OBJETIVO:
Iluminar la realidad en la que nos movemos con la Palabra de Dios, para que
los hombres aceptando el Plan de Salvación propuesto por Dios tengan vida en
Cristo Jesús.
Iluminación. “En virtud de la sangre de Cristo tenemos libre acceso al santuario” (Heb
10,19). Jesús ha removido las piedras del camino para que el Espíritu Santo
venga a nosotros, y “Nosotros podamos
volver al Paraíso y comer los frutos del Árbol de la Vida” (Apoc 2,7).
1. La Profecía de Ezequiel
Así dice el Señor
Yahveh: “Voy abrir las tumbas de ustedes, los haré salir de sus tumbas, pueblo
mío, y los llevaré de nuevo al suelo de Israel. Infundiré mi Espíritu en
ustedes y vivirán; los estableceré en su suelo, y sabrán que yo Yahveh, lo digo
y lo hago” (Ez 36, 12-14).
“Voy
abrir las tumbas de ustedes”. El pecado paga con la muerte (Rom 6, 23). La
tumba significa muerte, vacío, caos. De la misma manera que Dios abrió el Mar
Rojo en dos para que pasara su pueblo hacia la libertad, hoy, el Señor, abre
nuestras tumbas para que reconozcamos que somos pecadores y pecamos. Abrir las
tumbas significa remover la “cloaca” de nuestra vida para que reconozcamos
nuestros huesos secos. Es quitar la piedra de nuestra sepultura para que nos
miremos por dentro y reconozcamos el vacío, el caos, la muerte de la cual somos
portadores.
“Os haré salir de vuestras tumbas”, “Os
llevaré a vuestro suelo”, “Os daré un corazón nuevo”, “Infundiré mi Espíritu en
vosotros”, “Para que deis mucho fruto”.
Salir de la esclavitud para ir a los terrenos de Dios que es Vida, Amor,
Libertad… con un corazón humilde, compasivo y misericordioso. Esto es posible
por nuestra unión con Cristo. ¿Dónde es nuestro suelo?, Nuestro suelo, es el
Cuerpo de Cristo, la Comunidad Cristiana, la Familia de Dios, a donde Cristo
Pastor de las ovejas, las lleva después de rescatarlas.
2. ¿Qué
hace Dios para cumplir esta profecía, esta Buena Nueva?
1.
Envía
a su Hijo. “Tanto amó Dios al mundo”. El amor de Dios al hombre es la única
razón por la que Jesús se hace hombre (Juan 3, 16). La Encarnación de Dios
lleva a cabo el cumplimiento de su promesa de salvación, prometida antiguamente
(cf Gén 3, 15). María en Encarnación con su Fiat, hace que el Cielo baje a la
tierra: “El Verbo se hace carne y pone su morada entre nosotros” (Lucas 1, 26-
38). San Pablo expone esta verdad diciendo:
“Llegada la plenitud de los tiempos, envió
Dios a su Hijo, nacido bajo la ley, y para que nos liberara de la esclavitud de
la ley y para que recibiéramos la condición de hijos de Dios” (Gál 4, 4). San
Mateo nos dice la más hermosa verdad: “El salvará a su pueblo de sus pecados”
(Mt 1, 21).
2.
Jesús
instaura el Reino de su Padre. Después de ser ungido con el Espíritu Santo
(Mt 3, 16), Jesús se adentra en el desierto para preparase para su Misión (Mt
4, 1ss). Después de afianzarse, venciendo a su adversario, como el Mesías de Dios,
es llevado por el Espíritu a Galilea para proclamar el Reino de Dios (Mt 4,
12ss; Lc 4, 14). ¿Qué hace Jesús para realizar “la Obra del Padre”, mostrar al
mundo un rostro de amor, misericordia, perdón y alegría?
• Con su Palabra poderosa siembra el Reino de
Dios en el corazón de los hombres. “El tiempo se ha cumplido y el Reino de
Dios está cerca” (Mc 1, 15). Jesús, el Predicador del Padre ha venido a
instaurar en la tierra un Reino de amor, de paz, y de justicia en el Espíritu
Santo (Rom 14, 17).
• Con sus milagros. Hace oír a los
sordos, hablar a los mudos, caminar a los cojos, da vida a los muertos (Mc 7,
21s); Lc 7, 21- 23).
o La
suegra de Pedro. Es sanada de la fiebre para ponerse a servir a Jesús (Mc 1,
38).
o El
hombre de la mano tullida. Ponte en medio y extiende tu mano (Mc 3, 11- 6).
Extender la mano significa pon el don que tienes al servicio de los demás. Los
dones de Dios que no se usan, se oxidan.
o El
ciego, hijo de Timeo. De pordiosero que llevaba una vida arrastrada, se
convierte en seguidor de Jesús. Bar-timeo significa el hijo de lo impuro (Mc
10, 46ss). De impuro se convierte en un hombre sano, con dominio propio, en
discípulo de Jesús.
•
Los Encuentros
de Jesús. Con la samaritana, la mujer adúltera, la hemorroisa, son
manifestaciones liberadoras. Cristo Jesús, es el verdadero promotor de las
mujeres a quienes liberó, defendió y curó, a todas les restituyó la dignidad
que la sociedad les negaba.
o La
samaritana (Jn 4, 1ss).
o La
mujer adúltera (Jn 8, 1- 11).
o La
hemorroisa (Lc 8, 43).
• Con sus exorcismos. Libera a los
oprimidos por el Diablo (cf Mc 5, 1ss). Jesús convierte a este hombre
convertido en un hilacho humano, de un simple bosquejo de persona, en el primer
misionero en tierra de paganos. Un hombre nuevo con su dignidad recuperada,
valioso e importante: sentado, vestido y en sano juicio, un hombre con armonía
interior y disponible para servir a la causa del Reino, regalo de Jesús, no
sólo para su familia, sino, y también para toda la región de la Decápolis.
• Jesús evangeliza con su estilo de vida.
Viviendo en la obediencia incondicional a su Padre y en la donación y entrega a
los pobres, a los enfermos, a los publicanos y pecadores. La gente llena de
estupor dice: “Jesús todo lo hizo bien (cf Mc 7, 37). A los suyos los amó hasta
el extremo (Jn 13, 1). “Se pasó la vida haciendo el bien y liberando a los
oprimidos por el mal” (Hech 10, 38). Con su manera de amar y tratar a las
personas, Jesús está sembrando el Reino de su Padre en el corazón de los
hombres.
3. Jesús nos redime del pecado
• Con su muerte. Vino a los suyos y los
suyos no lo recibieron (Jn 1, 11), lo entregaron en manos de gente malvada, le
dieron muerte de Cruz (Hech 2, 23). Con su muerte nos ha redimido: murió para
nuestros pecados fueran perdonados (Rom 5, 25). Ha dado su sangre limpia y pura
por nuestra salvación. Murió para rescatarnos de las tinieblas y llevarnos al
Reino de la Luz y de la Justicia (Cf Col 1, 13). Jesús con su muerte, anuló, al
que controlaba la muerte, al diablo, y ha liberado a los que por miedo a la
muerte, pasan la vida como esclavos” (Heb 2, 14- 15).
• Con su resurrección. Le faltaba por
vencer al último de sus enemigos: la muerte. Hemos llegado al corazón de
nuestra fe: “Dios ha resucitado a Jesús para nuestra justificación” (Rom 4,
25). El imperio de la muerte ha sido vencido. Ahora podemos decirnos las
palabras de la carta a los Hebreos: “En virtud de la sangre de Cristo tenemos
libre acceso al santuario” (Heb 10,19). Jesús ha removido las piedras del
camino para que el Espíritu Santo venga a nosotros, y “Nosotros podamos volver al Paraíso y comer los frutos del Árbol de la
Vida” (Apoc 2,7).
3. Los frutos del árbol de la vida son los dones del Resucitado a su Iglesia
Jesús durante su vida histórica es Aquel que
recibe el Espíritu Santo sin medida; después de su Resurrección, Cristo
resucitado es aquel que cumple sus promesas y da el Espíritu Santo a los suyos.
Escuchemos la Palabra de Dios que nos ilumina con lo que Jesús hace el mismo
día de su Resurrección. Pareciera que tiene prisa de continuar con los suyos,
con la Obra realizada por Él: “Todo poder se me ha dado en los cielos y en la
tierra, así como el Padre me envió, yo os envío a ustedes…” (Jn 20, 21s).
El perdón de nuestros pecados y el don de la
paz. La resurrección y el don del Espíritu. Jesús comparte la Misión con su
Iglesia para que pueda dar vida a los hombres. La experiencia de la
Resurrección, convierte a los discípulos en los valientes testigos de la Pascua de
Cristo.
4. Jesús Resucitado es el Buen Pastor
“Busca a la oveja perdida, y la busca hasta
encontrarla” (Lc 15, 4). La
busca en los lugares lóbregos donde se ha ido, buscando razones para ser feliz
(bares, cantinas, etc.). Como en el Paraíso Dios busca a nuestros primeros
padres después de la caída; no es el pecador el que busca a Jesús, es el Señor
el que busca a los pecadores para mostrarles que están equivocados y para
invitarlos a volver al Camino que lleva a la Casa del Padre.
5. El Encuentro con Jesús Resucitado
El Encuentro con Jesús es liberador y es
gozoso. Liberador por que nos quita las cargas, y gozoso porque experimentamos
el triunfo de la Resurrección. El encuentro es posible, si nos dejamos
encontrar por él. Dejarse encontrar significa:
• Reconocer que no sé es feliz. Reconocer
el vacío existencial, la vida convertida en Caos.
• Reconocer que se ha equivocado. No
culpo a nadie, yo lo hice, soy culpable de todo el daño que me he hecho a mí
mismo y a otros.
• Reconocer que estoy necesitado de ayuda. Yo
no puedo salvarme a mí mismo; yo con mis solas fuerzas no puedo llegar a la
Casa paterna. No puedo salvarme a mí mismo ni salvar a otros.
• Reconocer que esa ayuda que necesito,
no está lejos, está aquí, es Jesús que ha irrumpido en mi vida de pecado y me
pregunta: “Qué necesitas de mí”, “Qué
quieres que haga por ti”.
• Reconocer la necesidad de un cambio de vida,
de mente, de corazón: Quiero cambiar
y no puedo”, “Quiero dejar de pecar y no puedo” (cfr Rom 7, 16ss).
6. Los lugares para encontrarse con Jesús. (Según mi evangelio)
• Jesús
me encontró por el camino de la vida, y allá me dejé encontrar por él. Antes
que yo leyera la Biblia, que entrara en la Iglesia… cuando era un desertor de
la Iglesia, un incrédulo que había perdido la fe, un perverso y pervertidor,
Jesús irrumpió en mi vida de pecado en un momento que me encontraba lleno de
ira y de odio. Fue un encuentro con la Palabra: “Dios te ama”. “Dios te ama a ti así como eres, pero por la vida
que llevas no puedes experimentar su amor”. Pasó por mi mente mi vida de vicios
crímenes. ¿Así me ama Dios? Entonces, “todavía
tengo remedio”. Experiencia inolvidable. Allí recibí mi primer exorcismo: la liberación de una
manera equivocada de ver a Dios, al hombre y a la vida. Hasta ese día creí que
Dios amaba a los buenos, pero odiaba a los malos, y como yo era malo, a mí Dios
no me amaba. La gran mentira de Satanás. Allí comenzó mi regreso a casa. El
encuentro con Jesús me puso en camino.
• Por
ese tiempo comencé la lectura de literatura religiosa y después, de la Biblia.
Comencé a tomar conciencia de mi pecaminosidad. La Palabra de Dios no la
entendía, pero la seguí leyendo, cuando menos me acordé, me di cuenta que me
estaba dando la orientación correcta… me orientaba hacia Dios, hacia la
Iglesia.
• No
sabía orar, sólo rezaba tres aves Marías, a veces borracho, otras bajo el
influjo de la marihuana. Una noche antes de rezarlas, como que alguien me decía: “Rézale también a mi Hijo”, comprendí
que la Madre me estaba pidiendo algo más y comencé a rezar el Padre Nuestro, no
pude, se me había olvidado. Otro día
busque un libro y comencé a rezar tres Padre nuestros con tres aves Marías y
tres Glorias. Creo que el que hace oración se convierte, (no importa que sea
pobre y débil). Comencé a ver cambios en mi vida. Sobre la mujer, los pobres y en
mi manera de hablar.
• El
día más bello y grande de mi vida fue el día que regresé a la Iglesia y lo viví
en el Sacramento de la Reconciliación. Allí fue mi Encuentro con Jesús
Resucitado: Encuentro liberador, gozoso, luminoso y conmovedor. Allí viví mi
experiencia de resurrección; mi experiencia de Dios; allí recibí mi bautismo en
el Espíritu.
• Fruto
del encuentro con Cristo es el “Hombre
nuevo”. Portador de una nueva Presencia.
7. ¿Qué
sucedió después del Encuentro?
a. Una verdadera luna de miel.
Ahora si es posible la conversión del
corazón; ahora si podemos dar frutos de vida eterna; ahora si podemos
comprender la palabras del Apóstol: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”
(Fil 4, 13). Encontré la fuerza para renunciar a mis malos hábitos. En cada
renuncia había una ofrenda… cada renuncia era una manifestación de amor. Mi
primera renuncia fue al cigarro y a la segunda a la marihuana, después al
alcohol, a la fornicación, a los antros o centros nocturnos…
• Ofrecer
a Dios un sacrificio de acción de gracias es guardar sus Mandamientos: No a la
droga, No al alcohol.
• Ofrecer
a Dios un sacrifico de alabanza. “Heme aquí oh Dios para hacer tu voluntad”
(Heb 10, 7). Hice conscientemente una primera alianza con Jesús:
guardar sus Mandamientos, renunciando al
adulterio.
• Por
aquellos días me incorporé a un grupo de oración en la Parroquia, fue un don
del Señor. Ese grupo me enseñó a leer la Biblia y a orar, a dar testimonio y a
servir.
Todo era como si estuviera viviendo una
luna de miel.
• Un
tiempo después del regreso a Casa, hice mi servicio en la Comunidad en un
retiro de iniciación, como servidor. Como fruto de este servicio vino mi
primera crisis espiritual. Mi primera reacción fue dejar la Iglesia. La
enseñanza que me dejó fue comprender que había infancia espiritual, tentaciones
y pruebas. Dios estaba cambiando mis planes… Puedo decir que al final fue una
experiencia bellísima. Terminé diciendo al salir de Misa: Señor, tú tienes
poder para darme lo que yo necesite y más… la prueba había pasado… había nacido
un misionero.
b. Comienza la lucha.
• En
un momento de encuentro con la Palabra (leyendo el capítulo 6 de Juan) me rendí
incondicionalmente a la voluntad de Dios para mi vida, puse mi historia en sus
manos y acepté la invitación que el Señor me hacía al sacerdocio. Yo no quería
ser sacerdote, quería tener mi propia familia, pero el Señor, como a Jeremías,
me sedujo, y me dejé seducir (Jer 20, 7).
• Todo
lo anterior era acompañado por una intensa oración y la lectura de la Palabra
de Dios. Había en mí hambre y sed de oración y de Palabra de Dios. De esta
Manera se cumplía en mi vida la profecía de Joel para que escuchara el Grito de
Jesús Resucitado: “Effata”. El grito es la respuesta al clamor del corazón de
un sordo y tartamudo: una persona atrofiada incapaz de comunicarse con los
suyos; un ser encerrado en sí mismo. “Effatá”
que quiere decir: “Ábrete”. Al
instante se le abrieron los oídos y se le soltó la lengua. Apertura y
soltura.
Ábrete al amor de Aquel que murió y resucitó
por ti; ábrete a la acción del Espíritu, a la Palabra de Vida. Abre tu
entendimiento para que puedas recibir la luz y la verdad de Jesús. Abre tu
corazón al Amor: Guarda sus Mandamientos. Abre tus manos al servicio a los más
débiles, para que el Señor las colme de bendiciones y puedas servir a los
demás. Soltarse es abandonarse en las
manos de Dios. Poner en él la confianza. Soltarse es dejarse conducir por el
Espíritu por los Caminos de Dios. Soltarse es ser dócil a las mociones del
Espíritu Santo que nos hace discípulos y misioneros de Jesús.
“Hijo mío te has decidido a servir al Señor,
prepárate para la prueba” (Eclo 2, 2). La prueba de fuego significa
tomar la firme decisión de seguir a Cristo o en caso contrario abandonar el
Camino y volver al mundo que atrae con sus seducciones. El “neo nato” tiene que
crecer en fe, esperanza y caridad; seguir a Cristo por lo que es, y no por lo
que da. La opción ha de ser libre y consciente; es respuesta a la Palabra que
invita, que llama, que atrae, y que seduce… Jesús invita, pero, no violenta.
Todo comenzó cuando un gran amigo fue a
invitarme a ir a un centro nocturno. Me negué mil veces, pero al final acepté.
Llegamos aquel lugar, era el día 14 de Febrero día del “amor y la amistad”.
Tenía algo más de tres meses que no iba a los antros, (desde mi encuentro con
el Señor), al llegar, me dieron una gran bienvenida, primero fue el mesero que
me decía: “Ya llegó el que andaba
ausente” y me servía una gran copa de coñac, diciéndome: “La casa paga”. Después vino la mesera
que me ofreció mesa donde no había lugar por tanta gente, era para mí… me sentí
popular, querido… vino un amigo de parranda y me llena de halagos, las viejas
amistades estaban presentes y me invitaban a sentarme en sus mesas.
c. La opción por Cristo.
Me aparté de la gente hacia un lugar solitario
junto a una chimenea con fuego, con la copa en la mano, pensé para mis
adentros: así andaba yo antes, vacío, comprando amistades y comprando amores.
Comencé entonces a musitar una oración: “Gracias Señor, porque he probado lo
bueno que tú eres”. “Te prometo no
volver a tomar bebidas alcohólicas”. Su respuesta me quedó clara: fue un
no, quería algo más, entonces dije: “Te
prometo Señor, no volver a pisar un centro nocturno”. Sentí como si en lo
profundo de mi ser alguien me abrazara y aplaudiera… mi oferta había sido
aceptada. Acababa de hacer mi opción radical por Cristo. Salí de aquel lugar
dejando atrás al “mundo” y rompiendo mi antigua amistad con él. Al llegar a
casa, cerca de la media noche, tomé la Biblia, la abrí, y encontré esta verdad
evangélica: “El mundo los odia, porque
ustedes me aman, si ustedes me odiaran el mundo los amaría”. Era el día del
amor y de la amistad (14 de febrero), con un acto de amor había sellado mi
Alianza con el Señor, había tomado “la
firme determinación de seguir a Cristo”.
Al otro día todo sería diferente en la
Comunidad de oración. Todo había sido como una luna de miel, hasta el día que
hice mi opción por Cristo y acepté la invitación de servir al Señor en la
Comunidad. Comencé a ver caras en la Comunidad, escuchaba murmullos: dicen que
Uriel viene por que busca mujer; insinuaciones a que me retirara de la
comunidad… había comenzado la lucha. ¿Contra quién? No lo sabía, me dije a mí
mismo: antes cuando tenía problemas con alguien lo discutíamos y hasta peleaba,
pero, ahora, en la Iglesia, me parecía que era peor que afuera. Había comenzado
la experiencia del desierto.
Lo fuerte comenzó cuando dije que al Grupo de
oración que le faltaba enseñanza… ¿Para qué lo dije?, Me convertí en enemigo de
algunos… lo mío era soberbia, me faltaba humildad… mi presencia molestaba… Me
daban ganas de abandonar la iglesia. Por aquellos días venía este pensamiento,
como si el Señor me hablara: “Lo que tú ves, es lo que tengo. Si quieres
una Iglesia de perfectos, ve y fúndala, pero, esa será tu iglesia no será la
mía”. Escuché decir a alguien: “Si por una puerta de la Iglesia, me
corren, entro por la otra”. Comprendí el mensaje, y me quedé. Me quedé
por que amaba a la Iglesia, pero había que aceptarla en su realidad. En ella
hay pecadores y santos, enfermos y sanos, débiles y fuertes (Cfr 2 Tim 2, 20).
Era mi primera crisis espiritual… me creía
inocente… víctima… la verdad es que estaba equivocado, sólo Dios es Justo… lo
acepté como una enseñanza… para no hacer el día de mañana con otros, lo que
estaban haciendo conmigo. Todavía me faltaba mucho, un servidor del Señor, sólo
se templa y adquiere rostro de profeta viviendo en el desierto; es el tiempo de
preparación para la misión, no se pueden quemar etapas.
Oración:
María Madre tómame de la mano y llévame a tu Hijo, enséñame a ser su fiel
discípulo- misionero para que el mundo tenga vida en Él.
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