitar todo recurso a la violencia: "la Iglesia no puede aceptar la
violencia, sobre todo la fuerza de las armas —incontrolable cuando se desata—ni
la muerte de quienquiera que sea, como camino de liberación, porque sabe que la
violencia engendra inexorablemente nuevas formas de opresión y de esclavitud, a
veces más graves que aquellas de las que se pretende liberar" (EN 37).
Urgentísima una nueva sensibilidad sobre
la paz: educación, opinión pública
El Concilio Vaticano II considera urgentísima la necesidad de "una nueva
educación de las mentes y una nueva inspiración de la opinión pública. Quienes
se entregan a la obra de la educación, sobre todo de los jóvenes, o son
formadores de la opinión pública, consideren como un gravísimo deber suyo éste
de formar las mentes a una nueva sensibilidad sobre la paz. Conviene que todos
cambiemos nuestros corazones, mirando siempre al entero universo y a los
deberes que podemos cumplir todos a una, para que el hombre se mejore" (GS
82).
Cuidarás de la vida
El Evangelio prescribe no sólo "no matar", sino además "cuidar
de la vida". Esto implica el cuidado de evitar todo lo que dañe la vida
humana, toda herida, ora provenga de maldad, de negligencia humana o de
necedad.
Jesús anuncia la vida. Para Jesús, la vida humana es cosa preciosa, "más
que el alimento" (Mt 6, 25); salvar una vida prevalece incluso sobre el
sábado (Mc 3, 4).
Dios no es un Dios de muertos, sino
de vivos (Mc 12, 27). El cura y devuelve la vida, como si no pudiera tolerar la
presencia de la muerte (Jn 11, 1-44). El es la verdadera vida, se puede decir
que es la vida a secas (Mt 7, 14; 18, 8-9).
Por tanto, la droga, el alcoholismo, el, excesivo trabajo o, también, el
trabajo prematuro, la infracción de las normas de tráfico (que puede
convertirse en un juego con la vida humana, propia y ajena)... son formas
concretas de no cuidar de la vida.
La atención a la salud
El hombre tiene el deber de cuidar de su propia vida, de su salud y de la vida
y salud de los demás hombres. Por medio de nuestros padres hemos recibido de
Dios nuestra vida. De ella somos responsables ante Dios. Nadie puede
lícitamente causar daño grave a su propio cuerpo o al de los demás. Todos
estamos obligados a ayudar al que padece algún defecto corporal o al que está
en peligro de perder su propia vida. Una muestra de sensibilidad cristiana es
no hacer burla de los defectos físicos del prójimo. Todos tenemos la obligación
moral de cumplir las normas que han sido establecidas para la seguridad de las
personas, para prevenir accidentes de trabajo, accidentes de carretera, etc. Se
debe cumplir las garantías exigidas por la autoridad pública sobre productos
alimenticios, medicinas, etcétera. El Estado tiene la obligación de procurar
que existan en la sociedad los servicios médicos necesarios; que a nadie falte
la atención médica en caso de enfermedad o accidente.
Procurar el bien de los demás hombres
A todos los miembros de la comunidad humana les incumbe el deber de procurar
con su trabajo profesional, con las diversas actividades técnicas, económicas,
artísticas, científicas, etc., el bien de los demás hombres. "Una cosa hay
cierta para los creyentes: la actividad humana individual y colectiva o el
conjunto ingente de esfuerzos realizados por el hombre a lo largo de los siglos
para lograr mejores condiciones de vida, considerado en sí mismo, responde a la
voluntad de Dios... los hombres y mujeres que mientras procuran el sustento
para sí y su familia, realizan su trabajo de forma que resulte provechoso y en
servicio de la sociedad, con razón pueden pensar que con su trabajo desarrollan
la obra del Creador, sirven al bien de sus hermanos y contribuyen de modo
personal a que se cumplan los designios de Dios en la historia" (GS 34;
cfr. GS 67).
"Amad a vuestros enemigos"
Jesús nos lleva más allá de la letra del quinto mandamiento: "Habéis oído
que se dijo a los antiguos: no matarás, y el que mate será procesado. Pero yo
os digo: todo el que esté peleado con su hermano será procesado. Y si uno llama
a su hermano imbécil, tendrá que comparecer ante el sanedrín, y si lo llama
renegado, merece la condena del fuego. Por tanto, si cuando vas a poner tu
ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas
contra tí, deja allí tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte
con tu hermano, y entonces vuelve a presentar tu ofrenda" (Mt 5, 21-24).
La línea de conducta cristiana, incluso con los que nos hacen daño, es el amor:
"Habéis oído que se dijo: Amarás a tu .prójimo y aborrecerás a tu enemigo.
Yo, en cambio, os digo: Amad a vuestros enemigos y rezad por los que os
persiguen. Así seréis hijos de vuestro Padre que está en el cielo, que hace
salir su sol sobre malos y buenos y manda la lluvia a justos e injustos. Porque
si amáis a los que os aman, ¿qué premio tendréis? ¿No hacen lo mismo también
los publicanos?" (Mt 5, 43-46).
Este mandamiento destaca entre las
exigencias más nuevas de Jesús. El mismo tuvo enemigos, le dieron muerte y El,
en la cruz, les perdonó (Lc 23, 34). Así debe hacerlo el discípulo, a imitación
de su maestro (1 P 2, 23). El amor al enemigo es signo distintivo del
cristiano.
Actitud reconciliadora
El cristiano, como Jesucristo, debe perdonar. San Pablo, siguiendo las
enseñanzas y ejemplos de Jesús, nos dice: "Bendecid a los que os
persiguen; bendecid, sí, no maldigáis. Con los que ríen, estad alegres; con los
que lloran, llorad. Tened igualdad de trato unos con otros: no tengáis grandes
pretensiones, sino poneos al nivel de la gente humilde. No mostréis
suficiencia. No devolváis a nadie mal por mal. Procurad la buena reputación
entre la gente; en cuanto sea posible y por lo que a vosotros toca, estad en
paz con todo el mundo. Amigos, no os toméis la venganza, dejad lugar al
castigo, porque dice el Señor en la Escritura: Mía es la venganza, yo daré lo
merecido. En vez de eso, si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; si tiene
sed, dale de beber: así le sacarás los colores a la cara. No te dejes vencer
por el mal, vence el mal a fuerza de bien" (Rm 12, 14-21).
El hombre que ama a su enemigo aspira a convertirlo en amigo. En esta actitud
Dios mismo le precedió: "Cuando éramos enemigos, fuimos reconciliados con
Dios por la muerte de su Hijo" (Rm 5, 10). La norma suprema del cristiano
en sus relaciones con los demás es la caridad: "El amor es paciente,
afable; no tiene envidia; no presume ni se engríe; no es mal educado ni
egoísta; no se irrita, no lleva cuentas del mal; no se alegra de la injusticia,
sino que goza con la verdad. Disculpa sin límites, cree sin límites, espera sin
límites, aguanta sin límites" (1 Co 13, 4-7).
Vencer el muro de la enemistad con el
poder de Jesús
La enemistad es un signo del reinado de Satán, el enemigo por excelencia (Gn 3,
15). Enemigo de los hombres y enemigo de Dios, siembra en la tierra la cizaña
por lo cual estamos todos expuestos a sus ataques (Mt 13, 39). Pero Jesús dio a
los suyos poder sobre todo poder que venga del enemigo (Lc 10, 19). Este poder
les viene del combate en que Jesús triunfó por su misma derrota, habiéndose
ofrecido a los golpes de Satán a través de sus enemigos y habiendo vencido a la
muerte con la muerte. Así derribó el muro de la enemistad que cruzaba por la
humanidad (Ef 2, 14-16).
La Cruz, lugar de reconciliación
En tanto llega el día en que Cristo, para poner a todos sus enemigos bajo sus
pies, destruya para siempre a la muerte, que es el último enemigo (1 Co 15,
25-26), el cristiano combate con Jesús contra el viejo enemigo del género
humano (Ef 6, 11-17). En torno a él, algunos se conducen como enemigos de la
Cruz de Cristo (F1p 3, 18), pero él sabe .que la Cruz lo lleva al triunfo. Esta
cruz es el lugar fuera del cual no hay reconciliación con Dios ni entre los
hombres.
Pasar de la muerte a la vida amando a
los hermanos
Jesús, a quien los discípulos reconocieron como la palabra creadora misma,
jamás destruye, nunca mata, no hiere; el cura, regenera, crea. Quien ama, ha
pasado de la muerte a la vida. Quien no ama, es enemigo de; la vida. Es un
homicida y permanece en la muerte, dice San Juan: "nosotros hemos pasado
de la muerte a la vida: lo sabemos porque amamos a los hermanos. El que no ama
permanece en la muerte. El que odia a su hermano es un homicida. Y sabéis que
ningún homicida lleva en sí vida eterna" (1 Jn 3, 14-15).
Un amor muy difícil para nosotros, que procede de Dios
El amor al enemigo, difícil para el
hombre, procede de Dios. Es la obra de Dios en nosotros, "el amar es de
Dios" (1 Jn 4, 7). En efecto, ¿cómo seríamos nosotros misericordiosos
(como el Padre celestial) si no nos lo enseña el Señor, si no lo derrama el
Espíritu en nuestros corazones? (1 Ts 4, 9; Rm 5, 5; 15, 30). Y ese amor,
venido, de Dios, conduce a Dios. Mientras esperamos la venida del Señor, el
amor es nuestra actividad esencial, según la cual seremos juzgados (Mt 25,
31-46). El amor de Dios (y del cristiano) es universal, no excluye a nadie, ni
siquiera al enemigo; y es absoluto, no tiene excepciones, rige en todo momento.
El daño a la vida espiritual del
prójimo: el escándalo
En cierto modo se puede relacionar también con el quinto mandamiento el tema
del escándalo en el sentido de que aquel que escandaliza causa daño a la vida
espiritual del prójimo. Con la palabra escándalo se designa en la Biblia, en
sentido literal, a la piedra, lazo o trampa, etc., que se le pone al ciego o al
caminante para que tropiece (Lv 19, 14; Sal I40. 9); pero se usa sobre todo con
sentido moral. Según Santo Tomás, se da escándalo cuando alguien con palabras o
hechos moralmente menos rectos es ocasión de ruina espiritual para otro o le
induce de algún modo a pecar (Cfr. Suma Teológica II-II, q. 43 a. 1).
El influjo de la conducta del que da
escándalo en el que lo padece depende de diversas circunstancias: la ignorancia
o debilidad moral de las personas a las que se escandaliza (escándalo de los
débiles), la gravedad de la acción escandalosa, el nivel cultural y moral de la
sociedad en que se vive, etc. Pecados que en una época o en un determinado
ambiente son gravemente escandalosos, en otras épocas o lugares influyen poco
en la conducta de los demás.
Es siempre especialmente grave el pecado del que directamente se propone hacer
pecar a los demás (escándalo diabólico). En cambio no hay obligación de evitar
aquel tipo de escándalo que procede exclusivamente de la malicia del que se
dice escandalizado (escándalo farisaico). Los fariseos se escandalizaban de la
conducta de Jesús y de sus discípulos.
"¡Ay del mundo por sus
escándalos!"
En su predicación, Jesús llama la atención sobre la gravedad del escándalo de aquellos
que apartan a los demás de la fe: "Al que escandalice a uno de esos
pequeños que creen en mí, más le convendría que le colgasen al cuello una rueda
de molino y lo sepultaran en el fondo del mar. ¡Ay del mundo por los
escándalos! Porque es irremediable que sucedan escándalos, pero ¡ay del hombre
por quien viene el escándalo!" (Mt 18, 6-7). En los tiempos de la
tribulación escatológica se multiplicarán los escándalos, la seducción, la
persecución, etc. (Mc 13, 5-13). Hasta el fin del mundo habrá escándalo; pero
los que dan escándalo serán castigados con penas terribles (Cfr. Mt 13, 41; Lc
17, 1).
Evitar el escándalo de los débiles
San Pablo exhorta a los cristianos a evitar el escándalo de los débiles. Los
cristianos podían comer legítimamente lo sacrificada a los ídolos, siempre que
no hubiera en ello ninguna intención de participar en el culto idolátrico, pero
debían abstenerse de ello si su conducta podía inducir a pecado a los
cristianos poco instruidos o más débiles en la fe, que fácilmente podrían
imitarles pero con conciencia de pecar. No tener en cuenta la debilidad del
prójimo, su falta de formación, etc., es un pecado contra el hermano por el
cual Cristo dio su vida (1 Co 8, 1-13; Rm 14, 13; cfr. 2 Co 11, 29).
Luchar contra los escándalos de nuestro
tiempo
Los Santos Padres, los Papas y Obispos han hablado muchas veces del pecado de
escándalo. El Concilio Vaticano II ha denunciado como pecado de escándalo las
desigualdades económicas y sociales (GS 29), la distancia entre la fe y la
conducta en la vida de muchos cristianos (GS 43), los gastos invertidos en la
carrera de armamentos mientras existen tantos pueblos que sufren pobreza y
miseria (GS 81), la separación entre las distintas Iglesias que profesan la
misma fe en Cristo (UR 1). El Papa Pablo VI, como los Papas anteriores, han
denunciado el escándalo de la pornografía, los espectáculos inmorales, la
literatura que corrompe la fe o las costumbres, las diversiones pecaminosas,
etc. Quien comete pecados de escándalo tiene el deber de hacer lo que está de
su parte por reparar el mal que hizo con su conducta.
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