4. LOS PASTORES DE BELÉN

 

4.     LOS PASTORES DE BELÉN

 

 

1.- Escuchemos el relato. (Lc 2, 8-20).

 

“Había en la región unos pastores que moraban en el campo y estaban velando las vigilias de la noche sobre sus rebaños. Se les presentó un Ángel del Señor y la Gloria del Señor los envolvió con su luz y quedaron sobrecogidos de temor. Dijo les el Ángel: “Os ha nacido hoy un Salvador, que es el Cristo, Señor, en la ciudad de David. Esto tendréis por señal: Encontraréis al Niño envuelto en pañales, acostado en un pesebre…”

 

Al anuncio del Ángel los pastores dijeron: “Vamos a Belén a ver esto que el Señor nos ha anunciado”. Fueron con presteza y encontraron a María, a José y al Niño acostado en un pesebre… (Lc 2, 8ss)

 

Los sencillos pastores, que como tales, pertenecían a una clase de gentes menos preciadas, fueron según San Lucas los primeros destinatarios de la Evangelización. Ellos fueron los primeros en recibir la alegre noticia del Nacimiento del Salvador del mundo. Jesús sitúa a los pastores entre los pequeños que, como los publicanos y prostitutas reciben la Buena Nueva.

 

Era costumbre antiguamente que los pastores buscaran con sus rebaños los mejores pastos y los mejores aguajes. Construían un redil para protegerse de los animales y de los ladrones, edificando para ellos pequeñas chozas o enramadas para su descanso nocturno. A unos de estos pastores que hacían la guardia se les manifiesta la Gloria del Señor. Los destinatarios no son sólo los pastores, sino todo el pueblo de Israel, según las palabras del Ángel.

 

“Hoy os ha nacido “. El “Hoy” significa que en aquel momento ha dado comienzo la época de la redención, el punto culminante de toda historia de Israel. El fin del reinado del pecado y de las opresiones ha comensado.

 

“Os ha Nacido”. El “Os” va dirigido a los pastores, que eran contados entre las gentes últimas y más despreciadas dentro del judaísmo; pero aquí representan al pueblo entero.

 

“Un Salvador”. El nombre designa al recién nacido como el portador de la época de la redención: Él salvará a su pueblo de sus pecados (Mt 1, 21). “El Mesías” significa en griego el Cristo, en español es “Ungido por Dios”, para liberar a los hombres de la servidumbre de la ley y del pecado. Es el nombre anunciado por los profetas, quien como vástago del linaje de David, restauraría el reino de su Padre en gloria y esplendor y libraría a Israel para siempre de las manos de sus enemigos.

 

 

 

2.- ¿Quiénes eran los pastores?

·       En la época de Cristo se juzgaba diversamente a los pastores. Se les asemejaba a ladrones y a matones. Gente sin cultura y sin letras. De escasos conocimientos religiosos y por lo tanto eran considerados como gente impura y no grata a los escribas, fariseos o gente religiosa y mucho menos para los de altos mandos del pueblo.

·       Por otro lado la vida de los pastores es considerada por la misma Escritura como la más pura e inocente. Lejos de los ruidos del mundo, en un contacto directo con la naturaleza salida de las manos de Dios; viviendo en perpetua soledad y teniendo por techo el cielo coronado de estrellas.

·       Por su estilo de vida, puede asegurarse que eran gente sencilla y humilde, por eso pudieron recibir con alegría el Anuncio del Ángel e irse rápidamente a buscar al Niño. El encuentro con el Niño y sus padres produjo en ellos entusiasmo y alabanza, según las palabras de San Lucas: “Los pastores se volvieron glorificando y alabando a Dios por todo lo que habían visto y oído”. Desde ese momento se convirtieron en testigos y seguidores de Jesús.

 

3.- El Canto de Alabanza.

El canto de una multitud de espíritus celestiales, llamados ángeles, viene a confirmar el anuncio gozoso del ángel en la Anunciación: Dios nos envía un Salvador llamado Jesús, su nombre significa su misión: “El salvará a su pueblo de sus pecados” (Mt 1, 21)

 

Sus voces son semejantes a la aclamación del pueblo a la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén (Lc 19,38) y van dirigidas al Mesías en su venida al mundo, es por eso una aclamación mesiánica, una alabanza a la acción de Dios que envía su poderoso Salvador a salvar a los hombres. Alabanza dirigida a Dios que por el envío de Jesús “Glorifica su Nombre”.

 

Paz en la tierra y amor a los hombres de buena voluntad. El sentido de esto es que con el nacimiento de Jesús, Dios es glorificado en las alturas y ha venido la salvación a la tierra sobre los hombres que son el objeto del amor de Dios. Por la misión del Mesías, Dios glorifica su Nombre en el cielo, se revela su poder y su misericordia ante los ángeles y en la tierra los hombres reciben el amor y la vida de Dios. Hombres de buena voluntad son aquellos que experimentan las complacencias divinas, es decir, su amor y su bondad.

 

Después de la revelación divina los pastores se ponen en camino hacia Belén, de lo que se sigue que el establo no les pertenecía a ellos y encuentran allí confirmado el Anuncio del Ángel. En Belén dan testimonio de lo que han visto y oído. Los pastores más tarde se vuelven a sus rebaños, alabando a Dios por todo lo que han podido presenciar y comprender con espíritu de fe.

 

4.- Aplicación práctica.

La fe viva y auténtica en Jesús genera en quien la posee una actitud fuerte y serena frente a las tribulaciones y crisis de los tiempos. Mantiene su ánimo sereno y confiado en el Dios fiel que extiende su mano para ayudar los que no tienen techo, cobija, alimento, esperanza, alegría… ¿Te gustaría ser la mano de Dios?

·       Dar testimonio de Jesús. Es testimonio de vida, que nuestra manera de vivir esté siempre de acuerdo con la voluntad y con la Palabra de Cristo. No es posible dar testimonio cuando existe divorcio entre fe y vida. Por un lado rezamos y creemos, pero por otro lado, somos pequeños opresores en casa con la propia familia. Buscamos aún consuelo y refugio en el vino o en algunos placeres como bien puede ser el adulterio. El testimonio puede ser de palabra, confesando el señorío de Cristo o realizando las obras de la fe, llamadas también los frutos del Espíritu.

·       Decidirnos por seguir a Jesús. Dispuestos a arriesgarlo todo por Él al estilo de los pastores. Sin olvidar que los seguidores de Jesús consistían predominantemente en personas difamadas que gozaban de baja reputación y estima: los incultos, los ignorantes, a quienes su ignorancia religiosa y su comportamiento moral les cerraba, según convicción de la época, la puerta de la salvación.

Ahora bien para ser seguidor de Cristo hay que renunciar a todo, según las palabras de Jesús: “Una sola cosa te falta”. Esta cosa no es algo accidental, es el todo, así los fariseos observaban la Ley, ayunaban, daban limosnas, hacían oración aún pública y sin embargo al no ser pobres de espíritu no entrarían al Reino de Dios. Seguir a Jesús exige buscar la sencillez y la disponibilidad o presteza de los pastores, para poder tener la experiencia del encuentro con el Niño de Belén.

·       Una vida en la Alabanza. Los pastores se regresaron a sus rebaños cantando con alegría alabanzas al Señor. Regresarse a sus rebaños significa a las ocupaciones de todos los días. El encuentro con el Niño dejó huella en sus vidas, dejó la alegría que debe caracterizar a los hijos de Dios. Esta alabanza y esta alegría tienen que ir unida a otra alabanza, agradable a la voluntad de Dios: “Mi Padre recibe honor y gloria cuando ustedes dan fruto, y llegan a ser verdaderos discípulos míos “ (Jn 15,8). Amor y alabanza son realidades inseparables. Muchos se gozan en la alabanza, pero pocos se gozan en la voluntad de Dios que manda amar, aún a los mismos enemigos y rezar por ellos (Lc 6, 27ss). El amor garantiza que nuestra alabanza sea agradable a Dios.

 

5. Canto: ”Dios es luz; en él no hay oscuridad. Caminemos en la luz, nosotros sus hijos, uno y todos. Consolad a mi pueblo; suavizad vuestras palabras, Proclamad a mi ciudad el día de su nacimiento”.

 

6.     Oración: Bendice alma mía al Señor, y todo mi ser a su santo nombre. Bendice alma mía, al Señor, y no olvides sus beneficios. Él perdona todas tus culpas y cura todas tus enfermedades; él rescata tu vida de la fosa y te colma de gracia y de ternura. El Señor es compasivo y misericordioso, lento para la ira y rico en clemencia. No nos tratan como merecen nuestros pecados, ni nos paga según nuestras culpas”. Salmo 103.

 


 

 

 

 

  


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